Capítulo 7

Contrastes

A Carolina García, la ingeniera en recursos naturales que trabaja en Neuquén para la Administración de Áreas Protegidas, los petroleros suelen mirarla como si estuviera loca. No les entra en la cabeza que alguien con una formación valorada por las empresas y cotizada en el mercado no abandone su empleo público mal pago para abrazar el boom del shale y sus beneficios pecuniarios. Sus amigos, que entienden su militancia ambientalista, le reprochan, en cambio, que permanezca en un puesto ninguneado por sus jefes y desfinanciado por un gobierno que prioriza su relación con la industria. Pero ella disfruta de pelear contra esos molinos de viento patagónicos: cuando la paran en la oficina con argumentos como el sumario de su jefe, sigue recorriendo por las suyas las áreas naturales donde las petroleras perforan. Cuando no hay nafta para las camionetas de su sector, visita los pozos con su auto y organiza relevamientos con los guardaparques. Además, incluso si se arrepintiera y se propusiera pegar el salto, difícilmente una petrolera la contrataría tras sus sistemáticas negativas a autorizar las explotaciones en los campos donde se requiere una venia especial de las autoridades ambientales.

Una de esas áreas protegidas es Auca Mahuida, una zona de 77.000 hectáreas que se extiende entre los departamentos Pehuenches y Añelo, coronada por el volcán inactivo que lleva el mismo nombre mapuche y que con 2.253 metros sobre el nivel del mar es el mayor pico de la zona oriental de Neuquén. Sus mesetas ondulantes tapizadas de zampas, jarillas y otros pastizales de clima árido son el hogar de largatijas, pichiciegos, guanacos, maras —liebres patagónicas—, chinchillones —parecidos a las vizcachas— y algunos choiques, aunque esta variedad de ñandú petiso está extinguiéndose por causa de los cazadores furtivos. Entre esas especies autóctonas, la revolución del shale introdujo la que más creció en los últimos años: los petroleros.

Cuando se creó el área protegida, en 1996, solo había en ella tres viejas locaciones de YPF con producciones residuales. A mediados de 2013, Total ya tenía dentro de su perímetro 71 pozos activos en dos concesiones distintas: Pampa de las Yeguas y Rincón de las Cenizas. En la llamada zona intangible del área, donde la ley no admite pobladores ni cría ganadera, ni siquiera de subsistencia, hay seis pozos convencionales. Más al sur, en el sector considerado apto para el aprovechamiento de recursos, en el límite del área protegida, Total perforó y fracturó a principios de 2013 el único pozo que llega hasta Vaca Muerta. La diputada Beatriz Kreitman intentó bloquearlo dos veces con recursos de amparo que fueron rechazados por la Justicia provincial. Según Carolina, el Estado no cuenta con los recursos para comprobar si las empresas cumplen con los recaudos extraordinarios que se exigen en cualquier explotación del área natural provincial.

Hacia 2008, cuando la fiebre fracker ya se había apoderado del norte de Texas, la Legislatura neuquina aprobó una ley para regular la actividad en esas zonas protegidas, pero el Ejecutivo directamente optó por no reglamentarla. Antes, en 1999, el gobierno provincial había empezado a redactar el plan de manejo para preservar Auca Mahuida, al estilo del que tienen los parques nacionales, pero nunca terminó de hacerlo. En 2002, el entonces gobernador Sobisch promulgado una Ley de Áreas Naturales Protegidas, que prohibía desarrollar actividades extractivas dentro de sus límites. Pero cuando se dio cuenta de que interfería con el negocio petrolero, se encargó de vetarla un mes después de ponerla en vigencia. La norma de 2008 rige pese a no haber sido reglamentada, pero las sucesivas interpretaciones que se hicieron de su contenido la dejaron en letra muerta, según García.

La ley, por ejemplo, exige que la Secretaría de Ambiente otorgue una licencia ambiental para cada pozo que se perfore. Pero en toda la Dirección General de Recursos Faunísticos y Áreas Naturales Protegidas trabajan apenas 11 técnicos y 10 administrativos. La mayoría, para peor, son contratados como planta política, removible por cada administración, lo cual dificulta que desafíen las decisiones de sus superiores.

En el área de Auca Mahuida aún puede verse el impacto añejo de la explotación petrolera convencional, cuyo primer paso era la exploración sísmica. Para realizarla, antes de que existieran los actuales equipos de sísmica tridimensional, había que desmalezar callejones del ancho de una camioneta a intervalos de 500 metros. Las líneas sísmicas o picadas, como las llaman, sirven como rutas informales de acceso a los campos. Para horror de los ambientalistas como Carolina, no solo las surcan camionetas petroleras que impiden que vuelva a crecer la vegetación allí sino también los autos de los cazadores furtivos que amenazan la fauna autóctona.

A pocos metros del ingreso a la reserva de Auca Mahuida hay que pasar por un cauce temporario de agua y desde él se divisa el pozo no convencional de Total. Cerca hay un contenedor blanco y rojo. Junto a él, tres camionetas Toyota Hilux de la contratistas Weatherford. No se oye más sonido que el del viento. En la locación, pelada de arbustos, hay grandes tanques de agua típicos de las fracturas. El venteo del pozo con su llamarada negra da cuenta de que está escupiendo crudo, además de gas.

El primer empleado de Total que sale al cruce de los visitantes apenas responde al saludo. Llama a su jefe, un morocho de bigote marcial, canoso, con mameluco, botas, casco y lentes negros que les advierte que está vedado el paso sin ropa de seguridad y recomienda cuidarse de los vigilantes de la empresa española de seguridad Prosegur. Es usual que las petroleras contraten este tipo de servicios para merodear por sus picadas y pozos.

—Si los ven entrar sin permiso por acá, les van a dar un palo por la cabeza —advierte el encargado de Total.

La recepción es más cordial en Aguada San Roque, un caserío pegado al área Auca Mahuida, muy cerca de aquel pozo de Total y de la pequeña planta separadora de gas y petróleo que la compañía francesa instaló por ahí. En el paraje viven apenas 200 personas, la mayoría de tres familias, casi todos de apellido Muñoz. Hay una escuela-albergue donde viven otros tres o cuatro chicos, una modesta planta potabilizadora y un ranchito de dos ambientes donde funciona la Comisión de Fomento, construido y sostenido con fondos de la provincia. Un cartel indica que hay una comisaría en construcción, pero algunos vecinos preferirían una salita de salud. Otro letrero más antiguo anuncia que también se levantará una capilla, pero aquel plan de un cura de otro pueblo encontró poco eco en ese paraje de mayoría evangélica.

—Cuando se necesita, los de Total algo ayudan —dice el primer vecino que se asoma—. A la escuela donaron una computadora. Para la luz donaron la conexión, y para la plaza, los juegos nuevos.

La plaza, en rigor, es un pequeño cuadrado de pasto sin árboles que tres familias se turnan para regar las pocas veces que les sobra el agua. Total también donó un quincho y una pileta, a la que casi nunca le renuevan el contenido. Verónica, que se acerca con sus dos hijos, está poco complacida:

—Acá 12 personas trabajan en la Comisión de Fomento y solo cuatro en Total. ¿Por qué? No sé. Porque no hay más. En 2012 tuvimos que cortar la ruta para que le dieran trabajo a alguno. Hicimos cortes chicos, de 2 días, pero nos hicieron caso. Desde esos días están trabajando esos cuatro.

Su hijo Alexis va al secundario en Añelo con un transporte que pone la provincia. Tiene 16 años y le falta uno más para recibirse. Está becado por Total.

—Siempre lo becaron porque siempre anduvo bien —cuenta su madre.

—No sé si voy a seguir estudiando después —admite el adolescente— La idea es esa (seguir), porque si no estudiás, no hacés nada.

Su madre agrega:

—Acá se vive de la cría de animales. Casi no hay impuestos. Para mí está bueno porque no hay maldad, los chicos pueden jugar. Añelo no era jodido, pero han entrado muchos nuevos y ahora se escucha de robos y de la droga.

Por uno de sus pozos dentro del área de Auca Mahuida, en la concesión de Pampa de las Yeguas, Total enfrenta desde 2013 una demanda judicial que interpuso el dueño de un campo vecino, un puestero de escasos recursos de apellido Yáñez. Como la misma justicia provincial le había prohibido a fines de 2012 dejar el líquido residual del fracking en la zona protegida, la compañía hizo un pozo sumidero justo del otro lado del límite, a 300 metros de donde había perforado, y empezó a vaciar allí el flowback. Como la logística y el tiempo son caros en la industria, necesitaba que la disposición fuese cerca y rápida. Cuando Yáñez vio los camiones, el líquido ya había sido vertido en su campito sin que nadie le hubiese pedido permiso. El puestero tenía un contrato con Total por el que cobraba a fines de 2013 unos $ 5.000 por mes (unos 800 dólares de entonces) como servidumbre por otros pozos y una batería de separación de hidrocarburos que habían hecho en su parcela, así como por el paso de los camiones. Pero ante la prepotencia de la compañía y su avance inconsulto, inició otro reclamo por el daño ambiental. Total le ofreció $ 120.000 (unos u$S 19.500), pero la causa ya acumula más de siete cuerpos de 200 fojas cada uno.

El estado de Nueva York inició en 2008 la ola de moratorias o prohibiciones de fracking en el mundo. Pero aunque las protestas se globalizaron, en la mayoría de los países, provincias o municipios en los que hay recursos no convencionales, la industria petrolera avanza. Tres países han frenado la fractura hidráulica de pozos: Francia, de donde proviene Total, en 2011; y Bulgaria y Alemania, el país de Wintershall, en 2012. El Reino Unido, cuna de BP y Shell, la prohibió en 2011, pero la reanudó en 2013. Solo en Irlanda del Norte se mantiene la veda. También Sudáfrica dio marcha atrás con una moratoria. En la superpotencia donde se originó la revolución del shale, además de estados como Nueva York, Vermont y Maryland, la han detenido en algunos condados de California, Colorado, Texas, Hawaii y Nuevo México. El geólogo Bowker se fastidia: «No es que haya cero riesgo político en Estados Unidos. También hay, como los intentos de prohibir el fracking en California, donde están los tipos liberales de Hollywood». Tampoco hay fracking permitido en algunos estados de Canadá. En España fue prohibido en la comunidad autónoma de Asturias, tierra de García Blanco, el ingeniero de Repsol que inauguró la explotación de Vaca Muerta, y en el municipio de Valle de Mena, provincia de Burgos. Lo mismo sucedió en un cantón de Suiza, en un pueblo de Italia, en algunos municipios de la República de Irlanda y en ciertos rincones de Australia y Nueva Zelanda. También hay varios partidos o departamentos de Argentina que lo prohibieron, pero ya llegaremos a eso. Por ahora lo que más detiene el desarrollo de los hidrocarburos de esquisto es la baja del precio del petróleo u otros factores técnicos y económicos que impiden que la experiencia de Estados Unidos se propague. Polonia es un ejemplo de frustradas pruebas para fracturar en una roca que no daba de sí por ser demasiado arcillosa.

Las prohibiciones o moratorias contra el fracking se multiplicaban en algunos lugares, mientras la industria petrolera norteamericana acusaba en forma subrepticia a Rusia de estar detrás de una campaña en contra de la nueva tecnología allá por 2010 y 2011. Las grandes corporaciones sospechaban que el gobierno de Vladimir Putin temía que el shale arruinara el plan por ahora frustrado de agujerear el hielo del Ártico para sacar petróleo, ese proyecto contra el que se manifestaron en 2013 unos 30 activistas de Greenpeace, incluidos los argentinos Camila Speziale y Hernán Pérez Orsi, todos arrestados durante 2 meses aquel año. Es habitual ver noticias contra el fracking en el canal Russia Today. Pero parece que lo del Ártico no resultó y desde 2014 Rusia pasó a impulsar el desarrollo de sus propios recursos de esquisto. El país que, en cambio, pasó a la ofensiva contra los hidrocarburos no convencionales es uno de los perjudicados por su impulso y el consecuente abaratamiento del petróleo: Venezuela. Ahora es Telesur el que repite las noticias sobre alguna pequeña petrolera norteamericana que quebró en 2015 por apostar al shale, WBH Energy, o sobre los daños medioambientales que produce.

—Anoche hablé con el gobernador y en el 2009 incorporaremos al presupuesto de la provincia la construcción de un hospital para Añelo —anunció el entonces ministro de Salud neuquino, Daniel Vincent, ante una pequeña pero ilusionada multitud que se había agolpado aquel frío junio de 2008 en la salita de primeros auxilios del pueblo.

De impecable traje y corbata a rayas, el funcionario venía de recorrer los dos consultorios destartalados del centro sanitario y de admitir que el crecimiento de Añelo, que por entonces tenía poco más de 2.000 habitantes, había desbordado su capacidad de atención.

El médico encargado de la salita, Rubén Bautista, lo evoca con resignada amargura 7 años después, en uno de esos dos consultorios que nada cambiaron desde entonces, pese a que la población se triplicó y los accidentes relacionados con el agitado tránsito petrolero aumentaron todavía más. A este pueblo de 6.000 habitantes vienen cada día 5.000 trabajadores de otras zonas, como San Patricio del Chañar, Centenario o la ciudad de Neuquén, y en esa denominada ruta del petróleo, que abarca las provinciales 7 y 51, murieron en 2014 unas 11 personas en los accidentes que se registran casi a diario. Bautista recuerda bien la promesa del ministro de Salud aquel invierno de 2008 porque fue el primero que le tocó vivir en la fría meseta patagónica, luego de haber decidido partir de su Jujuy natal conmocionado por la temprana muerte de su esposa. Cuesta imaginarse esas bajas temperaturas al verlo sudar en primavera, bajo un ventilador de techo que chirría sobre su cabeza pero que difícilmente llega a suplantar el aire acondicionado, apagado porque la instalación eléctrica no lo resiste.

Si el gobierno de Sapag hubiese cumplido su promesa, ya habrían nacido los primeros añelenses del siglo XXI. Pero no. No hay niños añelenses. Para parir, las mujeres del pueblo deben transitar los 87 kilómetros que las separan del hospital de Cutral Có en una de las dos únicas ambulancias con las que cuenta la salita. En vez de comprar la segunda ambulancia, la gobernación la alquila por 30.000 pesos mensuales (unos 3.500 dólares) a una empresa de la capital neuquina. Bautista tuvo que denunciar ante el diario Río Negro que se habían descompuesto otras dos que completaban el parque automotor sanitario y que no había fondos para arreglarlas.

No es la única falencia del centro de salud, que apenas cuenta con dos camillas, una de ellas ginecológica.

—Si tenemos un choque múltiple, tenemos que atender a dos heridos en las camillas y al tercero y al cuarto en el piso —cuenta el doctor.

Si uno de los accidentados sufría una fractura en noviembre de 2014, tampoco podían inmovilizarlo en el pueblo: el equipo de rayos X llevaba entonces 6 meses sin funcionar porque se había roto su reveladora. Para que no corriese la misma suerte, las ocho enfermeras cuidaban como si fuera un aparato de altísima complejidad el único tensiómetro que compartían para todas sus guardias. En rigor, la salita atiende exclusivamente primeros auxilios.

—Nuestro trabajo es que el paciente llegue con vida al centro de derivación. No mucho más —se resigna el jujeño Bautista.

No es una tarea fácil, teniendo en cuenta que la mayoría de las emergencias va directamente a la ciudad de Neuquén, con todo el riesgo asociado a andar rápido en una ambulancia en cuya caja no entra un profesional de pie, por esa ruta 51 tan angosta y mal pavimentada. La cantidad de pacientes aumentó un 25% durante 2014, según calcula Bautista. Los accidentes aumentaron, por el creciente tráfico de camiones y maquinaria pesada. También hay choques por animales sueltos que cruzan las rutas.

Los otros dos médicos que se turnan con Rubén para cubrir las guardias de toda la semana no alcanzan para atender a todos esos pacientes, pero ningún otro quiere instalarse en Añelo sin vivienda paga, como tienen ellos. Alguno que llegó ahí terminó renunciando. Resulta lógico, porque cualquier alquiler en el pueblo cuesta demasiado respecto de lo que les ofrecen como salario. Por eso el centro de salud está con frecuencia de paro parcial, con atención de urgencias, en reclamo de mejoras salariales y de infraestructura. De las ocho enfermeras, solo las más antiguas, Lucía y Belén, tienen casa propia. El resto sobrevive con ayuda de algún familiar petrolero. Algunas de ellas debieron vivir temporariamente en las tomas que instalaron contra la barda, con casas precarias al estilo de las villas de emergencia porteñas. En noviembre de 2013, una alquilaba una pieza con baño por $ 2.000 (u$s 325 de ese tiempo) mensuales y otra abonaba $ 5.000 (u$s 815) por una casita en Vista Alegre, un pueblo de camino entre Añelo y la ciudad de Neuquén.

—Acá hay petroleros, pero no todos somos petroleros —rezonga una enfermera por el aumento de los alquileres.

También protesta por el precio del pan, que en el pueblo cuesta un 50% más que en la capital provincial, o por la insuficiencia de maestros y actividades para los niños.

Además de los accidentes, la salita se ocupa de mantener sanas a unas 50 prostitutas que trabajan en Añelo con los hombres de Vaca Muerta. La mayoría son dominicanas, pero también hay paraguayas y algunas pocas argentinas. Suelen ir a buscar preservativos de un dispenser que llena el Ministerio de Salud nacional, pero también actualizan su libreta sanitaria cada 6 meses con análisis de sangre y orina que se mandan a hacer a la capital provincial porque el pueblo tampoco cuenta con laboratorio clínico.

A diario, las enfermeras atienden a madres con niños. Sospechan que el pueblo entero consume la misma agua con metales pesados que se comprobó que tomaban las vecinas comunidades mapuches de Kaxipayiñ y Paynemil. También atienden hombres pasados de alcohol y cocaína. A veces son jóvenes operarios petroleros.

—Son chicos que te exigen atención, te vienen a apretar —cuenta una profesional.

Aunque día por medio tiene que hacer una guardia activa de 24 horas en la salita, Rubén es un privilegiado entre sus colegas de Añelo: al menos vive en una casa de material. En noviembre de 2014 los otros dos médicos pernoctaban en dos de los seis tráilers que se instalaron un año antes con donaciones de Total e YPF, donde también hay dos consultorios para atención no urgente y, una vez por semana, consultas ginecológicas. A ninguno se le proveyó el ambo que usan para atender, que en el pueblo cuesta $ 650 (u$s 75). Al lado de los contenedores, unos obreros construían a fines de 2014 dos casas para los médicos. Todo es parte de algunas obras del plan de desarrollo sustentable que acordaron en 2013 el gobierno de Cristina Kirchner y el BID, que aporta financiamiento. YPF contribuye a él con donaciones, mientras que el gobierno provincial y el municipio deben ejecutar el programa junto con la Nación.

Los tráilers son iguales a los que usan las petroleras para albergar a sus operarios, del mismo tamaño y material que los contenedores de carga transatlántica, pero con ventanas. Tienen estampado el logo de MobilBox, la empresa que los acondiciona, y en ellos sí funciona el aire acondicionado. Sin él, habría que abandonarlos inmediatamente por la temperatura que levanta la chapa al calor del sol.

Cuando las ambulancias de la salita se quedan sin combustible, ciertas proveedoras de servicios petroleros se acercan a llenarles el tanque. El gesto, elemental en medio de un vergel hidrocarburífero como aquel, no lo tienen todas las empresas, pese a que sus operarios accidentados siempre terminan en la salita. Por eso Bautista destaca que lo haga Crexell, una de las que lleva las grúas para la hidrofractura a las locaciones de Loma Campana.

En diciembre de 2013, los anuncios de inversiones millonarias a tan pocos metros de su pueblo terminaron de hacer estallar la indignación de los añelenses. Un grupo de vecinos cortó los tres accesos para reclamar que el gobierno neuquino cumpliese con sus promesas de un hospital. La respuesta llegó al mes siguiente, cuando el Ministerio de Salud informó que se habían abierto los sobres de la licitación para la construcción del nuevo hospital de Añelo. El nuevo ministro de Salud de Sapag, Omar Butigué, detalló que el presupuesto sería de 32 millones de pesos (u$s 4 millones de entonces) y que la obra estaría lista en 540 días corridos. En noviembre de 2014 ya estaba cercado con alambre el perímetro en el que se construirá y había máquinas moviendo el suelo.

Los médicos y las enfermeras esperan a ver para creer. Cuando Añelo cumplió 95 años, en 2010, escucharon al propio gobernador repetir sin inmutarse la misma promesa que había hecho en 2008 su ex ministro Vincent. Al año siguiente Sapag volvió sobre el tema, pero para culpar a los legisladores por no haber incorporado la obra al presupuesto y a la Nación por no girar los fondos necesarios. En noviembre de 2013, una enfermera pronosticaba:

—En un año vamos a estar de nuevo acá. Ojalá que no.

En noviembre de 2014 seguían allí.

Neuquén le prometía a Añelo un hospital en 2008, cuando apenas comenzaban a perforarse pozos de tight gas y ni siquiera se había perforado el primero de shale en Argentina. Mientras tanto, la industria petrolera global estaba subida a una montaña rusa de esquisto. Chesapeake se lanzaba a arrendar derechos minerales de la formación que consideraba entonces la más rica en gas de Estados Unidos, Haynesville, entre Louisiana y el este de Texas. Allí la puesta en producción de un pozo costaba 10 millones de dólares, pero surgía tanto combustible que lo extraído diariamente de cada uno de ellos alcanzaba para que una central eléctrica lo usara para dar energía a 84.000 hogares norteamericanos, que de por sí son excesivamente consumidores. En julio de 2008, la producción de gas de Estados Unidos saltó un 8,5% hasta 1,86 billones de pies cúbicos, el mayor nivel mensual desde mayo de 1974. Pero el exceso de producción y el cataclismo financiero que estalló en Wall Street 2 meses después, y que provocó la nueva Gran Recesión mundial, tiró abajo el precio del gas en boca de pozo en la superpotencia, que había llegado a 13,58 dólares el millón de BTU. También afectó al barril de petróleo, que había alcanzado los 145 dólares. El valor del gas se estabilizó en valores relativamente bajos, pero el del crudo repuntó desde 2009 a partir de la recuperación global, sobre todo en China y otros países en desarrollo, incluidos los latinoamericanos.

Claro que aquel 2008 ya estaba incubando una de las razones del abaratamiento actual del petróleo. Ese año se perforó el primer pozo en la formación Eagle Ford, rica en crudo shale. Y fue nada menos que en las inmediaciones del pueblo de Cotulla, allí donde la industria petrolera le metió a la monja ecologista Elizabeth Riebschlaeger un pozo de fracking en sus propias tierras. Rápidos de reflejos, los equipos de perforaciones migraron en masa aquel año desde el norte hacia el sur de Texas, desde la roca Barnett a la tierra que pisa Manu Ginóbili.

—Había sido tan exitoso el fracking que se metió mucho gas en el mercado. Entonces estos últimos años han sido duros. Mientras tanto, tomamos conciencia de que con la misma tecnología podíamos sacar petróleo —cuenta el máximo ejecutivo de Shell para la exploración de nuevos proyectos en el mundo, incluida Vaca Muerta, el escocés Robin Hamilton, de 54 años.

Su compañía, al igual que las demás grandes petroleras, llegó tarde al boom del shale norteamericano. Ya a principios de 2014 la firma angloholandesa había anunciado recortes de inversión en ese país, antes del abaratamiento del crudo. En aquel momento había 1.800 equipos abriendo pozos de petróleo en Estados Unidos, casi todos en shale o tight. Solo en Eagle Ford, 270. En Vaca Muerta había 25. Entre 2010 y 2013, la producción petrolera de Estados Unidos subió de 500.000 a 2,5 millones de barriles diarios.

—Como muchas otras compañías, nosotros habíamos hecho un portfolio con gas y sufrimos —cuenta Hamilton, quien ofrece gaseosas en el bar autoservicio de las oficinas de Shell en Houston, las más grandes de la empresa en Estados Unidos—. La prensa vio que había zonas donde habíamos hecho pruebas y después las habíamos vendido. Muchas compañías, inclusive las grandes, tienen el desafío de emular a las empresas independientes, que crecieron en este segmento. Los desafíos de las grandes empresas son tener un conocimiento profundo, tomar decisiones rápidas y tener reputación de desarrollo social, pues las expectativas de la sociedad con empresas como nosotros son mayores. Nosotros pagamos más por la seguridad.

Shell practica controles antidroga periódicos y sorpresivos a sus empleados. Los resguardos que se exigen a los visitantes antes de entrar a un pozo de Shell en Argentina son mayores a los de YPF y muchísimo más estrictos que los de la neuquina GyP.

Hamilton estudió geología en Aberdeen y lleva 29 años trabajando en Shell. Con su compañía vivió en Reino Unido, Holanda, España, donde aprendió su buen castellano, y Estados Unidos, desde hace 16 años. Mantiene un diálogo fluido con uno de los empresarios con los que más se peleó Néstor Kirchner, Juan José Aranguren, el presidente de Shell Argentina. Pero recién en 2011 comenzó a hablar con él de hidrocarburos no convencionales en este país.

Allá por 2009 era la YPF de Repsol y los Eskenazi la única gran petrolera que en Argentina estaba apostando algunos porotos por el fracking. En noviembre de aquel año la empresa anunció que, sobre todo gracias al tight gas, había logrado sumar 309 millones de barriles equivalentes de petróleo a sus reservas probadas, casi un tercio de las que tenía. No obstante, analistas del mercado advertían que solo servirían para el consumo de un año.

GyP organizó en 2009 la primera licitación de áreas, pero no encontró demasiados interesados.

—En 2009 esto era un desierto —recuerda el subsecretario de Combustibles de Neuquén, Gabriel López.

—Teníamos la producción en el mínimo y las inversiones en cero. Había una crisis internacional y una recesión en el país. Y nuestros mismos geólogos nos decían que de Vaca Muerta no íbamos a comer nosotros, sino con suerte nuestros hijos. Por eso también se entregaron las áreas marginales. Para generar algún ingreso —agrega el subsecretario de Hidrocarburos neuquino.

Etchverry había viajado en 2008 a Estados Unidos a convencer inversores, pero sin mucho éxito.

—Yo era el loco del shale en Argentina. Nosotros dábamos datos de los recursos, pero nadie me creía —recuerda el ex presidente de GyP en la casa color crema de amplios ventanales y dos pisos que tiene en un elegante barrio cerrado vecino de la Legislatura neuquina, el Bocahue.

Él viene transpirado de jugar al tenis, pero se cambia y se pone unos pantalones rojos que lo rejuvenecen a sus 50 años. Detrás corren sus pequeñas mellizas rubias, perseguidas por su esposa o alguna empleada doméstica. Fuera de la casa, en la calle interna llamada Los Castaños, decorada con pinos, un jardinero poda y un ayudante le lleva la cortadora de césped, una joven hace running y saluda a todos al pasar. Nadie juega con el aro de básquet ni el tobogán del patio de la casa contigua, donde se ve un New Beetle estacionado con una lancha en un tráiler. En la casa de Etcheverry, en el escritorio ubicado dentro del living, el ingeniero explica todo delante de una agenda con la foto de un pozo.

—La diferencia ocurrió a partir de la segunda licitación, en 2010 —reconoce.

De las 13 áreas subastadas en 2009, tres quedaron desiertas. La filial de la ignota norteamericana Neos, entre cuyos inversores figuran el banco Goldman Sachs y fondos privados árabes, conquistó cinco y aún las mantiene. Petrobras y Total se quedaron con dos cada una y la restante, Rincón La Ceniza, fue a parar a Rovella Carranza. Esta empresa puntana, de estrecha relación con los Eskenazi, terminó vendiendo su 90% de Rincón La Ceniza (siempre el 10% o más permanece en manos de GyP) a la francesa Total. Es una constructora surgida en 1987 que se expandió por el país y hace obras públicas para los gobiernos de Cristina Kirchner y Macri. Al parecer hizo un buen negocio con Rincón La Ceniza. En el permiso de exploración, que por norma dura 9 años, Rovella Carranza había prometido invertir 700.000 dólares en esa área de 54.600 acres. Teniendo en cuenta que era concesionaria del 90%, debía poner solo 14 dólares por acre. 4 años más tarde, Chevron pagó 11.000 por acre al asociarse con YPF. En la licitación que ganó Rovella Carranza se habían abierto los sobres de ofertas en septiembre de 2009, pero ya a principios de 2010 Total anunció que le compraba el área por una cifra jamás revelada. El que apostó unos dólares a Vaca Muerta en medio de aquella crisis de 2009, quizá hizo la inversión de su vida.

Ángel Correa creyó que en aquel desplome del barril se le iba su empresa familiar de transporte, que había crecido de emplear 35 camioneros en 2000 a más de 250 en ese fatídico 2009. El camionero del mate y el termo estampados de leopardo, a quien con su porte nadie se atrevería a hacerle en persona un chiste al respecto, decidió convocar a sus competidores a una reunión en la cámara de proveedores neuquinos, CEIPA, para esbozar un plan que evitara despidos y cierres de empresas.

El panorama era desolador. Tras aquel pico de 145 dólares a mediados de 2008, el barril de crudo se había desplomado hasta 32 luego del estallido de la burbuja hipotecaria norteamericana y el colapso de la banca de Wall Street. Aquel verano entre 2008 y 2009, las petroleras fueron frenando sucesivamente todos sus proyectos de perforación, como los que habían movilizado a los camiones de Gabino Correa cerca de Rincón de los Sauces.

—Teníamos que administrar la pobreza y evitar que esa situación se convirtiera en otra crisis —recuerda el transportista.

La CEIPA presionó para que la ley provincial de prórroga de concesiones de 2008 incluyera el compre neuquino, para que se contrataran empresas locales y se frenara el avance de las extranjeras como Schlumberger, Halliburton o Skanska.

La reacción de los gobiernos provinciales fue exigirles a las empresas que sostuvieran los empleos de sus respectivos pobladores. Río Negro y Neuquén entraron en una especie de guerra fría.

—Nosotros siempre habíamos funcionado como cuenca neuquina, pero las provincias y la sociedad levantaron tranqueras y querían que en sus pozos trabajara solo gente de sus pueblos —retoma Ángel.

La CEIPA resistió la presión y sostuvo la actividad como pudo, con algunos despidos y muchas suspensiones, hasta que a inicios de 2010 el barril volvió a repuntar.

—Las productoras fallaron mucho en responsabilidad social empresaria. Cerraron yacimientos —recuerda Ángel, que se interesó por firmar el Pacto Mundial de la ONU de 2003, una iniciativa voluntaria por la que algunas empresas se comprometieron a cumplir diez principios sobre derechos humanos, estándares laborales, medio ambiente y política anticorrupción—. Mi viejo ayudaba al hospital o a la escuela de Catriel.

El dueño de Gabino Correa es pampeano, pero fue criado en esa ciudad rionegrina. En Catriel intervino Ángel en 2004 para mediar ante una pueblada que duró 2 semanas y bloqueó un yacimiento de Petrobras para pedir empleo e infraestructura básica.

—Las operadoras empezaron a vernos como un actor social —recuerda.

Hasta 2010, Ángel solo le había escuchado hablar de Vaca Muerta a algún perforín que le había mencionado en los años 80 y 90 la existencia de una formación a gran profundidad que tenía petróleo que era imposible de extraer por cuestiones técnicas. El fracking para explotar esa roca se convertiría en su tabla de salvación en 2011, cuando firmó su primer contrato con Chevron para prestar servicios en tres pozos experimentales de la vieja zona de Huantraico, rebautizada El Trapial-Curamched. La estadounidense se había quedado con esa área cuando en 1999 había comprado Petrolera San Jorge a las familias Ostry y Priú. Estas, a su vez, la habían obtenido en medio de un escándalo como parte del Plan Houston, un primer intento de privatización parcial de YPF durante el gobierno de Alfonsín. Aquel yacimiento era la perla de Chevron en Argentina hasta el acuerdo con YPF por Loma Campana. Petrolera San Jorge producía en El Trapial-Curamched petróleo convencional y llevaba desde 1997 contratando para eso a la transportista Gabino Correa, que ahora se llama oficialmente GTC.

Curiosamente, el anterior bajón del barril del petróleo (2001-2002) fue el puntapié inicial para la expansión originaria de Gabino Correa. En 2000, Ángel se hizo cargo de ella ante la muerte de su padre, que la había fundado en 1971 en Catriel con un camioncito volcador que se dedicaba a depositar tierra para hacer las locaciones. Su padre lo había obligado a subirse a un camión apenas había abandonado el tercer año de la secundaria.

—O estudiás o trabajás. Porque si no, la otra es convertirse en fiolo o chorro, y terminás en cana seguro —lo sermoneó.

Apenas tuvo a cargo la empresa familiar, recibió un encargo de Pecom Energía, la compañía que el poderoso Gregorio Pérez Companc, Goyo, le había vendido en la crisis de 2002 a Petrobras. Le pidió 130 conductores para sus pozos en dos áreas, y que además los encuadrara como petroleros, porque así lo había acordado con el jefe del sindicato, el hoy también senador Pereyra.

—¿Usted sabe que eso es mucho más caro, no? —le preguntó Ángel, que ya había sacado las cuentas.

Tenía que pasar al régimen de 14 días de trabajo por 7 de descanso del gremio petrolero, en vez de los 21 por 7 de los camioneros, que dormían en la cabina del rodado. El operario del crudo, además, trabajaba como máximo 12 horas diarias y en sus días libres debía ser trasladado al pueblo más cercano. Para cumplir con todo eso, Ángel tenía que tener tres choferes por camión, en vez de cuatro conductores cada tres vehículos. Para peor, en aquel tiempo un petrolero ganaba 1.800 pesos/dólares y un camionero, a cambio de más horas, cobraba 1.200.

—Sí. Hágalo así —respondió parcamente un ejecutivo de Pecom, y le adjudicó el contrato.

—Salí como chivo para Navidad —recuerda Ángel. No tenía los choferes ni los camiones, pero no eran difíciles de conseguir en un país sacudido por la recesión y el desempleo. Lo imposible era que no se enfureciera su gremio de origen —con el que estaba habituado a tratar casi como un par— por aquel cambio de encuadramiento que les permitiría a los petroleros cobrarles aportes a esos trabajadores y afiliarlos como propios. Se iba a enfrentar nada menos que con Moyano, el poderoso jefe de los choferes argentinos que se había hecho famoso en los años 90 por ser de los pocos sindicalistas peronistas opuestos a Menem y también en aquel año 2000 por denunciar coimas del gobierno de De la Rúa a senadores para aprobar una nueva flexibilización laboral. Ángel decidió anticiparse al conflicto y fue a ver a Rubén Belich, entonces jefe del sindicato de choferes rionegrinos.

—Vos estás loco, pibe. ¡Te vamos a prender fuego todos los camiones! Todos los que están detrás de un volante son camioneros —citó Belich la máxima con la que Moyano había logrado durante años encuadrar a trabajadores de otros sectores.

—Mire, Rubén, yo como empresario le puedo pagar los aportes a usted o a los petroleros. Pero como camionero le digo que esto es lo que siempre soñé. Son condiciones mucho mejores, es equiparar al camionero con el boca de pozo, que siempre ganó más que nosotros. A mí me da igual lo del mayor costo porque Pecom me lo reconoce.

Belich meditó unos segundos y respondió.

—Si me hablás como camionero, tenés razón. Yo te voy a dejar que empieces a trabajar tranquilo, pibe, pero llegado el momento yo voy a ir por mi gente.

Correa se fue intranquilo. Volvió a hablar con Pereyra.

—No te preocupes, Ángel. Si hay lío, va a ser entre nosotros.

—Yo no quiero quedar en el medio, Guillermo.

—No vas a quedar —garantizó el Caballo.

Corría el verano más caliente de aquella década, el de 2001 a 2002. Al mes y medio de aquellas charlas la guerra por el encuadramiento de trabajadores había estallado y Ángel estaba en el medio, como había supuesto.

Los camioneros de Moyano sitiaron Rincón de los Sauces, Catriel y varios pueblos más. Llegaron a tirotearse con los seguidores de Pereyra cerca de pozos petroleros que podían volar por el aire en cualquier momento. Pero el conflicto se resolvió rápido y sin daños materiales ni víctimas fatales. Moyano y Pereyra, ahora aliados en el peronismo opositor, acordaron que los trabajadores de Gabino Correa y otras transportistas proveedoras del sector hidrocarburífero cobrarían como petroleros y mantendrían sus condiciones de trabajo, pero bajo un convenio específico dentro del sindicato de choferes de camión. Eso exigió que todas las empresas transportistas contrataran más empleados y que las petroleras pagaran más por el servicio. Se crearon de un plumazo entre 7.000 y 8.000 puestos de trabajo.

—¿Ganó Moyano y perdió Pereyra? No creo. Yo creo que ganó la gente y ganó la producción. Todo esto llevó a que se trabajara con más seguridad, a que las empresas crecieran y a que hubiese más trabajo —opina en retrospectiva Correa, quien se formó de adolescente como «lechuzón», a la vieja usanza, acompañando a un veterano conductor en quien su padre confiaba. Por cuestiones salariales y de seguros de accidentes laborales, los lechuzones se extinguieron hace unos 20 años.

Para fines de 2014, Gabino Correa había duplicado el personal que tenía en 2009. Con 600 camioneros, Ángel no ocultaba su orgullo por haber multiplicado por 17 el plantel que heredó de su padre 14 años antes. Entre 2009 y 2014 pasó de 75 a 140 vehículos, aunque a Vaca Muerta solo le atribuye un 10% de su crecimiento y sobre todo a partir de 2013. Su negocio se convirtió en un complejo sistema de logística integrada cuya misión es tener listos todos los vehículos en el momento preciso de la perforación o de la fractura. Cada uno de esos camiones de cargas líquidas costaba en 2014 unos $ 2 millones (u$s 232.000).

Como Correa, cientos de compañías proveedoras de servicios petroleros en Neuquén se reconvirtieron entre fines de los años 90 e inicios del nuevo siglo. Fue el paso definitivo de una actividad más informal y menos regulada a otra con cánones mucho más estrictos sobre seguridad y cuidado del medio ambiente. El nacimiento de lo que los empresarios llaman una industria world class. El crecimiento de la influencia de los gremios también llevó a que mejoraran las condiciones laborales para los trabajadores de esas proveedoras de servicios, que antes se quedaban afuera de los beneficios que obtenían los empleados directos de las operadoras de pozos.

La empresa de Ángel también se diversificó. Ya no solo se dedica a transportar líquidos, tierra, arena y otros insumos para los pozos. En 2012 abrió una planta de absorción térmica donde se queman las tierras empetroladas de campos de Petrobras y se las deja aptas para su reutilización. También atiende a la petrolera brasileña en sus pozos de tight gas. Después empezó a reciclarle el agua servida de los baños químicos que usan los viejos en los pozos para reutilizarla en sus mismos mingitorios o en el riego. Ahora estudia cómo hacer lo mismo con el flowback.

A futuro, Correa prefiere pisar sobre seguro.

—La logística necesaria para un pozo no convencional es diez veces mayor que para uno convencional, así que esto puede seguir creciendo. Hay que reducir los costos, pero no tenemos en Argentina herramientas financieras, te cobran 38% de interés el leasing para comprar un camión, te pagan a 60 o 90 días y necesitás financiarte cada mes 1,5 millones de pesos (u$s 175.000). No hay condiciones claras para invertir ni material humano suficiente. A nosotros nos vienen choferes con registro para cargas peligrosas que nunca se subieron a un camión —afirma y agrega—: Estamos al 98% de nuestra capacidad instalada y ahora empezamos a rechazar contratos. Porque si me sigo expandiendo en las condiciones en las que está el país y al precio actual del barril, soy un suicida.

En 2010, la situación económica de Argentina y el resto de Latinoamérica mejoró rápidamente. Después de ese año de crecimiento veloz, la región fue desacelerando la expansión año a año hasta 2014 inclusive, cuando economías como la argentina y la venezolana se contrajeron. En aquel 2010 también se estrenó el documental Gasland, que dejó boquiabierto a Estados Unidos y al resto del mundo. El público masivo no sabía qué era eso del creciente fracking. Faltaba un año para que surgieran las primeras protestas contra esta técnica en Argentina.

En julio de 2010 España ganaba por primera vez un Mundial de fútbol, pero los españoles de Repsol festejaban un mes antes porque la YPF que gestionaba Sebastián Eskenazi perforaba el primer pozo de shale de Sudamérica. No fue el primero de América Latina porque alguno se había hecho en México, donde ahora se retrasa el desarrollo fracker por el crudo barato y porque apuesta primero a rascar el fondo de la olla convencional con su apertura al capital privado. El primer pozo shale de Repsol YPF fue uno de gas en Loma La Lata. Se perforó en junio, pero recién el 7 de diciembre lo anunció la empresa en un acto en su torre de Puerto Madero que encabezó Cristina Kirchner. Ella estaba en videoconferencia con Sapag desde Neuquén. Ese día la petrolera anunció que había hecho dos pozos en Vaca Muerta, un nombre que desde entonces empezó a repetirse entre los argentinos sin saber bien qué era. El equipo de Tomás García Blanco había comprobado que la roca neuquina ofrecía condiciones productivas similares a las de las cuencas de Estados Unidos. Eran recursos técnicamente extraíbles, pero no aún reservas económicamente explotables. El entusiasmo, sin embargo, envolvió a muchos, empezando por la Presidenta.

—Ojalá todo esto, que es algo concreto, objetivo... el crecimiento, las reservas, los recursos explotados, la duplicación de los pozos produciendo, el crecimiento de los barriles, las inversiones... tuviera no solo un espacio de propaganda en los diarios como anunciantes de YPF, sino que también todos pudieran recoger en sus editoriales, en sus notas, eso que también ustedes vuelcan como anunciantes —se entusiasmaba Cristina Kirchner, con su habitual obsesión por la prensa, 16 meses antes de expropiar el 51% de la petrolera tan cara al sentimiento de los argentinos.

En aquel 2010, YPF había logrado revertir una mala racha de años anteriores. En cada año entre 2006 y 2009 había extraído del subsuelo más petróleo y gas del que había identificado y certificado allí abajo, con lo que el índice de reposición de reservas era menor a uno. En ese lapso, el mismo indicador para el resto de las compañías había sido casi siempre mejor. Solo en 2010 YPF superó al conjunto de sus competidoras y empezó a mantener sus reservas de gas y mejorar las de petróleo.

No por nada Argentina y México fueron los únicos países petroleros de Latinoamérica que sufrieron una caída de reservas de crudo entre 2000 y 2009, y Argentina el segundo que más padeció la merma de las de gas después de ese país norteamericano, según una investigación de la Escuela de Economía de la Universidad de Río Negro coordinada por Roberto Kozulj. En un documento previo a la renacionalización de YPF, el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA) de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA) elaboró un documento en el que hallaba a YPF como uno de los principales responsables de la caída del número de pozos perforados para exploración desde que había sido comprada por Repsol, en 1999. El economista que coordinaba los estudios de CIFRA era Arceo, el mismo que se incorporaría luego al equipo de Kicillof como nexo con la YPF nacionalizada y virtual auditor externo de la gestión de Galuccio.

La mejora de los números de YPF en 2010 no alcanzaba para revertir la fuerte caída previa. Su extracción de petróleo cayó en el período 2008-2011 un 12%, bastante más que el 9% del promedio nacional. Solo Pluspetrol y PAE, en cuyo capital ingresó la china CNOOC en 2010, mejoraban su desempeño, mientras que algunas empeoraban más que YPF, como nada menos que Chevron (-29%), Petrobras (-16%), Tecpetrol (-19%) o Total (-14%). En gas no le iba mejor a la empresa de Repsol y los Eskenazi: la producción bajó un 23%, frente al 10% nacional. Solo Total y la china Sinopec, que había comprado los activos de la estadounidense Occidental en 2010, habían mejorado en este aspecto. Las que andaban peor que YPF eran Chevron (-69%) y Pluspetrol (-63%).

Quedaba claro también en aquel 2010 que China no se iba a conformar con la importación de materias primas sudamericanas sino que sus grandes empresas, en general estatales con cotización en Bolsa, irían por la propiedad de los activos en Argentina y el resto de la región, desde petroleras y mineras hasta campos agrícolas. A la hora de comprar tierras para cultivo, solo encontró reparos de Brasil y Argentina: ambos países impusieron entre 2010 y 2011 algunos límites a la extranjerización.

Pero Cristina Kirchner estaba encantada con la YPF que dirigían los banqueros amigos de su esposo fallecido 2 meses antes del anuncio de Vaca Muerta. Los Eskenazi habían comprado la constructora Petersen en 1980 y en los años 90 habían comenzado a adquirir bancos privatizados: el segundo fue en 1998 el de la Santa Cruz gobernada por Néstor Kirchner. Más tarde, ese banco prestaría 1,5 millones de dólares al matrimonio presidencial.

—Jorge, no me vengas a llorar ahora porque vas a tener plata —le dijo la jefa de Estado al gobernador neuquino en aquel acto de diciembre de 2010 por videoconferencia.

—A mediano plazo… —le respondió Sapag.

—Sí, bueno, a mediano plazo, pero mirá lo que tenés —le retrucó Cristina Kirchner. En los siguientes años la economía neuquina crecería, incluso a contramano del resto del país durante la recesión de 2014. La inversión actual en Vaca Muerta, aunque representa entre un 20% y un 40% de su potencial, ha traído más movimiento a la provincia, aunque, como sucede en general en estas actividades extractivas, la producción y las consecuentes regalías para la provincia solo mejorarán en unos años, después de que el gobernador y la Presidenta, sin posibilidad de una segunda reelección consecutiva, dejen sus cargos el 10 de diciembre de 2015.

—Esto nos va a permitir pasar de ser un país con gas a uno gasífero —se dejaba llevar Sapag por la emoción en aquel anuncio de YPF.

Habrá que ver cuándo y si se cumple esa nueva promesa del gobernador. ¿Volverá Argentina a recuperar el autoabastecimiento de gas? En ese caso, ¿decidirá reanudar sus exportaciones a Chile o Uruguay? El país tiene la ventaja de disponer de gasoductos ya hechos tanto para el mercado interno como para la exportación. Deberá debatir si la estrategia exportadora es atinada, o si será mejor conservar el recurso para próximas generaciones de argentinos. O si lo más conveniente es consumirlo añadiéndole valor en la industria petroquímica u otras que precisan mucha energía.

Se verá si se mantiene o no la actual matriz energética de Argentina, que contribuye en su pequeña medida con el calentamiento global.

El 51,6% de la energía proviene del gas, el 35% del petróleo (más contaminante), el 2,7% de las centrales nucleares —con sus riesgos comprobados después del accidente de Fukushima en 2011— y el 1,4% del carbón, el más dañino con el medio ambiente. Solo el 9% proviene de fuentes renovables, algunas de las cuales también despiertan debates entre los ecologistas, como las represas hidroeléctricas (4,6%) o los biocombustibles, como el biodiesel derivado de la soja, transgénica en el caso argentino.

En el mundo, la matriz energética depende menos de los hidrocarburos (33% petróleo y 21% gas), pero más del carbón (27%). La biomasa, que incluye los biocombustibles, aporta el 10%, la energía nuclear suma 6%; la hidroelectricidad, el 2%, y otras energías renovables, el 1%. Un informe de Exxon prevé que la torta cambie algo hacia 2040: 31% de petróleo, 27% de gas, 19% de carbón, 8% nuclear, otro tanto de biomasa, 3% de hidroelectricidad y 4% de otras energías renovables. Entre las fuentes líquidas de energía, el crudo convencional perdería peso frente al GNL, el offshore, el tight, el shale y los biocombustibles, en ese orden de importancia. En cuanto al gas, Exxon predice que un tercio de la producción será no convencional en 2040.

En una encuesta a los ejecutivos petroleros que participaron del encuentro Argentina Oil & Gas en 2013, la mayoría opinó que el desarrollo de los hidrocarburos no convencionales devolverá el autoabastecimiento energético al país, pero en 10 años. Son algo menos optimistas que Galuccio, que vaticinó ese mismo año que el objetivo se logrará en 2018, es decir, 3 años después de finalizado el gobierno de Cristina Kirchner.

Es difícil saber si Argentina se convertirá en un país gasífero, es decir, exportador de un bien que ahora la tecnología permite no solo enviar por gasoductos sino por barcos a cualquier lugar del mundo. Lo que repiten siempre los ejecutivos y expertos del sector es que ni con Vaca Muerta el país se transformará en un país petrolero. «No somos un país petrolero sino con petróleo», es el latiguillo que siempre se oyó por estos pagos. Lo mismo dicen en otros países que nadan en petróleo como Arabia Saudita o Venezuela. Es el ejemplo de Colombia. Por cierto: su ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, reconoció mientras se refrescaba con una Coca-Cola en diciembre de 2014 en el Sheraton de Santiago de Chile, donde participaba de una reunión del FMI, que los proyectos de shale deberán esperar un mejor precio del petróleo. En su país, a diferencia de México o Argentina, rige el valor internacional.