Reconocer la Ideología

Permanecimos en las rocas observando todo lo que sucedía en el sendero principal. Nuestro plan consistía en permanecer ocultos hasta el anochecer y después decidir qué hacer a continuación. A partir de la descripción de Wil me parecía que la Cuarta Integración podría resultar más compleja y peligrosa. Tal vez fuera el efecto del cañón, pero la perspectiva del peligro no me inquietaba tanto como antes. Ahora me sentía completamente inmerso en el viaje. Dejé para después la expectativa de más Sincronización y me aferré al contexto en el que nos encontrábamos para descubrir la realidad de la espiritualidad humana. Juré seguir en Alineación.

De pronto Wil se incorporó; miraba en dirección a la pendiente que antecedía a la pared del cañón. Un grupo de personas caminaba a unos treinta metros de nosotros en dirección al noreste. Conforme se movían entre varios pinos enanos vimos que se trataba del grupo en el que estaba Rachel. Era la penúltima en la formación.

Al mirarla ella hizo lo propio mirando de inmediato hacia la colina que nos ocultaba. Aunque no podía vernos ella parecía sentir que la observábamos. Un hombre alto y con barba que caminaba detrás de ella dijo algo y la instó a seguir caminando de frente.

—¿Has visto eso? Parecería que va con ellos contra su voluntad.

—Así parece —contestó Wil.

Supe que él estaba al tanto de que existía un nexo especial entre Rachel y yo.

—Escucha —dijo—, creo que debo seguirlos para intentar escuchar lo que dicen. Si vamos los dos, es más fácil que nos descubran.

Yo sabía que Wil había sido entrenado para vigilar, así que acepté su propuesta.

Wil aligeró su equipaje y me pasó parte de la comida.

»Si no regreso al anochecer, te encontraré después. ¿De acuerdo?

Caminó entre las rocas en dirección a la pendiente. Durante un tiempo me dediqué a mirar en esa dirección; lo vi varias veces cuando serpenteaba entre las rocas y los árboles. Luego lo perdí de vista.

Pasados unos minutos, llamó mi atención alguien que hablaba en el sendero. Cuatro guardias caminaban hacia donde yo estaba. Cogí mi mochila y me escurrí entre las rocas ubicadas en la dirección opuesta con la esperanza de rehacer mi camino hacia la pared de roca donde nos habíamos encontrado a los alpinistas.

De repente alguien me aferró del brazo y me obligó a detenerme, así que se me cayó la mochila y perdí el equilibrio. Desde el suelo pude ver a un hombre grande con gafas de sol y vestido con ropa de explorador. Me miraba. Otro hombre se le unió y se inclinó para ayudarme amablemente a ponerme de pie otra vez.

—¿Me recuerdas? —dijo el hombre con acento británico—. ¿Dónde está tu amigo Wilson James?

De inmediato recordé al hombre rubio que me había estado observando en El Pub.

—Wil se fue —respondí.

Los guardias llegaron y el hombre los miró. Ellos asintieron y retomaron el rumbo colina abajo.

—No importa —continuó el hombre—. Sois bastante escurridizos, pero quiero que sepáis que no deseamos haceros daño. Tratamos de ayudaros.

Me apartó unos metros de los demás para que no pudieran escuchar lo que decía.

—No disponemos de mucho tiempo, pero déjame decirte algo. Debes escuchar con mucha atención. Sabemos que se ha dado a conocer este Documento y sabemos que buscáis las partes que faltan. Nos interesa mucho lo que digan los fragmentos y queremos que sigáis buscando y nos mantengáis informados de lo que encontréis.

Su mirada era un poco amenazante.

—¿Quién eres? —pregunté—. ¿Para quién trabajas?

Sonrió.

—Digamos que hablo en representación de un grupo que pertenece a las más altas esferas del poder gubernamental de Occidente.

Luchaba por conservar la claridad.

—¿Para qué queréis un Documento esotérico como éste? Trata de espiritualidad exclusivamente.

Me miró sabiendo que no lograría convencerme de nada sin darme más información.

—Quiero confiar en ti —dijo—. Esta revelación espiritual ocurre en un momento en el que la guerra religiosa es nuestro problema más grave. No te engañes. Eso es precisamente lo que es: una guerra entre los que tienen una determinada visión religiosa de Occidente y los otros países, principalmente localizados en Oriente, que tienen otros puntos de vista. Esta guerra puede parecer calma en ciertos frentes, pero detrás de esa calma aparente existen tensiones que se aceleran. Los cerebros más capaces trabajan con nosotros y todos están convencidos de que estamos en una cuesta abajo que nos llevará a la destrucción total.

—Es muy simple. Estamos ante el viejo problema del Ciclo de la Venganza. Cada vez que matamos a uno de ellos diez más se suman a la lucha. Y cada vez que ellos matan a uno de nosotros las altas esferas claman hacer algo aún más drástico para protegernos. Aquí no hay medias tintas. Y lo peor aún está por venir. Estamos a punto de que el conflicto llegue a ser nuclear. —Se acercó a mí—. ¿Sabes qué religión practica el presidente de Irán? Es miembro de una secta llamada Los Duodécimos. Ellos creen que el Armagedón, la guerra profetizada que destruirá el mundo al final de los tiempos, es algo bueno. Piensan así porque creen que, conforme se aproxime el Armagedón, su versión del Mesías, a quien llaman el Duodécimo Imán, llegará entre nubes para aniquilar a todos sus enemigos y creará después un mundo ideal basado en sus creencias. Para que te hagas una idea de la gran locura que hay por ahí, encontramos un punto de vista similar entre los fanáticos judeocristianos de Occidente. También piensan que el Armagedón es deseable, ya que también creen que dará origen a una figura mesiánica que derrotará a sus enemigos. Algunos miembros de estos movimientos creen que su deber es procurar que esta guerra final tenga lugar. Este tipo de fanatismo parece reflejar una tendencia creciente a dar por perdido este mundo nuestro. Todos se aferran a sus doctrinas religiosas a toda costa, pensando que el resto del mundo se está volviendo loco. También esperan que Dios intervenga para acabar con la miseria. —Estaba muy preocupado—. ¿No consideras extraño el discurso de los iraníes, sobre todo teniendo en cuenta todas las opciones que los israelíes han tratado de poner en práctica? Irán está mucho más adelantado en su programa nuclear de lo que muchos piensan. Muchas de sus bases están bajo tierra. Por eso no se detienen ante la amenaza de bombardeos. Algunos analistas piensan que ya tienen el material nuclear disponible y que sólo trabajan para perfeccionar los sistemas de lanzamiento.

El hombre me acercó mi mochila.

»No pretendo conocer el contenido de ese Documento que estás estudiando. Hasta ahora me parece pura palabrería, pero conocemos la reputación de Wilson James. Si ese Documento contiene una solución real, queremos conocerla. —Me miró seriamente y añadió—: De no ser así, nuestro grupo tomará medidas que a nadie agradarán.

A pesar de la amenaza comencé a pensar que el tipo estaba siendo sincero conmigo.

»No os preocupéis por entrar en contacto con nosotros —dijo—. Nosotros os encontraremos. Tenemos gente en cada departamento de vuestro gobierno, de manera que contamos con todo lo necesario para estar al tanto de vuestro paradero. —Hizo una pausa y me miró largamente—. Una cosa más: esta suerte de abandono del mundo no tiene lugar sólo en círculos religiosos. Sucede también en la esfera política. La izquierda y la derecha se polarizan hasta formar grupos más peligrosos que también piensan que el mundo se está derrumbando, por lo que se justifica una acción extrema. Ésta es otra de las razones por la que nos vemos obligados a actuar. Así que aseguraos de alinearos con nosotros en este asunto.

Al decir esto me estrechó la mano con fuerza y me dijo que era el coronel Peterson. Luego se agachó para tomar una bolsa del suelo y de ahí sacó unos papeles.

»He aquí la traducción de la parte del Documento que hemos encontrado. La Tercera y la Cuarta Integraciones. Algunas de las personas que hemos entrevistado nos dijeron que se rumorea que había más fragmentos al norte de aquí cerca de una montaña más grande.

Durante mucho tiempo me dediqué a deambular entre las rocas con la cabeza bullendo ideas. El sol estaba ahora bloqueado por una capa gruesa de nubes y un viento ominoso comenzó a soplar desde el norte. Abrí la mochila y saqué una chamarra cortavientos. Por lo menos ahora sabíamos quiénes eran los que nos seguían. Si ese hombre tenía razón respecto de la situación geopolítica y el hecho de que la gente está dando por perdido el mundo, quizá eran éstas las razones por las que el Documento se había dado a conocer en este momento.

Me pregunté si debía haber informado a Peterson de que Rachel parecía ser llevada por unos hombres en contra de su voluntad. Probablemente no, supuse, dado que no estaba seguro de que fuera cierto. Por un momento pensé leer las dos Integraciones que Peterson me había dado, pero no podía concentrarme. Me estaba poniendo nervioso. Tenía que hacer algo.

Finalmente decidí caminar en la dirección que Wil había seguido.

—Espera la Sincronización —me recordé en voz alta—. Y permanece centrado en la verdad de lo que estás haciendo; permanece en Alineación.

Caminé cuesta arriba por el cañón hasta encontrar otro sendero que daba la vuelta a la derecha, internándose en una zona rocosa en dirección nordeste. El camino daba la impresión de estar muy poco transitado, pero en el suelo había docenas de huellas humanas recientes. Al seguirlas llegué hasta un gran montículo de piedra rojiza; desde ahí pude ver la planicie al norte.

Logré ver un claro situado a más o menos medio kilómetro. En este claro había varias personas reunidas que parecían estar acampando. El sitio estaba ya en el territorio que Wil, y ahora Peterson, había mencionado: el territorio indómito de la Montaña Secreta. En la distancia la montaña de múltiples cimas parecía dominarlo todo. Yo sabía que estaba estrictamente prohibido acampar en esta zona. Quienesquiera que fueran estas personas bien seguros podían estar de que su fiesta no duraría mucho.

Conforme descendía sobre mí el gris atardecer bajé la pendiente y llegué a la planicie. Aquí el terreno era menos rocoso y había mucho más verde repartido entre los enebros y entre algunos robles grandes. Varios conejos corrieron entre las rocas al detectar mis pasos.

Al llegar al claro me sorprendí. Me resultaba difícil creer que tantas personas pudieran estar reunidas en ese sitio. Desde donde estaba pude ver poco menos de una hectárea repleta de campistas. Muchas personas deambulaban por ahí. Era como si alguien hubiera organizado un festival de música en el desierto para sesenta personas en un lugar de difícil acceso. En realidad parecía ser una reunión completamente espontánea, nacida del rumor y del deseo de saber sobre el Documento.

Consideré la posibilidad de que esto sucediera a gran escala y al hacerlo me sentí sobrecogido. Era obvio que se habían dispersado por todo el mundo los fragmentos de estos escritos. ¿Sería que se estaban celebrando reuniones como ésta de forma simultánea en muchos otros lugares del planeta?

De pronto escuché en la lejanía el grave rumor de un 4×4 en dirección del cañón y comprendí que los guardias estaban a punto de llegar. Avancé con rapidez y elegí un lugar al este del claro porque desde ahí tenía una vía de escape fácil hacia los árboles en caso de que llegaran los guardias. En los alrededores brillaban unas ocho o diez fogatas en el mismo número de campamentos.

Calenté algo de sopa y me la tomé mientras esperaba a que cayera la noche. Llegado el momento, salí a buscar a Wil o a Rachel. Durante cerca de media hora estuve caminando entre la gente y escuchando fragmentos de conversación relativos al Documento. Los grupos intercambiaban copias y hablaban de sus experiencias con la Conversación Consciente.

Según lo que escuchaba, yo estaba más adelantado en las Integraciones que los grupos allí presentes, por lo que no sentí la urgencia de contactar con nadie. Primero quería dar una vuelta para tener claro quiénes se encontraban ahí. Al cabo de un rato había recorrido todos los campamentos excepto algunos grupos grandes que estaban asentados en la parte sur del lugar. El primer grupo estaba formado por al menos veinte personas que acampaban juntas.

En medio del grupo colgaba de un árbol una lámpara de gas que daba a la zona una tonalidad amarillenta muy extraña, parecida a la que dan las lámparas que se usan como insecticidas en el campo. En torno a la lámpara zumbaban de manera inquietante polillas y libélulas.

Al acercarme estuve a punto de chocar con un hombre que se aproximaba al campamento al mismo tiempo que yo. Tuvimos que detenernos para evitar una colisión. Me pregunté si ese encuentro era una Sincronización.

—Lo siento —dijo amigablemente.

—No te preocupes —respondí.

—Oye, yo te vi en Boynton. Seguro que estás buscando las traducciones.

—En efecto.

—¿De dónde vienes?

Me di cuenta de que estaba evaluándome por alguna razón.

—Georgia —dije.

Él se presentó como Robert, de Idaho.

—De Georgia, ¿eh? En nuestro grupo hay gente de Georgia. Tenemos todas las traducciones hasta la Tercera Integración.

En ese momento se acercó otro hombre y dio a Robert una taza de café. Robert me ofreció una taza.

—Por supuesto —respondí seguro de que me mostrarían algo valioso.

Nos acercamos al fuego y nos sentamos. En unos minutos me dieron una taza de café muy caliente con un aroma maravilloso.

—Es fantástico que este Documento se esté dando a conocer ahora —dijo Robert—. El país está en gran peligro. Tal vez esto logre que la gente se motive. Estoy seguro de que el gobierno impondrá la ley marcial muy pronto, debemos estar preparados. Lo primero que harán será requisar las armas de particulares y varios libros.

Quedaba claro que mi interlocutor era un hombre de extrema derecha.

—Espera un minuto —dije casualmente—. Nada de eso puede pasar. Tenemos salvaguardas constitucionales.

—¿Bromeas? Basta con que nombren uno o dos jueces más de izquierdas y no habrá protección alguna. Las cosas están fuera de control. El país en el que crecimos está cambiando. Tenemos que hacer algo ya. Yo creo que el Documento llamará a un levantamiento contra los gobiernos izquierdistas.

—¿Qué? —dije incrédulo—. En ninguna parte del Documento se menciona la rebelión, en todo caso se referiría a una Ideología de centro más inspirada. ¿Lo has leído?

—Gran parte —dijo alzando la voz—. Nuestra gente lo está estudiando a fondo ahora. Nos comunicarán los detalles. Puede que no lo creas, pero las cosas están a punto de degenerar. Más vale que decidas en qué lado quieres estar cuando ocurra todo.

Varios miembros del grupo lo escucharon y comenzaron a caminar hacia nosotros.

»Todos tienen que despertar —siguió—. El exceso de regulación de la izquierda afecta a la Constitución. Aprovechan la crisis económica para consolidar su poder.

Guardó silencio y me miró con dureza.

—Me parece que estás exagerando —dije—. Durante la crisis se viró hacia la izquierda, cuando se requerían redes de seguridad y protección en general del consumidor. Pero desde entonces, si algo ha sucedido, es que las cosas vuelven a inclinarse a la derecha.

Se retiró un poco y empezó a mirarme con más suspicacia.

—Vaya, muchachos —dijo a los demás—, creo que aquí tenemos a un izquierdista.

Antes de que pudiera contestar, otros comenzaron a opinar sobre el tema, emulando básicamente la opinión del primero; enfatizaban con arrogancia mi ingenuidad. Empecé a sentirme confundido y fuera de centro y ya no quería discutir con ellos.

«Hasta aquí hemos llegado con la Sincronización», pensé. Mejor me voy.

—Mirad —dije echando a caminar—, todo lo que habéis dicho es debatible, pero no estáis abiertos al diálogo. Existe más de una perspectiva para abordar estos asuntos.

Puse la taza de café sobre una roca.

Robert se reía; otros trataban de intimidarme con la mirada.

—Más te vale despertar —gritó uno—. Vosotros, los de izquierda, estáis arruinando a este país y no lo vamos a tolerar mucho tiempo más. Preferimos que tomen el poder las corporaciones a que lo hagáis vosotros, idiotas.

 

 

Volvía a la tienda cuando sentí que recobraba la claridad mental. No pensé que la extrema derecha tuviera interés en el Documento, si es que se trataba de interés genuino. Lo más probable es que lo estuvieran utilizando para lograr sus propósitos. Lo más triste de todo es que mi energía se había venido abajo. Creo que, comparada con la suya, mi opinión era más moderada y veraz, pero siendo tan veraz como pude su asalto verbal me afectó bastante.

Entonces se me ocurrió que estas personas eran controladoras en el mismo sentido que la antigua Profecía usó para describirlas en la Cuarta Revelación. ¡Habíamos llegado a la Cuarta Integración, de modo que lo más probable era encontrarse con controladores!

Como enseñaba la Profecía, a los controladores no les interesaba la verdad y sólo estaban marginalmente motivados por obtener resultados. Lo que deseaban sobre todas las cosas era la sensación de poder que se obtiene al dominar a los demás. Para conseguirlo inventan lo que sea para desequilibrar a la otra persona y minar su confianza. Si el control resulta efectivo, las víctimas pierden su centro y claridad, y asumen de forma paulatina las opiniones de los controladores, lo que, por supuesto, da a los controladores una sensación extraordinaria de energía y poder, que reciben cuando los demás les prestan atención. El afán de control es una conducta obsesiva que se usa para enmascarar la inseguridad.

Este tipo de control es característico tanto de la derecha como de la izquierda, ya que ambas tienen una visión ideológica de la política. No quieren debatir los asuntos. Sólo quieren ganar a sus oponentes a gritos. La antigua Profecía predijo que esta inseguridad egoísta se resolverá únicamente cuando las personas encuentren una seguridad genuina: una Conexión espiritual interior en la que la búsqueda de la verdad y el afán de servir sea más importante que la victoria.

Para olvidarme de esto opté por buscar cualquier rastro de Rachel y Wil, pero no los vi ni tampoco encontré a nadie conocido. Me disponía a regresar a la tienda cuando escuché que alguien hablaba en voz alta en un campamento situado a mi derecha. Traté de ver mejor a pesar de la luz tenue; la noche estaba brumosa en parte por el humo de las fogatas.

Con dificultades pude ver a cuatro o cinco personas de pie formando un corro e iluminadas por una gran fogata. Dos hombres se enfrentaban a otros dos en un intercambio de posiciones bastante intenso. Uno de ellos gritaba y el otro era... ¡Coleman!

Me dio tanto gusto verlo que corrí hasta él y me propuse apoyarlo colocándome a su derecha.

—Eres uno de esos derechistas —gritó el hombre al tiempo que señalaba con el índice a Coleman—. Si no lo fueras, no estarías hablando así.

Coleman dijo:

—Sólo estoy diciendo que se requiere equilibrio. Algunas personas quieren un gobierno poderoso que regule completamente todo y otros pregonan la influencia de las grandes empresas con muy poca regulación. Me parece que la mejor posición es la de centro: con la suficiente regulación como para brindar una protección adecuada a los consumidores.

Su oponente no escuchaba; dijo que sus palabras ocultaban a un derechista con intención de socavar los programas sociales. Dijo que Coleman era un fascista extremo que sólo buscaba controlar las economías del mundo y oprimir a cualquiera que no fuera rico.

En ese momento se me encendió una luz: estábamos ante lo opuesto a lo que había experimentado antes. Cuando traté de discutir de política con el tipo de derechas desde una posición moderada, me llamó izquierdista. Y ahora veía yo a un hombre de extrema izquierda —dado que Coleman mantenía una postura más moderada— que acusaba a Coleman de ser de extrema derecha.

Ambos extremistas utilizaban la misma táctica. Si alguien estaba en desacuerdo con ellos, por leve que fuera el desacuerdo, empujaban al oponente al extremo opuesto del espectro ideológico, con lo que lograban desechar y deshumanizar al oponente, evitando a toda costa tomarlo en serio. Así, los extremismos de derechas y de izquierdas justifican la propia conducta extrema. Cada lado creía estar haciendo el bien, peleando para salvar a la civilización de los enemigos desalmados.

Mientras que el otro hombre insistía en gritar, Coleman me hizo señas para que nos fuéramos.

—¿Adónde crees que vas, derechista? —gritó el otro hombre—. No vais a ganar. Si es necesario instaurar una dictadura, lo haremos. ¡Jamás ganaréis!

Cuando ya estábamos fuera del alcance de su vista, Coleman se detuvo y sacó una copia de la Cuarta Integración de su mochila.

—Tenemos que hablar —dijo.

 

 

Mientras caminábamos hacia el sitio donde había montado mi tienda de campaña, le referí todo lo que había pasado, incluyendo la experiencia de la Tercera Integración, haber visto a Rachel y el extraño grupo con el que iba, y haber escuchado al extremista de derechas ser tan irracional como lo había sido el extremista de izquierdas con él.

Coleman escuchó y se ocupó de recoger ramas secas de mezquite. Hizo varias pausas para decirme que él había tenido experiencias similares con la Tercera Integración, sin perder su comida pero estando solo y perdiéndose hasta obtener ayuda de otros. Ambos estábamos en el mismo lugar: en Alineación y comenzando a buscar la Cuarta.

Cuando llegamos, usé unas astillas que Wil había puesto en mi mochila para encender un pequeño fuego sin dejar de prestar atención al ruido de motores que pudiera indicar la llegada de los guardias.

Coleman me miraba y parecía estar cada vez más nervioso.

—¿Sabes ya qué dice el Documento en relación con la Cuarta Integración?

—Todavía no.

—¡Todo lo que estamos presenciando tiene una razón de ser! El Documento dice que durante la transición de una perspectiva materialista a una más espiritual, la cortesía es lo primero que sale volando por la ventana. Los que se empeñan en el viejo punto de vista suelen aferrarse a sus obsesiones con fuerza, hasta que sus creencias se convierten en Ideología, un sistema de ideas que ya no está basado en la verdad. Se basa en la Percepción de que hay un enemigo por ahí que amenaza al mundo. Con un punto de partida tan extremo creen que está bien dejar a un lado el verdadero debate democrático y los procedimientos legales. La izquierda y la derecha se mueven hacia los extremos porque cada una piensa que la amenaza del otro lado es tan grande que exige que se tomen medidas extremas. Y, por supuesto, todo es una retroalimentación. Cuando la gente exagera los hechos, se aleja de la verdad y entra en acción la Ley del Karma. Cada bando se nutre de su opuesto, que también miente, de manera que cada uno aviva las llamas del otro. Lo peor —continuó— es que aquellos que se encuentran en el medio, como acabamos de ver, son constantemente acusados por ambos bandos de ser extremistas, de modo que tarde o temprano los individuos se ven obligados a polarizarse. —Atizó el fuego con un palo—. El Documento dice que el peligro radica en este incremento de la polarización, ya que cada día hay más personas que se ven obligadas a adherirse a alguno de los extremos. Esta situación es muy peligrosa. Cualquiera de los bandos puede tornarse violento o despótico. El Documento dice que aquellos que están en Alineación deben hallar la manera de oponerse a esas ideologías extremas creando un nuevo centro iluminado, devoto de la verdad. También dice que esto es particularmente cierto cuando se trata del enfrentamiento entre ideologías religiosas.

Me limité a mirarlo.

»Me interesó mucho lo que me decías del grupo con el que iba Rachel.

—¿Por qué?

—Porque el Documento dice que en nuestra época la ideología religiosa también aumentará. En este periodo en el que muchas personas quieren una discusión abierta sobre la espiritualidad para llegar a un consenso sobre nuestra naturaleza espiritual, muchos seguidores de las religiones establecidas comenzarán a sentirse amenazados. En un esfuerzo por defender su doctrina se moverán también a los extremos, llegando al punto de rendirse y desear el fin del mundo.

Recordé lo que el coronel Peterson me había dicho.

—¿Te refieres a los defensores del fin de los tiempos? —pregunté—. ¿Esos que desean la llegada del Armagedón?

—Sí.

 

 

Justo en ese momento el eco de los 4×4 interrumpió nuestra conversación. Aún se encontraban lejos, pero se acercaban a nosotros con rapidez. Todo el mundo se apresuraba a desmontar sus tiendas y reunir sus pertenencias.

—¡Es mejor que salgamos de aquí! —dije poniéndome en pie y metiendo mis cosas en la mochila.

—Voy a por mi tienda y regreso —dijo perdiéndose en la oscuridad.

En ese momento me estremeció el grito de una mujer que estaba a unos veinte metros de distancia. Varios hombres con linternas la habían atrapado y revisaban todas sus pertenencias. Otros tipos se dirigían hacia mí.

Sin alternativa metí todo en la mochila y corrí hacia la oscuridad. Pude ver a hombres con linternas por toda la zona revisando los campamentos; era obvio que buscaban algo. Me agaché cuando vi que un grupo de hombres se apresuraban a entrar en un campamento situado a unos diez metros de donde estaba yo escondido. Los haces de sus linternas pasaron sobre mi cabeza.

—Danos tus traducciones —dijo uno de los hombres con acento árabe. Otro gritó a uno de los suyos en claro hindú continental. Reconocí a uno de los hombres que estaba con el grupo que tenía a Rachel. Era el hombre alto y con barba.

Los 4×4 nos alcanzaron y todos nos desperdigamos, las linternas se apagaron de repente. Yo me alejé de los guardias de la reserva, mirando alrededor en busca de Coleman. Finalmente me oculté entre unas rocas situadas a unos treinta metros. Docenas de guardias agrupaban a la gente y se la llevaba del claro. Yo me alejé en dirección norte.

Después de cerca de una hora me detuve en seco. Alguien parecía venir hacia mí a gatas por la izquierda. Sobrevino el silencio. Yo me moví en dirección contraria y fui a caer en manos de una figura solitaria que me puso una pistola en las costillas. Otro hombre me arrojó al suelo y una de sus grandes linternas se encendió en mi cara. Me llevaron a empujones hasta una zona con grandes pinos ubicada a unos ochocientos metros en dirección norte; allí nos encontramos con una veintena de personas. Una pequeña fogata iluminaba la escena. Era el resto del grupo que tenía a Rachel.

Un hombre que parecía ser el líder se acercó y me miró durante largo rato. Era de complexión robusta, tenía cabello negro que comenzaba a encanecer y vestía ropas militares. Sacudió la cabeza y se dio la vuelta. Yo respiré hondo tratando de mantener la calma para no entrar en pánico. Después de todo, me dije, Rachel ha estado ya bastante tiempo con estos tipos, y no parecía estar muy alterada.

Por otra parte acababan de llegar al claro y habían aterrorizado a todos, aparentemente en busca de partes del Documento. Pude ver carpetas y papeles apilados cerca de un cactus solitario. Un hombre se aproximó, empezó a revisar mi mochila y encontró mis copias.

De repente otras dos personas surgieron de las sombras. Una era Rachel y la otra era un hombre árabe de unos 35 años que vestía a la usanza árabe formal. Rachel se acercó y me vio. Nuestros ojos se encontraron por un instante antes de que bloquearan nuestra mirada.

El líder caminó hasta nosotros y se sentó casualmente frente a mí.

—¿Dónde está el resto de los Documentos? —preguntó. Era el mismo hombre que había escuchado hablando con acento hindú continental.

Yo estaba decidido a mantenerme centrado y ser veraz o mejor no decir nada.

—Eso es todo lo que tengo —afirmé.

Me ofreció una sonrisa que podría calificarse de serena.

—De acuerdo, mi amigo. Entonces dinos: ¿dónde podemos encontrar el resto de este artefacto?

—No lo sé. Uno tiene que ser guiado hasta él.

—¿Y tú? ¿Estás siendo guiado por el coronel Peterson?

Me quedé estupefacto, lo que pareció alegrar la mirada del jefe. Estaba muy contento consigo mismo por conocer de la existencia del coronel.

»Ah, sí —añadió—, sé todo sobre su grupo y quiero que tú me cuentes todo lo que sepas de él.

—Es fácil: lo conocí hoy y no sé nada sobre él, excepto que está interesado en lo que dice este Documento tanto como lo estáis vosotros aparentemente.

—Sí, lo estamos estudiando ahora mismo —dijo el líder. Dirigió la mirada a Rachel, que estaba sentada al lado de la pila de papeles.

—¿Y tú? —pregunté—. ¿Qué piensas de este Documento?

Pareció divertirle el hecho de que yo me atreviera a hacerle una pregunta como ésa estando en la situación que estaba.

—No nos dice nada —aseveró—. Ya disponemos de la verdad.

Se volvió para hablar con el tipo vestido de árabe que estaba con Rachel. Se dirigió a él llamándolo Adjar.

En ese momento Rachel me miró directamente a los ojos y fue tan sobrecogedor que tuve que desviar la mirada. La Conexión no era de tipo romántico, pensé que no lo era. Pero era en definitiva excepcional y lo sentí tan profundamente que ni siquiera puedo explicarlo. Al mirarla de reojo me di cuenta de que trataba de comunicarme algo.

Coopera, parecía decir con la mirada. No hagas olas. Eso me abocó a la indecisión. Para mantener la claridad tenía que permanecer centrado y alerta, y para conseguirlo debía decir la verdad tal y como la conocía. Debía expresar mi verdad de modo que no fuera a meterme en líos con este tipo.

El líder volvió a mí.

—Esta idea de la Ideología —dijo— se refiere a las personas que viven mentiras y lo saben, ¿no es así? Como esos que mienten y roban por dinero, como vosotros, los occidentales.

Tuve la impresión de que esperaba que yo defendiera la vida moderna, pero se me ocurrió que era mejor llevar la conversación en otra dirección.

—Pienso que el Documento se refiere a aquellas personas que tienen ideas fijas sobre la realidad y que no están dispuestas a discutirlas. De esa manera dejan de crecer y repiten el pasado. No son conscientes en su conversación.

—¿Como Peterson?

—Bueno, no sé.

—¡Claro que sabes!

Era la primera vez que parecía amenazante; era evidente que estaba moviéndome en terreno peligroso.

—Pienso que está tratando de impedir una guerra por motivos religiosos antes de que sea demasiado tarde.

Tuve la sensación de que el hombre contenía su furia.

—Sólo quiere obtener poder —dijo—. Además la guerra no puede detenerse. Está predestinada. Creo que tratas de engañarme.

Se giró al terminar esta frase. Rachel me miraba fijamente, advirtiéndome que fuera cuidadoso.

El líder miró a Adjar.

—Asigna a un guardia para que los vigile toda la noche.

Adjar hizo una seña a dos tipos que me levantaron y me obligaron a sentarme cerca de Rachel. Luego el hombre dijo algo en hebreo a una mujer. Ella se sentó en una roca, a unos tres metros de nosotros, para vigilarnos. Tenía una ametralladora Uzi sobre las piernas. Él se dirigió a ella como Hira.

Me incliné hacia Rachel y volví a notar su perfume de rosas, que en este contexto la hacía parecer como de otro mundo, angelical.

—¿Quiénes son estas personas? —susurré.

—Llevo un tiempo con ellos —dijo ella por lo bajo— y todavía no sé mucho sobre ellos. La mayoría pertenece a sectas árabes, pero también hay occidentales entre ellos, judíos y cristianos de todas partes. La única relación que he podido advertir es que todos creen en la Profecía del fin de los tiempos. Su líder se llama Anish. Él los mantiene unidos.

Le comenté rápidamente lo que Peterson me había dicho sobre los extremistas religiosos que deseaban el Armagedón.

Se quedó pensando.

»Sé que Anish está planeando algo. No sé de qué se trata. Se llaman a sí mismos Apocalípticos.

—¿Y no te dejan marchar?

—No he presionado mucho para que lo hagan. Me obligaron a colaborar en la interpretación del Documento aunque sólo unos cuantos de ellos lo entienden.

Ella vio a Adjar, que pronto desvió la mirada.

Respiré hondo y le conté a Rachel lo ocurrido con los hombres que aterraban a los campistas del claro.

»Quizá los obligan a darles sus copias —dijo ella y buscó de nuevo encontrarse con mis ojos—. ¿Hasta dónde has llegado con las Integraciones?

—He terminado la Tercera y conozco algo de la Cuarta.

—¿Te queda claro el problema de las Ideologías polarizantes y lo negativo que es el desprecio de las perspectivas moderadas?

—Sí.

Pareció alegrarse.

—Bien. La conclusión de la Cuarta se está revelando. Dice que únicamente existe una solución al problema de las personas que se pierden en las Ideologías. El Documento dice que quienes estamos en Alineación, manteniendo una posición centrada y veraz, tenemos que llegar a ellos.

—¿Qué significa eso?

—Da a entender que un número suficiente de los nuestros debe moverse entre las Integraciones hasta tener suficiente influencia como para persuadirlos, antes de que sea demasiado tarde, que la Alineación es la única opción. La gente puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos.

—Es una carrera contra el tiempo —dije.

Me miró confundida.

—Es lo que un amigo mencionó la primera vez que oí hablar sobre el Documento.

 

 

En ese momento Anish, el líder, fue y dijo algo a Adjar. Luego me miró. Parecía irritarle que le sostuviera la mirada. Explotó.

—¿Quién te crees que eres para mirarme a los ojos? —gritó—. ¡Muestra respeto! Estáis vivos porque yo así lo quiero. Cuando no sirváis para nuestra causa, puedo prescindir de vosotros en un instante.

Chasqueó los dedos para ilustrar el punto.

Entonces sucedió algo extraño: su semblante volvió a serenarse y sonrió.

»Mañana me diréis todo lo que sabéis.

Nos miró una vez más y se fue.

La amenaza era convincente, así que sentí que mi energía se desplomaba. Rachel me miró con severidad. Miró a Hira, nuestra guardia, quien le devolvió la mirada preocupada. Hira se incorporó de un salto con sorprendente agilidad, lista para cualquier cosa. Rachel le hizo una seña con la cabeza.

Entonces me percaté de que Rachel había entablado amistad con la mujer de la Uzi. De hecho Rachel parecía tener una Conexión con Hira y con Adjar. Tras asegurarse de que el líder no regresaría Rachel volvió a inclinarse hacia mí y buscó mis ojos.

—Una última cuestión en relación con la Cuarta —dijo—. Todos nosotros debemos aceptar que no podemos tener suficiente influencia para enfrentarnos a esta gente si estamos solos. Dice que debemos irrumpir en una parte más grande de nosotros mismos... y encontrar nuestra protección.