Sin saber muy bien cómo, los que fregaron los platos aquella noche fueron Mark y Ethan.
Alyssa le había dado el trapo a Mark y había corrido a su habitación.
«A ponerse otra minifalda», sospecho él.
—Mark, me parece que ese plato ya está más que seco —le dijo su hermano refiriéndose al plato que llevaba más de un minuto secando.
Mark sonrió incómodo y lo dejó en el armario. Lo último que le hacía falta era que su hermano se creyera que estaba enfadado porque Alyssa se fuera a dar un paseo con Dirk, ya que no era cierto.
«No, no estoy enfadado», se dijo.
—A Dirk se le ha dado bien lo de montar, ¿eh? —dijo Ethan.
—Sí —contestó Mark molesto.
¿Es que en aquella no se podía hablar de otra cosa que no fuera Dirk?
«¿Por ejemplo de por qué Alyssa se va a ir de paseo con él?».
—Aprende muy rápido —comentó Ethan pasándole una sartén.
—Sí —contestó Mark bruscamente.
«¿Soy yo el único al que le parece mal que se vaya de paseo con él?».
—Y se mueve rápido también —añadió Ethan riendo.
Obviamente, se refería a Alyssa.
Dejó dos tazas con demasiado fuerza y una de ellas se rompió.
—¿Estás enfadado, Mark?
—No —contestó poniendo los cubiertos en su sitio con furia.
—Pues lo pareces.
—Pues no lo estoy.
—Muy bien —dijo Ethan.
Durante un rato, se hizo el silencio entre ellos.
—¿De verdad que no estás enfadado? —insistió Ethan.
Mark se giró dispuesto a tirarle a su hermano a la cara la cuchara de madera que estaba secando, pero no lo hizo porque sabía que no lo tranquilizaría.
Lo único que lo ayudaría en aquellos momentos sería ver bajar a Alyssa con un mono de esquí.
—Estoy preocupado —admitió por fin—. Por Alyssa.
—¿Por qué?
—Porque Dirk el rápido va a intentar algo seguro durante el paseo.
—No es ninguna niña —contestó Ethan—. Sabe defenderse. ¿No te acuerdas del puñetazo que le arreó al chico aquel en la fiesta de graduación por tocarle el trasero?
—Pero esto es diferente.
—¿Por qué?
—¡Porque no creo que le pegara un puñetazo a Dirk Mason!
—¿Y?
Mark se quedó callado unos segundos buscando la respuesta.
—Se va a aprovechar de ella porque está anonadada ante él, que es toda una estrella del celuloide.
—Alyssa sigue siendo la misma de siempre —dijo Ethan.
—¡No, de eso nada! —exclamó Mark—. Se pone minifaldas, se maquilla y besa a desconocidos. Esa no es la Alyssa que yo conozco.
—Hmm —dijo Ethan.
—¡Si tienes algo que decir, dilo!
—Lo único que tengo que decirte es que Alyssa lleva años siguiéndote y que me parece que te has olvidado de que la Alyssa que tú conoces no es la única Alyssa que existe.
—¡Nadie la conoce tan bien como yo! —protestó Mark.
—Puede que eso ya no sea suficiente para ella, Mark.
—¿De qué demonios hablas, Ethan? ¿Cómo que ya no es suficiente?
—Olvídalo, Mark —contestó Ethan mirándolo exasperado—. ¿Me vas a ayudar con los platos o qué?
Mark no contestó.
¿Qué había querido decir Ethan con eso de que ya no era suficiente para ella?
Alyssa se miró al espejo de su habitación y metió la tripa. Se puso de lado y se dijo que tenía que dejar de comer tanto dulce.
Suspiró, se quitó la camisa y la tiró sobre la cama, con el resto de las prendas que había desechado.
¿Para qué quería tantas camisas vaqueras? No tenía nada decente que ponerse. Se volvió a probar su jersey de cuello vuelto preferido con la esperanza de que hubiera cambiado por arte de magia en los últimos veinte minutos.
En ese momento, llamaron a la puerta.
—¿Necesitas algo? —preguntó Cecelia con unas cuantas prendas en el brazo.
—¡Cuánto te quiero! —exclamó Alyssa haciéndola pasar y cerrando la puerta a toda prisa.
Sin perder tiempo, se probó una camisa de pico verde.
—No sé si me voy a atrever…
—¿Por qué?
—Porque el pico llega hasta muy abajo, ¿no?
—Lis, solo se te ve el escote. Lúcelo. Tienes un escote precioso. El color te va perfecto con los ojos. Además, te hace una forma de pecho muy bonita.
—¿Ah, sí?
—Sí.
Alyssa se miró al espejo de nuevo. Sí, era cierto. Aquella camisa realzaba aquella parte de su cuerpo que durante tanto tiempo se había esforzado en ocultar.
—No parezco yo.
—¡Por eso precisamente debes ponértela!
Alyssa pensó en ello. Sí, parecía el tipo de prenda que se ponían las mujeres que salían con actores.
¿Y qué tal un poco de pintalabios?
Mark estaba sentado en el porche disfrutando de la noche y de un par de cervezas. No estaba espiando a nadie, claro que no.
Había decidido no moverse de allí hasta que volviera Alyssa. Así de sencillo. Eso no era espiar, solo esperar.
Al cabo de un buen rato esperando, ya se había tomado unas cuantas cervezas de más.
En la hora que llevaba allí sentado, desde que los había visto salir escondido detrás de un pino, había estado pensando que, tal vez, su amistad con Alyssa no era como él creía.
Para él, Alyssa siempre había sido suya porque nadie la conocía como él.
Recordó todo lo que le había contado sobre su familia, especialmente sobre su padre, y se preguntó si le estaría contando lo mismo a Dirk Mason. Aquello lo entristeció y lo puso de mal humor.
Si le contara a él lo mismo que a su supuesto mejor amigo, se sentiría realmente traicionado.
¿Sería, tal vez, que no eran tan amigos como él creía?
Por fin, los vio salir del bosque y dirigirse al prado donde todos los Cook habían llevado alguna vez a una chica, porque se veía el cielo y la hierba estaba suave.
Mark apretó los dientes al pensar que Alyssa había llevado al actor allí con la misma intención que él había llevado a Jennifer Kaminski en el instituto. Se fijó y vio que iban caminando uno al lado del otro sin tocarse.
Estaban llegando ya a la casa, así que Mark se arrebujó en la mecedora al abrigo de la oscuridad y escuchó su conversación.
—Gracias, Alyssa —dijo Dirk agarrándola del brazo—. Ha sido un paseo precioso.
—Sí, ha sido precioso. Gracias a ti, Dirk —contestó ella educadamente comenzando a subir los escalones.
Dirk la volvió a agarrar del brazo.
—¿No entras? —le preguntó Alyssa.
—No, voy a dormir en el barracón con los demás chicos —contestó Dirk.
—Ah, bueno… Pues que duermas bien —sonrió Alyssa girándose para entrar en la casa.
Mark sonrió encantado.
La buena de Alyssa iba a dejar al actor en el porche. Sin beso.
—Por lo menos un apretón de manos, ¿no? —dijo Dirk, sin embargo, girándola de nuevo hacia él.
—Claro —dijo Alyssa alargando la mano.
Dirk no solo la aceptó, sino que se la besó.
Mark sintió deseos de levantarse y poner final a aquella escenita, pero se imaginó el enfado de Alyssa y no lo hizo.
—Buenas noches, Alyssa —dijo Dirk alejándose hacia el barracón.
Alyssa se quedó mirándolo con esa mirada de boba que a Mark lo estaba empezando a poner enfermo.
Se levantó y, cuando Alyssa fue a entrar en casa, se lo encontró de bruces.
—¿Qué haces aquí?
—Nada —se apresuró a decir.
—¡Mark, nos estabas espiando!
—¡No!
—Claro que sí. Nos estabas espiando.
—¡No os estaba espiando!
—Entonces, ¿qué estabas haciendo? —dijo Alyssa poniéndose en jarras y mirándolo enfadada.
—Esperar —contestó como un corderito.
—Mark, creía que ya te había quedado claro que no necesito que nadie me proteja.
—Sí. Te aseguro que no estaba esperando para pegarle ni para insultarlo. Solo para hablar.
—Mark, ¿has bebido? —rio Alyssa oliéndolo.
—Tres cervezas —confesó.
—Muy bien, hablemos.
Mark sintió de repente que se quedaba sin aliento. Alyssa se había apoyado en la barandilla del porche y la luna se reflejaba en su pelo y…
«Demasiadas cervezas», se dijo.
—Quiero saber qué ha pasado durante el paseo.
—Qué pena, porque no pienso contártelo.
—¿Habéis ido al viejo molino?
—No voy a contestar a esa pregunta —dijo Alyssa—. Te habría estado bien empleado que nos hubiéramos dado el lote delante de ti.
—¿Te ha besado?
—Eres un cotilla —contestó Alyssa mirándose las uñas de los pies.
—¿Lo has besado tú?
Alyssa no contestó.
—Lis, por favor…
—No, Mark, por favor tú —le espetó Alyssa—. Por si no te has dado cuenta, tengo veintiséis años, he crecido y soy una adulta. Así que puedo besar a quien me dé la gana, puedo pasear con quien me dé la gana y no necesito ni tu permiso ni tu bendición. ¡Y, desde luego, no necesito que me vigiles!
—Ya lo sé, Lis —dijo Mark pasándose los dedos por el pelo.
Sentía que las cosas se le estaban escapando de las manos y tenía muchas preguntas sin respuesta.
«¿Qué ya no es suficiente para ti? ¿Qué te está pasando? ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué nos estamos peleando?».
Pero no hizo ninguna de ellas porque Alyssa estaba verdaderamente enfadada y no le pareció el mejor momento.
—Solo quiero que tengas… cuidado —dijo aunque aquello era solo la punta del iceberg.
—Mark, no te metas —le advirtió.
—Muy bien, no me meteré —dijo él.
Alyssa sonrió, le dio una palmada en el hombro y se metió en casa.
«Cuando el infierno se hiele o ese actorcillo haya salido de aquí», se juró.