... de Puerto del Este, me acuerdo del paseo marítimo, me acuerdo de esos yates que tanto te llamaban la atención, los ricos siempre llaman la atención, ¿no?, cada vez que veo un yate pienso en quién limpiará el baño, y me acuerdo del sol, las bicicletas, me acuerdo de la gente paseando en traje de baño, rodeada de luz, feliz, feliz, como si no fuera a morirse, tú pasaste entre ellos corriendo, me acuerdo.
El último día del viaje, cómo decirte, para mí fue triste y al mismo tiempo un alivio, ¿entiendes?, lo habíamos logrado, eso no nos lo iba a quitar nadie, o sí, te parecerá absurdo, pero pasé unos nervios terribles mientras nadabas, te miraba desde la orilla y pensaba: ¿y si le da un calambre?, ¿y si este recuerdo lo perdemos de golpe?, cada vez que hundías la cabeza en el agua te juro que, te juro que yo no respiraba, me fijaba en los hombres que tenía cerca, miraba cuáles eran los más fuertes, los mejores para pedirles auxilio, porque, en fin, hijo, no sé nadar, siempre me dio vergüenza decírtelo, hasta que tu cabeza asomaba de nuevo y yo volvía a respirar, por supuesto que no te pasó nada, no podía pasarte, no tenías ningún miedo.
El resto del camino fue más o menos bien, se nos había hecho tarde, tu madre empezó a llamar y encima nos cayó esa tormenta, qué cantidad de agua, ¿no?, me preocupaba no llegar a la cena, esa cena era importante, al final, te confieso, aceleré de más, y para colmo con el asfalto mojado, es raro lo del riesgo, uno vive creyendo que se cuida, que protege lo que más le importa, y entonces aceleras sabiendo que no debes, y después te arrepientes, y la próxima vez aceleras de nuevo, llegué a casa empapado, sin aire, con dolor de cabeza, pero llegué, llegamos, me parece que mamá tenía sus dudas, casi se sorprendió, nos recibió con una cara, lloraba, se reía, nos abrazaba, eso sí, hubo que recalentar la carne, y brindamos los tres juntos, ¿te acuerdas?, hasta probaste el vino, y le contamos a mamá un montón de cosas, tú exagerabas todo, era genial, y te zampaste una cantidad sobrehumana de helado, ¿qué tendrás en la barriga, tiburón con gorra?, y te fuiste a la cama, y nosotros nos quedamos charlando, y por primera vez en meses fumé, y mamá no dijo nada, y después me quedé dormido así, como si me desmayase, y que yo sepa no soñé.
¿Y qué más?, bueno, nada, empeoré y aquí me tienes, fue muy poco después de que te fueras, ¿tú te acuerdas de cómo nos despedimos?, estábamos los dos en la cochera, qué lugar para una ceremonia, ¿no?, mamá iba a llevarte con los abuelos, esperaba sentada, prefirió no bajarse para dejarnos solos, tenías unas tres horas de viaje, yo te miré y te pregunté la hora, y tú consultaste tu reloj con cara de importancia, entonces te di un abrazo, un abrazo largo, y te dije que no te olvidaras de ponerte el cinturón, ya está, eso fue todo, no fui capaz de decirte otra cosa que ponte el cinturón, hasta había pensado un animal para decirte, uno marino, creo, pero se me pasó, me había imaginado muchas veces esa escena, digo yo que así serán las despedidas de verdad, ¿no?, fuera de lugar, torpes.
De lo que no me olvido, mira, es del abrazo, no sé qué habrás sentido tú, bah, me refiero, si habrás sentido algo, en ese momento yo tampoco estoy seguro, lo que sé es lo que siento ahora, al recordarlo, recuerdo muy bien el calor de tu cabeza, el olor a champú, la pelusa que te baja por la nuca, esa vértebra más grande que las otras, tus hombros puntiagudos, y recordando esas cosas, volviendo a sentirlas, es como si me desatara, ¿entiendes?, y de repente dejo de envidiar a los que están sanos, bueno, mentira, sigo envidiándolos, pero además los compadezco, ¿sabes qué me dijo el otro día la madre de una enferma?, que todos, ¿cómo era?, teníamos cuatro dimensiones, que nacíamos terminados, y que, adelante, sí, adelante.
¿Qué te estaba?, ah, lo de las cuatro dimensiones, entonces la mujer me dijo que ya estábamos completos, que nuestra vida contenía desde el principio el nacimiento y la muerte, y que si nos veíamos crecer o envejecer, era porque nos percibíamos poco a poco, ¿te das cuenta?, pero que el niño y el viejo en realidad existen al mismo tiempo, algo así me explicó, a mí me pareció aberrante, su hija está muriéndose y ella trata de, de conformarse, ¿no?, de sentirlo como algo natural, me habría parecido mucho más lógico, yo qué sé, que se pusiera a patear los monitores, a arrancar cables, a pegarles a los médicos, es una cosa, creo, tengo la frente un poco, voy a pedir que traigan el termómetro.
Mamá no quería irse, tuve que insistirle, bah, obligarla, he estado pensando, ¿sabes?, en lo de ayer, en esa pobre señora, antes a mí lo que más miedo me daba era morirme joven, me obsesionaba llegar a viejo, pensaba que me correspondía, qué idiota, ¿no?, lo raro era vivir como vivía cuando estaba sano, la cantidad nunca va a ser suficiente, siempre nos va, digamos, a quedar pequeña, dicen que la muerte perfecta sería durmiendo, sin siquiera notarlo, yo no estoy tan seguro, me parece que prefiero sentirla, quiero vivir esa muerte, es lo único que me queda, no quiero que me la quiten, cuando tengas mi edad, más o menos, puede ser que te sientas protector, y ya no vas a tener un padre al que cuidar, te va a faltar el padre para ser ese hijo, voy a ser una ocasión perdida, así que ahora, bueno, ahora vienen los consejos, me siento un poco ridículo, lo ideal sería que me observaras durante media vida y pensaras: a ver, de este señor equivocado que es mi padre, rescatemos un poco esto y esto, y lo demás que se vaya al carajo, qué le vamos a hacer, no, no podemos.
Diviértete, ¿me oyes?, cuesta mucho trabajo divertirse, y ten paciencia, no demasiada, y cuídate como si supieras que no siempre vas a ser joven, aunque no vas a saberlo y está bien, y que siempre haya sexo, hijo, hazlo por ti y también por mí, hasta por tu madre, mucho sexo, y que los hijos vengan tarde, si vienen, y ve a la playa en invierno, en invierno es mejor, ya vas a ver, me duele la cabeza pero me siento bien, no sé cómo decirlo, y que de vez en cuando viajes solo, y que no te enamores todo el tiempo, y sé coqueto, ¿me oyes?, los hombres que no son coquetos tienen miedo de ser maricones, y si eres maricón, sé un hombre, en fin, los consejos sirven de poco, si no estás de acuerdo no los escuchas, y si ya estás de acuerdo no los necesitas, nunca confíes en los consejos, hijo, un agente de viajes recomienda lugares a los que nunca va, me vas a querer más cuando envejezcas, pensé en mi padre en cuanto nos bajamos del camión, el verdadero amor por los padres es póstumo, perdóname por eso, ya me siento orgulloso de lo que vas a hacer, me encanta cómo cuentas las horas con los dedos cuando pones el despertador, ¿o te crees que no te veo?, lo haces a escondidas, por debajo de la manta, para que yo no sepa que te cuesta hacer la suma, voy a pedirte un favor, pase lo que pase, por muchos años que tengas, no dejes de contar las horas con los dedos, promételo, pulpo.
Se está haciendo de noche ahí, en la ventana, ya va a venir mamá, mañana sigo, tengo hambre, tengo sueño, hay una enfermera nueva que se parece mucho a tu madre cuando era joven, se llama Alicia, es muy simpática, me va a conseguir pasta aunque el menú sea pollo, Alicia es un buen nombre para una chica, ¿no te parece?