Viejas heridas

 

Nico estaba tumbado en la cama. Parecía dormido y relajado.

“Si no fuera porque está dormido pensaría hasta que está sonriendo” pensó Susy.

— Menuda tontería— se dijo recordando la forma en que la había echado cuando la vio en la habitación. Y hoy, ¿cómo reaccionaría al verla?

“Igual” se contestó ella misma. Nada había cambiado.

“Seré fuerte, él y su familia me necesitan y no pienso moverme de aquí. Ya tendrá que aguantarse su querida pelirroja de tinte” y rió muy bajito para no despertar al enfermo.

“Porqué estará riendo. Debe de ser de mi con todas estas vendas, tengo pintas de disfraz de esqueleto comprado en los chinos”.

“Bueno Nico piensa, piensa, como nos despertamos...en plan no recuerdo nada...¡no! eso es de telenovela barata— se respondió a si mismo— enfadado para ver su reacción...no, eso tampoco, quiero tenerla en mis brazos, no enfurecerla...piensa Nico, piensa...eso es en mis brazos...listo.

— Ah, Oh, Uf, como me duele— rezongaba mientras se agarraba la cabeza haciendo ademán de querer levantarse.

— No espera, espera, no puedes moverte.

Susy se acercó a él rápidamente y sentándose pegada a su pecho le quito las manos de la cabeza.

— ¿Su, eres tú?

— Sí— Ahora venía la parte que seguro él le gritaba y le decía que se fuera

— ¿Por qué estás aquí?

— Nico por favor, antes de echarme, por favor escucha lo que tengo que decirte.

— Esta bien pero ¿me ayudas a sentarme? No tengo fuerzas.

Ella inclinó su cuerpo sobre el de Nico para ayudarlo a subir su espalda y apoyarlo en el cabecero.

Nico pudo sentir el perfume de su pelo que penetraba todos sus sentidos y no pudo reprimir un sentimiento de nostalgia por lo perdido.

No, eso no volvería a pasar.

“La perdí una vez por imbécil y no pienso cometer el mismo error”.

Ella notó que él temblaba y pensó que era por frío.

— Espera, te traeré otra manta.

— ¡No! quédate aquí— tiró de su brazo para volver a sentarla a su lado— dime eso tan urgente.

— Verás...

Las buenas palabras y el valor se esfumaron cuando volvió a tener esos ojos profundos mirándola como antes. Antes, cuando todo era posible, cuando me quería...en fin, ese era tiempo pasado, debía abandonar esos pensamientos y retomar al tema.

— Tuviste un accidente bastante complicado, tus heridas no fueron ninguna tontería.

— Lo sé.

— Tu padre y tus hermanos han estado todo el tiempo a tu lado. No se han movido de tu lado nunca, en todos los días en el hospital, incluso el mismo Albert fue el que emprendió tu búsqueda y te trajo en avión privado.

— ¿Su, vas a contarme todo lo que me pasó?— sonaba divertido.

— No, por favor, déjame continuar antes que te enfades y me eches

— ¿Echarte?

— Sí, la última vez que me viste me echaste de la habitación y por poco del hospital

— Ah, eso— Nico quería olvidar esa tontería de reacción. Eso había sido antes que Albert le contara toda la verdad de cómo su marido la había amenazado para poder separarlos. Ese Oscar se llevaría una buena paliza cuando él se recuperara.

— Sí, eso. Verás, yo sé que tú no quieres ni verme y juro que te entiendo pero tus hermanos y tú padre me pidieron un favor y yo no pude negarme, ellos están tan cansados y tú no puedes cuidarte por ti mismo y necesitas atención y entonces ellos me pidieron y yo entonces...

— Su— la voz era apenas un susurro— lo entiendo, te doy las gracias y te pido perdón por mi reacción tan estúpida.

— ¿Lo entiendes?— ella levantó la mirada para ver si le estaba tomando el pelo, sin embargo sus ojos parecían decir la verdad, incluso demostraban algo, ¿ternura?, ¿cariño?

— sí, lo entiendo y te agradezco que hagas esto por mi familia...y por mí— no pudo reprimir su sonrisa pícara al decirlo.

— Bueno sabes que yo te quiero mucho...eh...quiero decir...eh, que los quiero mucho— intentó levantarse pero él no se lo permitió. Envolvió su mano con fuerza en la de él.

— ¿Me quieres...mucho?

— Los quiero, los quiero mucho. Hablé en plural, a todos, son muy buenas personas, una buena familia, buena gente...

— ¿Buena gente?— él se estaba divirtiendo. La sensación de incomodidad de su chica sólo podía significar una cosa. Ella todavía sentía algo por él. El único problema era saber cuánto de ese amor quedaba vivo y cuánto estaría dispuesta a arriesgar.

Ella se levantó de golpe, muy abochornada y con las mejillas al rojo ardiente, factor solar nivel cincuenta aproximadamente.

Intentando recuperar la dignidad, le informó, sin dejar la menor posibilidad de discusión.

— Por lo tanto, no pienso moverme de aquí aunque me eches y pienso cuidarte hasta que estés bien y sin ningún stress hasta que el médico lo diga.

— Me parece perfecto

— Nico ¿Estás bien?

— Sí, ¿por?

“Porque un día me echas a patadas y ahora hasta pareces cariñoso. Eso debe ser el golpe” pensó sin atreverse a decirlo en voz alta.

— No, por nada— Mejor cambiar de tema

— Faltan un par de horas para la cena y vi que dan una de esas pelis que te gustan, ¿quieres que la veamos?

— ¿Cuál?— respondió interesado.

— Las de casos policiales, investigación y muchos problemas.

— Sí...sí...me parece perfecto— “todavía se acuerda, eso es bueno”— pero sólo si te sientas aquí a mi lado.

— Estaré cómoda en el sillón de visitas— su voz resultó nerviosa.

— Es duro y viejo, no, no lo estarás— y yo tampoco— ven a mi lado, te hago lugar y así podremos pelear por el mando.

— Pero Nico, no creo...

— ¿No se supone que no tienes que provocarme stress ni enfadarme?

— Está bien, me recostaré a tu lado. Pero no juegas limpio.

“Lo sé, pero no me importa”.

Encendió la tele, puso la película para después recostarse a su lado pero con la suficiente precaución de no rozar ni un milímetro de sus cuerpos. La película era un rollo y Susy no llegó a ver siquiera los primeros cinco minutos cuando fue cayendo en un sueño profundo. Nico lo sabía. Ella siempre se dormía con ese tipo de películas y por eso le había pedido que la viera en la cama.

Ahora la tenía donde quería.

Susy en un acto de inconciencia se había acercado a su cuerpo y apoyado su cabeza en el medio vendado. Su pequeña mano le sostenía el hombro y su respiración era un bálsamo de frescura sobre las vendas de su brazo dislocado.

Le acarició la cara con cuidado para no despertarla mientras absorbía toda la esencia de su preciosa piel femenina.

— ¿Por qué mi amor, por qué no me dijiste la verdad? Tanto miedo tenías— No debía despertarla o todo su plan por recuperarla sería en vano pero por Dios, era imposible que sus dedos dejaran de tocar esa piel tan suave.

Ella se movió perturbada por un sueño.

— Nico...Nico...— hablaba en sueños, parecía perturbada— ¿dónde estás?— sollozaba en apenas un susurro.

— Shh, amor, estoy aquí, a tu lado y no pienso irme— y sin pensarlo pegó sus labios a los de ella. Nada de pasión, nada de romance, ni bocas abiertas, sólo un roce suave y casi imperceptible— por favor que bien sabes.

Apretó su abrazo y noto como ella se relajaba en sus brazos.

— Duerme amor, descansa ya estoy aquí.