Capítulo 12
El pacto
El decreto y el acuerdo de Chevron dominaron en Neuquén la campaña electoral de las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) que en todo el país se celebraron el 11 agosto de 2013. Aquel día el sindicalista petrolero Guillermo Pereyra enfrentaba en la interna a senador nacional en el MPN a la vicegobernadora de Sapag, Ana Pechén. Lo hacía con un discurso pro fracking, pero anti-Chevron. Pereyra había sido nombrado por el gobierno de Cristina Kirchner como director de YPF tras la nacionalización y había tejido una buena relación con Galuccio, pero renunció al cargo en enero de 2013. Se presentó entonces como opuesto al kirchnerismo y a su aliado Sapag, aunque después en el Senado sostuvo posiciones ambiguas. Antes del cartel que da la bievenida a Añelo, el de «inicio travesía urbana», se divisaban a la derecha afiches de «Pereyra senador» entre las casas de chapa, aglomerado y algunas pocas de madera barnizada típica de la Patagonia, instaladas en la toma junto a la barda. El Caballo no agotaba su proselitismo en los pozos.
—Pereyra va a ser siempre una termita que va a estar morfando rentabilidad —lo ataca el economista Gadano, asesor de YPF—. No solo por los beneficios que reclama para los empleados o por los costos que agrega con exigencias como el tercer hombre en los pozos, sino por los negocios que empieza a desarrollar para sí mismo.
En concreto, en el mundo petrolero acusan a Pereyra de estar detrás de la empresa Real Work, que pertenece al cutralquense Jorge Cárdenas. Es una de las únicas dos compañías que proveen de las mantas oleofílicas, rellenas de plumas de pollo, con las que Neuquén obliga a las petroleras a proteger los suelos de las locaciones mientras haya equipos allí trabajando. La norma provincial fue del gobierno de Sobisch, cuando el jefe del sindicato era también secretario de Trabajo provincial.
—No sirven y salen 100.000 pesos —se queja Rubén Etcheverry, ex presidente de GyP—. Se escapan las plumas. Por lo general, en otros lugares esas mantas no son obligatorias.
Por los arbustos de Loma Campana se ven las plumas esparcidas por el viento. También campean los baños químicos de Bacssa que derraman líquidos sobre la tierra. Si ese líquido es cloacal, según la normativa, debería pasar antes por plantas de tratamiento.
—La industria quiere, en lugar de las mantas oleofílicas, usar bandejas, pero parecen de rotisería —responde Esquivel, el secretario de Ambiente, frente a las críticas de Etcheverry—. Antes usaban esas bandejas, pero las dejaban apiladas. Las mantas son orgánicas y absorbentes.
El líder sindical de origen mendocino, que en la actualidad tiene 71 años, terminó venciendo a la vicegobernadora Ana Pechén en aquellas PASO con el 55,4% contra el 44,5% de los votos dentro del MPN. Pereyra logró 103.126 sufragios, más que ningún precandidato de otro partido. El MPN en total concitó aquella vez el 54,4% de los votos, aunque divididos al final de cuentas entre antikirchneristas y aliados conservadores del kirchnerismo. El kirchnerismo real, el FpV, logró solo el 11,6% aquel día.
Tanto en el entorno de Sapag como en la oposición a su gobierno coinciden en el análisis de la victoria de Pereyra. Dicen que triunfó porque hizo campaña con la promesa de la inversión petrolera y de los empleos que generaría. Y, aunque parezca contradictorio, también ganó popularidad criticando el pacto con Chevron.
«Estamos a favor de todo aquello que signifique fuentes de trabajo para los neuquinos, pero no del costo que está pagándose por este acuerdo que nadie conoce, que está oculto en un cajón y por el que queremos un debate profundo», dijo durante esa campaña.
En octubre de aquel año fueron las elecciones generales a senador y Pereyra, al frente del MPN, obtuvo 139.366 votos, el 41,9%. También entró como senadora su aliada Lucila Crexell. El FpV obtuvo la tercera banca para Nancy Parrilli, hermana del jefe de Inteligencia, con el 20,5% de los sufragios. Analistas comentan que seguidores del gobernador votaron esa vez por ella. Su lista era la única que defendía el convenio YPF-Chevron.
El Compromiso Cívico Neuquino, del radical Quiroga y al que se incorporó Rubén Etcheverry, logró solo el 11,6%. También fue a las elecciones con un discurso pro petrolero y anti-Chevron. Etcheverry dejó un libro a medio terminar llamado Neuquén o Chevron. «La tapa va a tener una imagen bien troska», prometía Etcheverry poco después de esos comicios al exhibir el boceto del libro nonato en su iPad con pantalla rota. El título, efectivamente, estaba escrito en una tipografía más propia de la izquierda que de su pensamiento político.
La legisladora anti-fracking Beatriz Kreitman, de la CC, había perdido las PASO para senadora del Compromiso Cívico Neuquino frente a la lista impulsada por Quiroga por 66,3% a 33,6%. La interna dirimió las diferencias locales entre los referentes de la UCR y la CC, que estrechaban lazos a nivel nacional. Kreitman compartía la oposición al acuerdo con la petrolera norteamericana: «Cuando se estatizó YPF, dijimos que que no era para entregarla otra vez». Y advertía contra la técnica de extracción: «No hay plata que pague el daño ambiental». Además observaba las consecuencias sociales: «Socialmente se genera una crisis de los que no tienen sueldo de petrolero, y no pueden pagar sus alquileres ni comprar como ellos autos y televisores de plasma. El contrato con Chevron consiste en que tomen más mano de obra neuquina, pero se abren las puertas a otras provincias porque acá faltan jóvenes formados». En noviembre de 2013, naufragó un proyecto de la CC para declarar a Neuquén municipio libre de fracking.
Los verdaderos «troskos», los del FIT, obtuvieron ese día el 9,3% de los votos. Uno de sus líderes neuquinos es Raúl Godoy, de 49 años, que en aquel 2013 era diputado provincial. No obstante, atendía en su despacho con el mameluco de ceramista, el mismo que usa desde hace más de dos décadas, cuando entró a la ex Zanon, la actual cooperativa FaSinPat, sigla de Fábrica Sin Patrones, un emblema de las empresas recuperadas por sus trabajadores en medio de la crisis de la convertibilidad. Godoy seguía ganando lo mismo que cualquier otro obrero de Zanon, solo diferenciado por la antigüedad, porque la diferencia con su dieta de diputado iba a financiar a su partido, el de los Trabajadores Socialistas (PTS). Godoy mateaba en su despacho en noviembre de 2013 y solo interrumpía para hablar con una radio de San Martín de los Andes sobre un caso de gatillo fácil y otros atropellos contra la población pobre de ese paraíso turístico en la montaña neuquina. En su despacho hay afiches que muestran a policías reprimiendo.
—Vaca Muerta es una nueva colonización. Nosotros denunciamos la entrega del patrimonio al capital transnacional. Se está entregando el patrimonio al punto de reducirnos a conejillos de Indias de un nuevo sistema de explotación que es experimental —escupe de arranque el elaborado e inconfundible análisis de la izquierda dura.
—¿Y si lo hiciera YPF bajo control obrero?
—Deberíamos estudiarlo —reflexiona—. Pero seguramente sería más serio.
—¿Están en contra del fracking?
—Nosotros no desechamos un método a priori, pero cuestionamos que se aplique sin estudios previos y con un criterio lucrativo. Respeto a los que dicen «no al fracking», pero no lo comparto. Hay que hacer uso de los recursos naturales para el desarrollo económico. Incluso para generar energías alternativas y renovables hay que usar las no renovables. Pero no puede hacerse con criterio comercial. Si se explotara bajo control obrero, se podría hacer un uso mucho más racional.
Alguna vez, Godoy discutió del asunto con su amigo Chandía, el concejal del PC de Cinco Saltos. «¡Eh, José, te pusiste verde!», lo bromeó el ceramista. «El obrero haciendo fracking hace las mismas cagadas que los capitalistas», le contestó el ex operario químico.
—¿No apoyan a los mapuches que resisten el fracking? —continuaba la entrevista en la Legislatura.
—El pueblo mapuche es heterogéneo. Nuestros pueblos originarios también tienen tendencias políticas. Nosotros no compartimos la cosmovisión mapuche del mundo ni sus creencias religiosas, pero sí su lucha como pueblo oprimido. En los años 90, cuando éramos comisión interna de Zanon, denunciamos a nuestra patronal porque sacaban arcilla de sus territorios en condiciones desventajosas para ellos. Después, cuando empezamos a hacer andar la fábrica bajo control obrero tuvimos que enfrentar un boicot de todos los proveedores que no querían que diésemos un mal ejemplo. Y los mapuches nos ofrecieron su arcilla gratis para que pudiéramos seguir trabajando.
—¿Y los petroleros?
—Los obreros petroleros son la clave de la provincia. Sin que ellos intervengan no hay posibilidades de transformación profunda. Para mí es estratégico que establezcan relaciones profundas de solidaridad con todos los demás trabajadores. Nosotros no queremos que se queden sin trabajo los compañeros que hacen petróleo no convencional. Queremos defender nuestro patrimonio común, y el medio ambiente forma parte de él.
—¿Cuál es el rol del sindicato petrolero?
—Lo que la burocracia petrolera no coopta lo reprime. El poder siempre intenta atomizar: a los petroleros les dicen que los demás laburantes le quieren sacar el laburo y que ellos son millonarios. Los activistas de izquierda tenemos que hacer un laburo muy clandestino en los pozos, porque el sindicato tiene línea directa con las patronales y denuncia ella misma cualquier intento de organización independiente que se produzca. Pero ojo: Zanon también era así, estaba llena de buchones. E igual nos organizamos.
En 2014, al año siguiente de aquella entrevista, Godoy seguía con su mameluco, pero ya no en esa moderna Legislatura-shopping sino en una oscura sala de la antigua fábrica Zanon, la misma que le reclama al gobierno de Cristina Kirchner créditos para renovarse, préstamos blandos como los que el Estado otorgó a General Motors o Fiat. Como es costumbre en el FIT, los candidatos a legislador se rotan en la banca conseguida y Godoy volvió, después de un año, a ser un operario más, sin cargo alguno. Por eso ahora trabaja en una especie de laboratorio fotográfico donde se revelan las pantallas para hacer serigrafía de los decorados de los cerámicos y porcelanatos. También allí arman los marcos para esas pantallas.
—Vaca Muerta tuvo un impacto en todo sentido —evaluaba Godoy en el año 2014—. Hubo entrada de más empresas. Está profundizándose la desigualdad social —coincidía con Kreitman. En agosto de ese año los maestros de Centenario nucleados en la poderosa ATEN se manifestaron por la suba del costo de vida en Añelo, tanto por los alquileres como por los traslados. Esos docentes hacen dedo para ir a dar clases en la capital del fracking. Pocos colectivos unen ambas localidades y además son caros. —Se les va la mitad del sueldo en pasaje —observaba el ceramista.
Detrás de las cuatro principales fuerzas políticas de aquellas elecciones de 2013 se ubicó Libres del Sur, el movimiento en el que milita la diputada nacional porteña Victoria Donda, que terminó quinto con el 5% de los votos y un discurso a favor de la industria petrolera, pero con respeto al medio ambiente y cuestionamientos a la presencia del fracking en el área protegida Auca Mahuida. La Unión Popular de Massa obtuvo en estos pagos apenas el 4,7%. La Unión de los Neuquinos (UNE) del legislador Alfredo Marcote consiguió el 3,3%, con un discurso contra Chevron.
El único frente que pedía una moratoria del fracking, el Progresista Sur, terminó último con el 3% de los sufragios. Allí se nucleaban Proyecto Sur de Pino Solanas, la UP de De Gennaro, el MST de Bodart, el PCR y el Partido Socialista de Binner, pese a su buena relación con Galuccio. El legislador provincial Raúl Dobrusin, de UP, fue uno de los pocos que marchó contra el pacto YPF-Chevron en la multitudinaria manifestación del 28 de agosto de 2013. De 63 años, había sido secretario general de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) de Neuquén entre 2003 y 2007. En su despacho cuelgan imágenes de De Gennaro y del fallecido sindicalista Germán Abdala, pero no hay nada referente al fracking. Dobrusin incluso admite que lo entusiasma un poco el proyecto de que la actividad petrolera reabra el transporte ferroviario de cargas en la provincia. Pero advierte:
—Chevron va a cobrar enseguida lo que saque.
Después termina refiriéndose a lo ambiental:
—Como método extractivo es mucho más contaminante. En los lugares donde está haciéndose lo hacen con mucho cuidado, y nosotros no creemos que el Estado argentino pueda garantizar que acá se tomen los mismos recaudos. Lo que hacen es propaganda, porque saben que hay una sociedad alerta que es capaz de movilizarse mucho si siente que se la llevan por delante. 6 meses antes de que se discutiera el acuerdo con Chevron, apareció sin pena ni gloria un proyecto para eliminar la consulta popular de todas las concesiones petroleras. No se sabía que venía todo este despliegue. Lo que hay que hacer es reducir la necesidad de petróleo, no buscar más. De acá a 15 años podríamos tener un parque eólico interesante.
Dobrusin tampoco cree que el petróleo deje mucha riqueza a la provincia:
—Del PBG (producto bruto geográfico) de la provincia, el 83% se va para afuera. Es por las ganancias de las cadenas de supermercados, las petroleras, los proveedores y todos los demás. Lo que queda acá es la masa de salarios, lo que generamos como Estado y lo poco que producen los empresarios locales. Hay sectores de profesionales, técnicos y obreros que están teniendo más laburo. Eso es innegable.
Pero advierte:
—Crecieron la droga, la exclusión y la trata. El gobierno se jacta de que cada vez detiene más cargamentos de droga, y eso podría ser una buena noticia, pero en realidad ocurre lo que una vez admitió un juez federal: se descubre siempre el mismo porcentaje, lo que cambia es que llega más.
Los diputados Dobrusin, Marcote, Godoy y Kreitman participaron de la marcha contra Chevron del 28 de agosto hasta la Legislatura. Allí se aprobó a libro cerrado una ley que ratificaba el decreto de Cristina Kirchner y el pacto de YPF con la petrolera norteamericana, con la consiguiente extensión de la concesión de Loma La Lata Norte y Loma Campana hasta 2048 y la eliminación del extracanon para estas áreas. La Policía neuquina intentó blindar el vidriado edificio de la Legislatura, pero hubo manifestantes que saltaron las vallas. Empezó entonces la represión. Muchos estudiantes secundarios se habían movilizado a partir de las charlas informativas que los ambientalistas habían multiplicado en las escuelas. También había mapuches y militantes de la CTA opositora, ATE y ATEN. Godoy y otros seis manifestantes, incluido un segundo obrero de Zanon y cinco de la CTA, afrontan una avanzada causa penal por aquel día.
—Estamos acusados de incitación a la violencia y de intento de impedir la sesión legislativa, de atentado contra la democracia —describió Godoy.
Aquella protesta reprimida quedó bien plasmada en La guerra del fracking. Pino Solanas, de 79 años y origen peronista, la estrenó el 17 de octubre, el Día de la Lealtad. Los medios nacionales de todos los bandos prácticamente la obviaron, pero igualmente el entonces diputado logró que el 27 octubre la ciudad de Buenos Aires lo eligiera senador. Su película ecologista sorprendió a quienes lo recordaban como un defensor de la YPF estatal de antaño.
El casco de Allen, fundado el 25 de Mayo de 1910 por Patricio Piñeiro Sorondo en honor al inglés Henry Allen, un gerente del ferrocarril británico que había empezado a detenerse 2 meses antes en ese paraje, está rodeado de álamos que frenan el viento recio del sur rionegrino. Los campos frutícolas que circundan el pueblo también suelen delimitarse con alamedas con el mismo fin. El ingeniero Allen no vivía en Argentina, pero en una de sus visitas para inspeccionar el tren, cuyo tendido siguió casi inmediatamente a la Conquista del Desierto, se reunió con Piñeiro Sorondo en lo que luego sería la estación. La terminal hoy está abandonada y el nombre del pueblo no se pronuncia como en inglés sino Ayen, del mismo modo que a nadie se le ocurre aspirar la hache y cambiar la u por una a en Hurlingham.
Sus 27.443 habitantes —según el censo 2010— vivieron tradicionalmente de los perales y manzanos, pero en la década de 1970 la industria petrolera empezó a explotar también la zona, considerada parte de la cuenca neuquina. A mediados de 2012, Apache comenzó a perforar pozos de tight gas hacia la formación Las Lajas en esos campos y un grupo reducido pero combativo de chacareros, incluido el presidente de la Cámara de Fruticultores de Allen, Sebastián Hernández, se alzó en su contra. El Concejo Deliberante prohibió nuevas fracturas de pozos en agosto de 2013, en medio de quejas crecientes por el impacto de los camiones que iban y venían y las torres que se alzaban a pocos metros de los árboles. La intendenta kirchnerista, Sabina Costa, evitó vetar la ordenanza aunque se oponía. Sabía que era un tema sensible para buena parte de su electorado.
Uno de los enemigos locales de la fractura hidráulica es el chacarero Alfredo Svampa, de 81 años, casado con Annarosa Lamperti, de 78, que inmigró de adolescente con su familia desde Italia. Ella habla, de hecho, con un acento tan notorio que no parece haber llegado al país seis décadas atrás. Él viste zapatillas blancas Puma con pantalón de vestir beige y chomba celeste Polo. Luce también unos lentes rojizos setentosos, un gigantesco reloj digital negro marca Casio y un cabello raleado pero teñido ostensiblemente de morocho con la tierna coquetería del galán maduro que se resiste al paso de los años.
Alfredo y Annarosa se mudaron al centro del pueblo a fines de los años 90, después de que delincuentes los asaltaran en el campito donde habían criado a sus hijos, entre ellos a Maristella Svampa. Esta profesora de teoría social latinoamericana de la Universidad de La Plata es una de las más reconocidas activistas del país contra el fracking, la megaminería a cielo abierto y la agricultura transgénica por sus impactos ambientales, sociales, económicos y políticos. En la chacra donde nació, casi como una ironía, Apache perforó el primer pozo no convencional de Allen.
¿Cómo fue que el campo de árboles frutales del italiano Basilio Svampa, padre de don Alfredo y abuelo de Maristella, se alquiló a una petrolera? Basilio murió hace tiempo y la tierra está en sucesión entre sus siete hijos, algunos también fallecidos, pero un sobrino de Alfredo lo alquiló «a escondidas» en 2010, según Annarosa. El deceso posterior de ese sobrino llevó a que la servidumbre por esa explotación hidrocarburífera esté depositándose en una cuenta del enrevesado juicio sucesorio.
La larga crisis de la fruticultura del Alto Valle fue justamente lo que permitió a las petroleras desembarcar entre los perales. Tras un breve reverdecer luego de la devaluación que siguió al colapso de la convertibilidad, la actividad empezó a concentrarse cada vez en menos manos. La empacadora Zetone y Sabbag comenzó con tres chacras y ya tiene 97. Expofrut, más conocida por los consumidores de las grandes urbes y propiedad de la belga Univeg, también se expandió. Los fruticultores que disponen de cámaras frigoríficas con atmósfera controlada venden, según Alfredo, «hasta dos o tres veces mejor su cosecha, porque pueden sacar una parte y especular con el resto hasta que cae el frutero a comprarles a cualquier precio». Como una manzana puede conservarse hasta un año en esas cámaras, los chacareros más chicos, como él, terminan ahogados por las fluctuaciones de precios.
—Se están quedando con todas nuestras tierras. Nos condicionan a los productores y a los empacadores chicos —denuncia en el comedor de su casa, donde cuelgan cuadros de angelitos y fotos familiares, incluidas las de Maristella.
En el campo donde nació, del cual se mudó a los 28 años para formar su familia, Alfredo siguió plantando frutales hasta la cosecha 2012-2013. Ese año ganó en total 45.000 pesos (7.500 dólares), «el sueldo de un laburante». Para peor, venía de 3 años de pérdidas, que financiaba con aportes familiares y con plata de su propia jubilación. Sus hijos no querían que siguiese poniendo el cuerpo en la tierra. Su peón podía llegar a ganar en tiempo de cosecha 400 pesos (66 dólares) por día. Más que él. En la poda y raleo, una actividad más extendida durante todo el año, el jornal rondaba los 300 pesos (49 dólares). Sus hijos lo convencieron de alquilar la chacra a fines de 2013, pero rescindió contrato en enero de 2014.
—No la curaban ni la podaban. Volví a trabajar y saqué buenas (peras) Williams. Hice unos buenos pesos —sonríe don Alfredo, que ahora se preocupa por las cotorras que le comen las cerezas.
—Él hace lo que quiere —se queja su esposa mientras le prepara un Martini con soda.
Desde la tranquera de su parcela de 7 hectáreas, el sonido de los pájaros se mezcla con el silbido de una planta de separación que instaló YPF en 1970 y amplió en 2011. Para llegar hay que pasar por una calle pública que asfaltó Apache. La petrolera estadounidense llegó a aportar toda la cartelería de la zona, incluso la que marca el límite de velocidad, siempre con su nombre impreso. En el predio de YPF hay chimeneas de 30 metros que dominan el valle, sin más competencia en altura que los perales. También se ven grandes tanques de butano y propano.
Apache Argentina, vendida en 2014 a YPF, se había lanzado en 2012 a una campaña de alquileres de campos, tentando a los chacareros en crisis con cifras significativas para ellos pero irrisorias para una petrolera o un shalellionaire texano. A Alfredo, por ejemplo, le ofrecían aquel año 126.000 pesos (21.000 dólares) como pago inicial y luego 33.000 pesos (5.500 dólares) por año, que se irían actualizando según la inflación medida por el Indec.
—Conmigo los de Apache casi hacen negocio —recuerda el chacarero.
Pero entonces apareció la voz de su hija Maristella.
—¡Papá!, ¿qué estás haciendo? Yo estoy luchando contra la destrucción de la fruticultura por el petróleo de fractura y vos…
Don Alfredo recapacitó y rechazó la oferta.
—Lo que pasa es que la desesperación es grande. Yo tenía solo mi jubilación —recuerda el octogenario. Más adelante, se encontró otra vez con un administrador local de Apache.
—¿Y? ¿Cómo va el alquiler de campos? —le preguntó.
—Ya no alquilamos, don Alfredo. ¡Ahora compramos! ¿Quiere vender?
—¡Ni loco!
—Con el problema de que no es rentable la agricultura, el productor desesperado se desvive por alquilarles la tierra. Es mísero lo que les dan, pero terminan agarrando —se lamenta Alfredo, con expresivas acentuaciones y pausas que le agregan dramatismo al relato. Svampa suele dejar mensajes en el contestador de Radio Cipolletti con insultos inocentes dedicados a Cristina Kirchner. «Parece una cobra», grabó la última vez. Tampoco le gusta el gobernador rionegrino, Alberto Weretilneck.
—Ellos dicen que por más que haya una ordenanza municipal anti-fracking, es el gobierno provincial el que decide —explica Alfredo.
De hecho, Weretilneck apeló la resolución del Concejo Deliberante de Allen ante el Tribunal Superior rionegrino, que la volteó en noviembre de 2013. Los concejales no apelaron ese fallo.
—Se olvidaron del tema porque vieron que el chacarero estaba esperando que le llegara la oferta de la petrolera —lamenta Svampa.
Es decir, las perforaciones de pozos de tight gas solo se paralizaron 3 meses. En cambio, el gobernador no apeló la prohibición de Cinco Saltos, quizá por el temor de que allí sí los concejales recurrieran a la Corte Suprema de Justicia de la Nación o tal vez porque aún ahí no hay proyectos serios de desarrollo no convencional.
Por el contrario, en Allen, en 2014 YSUR, la sociedad que formó YPF con los activos de Apache, ofrecía a los chacareros contratos de alquiler por 2 años y pagaban por dos hectáreas $ 150.000 (u$s 17.600) anuales, bastante más de lo que le habían ofertado en su momento a Svampa.
—Algunos chacareros me dicen: «Svampa, ¡déjese de joder con el fracking!» —reconoce—. Yo les digo: «Pero está el medio ambiente en juego». Ellos me dicen: «Allá a 3.000 metros no hay contaminación».
Algunos de esos vecinos que suelen reírse de Alfredo se asustaron cuando, en julio de 2014, un incendio en un pozo de petróleo convencional de YSUR dibujó llamaradas de 15 metros en el cielo y prendió en las copas de algunos álamos adyacentes, inundando el pueblo con una nube tóxica. Las sirenas de los bomberos despertaron aquella madrugada a todo el pueblo. El fuego se inició cuando, para destrabar un trépano de perforación, los petroleros inyectaron gasoil en la tierra. El gobierno rionegrino aplicó luego una multa de 100.000 pesos (11.600 dólares) a la compañía por «negligencia», un monto que la oposición calificó como «irrisorio».
Las petroleras se defienden recordando que la agricultura también usa mucha agua y echa plaguicidas a sus frutales.
—Nosotros no competimos por el agua y tampoco contaminamos. En cambio, ellos hacen circular agua contaminada y los accidentes se producen —responde Svampa, cuya esposa comenzó a hervir el agua de la canilla antes de tomarla, por recomendación de su médico.
Lejos de allí, entre los campos texanos sobre la formación Eagle Ford, la hermana Elizabeth aporta más argumentos a la defensa:
—El agua que se usa para riego es después reciclada por la naturaleza y vuelve a circular de una manera u otra. Pero el petróleo no usa el agua, la destruye y la saca del ciclo natural.
El chacarero octogenario se arrodilla con una destreza admirable para mostrar de cerca las decenas de fotos que les sacó a los pozos en pleno proceso de fractura.
—Primero las petroleras nos trataban bien a los chacareros. Ahora le pusieron guardia permanente a los pozos —avisa. Ya frente al campo que su sobrino le alquiló a Apache, vuelve a gesticular. —No somos más dueños de las instalaciones —dice.
Un cerco de rejas le impide pasar al pozo en el campo familiar. Allí hay un calderín, un separador de gas y petróleo y tres baterías de ductos que terminan en un gran caño blanco. El perímetro está enrejado con hierros como los que se usan para hormigonear. Se oye el silbido del combustible que fluye, similar al sonido de una hornalla de cocina encendida pero perceptible desde unos 50 metros de distancia. Esa chacra familiar tiene 6 hectáreas, y una y media está en manos de la petrolera. Allí, en una casa vieja, es donde nació Maristella en 1961.
En ese campo hay ocho pozos donde se practicó fracking.
—Yo lo vi —asegura.
Los álamos rodean aquellas tierras con huellas de camiones.
—Una vez el capataz dijo: «El de anteojos es el padre de Maristella, el que está contra el fracking, de los ambientalistas» —recuerda.
Las locaciones petroleras contrastan mucho entre los álamos, perales, manzanos y durazneros. Son árboles cuya vida útil fluctúa entre los 60 y los 100 años. En una locación de tierra yerma mezclada con canto rodado y sin un dejo de hierba, hay cuatro pozos perforados y fracturados. Cada artefacto o batería de caños está enrejado y asegurado con triple alambre de púa. En la tranquera, un cartel: «Peligro. No ingresar. Alta presión. Equipo en movimiento». Enfrente, otro cartel avisa que se venden 16 hectáreas. Por allí van y vienen los ciclistas deportivos.
De chico, el padre de Alfredo lo hacía podar el pasto de toda la chacra, incluso con 7º bajo cero. Solo llegó a terminar el primer año del secundario en 1937, en Neuquén, y por eso lo llena de orgullo su hija socióloga, una de las académicas más reputadas del CONICET. Quizá ese ejercicio juvenil le haya dejado el estado atlético que le permite cruzar un arroyo de desagüe de los campos subiéndose a cinco oleoductos que ofician de puente. Su habilidad y osadía abruman a cualquiera. Se mete en campos ajenos para mostrar los pozos hasta que ladran los perros de una vecina. Aparece ella, excedida de kilos y enfundada en una musculosa fucsia:
—A mí me dijo la petrolera que no dejara pasar a nadie —advierte.
Recién ante la amenaza de los animales Alfredo acepta retroceder sobre sus pasos.
YPF buscó en 2014 recomponer la relación con la Cámara de Fruticultores de Allen ofreciéndoles a sus socios un descuento del 10% en el gasoil. Los chacareros se reunieron en asamblea. «Yo ni por el 100% acepto», dejó en claro Svampa. Al final todos rechazaron la propuesta.
—Pero si ofrecía 25 o 30%, se iban de boca —lamenta el veterano.
Cerca de la planta separadora, un puente colgante cruza el río Limay. Es solo para tres ductos (gas, petróleo y agua) y tiene importantes alambrados para que los turistas y vecinos no lo usen para cruzar el río ni para zambullirse en sus aguas. Tampoco es un tramo que convenga cruzar a nado; son frecuentes las muertes por ahogo en ese recodo ancho, de más de 200 metros entre ambas orillas. A la vera de aquel río flanqueado por pozos de fracking, algunos pobladores se acercan a pescar carpas, pejerreyes, marrones o arcoiris. Un joven llega en moto con su novia, a falta de hotel alojamiento. Uno de los pescadores, Oscar, de 26 años, trabaja en un taller mecánico. Fue a pescar con su sobrino, de 10 años.
—Un montón de gente saca el carnet de chofer de cargas peligrosas porque hay mucho laburo por el triple de lo que yo gano. Pero no voy a sacar el carnet porque estoy bien. No sé si más adelante. Hay que hacer un curso que cuesta caro (unos 80 dólares) y dura una semana —cuenta Oscar.
Pero Rogelio, un amigo que lo acompaña, advierte que para conseguir esos empleos «necesitás cuña». Aunque reconoce que «acá cada vez esto está más caótico», Rogelio se esperanza con el desarrollo petrolero:
—Si es beneficioso para la provincia, bienvenido sea.
YPF en un principio buscó gas en Vaca Muerta, en parte porque era lo que Argentina demandaba y en parte porque los estudios geológicos apuntaban a que eso era lo que había allá abajo. Pero la petrolera ya nacionalizada comentaba allá por septiembre de 2013, justo cuando el acuerdo con Chevron se ponía en marcha, que sus propios ensayos demostraban que había menos recursos de gas y más de petróleo de los que había calculado el Departamento de Energía de Estados Unidos. Ya había hecho 90 pozos ahí. Así lo sostenía su gerente de exploración no convencional, Matías di Benedetto, en uno de los tantos seminarios del tema que se organizaban entonces en Buenos Aires. Por eso y por el entonces elevado precio del barril, la petrolera comenzó a apostar más al crudo. Ahora que se abarató, el gas a 7,50 dólares el millón de BTU puede resultar un salvavidas.
Galuccio desde un principio preveía que YPF buscara socios, y con Chevron y Dow había conseguido los dos primeros. Su plan de inversiones 2013-2017 prevé 37.200 millones de dólares, de los cuales el 70% sería financiado con caja propia, es decir, con lo que los consumidores pagan por la nafta y el gasoil. El 18% llegaría con emisión de bonos, lo que se dificultó a partir de la crisis de deuda por el juicio de los fondos buitre en Estados Unidos, y solo el 12%, por sociedades con otras petroleras. Es decir, el Mago quería 4.464 millones de otras empresas. A principios de 2015 ya había conseguido 3.435 millones: unos 2.840 millones de Chevron, 120 millones de Dow y otros 475 millones que acordó en 2014 con la petrolera estatal malaya Petronas. Falta que aparezcan otros 1.000 millones en los próximos 2 años. En enero de 2015, YPF anunció otro memorándum de entendimiento con la china Sinopec, aunque sin precisar cifras.
En los últimos meses de 2013 se ponía en marcha el acuerdo con la petrolera norteamericana. Entre septiembre y diciembre, Chevron cambió los primeros 1.240 millones de dólares al tipo de cambio oficial para invertirlos en Vaca Muerta, según cuentan en YPF. Dicen que no fue dinero que la empresa estadounidense ya tenía en su filial argentina. Con parte de esa plata se instalaron las oficinas en Loma Campana, un predio de una hectárea cercado con alambre de púa en la que una mañana de noviembre de aquel año había 30 camionetas estacionadas, dos ambulancias, un camión de bomberos y 10 tráilers azules con el logo de YPF. Además había otro gran tráiler blanco con la leyenda «Emergencia para la defensa de la vida». Una suerte de hospital móvil.
Dentro de uno de los tráilers trabajaba esa mañana Mónica Bolles, de 31 años, ingeniera química oriunda de Cutral Có, que había entrado a trabajar en YPF hacía 3 meses. Morocha, de rulitos y muy flaca, viajaba a diario 100 kilómetros desde su ciudad, donde antes era profesora universitaria. Ante una laptop y dos monitores con los datos de cada uno de los pozos que estudiaba, Mónica relataba:
—Estuve dos meses en el campo como supervisora de pozos y ahora hago telesupervisión. Controlo 120 pozos. Si pasa algo, si cae la presión de algún pozo o se apaga algo, le aviso a un supervisor para que vaya a resolverlo. Si es de noche le aviso al recorredor: hay uno solo de guardia durante toda la noche. —Que fuera mujer era toda una rareza en los pozos petroleros, pero ella no se amilanaba. —Ahora hay más mujeres acá. La jefa de supervisión es mujer y hay varias licenciadas y técnicas más. —Las petroleras tienen en general formación terciaria o universitaria. Para las tareas manuales, solo se emplean hombres.
No muy lejos de las oficinas está la frontera entre Loma La Lata Norte y Loma Campana, con dos puestos de la Policía de Neuquén. Allí agentes de seguridad privada controlan patente del vehículo y nombres de los pasajeros. Solo los autorizados por YPF y los Campo Maripe pueden circular por ahí.
Invariablemente, las petroleras más activas en Neuquén elogian la buena predisposición hacia el negocio que muestra Ricardo Esquivel, el secretario de Ambiente de la provincia. Con una carrera más ligada al crudo que a la ecología, el técnico químico no es temido ni odiado como suelen serlo los jefes de organismos de control por quienes son objeto de vigilancia estricta. Escudado en el off the record, el vocero de una de las compañías admite que los estudios de impacto ambiental que pide esa repartición antes de autorizar cada pozo no son escrutados con la puntillosidad que exige la ley.
—Los estudios de 20 pozos distintos que yo vi son directamente copy-paste el uno del otro. La autoridad de aplicación nos dice todo el tiempo «dénle para adelante» y no hace ninguna recomendación ni pedido especial para cada pozo —revela la fuente.
Esquivel niega las acusaciones de excesiva laxitud que también lanza sobre él la oposición. Aduce que al menos en 200 de los 769 pozos autorizados por su secretaría entre 2010 y 2014 se hicieron «adaptaciones o acomodaciones» de los proyectos originales de las empresas a los requisitos que pone la provincia. En sus informes de impacto ambiental, las empresas deben exponer su plan de gestión de la flora y la fauna que será afectada.
—Ellos quieren operar en el mayor espacio posible. Nosotros tratamos de que usen el menor espacio. O quieren hacer más pozos de los permitidos por las instalaciones que van a tener. Los permisos se pueden rechazar, pero lo que intentamos es resguardar el medio ambiente, no mantenerlo intacto. Se trata de que usen los caminos preexistentes, las locaciones preexistentes, minimizar el impacto de la perforación y cosas así. Cuando vemos que eso no ocurre, les devolvemos el informe y nos lo tienen que volver a presentar —asegura en su despacho.
Ese trabajo administrativo está en manos de 20 evaluadores.
A partir de la inversión de Chevron, Ambiente neuquino compró siete camionetas para controlar y los dos tráilers instalados en Loma Campana, y elevó de 20 a 25 su dotación de inspectores. Esquivel asegura que ese personal es suficiente, incluso para patrullar los 10.000 pozos activos en toda la provincia.
—Nuestro objetivo es pérdida cero en las instalaciones —enuncia Esquivel y explica que sus inspectores suelen pedir en sus recorridas a las empresas el recambio de cañerías—. Tenemos poder de policía. Podemos cerrar un pozo o un yacimiento. Durante esta gestión hemos parado pozos y hasta parcialmente un yacimiento como Chihuido de la Sierra Negra, que tiene 400 pozos, porque se les rompió un oleoducto.
Ese campo, que alguna vez fue el mayor área de petróleo de Argentina, es operado por YPF y el derrame ocurrió en 2013.
—Nosotros controlamos el uso del agua y del aire. Tenemos la tecnología Hatch, por espectrometría. Tenemos medidores de intensidad sonora. También controlamos los productos agroalimentarios de las zonas donde hay producción petrolera —se vuelve a defender Esquivel.
Confiesa de todos modos que esos controles se tercerizan porque la Secretaría no tiene laboratorio propio. Además delega el control del venteo de gas en la Subsecretaría de Combustibles provincial. A su juicio, la fractura hidráulica masiva no es incompatible con otras actividades económicas. Debe estar sujeta a controles, sí, pero no contamina.
—Puede convivir perfectamente con la actividad pastoril. Conocemos sistemas hidrocarburíferos que conviven y coexisten con el sistema de los agroalimentos en Río Negro y Neuquén, que se exportan y cuyos productos son recibidos y calificados en el orden internacional —sostiene el funcionario neuquino.
En los campos de Texas hay pozos de fracking al lado de vacas y plantaciones de soja y maíz.
El intendente de Añelo, Darío Díaz, evita llegar a tanto. Prefiere admitir que la actividad contamina, pero que es un mal necesario.
—La petrolera en general no es una actividad ecológica. Hay que ponerle control. Nunca va a conseguir el mejor sello IRAM. Pero una cosa es prohibir el fracking y otra muy distinta cuidarlo —tercia.
No todos están tan tranquilos por la convivencia del petróleo con actividades agrícolas. Esto constituye no solo un debate ambiental, sino también por la renta. Diego Rodil, investigador social del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), se atemorizó cuando el fracking llegó cerca de la estación en la que él trabaja, en el camino entre Allen y General Roca.
—Desde hacía años que convivían petróleo y fruta, pero los pozos convencionales estaban muy localizados y eran pocos —comenta este licenciado en turismo—. Los no convencionales consumen gran cantidad de locaciones de mayor espacio. Entonces empiezan a competir con la actividad frutícola, se pierde suelo productivo. El Alto Valle de Río Negro es muy angosto, de entre 4 y 10 kilómetros de ancho, y, por lo tanto, muy frágil. Requiere que sea lo menos empleado para urbanización y otros usos por cuestiones productivas y fitosanitarias.
Rodil destaca que una vez que una chacra se vende para pozos ya no podrá recuperarse para la actividad agrícola.
El investigador del INTA se metió a indagar el impacto del tight gas en los campos aledaños. Su jefe lo autorizó. En la primavera de 2014 fue a marcar árboles con ramas muertas. Lo que no consiguió al menos ese año es que YSUR, la empresa de YPF, ni la provincia de Río Negro contestasen sus cuestionarios.
—Buena parte de las peras y manzanas son para exportación a mercados que imponen restricciones de calidad, incluido el entorno de la producción —comenta Rodil.
De hecho, la certificadora agrícola internacional Global Gap vetó la compra de frutas que se cultivasen a 50 metros o menos de la transitada ruta 22 que atraviesa el Alto Valle, con un solo carril para cada lado y cargada de autos y camiones de todas las actividades de la zona.
La estatal neuquina GyP, la Enarsa de Sapag fundada en 2008, llevó adelante su primera fractura hidráulica experimental en septiembre de 2013. Fue en Aguada Federal, un área de 115 kilómetros al noroeste de la capital provincial y a 25 de Añelo. El pozo empezó a producir crudo en octubre. Como no había gasoductos para sacar el gas asociado al petróleo que fluye de allí, durante meses llegó a ventear 2.000 metros cúbicos de gas por día, el equivalente a 130 tanques de GNC. El crudo, en cambio, se transportaba en camiones.
GyP se dedicó a repartir áreas en las que se quedaba como socio minoritario, pero no como inversor. En Aguada Federal buscó tener su propia experiencia como fracker. Claro que al mismo tiempo que quebraba por cuenta propia la roca de Vaca Muerta consiguió un candidato para esa área. Ese septiembre firmó un convenio con Wintershall que incluía compromisos de inversión por 142 millones de dólares.
Hacia fines de 2014, GyP había conseguido que en unas 65 áreas en las que participaba como socio minoritario, empresas como YPF, Total, Shell, Exxon, EOG o Americas Petrogas invirtieran 2.000 millones de dólares desde 2008. La petrolera neuquina planeaba que esa cifra llegara a 3.500 millones a fines de 2015. El plan original de GyP era conseguir 700 millones para hidrocarburos convencionales, pero el fracking cambió el paradigma. A diferencia del desarrollo masivo de YPF-Chevron, sus áreas aún están en etapa exploratoria, pero los buenos resultados obtenidos llevan a pensar que se acerca el momento de que los inversores decidan si construyen nuevos cluster shale o pozos factoría.
En el momento de la fractura de Aguada Federal, GyP instaló dos tanques gigantes de agua y trabajaron entre 80 y 90 personas, la mayoría de Halliburton. 2 meses después, solo quedaban dos operarios poco comprometidos con la tarea controlando el pozo. Eran de la contratista argentina Bolland, a la que GyP le pagaba 180.000 pesos por mes (unos 30.000 dólares de entonces) por el servicio. Uno tenía la camiseta de la Selección Argentina, pantalón verde y borcegos. El otro, un mameluco viejo. El director de upstream de GyP, Gustavo Nagel, maldecía en voz baja a la empresa contratista por un servicio al que consideraba deficiente.
De sus 57 años, Nagel pasó 35 en la industria petrolera. Es ingeniero industrial y porteño, pero vive desde los 2 años en Neuquén. Trabajó en la minería y luego 20 años en Skanska, empresa con la cual vivió en Venezuela y Perú. Después se tomó un año sabático y lo convocó Sapag para ser subsecretario de Servicios Públicos. 2 años después, en 2011, recaló en GyP. En 2012 asumió también como director de YPF por Neuquén.
Bajo sus órdenes, el crudo de Aguada Federal era tratado en containers de acero con tapas cuadradas removibles, de 1 x 1 metro, por las que se podía observar el interior. Además de un olor penetrante mezcla de podrido y acetona, se veía que la superficie del líquido era viscosa pero para nada homogénea, con un degradé que iba del verde oscuro al amarillo con algunas burbujas. Lo que se hacía allí era la separación natural, como cuando se pone agua y aceite en un vaso. El agua salobre del pozo se va para abajo, y arriba queda el petróleo.
El caño principal del pozo, de 5 pulgadas, llega a 2.900 metros de profundidad. Una mañana primaveral de 2013 salía por ahí la mezcla de gas, petróleo y agua a 220 kilos de presión. De ahí iba a un primer separador, el desarenador. Parte del agua que salía de allí se volvía a usar en otras fracturas. Lo que seguía mezclado iba al separador de prueba, que tenía dentro 100 kilos de presión, o al natural en los containers. Los sólidos como arena, barro y químicos se llevaban a la llamada disposición final, a cargo de empresas de saneamiento ubicadas en otros pagos. En esas plantas les seguían sacando el petróleo, el agua y el gasoil que hubiese quedado de los lodos utilizados para lubricar la perforación. Los residuos se quemaban o se les aplicaban bacterias que consumían los hidrocarburos que seguían allí tras la incineración.
En aquel pozo de Aguada Federal, el mayor de los operarios tenía la misma edad que Nagel y el joven, solo 26 años. Ambos aparentaban más. «Me corren de mi casa si me jubilo», reconocía el mayor, Luis Muñoz, que se negó a retirarse a los 50, como lo permite el convenio petrolero. El más joven, Matías, fumaba al lado del tráiler. Allí había una habitación con cuchetas con colchones, sin sábanas, un televisor prendido en el canal de noticias TN, heladera, horno eléctrico, microondas y un baño austero pero limpio. Para Nagel, estaba desordenado. Lo que más enojó al jefe es la mala disposición de los operarios para hacer los controles del crudo que él quería mostrar.
Luis y Matías trabajaban ahí 10 días y descansaban 5. «Yo no aguanto acá hasta los 50», decía el joven, mirando a su compañero. «Acá no descansás. Estás todo el tiempo con la cabeza ahí», apuntaba al pozo. «Te acostás, ves el pozo. Te levantás, ves el pozo. Al principio me gustaba, después no», se lamentaba Matías, que estudia a distancia abogacía en la Universidad Católica de Salta. Tenía pocas materias presenciales, solo 2 días por mes. Bajaba el resto del material por Internet. Su mujer es contadora en Neuquén y juntos querían poner allí un estudio jurídico-contable. Tienen dos hijas, de 2 y 5 años. «Acá estás desconectado de tus hijos, aunque a veces se puede hacer una escapada intermedia», admitía Matías. «Si seguís, llegás a los 40 o 50 sin familia o sin que te banque tu familia. Quizá de abogado gano menos plata, pero prefiero estar con mi familia. Nosotros tenemos compañeros como él que si no están acá, no pueden estar en ningún lado. No quieren jubilarse», contaba el joven, otra vez señalando al mayor.
Matías relataba que los company man, es decir, los capataces de las petroleras, ingenieros o no, pueden ganar 16.000 dólares por mes. Suelen estar destinados 2 meses a los pozos. «Te termina cansando la rutina, pero yo aprovecho para estudiar», decía Matías, que no sueña con llegar a company. Algunos jóvenes compañeros sí aspiran a serlo y estudian carreras relacionadas al petróleo. Él tenía la secundaria completa y ganaba unos 20.000 pesos (3.300 dólares en 2013). «Hay algunos que se lo gastan todo. Pero el que quiere, puede ahorrar bien», comentaba quien de pequeño quería ser abogado o técnico de televisores, pero que, como su padre, terminó en el petróleo. «Empieza gustándote cuando entrás, pero terminás cansándote. La mayoría busca la inversión que lo salve, busca zafar con algo, cualquier tipo de negocio. Pero hay pocos que estudian», describía a sus compañeros operarios.
Nagel, mientras tanto, se dedicaba a defender la actividad hidrocarburífera y su nueva vedette, la técnica de la fractura hidráulica. «El impacto que trae el fracking es el movimiento de camiones, el derroche de energía. Hay resistencia mediática, pero el único problema del fracking es verlo llegar. Es un montón de equipos y una marea humana llegando, que generan un impacto social y ambiental por sí mismos, más allá de lo que ocurra en el subsuelo. Sobre eso tiene que trabajar la industria», indicaba antes de subirse a su camioneta Volkswagen.
«Teniendo el recurso, ¿no lo vas a usar?», se preguntaba Nagel. «Si seguís a la izquierda o a los medioambientalistas, no podés respirar», concluía. Sus familiares y amigos suelen repetirle las clásicas críticas al sector, como que los países libran guerras movidos por el crudo, pero él las considera injustas. Su mitad llena del vaso es la actividad que generan los equipos de perforación, los empleos con altos salarios que crean, la cantidad de gente que compra tierras en Neuquén y la infraestructura en construcción.
Aunque en los últimos años se haya mostrado más, Alejandro Bulgheroni no suele hablar en público y le huye a los flashes. Por eso sorprendió cuando en octubre de 2013, en medio del congreso Argentina Oil & Gas, expresó sus reparos, los primeros de un hombre fuerte del sector, sobre Vaca Muerta. Venía a arruinar la euforia petrolera que tres meses antes había provocado el acuerdo YPF-Chevron.
—Podemos decir que los resultados no han sido del todo satisfactorios. Esta poca experiencia, la falta de tecnología de las compañías de servicios en la Argentina y los altos costos operativos en la inversión harán muy difícil la rentabilidad de estos proyectos —afirmó.
La convención reunía a los mayores referentes técnicos y empresariales del rubro. El reservorio que recién empezaba a descubrir la opinión pública generaba entusiasmo, pero algunos de ellos tenían sus dudas. El mayor de los hermanos Bulgheroni las expresó. Apretó los bordes del atril, miró el discurso que venía leyendo y disparó contra YPF:
—Para avanzar en una explotación masiva se precisa de más operadores para elevar la inversión, así como también que las compañías compartan información de las tareas realizadas hasta ahora. —Segundos antes, ya le había endosado la factura a Galuccio: —La información es escasa y no se comparte abiertamente entre los distintos operadores.
—Argentina necesita no solo de YPF sino de todas las compañías para recuperar el autoabastecimiento —reconoce Bizzotto, el gerente de la petrolera estatal encargado de desarrollar el cluster shale de Loma Campana. —Deberían generarse estas actividades en otras compañías en convencional y no convencional. Por eso YPF comparte información técnica con sus competidores —rebate las críticas de Bulgheroni.
En las oficinas con vista al río de YPF opinan que el preacuerdo con los accionistas de Bridas, PAE y Axion fracasó porque, a diferencia de Chevron, no querían entrar semejante millonada en un país con controles de cambio. Dicen que Galuccio confió al principio en ellos, pese a las referencias que les daban otras grandes petroleras sobre ambos, pero ahora considera que son parte de los muchos empresarios argentinos que viven más de la relación con la política que de la gestión para bajar costos, contratar el mejor personal y dominar los procesos productivos.
Carlos Bulgheroni había logrado negociar con los talibanes y otros señores de la guerra civil de Afganistán en 1994, 7 años antes de la invasión norteamericana, para convencerlos de construir un gasoducto que llevara combustible desde Turkmenistán hasta Pakistán e India. Pero no pudo con el Mago de YPF. En parte fue porque Bulgheroni no logró convencer de sumar a la inversión a sus socios de la china CNOOC, temorosos de un juicio de Repsol, ni muchos menos a los de la británica BP, con los que perdió su buena empatía de antaño.
En Vaca Muerta, PAE tiene poco pero buen acreaje. Allí perforó varios pozos experimentales para extraer crudo en Vaca Muerta durante 2013, pero resultaron poco rentables. En cambio, en 2014 empezó con los pozos de tight gas y sus plantas de separación instaladas en ese campo no dan abasto. Y además está explorando hidrocarburos no convencionales en el golfo San Jorge.
De todos modos, los Bulgheroni aún dudan de este negocio en Argentina. Consideran que todavía falta el desarrollo tecnológico y la capacidad empresaria que solo observan en Estados Unidos. Calculan que recién en 2017 o 2018 lograrán bajar suficiente los costos como para que la actividad en Vaca Muerta se torne rentable. Lamentan que el país hayan creído que ahí había enterrado un tesoro que enriquecería a todos y advierten de que el shale no es como la soja, que se planta y cultiva cada año.
Los Bulgheroni son de los tantos grandes empresarios que apoyaron a Menem y su desregulación petrolera. Son de los que se quejan de los cambios regulatorios que llegaron con Néstor Kirchner y de los que repiten que es mejor invertir en países en conflictos armados, como Irak, que en aquellos donde rige la inestabilidad de reglas. Pese a que Perú consiguió convertirse en los últimos años en el nuevo país «estrella» para el FMI, los hermanos millonarios de Argentina se marcharon de ahí por la inseguridad jurídica. Y a pesar de sus críticas veladas al kirchnerismo, desde la crisis de 2001 hasta ahora PAE pasó de producir el 8% de los hidrocarburos de Argentina al 18% y llegó a convertirse en la petrolera con más reservas del país. Habrá que ver si ahora la supera la YPF estatal, que está liderando la inversión para recuperar su propia producción y anhela oficiar de ejemplo, testigo y traccionador de toda la industria y sus proveedores.
Una foto conmovió al mundo petrolero argentino el 11 de noviembre de 2013. Su Santidad el papa Francisco, o Francisquito, como lo rebautizó Maradona, apareció en una imagen sosteniendo una remera que le estaba regalando en ese momento Pino Solanas en el Vaticano. La prenda decía «No al fracking» y llevaba el símbolo de prohibido sobre los pozos petroleros no convencionales. En algunas placas el ex arzobispo de Buenos Aires aparecía con cara de circunstancias. En otras sonreía.
—En Estados Unidos casi no salió esa foto. Acá la mayoría de los medios no da noticias contra la industria del petróleo. Pero lo vi en diarios católicos. Antes de eso ya sabía que teníamos un buen Papa —se enorgullece la hermana Elizabeth.
Aunque sabe que Bergoglio es jesuita, la monja destaca que haya elegido el nombre de San Francisco de Asís.
—Los franciscanos son muy buenos, pero tienen pozos a pocas millas de Nixon, Texas —cuenta la monja en su auto al paso de una locación en pleno fracking. En ese pueblo de 2.200 habitantes la mayoría vivía de las food stamps del gobierno norteamericano y de la maloliente planta de procesamiento de pollos Holmes, hasta que en 2012 reabrió, gracias al boom de Eagle Ford, una refinería abandonada durante 20 años. Ahora hay quienes dejaron los subsidios por un buen sueldo de camionero o por otro no tan bien remunerado en los almacenes que se van inaugurando.
Pero la imagen del papa repercutió entre los defensores y detractores del fracking en Argentina.
La poderosa e hiperactiva vicepresidenta de comunicación y relaciones públicas de YPF, Doris Capurro, reaccionó y no descansó hasta conseguir su foto con el pontífice. Se trataba de una misión aparentemente fácil para todos los políticos y famosos de Argentina, con la llamativa excepción de Massa, que operó en su momento contra Bergoglio en la interna de la Iglesia local. En mayo de 2014, Capurro lo visitó en Roma y publicó por Twitter una imagen en la que le entregaba al pontífice una roca de Vaca Muerta. Ambos sonreían. Ella dijo que el Papa había dicho que la formación neuquina constituía «la esperanza y el futuro de Argentina».
Sapag opina que Pino Solanas engañó a Francisco:
—Le puso la remera en la mano. Tendría que mirar un poquito más al Riachuelo y el río Matanza, la cuenca que está dentro de los diez eventos de desastre ambiental más importantes del mundo. Hablan de la estimulación hidráulica como si supieran y en realidad ni siquiera saben qué es Vaca Muerta. Algunos creen que es un lugar o una concesión.
A Bressanelli, el obispo de Neuquén, tampoco le gustó la foto del cineasta. Y eso que había aceptado aparecer exponiendo sus reparos al fracking en el documental de Solanas.
—Me parece que es de mal gusto utilizar esa foto desde el punto de vista político y simplemente para decirle no al fracking. El Papa recibió un regalo, lo hace ver y nada más, no hay que sacar conclusiones más allá de que sabemos que es un hombre muy atento a lo social —critica Bressanelli, de la Congregación de los Leonianos.
—¿Cuál es su opinión del fracking?
—No me defino directamente anti-fracking sino que tengo muchas preocupaciones que recojo de la población misma y es importante afrontarlas para hacer una cosa realmente seria, si es que vale la pena hacerlo —responde el obispo—. No por solucionar un problema energético que es real o por buscar simplemente divisas se debe hacer algo sin pensar. Otros gobiernos del mundo cuestionan la metodología. Mi planteo es más bien pastoral porque sobre eso puedo hablar. No puedo hablar de la parte técnica. Lo pastoral tiene que ver con el acompañamiento del pueblo, con hacerse voz de las preocupaciones legítimas, exigir a los gobiernos y a las petroleras que hagan el trabajo a conciencia y plantearles algunos principios de orden universal, que no son cuestiones morales de la Iglesia. El primero de todos los principios es el precautorio: cuando están en juego valores o necesidades básicas de la población, tengo que agotar el estudio del problema antes de iniciar algo que pueda afectarla. Sobre todo si el riesgo es irreversible, no lo puedo hacer hasta no tener la absoluta seguridad de que no va a pasar. Otro principio para mí es el de la licencia social. Cuando tocamos cosas básicas, a la gente no se le puede imponer, hay que comprometida. Sobre todo esta licencia social es absolutamente necesaria cuando se entra en las tierras aborígenes porque lo prescribe nuestra Constitución y es una norma de la OIT.
—La norma de la consulta previa a los pueblos originarios por proyectos que los afecten…
—Sabemos además que los pueblos aborígenes han sido muy maltratados en el país. El relevamiento de sus tierras ya se debería haber terminado y se hizo solo un 14%. En esta provincia, menos del 14. Yo nunca me niego al diálogo para trabajar por el bien común, poniendo cada uno lo que está de su parte, pero el gobierno y las operadoras no son creíbles en cuanto a la palabra que dan. No digo que estén mintiendo…
—¿Por qué no son creíbles?
—No son creíbles porque con mucha facilidad afirman una cosa y después afirman otra. Con mucha facilidad hoy venden un producto y mañana lo descartan o viceversa. Me alegro del arreglo entre YPF y Repsol, entre Argentina, España y México, ¿pero ustedes se acuerdan lo que dijo Kicillof cuando se trató la expropiación? En un momento político se hace una afirmación y al otro momento se hace otra.
—¿Qué otro argumento tiene sobre el fracking?
—El otro principio es que ninguna generación es dueña total de los bienes de la naturaleza. Tienen que ser gestionados con la conciencia de que pertenecen a esta generación y a otras, mirando no solamente a Argentina sino a todo el mundo.
—¿Cuándo empezó a preocuparle el fracking?
—En 2010 fui el primero que habló. No estoy en rol de oficialismo u oposición, sino de pastor.
—Pero en el gobierno neuquino o las petroleras no habrá caído muy bien su posición.
—Posiblemente.
—¿Recibió críticas de parte de ellos?
—No, directamente no… Yo les dije estas cosas al gobernador y a todos. Tampoco quisiera que me tildaran de ambientalista, pero no puedo evitar lecturas parciales de lo que digo o que no entiendan que tengo el deber y el derecho de meterme.
—¿No tuvo conflictos con su feligresía, que incluye funcionarios y petroleros?
—Hasta ahora no.
—¿Hasta ahora?
—Esta es una diócesis que siempre estuvo en todas las problemáticas de la población. Hemos tenido como primer obispo a Jaime de Nevares, gran personalidad en todo lo que son los derechos humanos, en cosas que fueron tomadas por las banderas políticas y a veces las utilizan contra la Iglesia…. Por ejemplo, la Confederación Mapuche surge de don Jaime, pero ahora no siempre es benigna con la Iglesia. ATEN comenzó por el gran apoyo de don Jaime. Las manifestaciones de los 24 de marzo comenzaron acá en el tiempo de los militares. Las comenzó don Jaime con no más de diez personas.
A Bressanelli nunca lo invitaron a bendecir la inauguración de ninguna instalación petrolera en Neuquén. Sí lo llevaron una vez a una sede sindical de Comodoro Rivadavia, su anterior destino. En cambio, el gobernador lo citó para hablar del fracking. A la audiencia fueron también otros sacerdotes de confianza de Bressanelli y Adolfo Pérez Esquivel, católico identificado con la Teología de la Liberación que ganó el Nobel de la Paz en 1980 por su lucha contra la dictadura. Sapag conocía a Pérez Esquivel porque este pintor, escultor y docente le había dado clases de dibujo hacía muchas décadas.
—Les he pedido que por favor todas las afirmaciones las hagan con mucha información en la mano —recuerda el gobernador.