Capítulo 15

La brecha

Como en la porteña Villa 31 con los edificios caros al otro lado de la Avenida del Libertador, las tomas de Añelo disputan cada metro cuadrado del área derrumbable e inundable de entre una y dos cuadras de ancho por diez de largo que se extiende entre la ruta 7 y la ladera de la meseta donde el intendente Díaz imaginó la «nueva Añelo» o Añelo II. En ese territorio en pugna también se cuelan el pequeño cementerio del pueblo, los locales donde funcionarán los bancos y el supermercado La Anónima que levanta Ingeniería Sima. Es una pelea caótica: hay paredes de ladrillos en construcción, chozas de madera con camionetas estacionadas en la puerta, basura que se quema, caballos pastando y niños jugando a pocos metros de sedes como la de TSB, con su tránsito pesado de camiones blancos que llevan y traen agua.

Alfredo Sayes y su pareja Yanet Castro llegaron en camión hasta esas tomas con sus 21 y 18 años, y sus dos hijos de 1 y 4 años, en julio de 2013. Su trabajo en las chacras frutales dejó de alcanzarles para mantenerse. Abandonaron por primera vez en su vida su pueblo natal, Barda del Medio, e hicieron los 70 kilómetros que los separaban de Añelo tras la promesa de un empleo en Real Work, la empresa de las mantas de pluma de pollo. «Fui a hablar con el intendente. Quería que nos diera una mano por la luz y me dijo que no puede haber gente acá porque es zona de derrumbe. Pedimos otro lugar, pero yo por mí me quedo acá», contaba a fines de 2013. Un año más tarde, donde estaba su choza de madera precaria había varias viviendas en construcción y otras prefabricadas para alquilar a empresas. Pero también nuevas tomas, unos metros más allá.

Pasando la travesía urbana de Añelo, entre la barda y la ruta 17, una casa tenía colgado en 2013 un cartel de «se alquila». La dueña había dejado viviendo en ella a un albañil chileno de 54 años de su confianza para que no se la ocuparan. La mujer y la hija del albañil se habían quedado viviendo en Neuquén capital, y él no tenía gran interés en la industria del petróleo. Un año después, como la choza de Yanet y Alfredo, la casita no estaba más. En su lugar se erigían unos dúplex coquetos y minimalistas.

Unos van a las tomas y otros a los cinco hoteles del pueblo. Héctor Puentes, asesor comercial de Sancor Salud, era uno de los huéspedes del mejor hotel de allí, el tres estrellas Sol del Añelo, en noviembre de 2013. De 40 años, a los 16 había empezado a viajar desde Neuquén capital para vender juegos de sábana. En 2012 volvió para ofrecer seguros de vida y accidentes laborales. «A partir del anuncio de Chevron, aparecieron muchas petroleras y de servicios, como una empresa de Bahía Blanca que va a poner un lavadero industrial y contratará 12 personas», contaba Héctor en noviembre de 2013 en el lobby del hotel. «Mi empresa quiere poner acá una filial», agregaba. Un año después ya estaba instalada al lado de la panadería San Cayetano.

Alejandra, chilena de 42 años, había llegado en 1971 a Argentina y en 2007 al pueblo porque un jefe suyo, dueño de una empresa de catering de Cipolletti, había comprado el Sol del Añelo, que por entonces era una parrilla con ocho habitaciones. «Al principio los que venían a comer querían seguir haciendo lo de siempre, son muy maleducados, piensan que por ser petroleros eso les da derecho a todo, pero tuve mucho carácter, no les fue bien, hice denuncias, llamé a sus empresas y no se les permitió más entrar al hotel», se jactaba Alejandra en aquel noviembre de 2013. Ya para entonces el establecimiento tenía 70 habitaciones, comedor para empresas y otros clientes y salón de conferencias, y en su playa de estacionamiento se acumulaban 36 pick-ups, la mayoría Toyota Hilux, made in Zárate, con la insignia de YPF, otras Ford o Chery y alguno que otro auto. Un hotel cuatro estrellas se comenzaba a edificar enfrente.

Al año siguiente, Alejandra volvió a Chile y el hotel competidor seguía sin terminar. «Tenía que inaugurar a principios de 2014, pero está retrasado por la compleja situación del país. Me pasa a mí con las obras públicas. Valían 2 millones de pesos y ahora valen 3 millones, por la inflación», criticaba el intendente Díaz. Además se cayeron dos proyectos hoteleros, incluido el de un Holiday Inn. «Hay cadenas como Dazzler, Fën y Howard Johnson que piden venir, pero no tenemos dónde», argumentaba Díaz. Mientras tanto, los antiguos Alfa y Eleodoro estaban copados por dos perforadoras que alojaban allí a sus operarios. El Eleodoro ofrecía 13 habitaciones dobles, que en general eran utilizadas por un petrolero que trabajaba de noche y otro que lo hacía de día. Una suerte de «cama caliente», pero cada uno con su lecho individual.

Los precios de las habitaciones también se dispararon en función de la demanda. En el Sol del Añelo la doble costaba en noviembre de 2014 unos $ 840 (u$s 98). En la ciudad de Neuquén los precios subieron tanto que los altos ejecutivos de Shell se quejaban de que una individual en el hotel Tower, de cuatro estrellas, había cuadruplicado su precio en 2 años, hasta llegar a los $ 1.600 (u$s 187).

Al calor de Vaca Muerta también se inaguraban en 2013 emprendimientos lejos de allí para sustituir importaciones. En Mar del Plata abrió la primera planta del país para montar equipos de perforación de pozos. La empresa QM Equipment se las arregló para hacer reverberar allí también la fiebre fracker. Aprovechó que la mano de obra era más barata que en la inhóspita Patagonia y que ahí tenía el puerto para recibir los componentes de cada torre. Los primeros equipos de fractura se habían importado usados, pero la hiperactividad en las áreas estadounidenses de Eagle Ford y Bakken en aquel tiempo no liberaba ninguno más. Así que el dueño de QM, Marcelo Güiscardo, un ex jefe de Galuccio en YPF, se lanzó a ensamblar motores y bombas difícilmente producibles en el país, pese a que demoraba un año y medio para terminar los sets y sus competidoras norteamericanas los ofrecían en un mes y medio. Siempre es tentador producir un bien cuando su oferta es restringida y su demanda luce infinita, como ocurría en 2013 con esos equipos, aunque después del derrumbe del barril de crudo en 2014 ya eran menos los que los querían. De hecho, Total fue una de las petroleras que a principios de 2015 anunció recortes de sus inversiones en el shale de Estados Unidos y en el Mar del Norte.

¿Está bien que YPF haya aumentado sus combustibles un 60% entre mediados de 2013 y mediados de 2014, muy por encima de la inflación y de la suba del dólar? Para Gadano, el antiguo asesor del macrista Sturzenegger y actual hombre de consulta de Galuccio, no había alternativa.

—En una economía inflacionaria y devaluacionaria como ésta, es lógico que las empresas financien sus inversiones con su cash flow. A mí me preocuparía que el precio de la nafta se usara como un ancla inflacionaria o que el Gobierno usara YPF para juntar dólares. Es lo que la hundió a lo largo de toda su historia —dice el autor del libro Historia del Petróleo en la Argentina.

El 22 y 23 de enero de 2014, Cristina Kirchner terminó aceptando la devaluación del peso que venía resistiendo desde los controles de cambio de 2011. «Los que quieren ganar plata a costa de la devaluación y del pueblo, van a tener que esperar a otro gobierno», había dicho en 2013.

—Si arranca bien Vaca Muerta, la plata de más que pagará el consumidor quedará en el país, en Neuquén y en los proveedores. Y si no, habrá que usarla para comprar cada vez más petróleo y gas en el exterior. En cualquier caso, habrá que pagar más para financiar las inversiones o las importaciones. Y eso está bien, porque es una locura seguir subsidiando la nafta para los autos —razona el asesor de YPF.

La decisión de aumentar el precio en los surtidores desde 2012 encendió algunas internas en el elenco oficial. Corrido del medio De Vido, la tensión por el precio en los surtidores no fue entre Galuccio y Kicillof sino entre los funcionarios del área de Energía y los abocados a la macroeconomía. Nicolás Arceo y Emmanuel Álvarez Agis, dos de los colaboradores más estrechos del ministro de Economía, llegaron incluso a discutir airadamente y a los gritos por esos precios en reuniones de trabajo de la «mesa CENDA», como se conoce en el axelismo al grupo que proviene del centro que orientaba Kicillof. Finalmente se impuso Arceo, con el argumento de que toda la demanda incremental de combustibles se abastecía con importaciones y terminaba presionando un balance de pagos ya en rojo. «El crudo en Argentina está dolarizado desde los años 90, no se puede revertir hoy y es imposible que la devaluación del 22% como la de enero (de 2014) no se traslade a los surtidores», evaluaba a fines de ese año uno de los funcionarios que, como Arceo, empujaron los incrementos.

—Subió la nafta entre 2013 y 2014 por la devaluación y por la suba del barril de crudo, más un pequeño margen adicional que se concedió a las refinadoras, que no tenían demasiado. Convalidar esos aumentos fue un costo alto pero necesario. El problema es que tenés oferta corta: cuanto más demanda hay, más importás. Incrementar el precio para bajar el consumo te favorece en el sector externo —explican en el Palacio de Hacienda, con la mira puesta en la macro.

Galuccio no escatimaba en gastos en el exterior pese a la devaluación. Viajó en enero de 2014 a Kuala Lumpur para visitar las Torres Petronas de Pelli, pero no por el interés de conocer los que fueron los edificios más altos del mundo entre 1998 y 2004 sino para conseguir dólares para Vaca Muerta. Allí está la sede de la petrolera estatal malaya, que se llama justamente Petronas. Al mes siguiente aterrizó en Buenos Aires el presidente de la firma asiática, Tan Sri Dato Shamsul Azhar Abbas, para firmar un memorándum de entendimiento para explotar junto con YPF el área La Amarga Chica, la misma donde Petrolera Argentina, de Schvartzbaum, había hecho un fabuloso negocio inmobiliario. Para cerrar el acuerdo definitivo en diciembre de 2014, Galuccio batalló para que GyP renunciara a su participación minoritaria en ese bloque. No fue la crisis de deuda de julio de ese año la que demoró el trato final sino la negociación para que la petrolera estatal neuquina cediera sus acciones en La Amarga Chica y otro yacimiento de interés para YPF a cambio de seis áreas que la petrolera nacional mantenía con producción marginal. Fue una victoria del Mago. Argumentaba que, si no, Petronas desistiría de invertir porque, al igual que a otras petroleras, les disgustaba que GyP se quedara con un porcentaje del proyecto sin participar de la inversión inicial. En cambio, Galuccio perdió en su intento de eliminar la presencia de las petroleras provinciales a través de la ley federal de hidrocarburos aprobada en octubre de 2014.

El Mago no solo buscaba socios sino también financiamiento externo. En marzo de 2014, un grupo de 30 agentes de bancos internacionales como JP Morgan y Citigroup, de otras entidades argentinas y brasileñas y hedge funds visitó Neuquén invitado por YPF. Los inversores sobrevolaron Loma Campana en helicóptero y almorzaron con Sapag y Galuccio. Después volaron a Buenos Aires, donde la plana mayor de YPF tenía preparadas al día siguiente varias presentaciones, con el Mago siempre activo como anfitrión. Entre diapositivas, gráficos, planos, cafés y sandwichitos, la charla se fue distendiendo y pasó a lo político. Fue entonces cuando en un inglés de pronunciación rústica pero amplio vocabulario, el entrerriano prometió: «El próximo gobierno va a ser más amigable con los mercados». Era lo que necesitaban escuchar los invitados, pero a los argentinos presentes no se les escapó que la frase salía de labios de un funcionario designado por el propio gobierno.

Galuccio no se detuvo ahí. También quiso ofrecer garantías de que las ganancias obtenidas en Vaca Muerta no quedarían atrapadas en Argentina.

A los pocos minutos se confirmó la noticia de que para el almuerzo se les uniría el entonces jefe de Gabinete, Jorge Capitanich. Pero el chaqueño llegó sorpresivamente acompañado por la senadora Lucila Crexell y Kicillof, a quien todos los financistas querían conocer. También asombró que, en perfecto inglés Kicillof ofreciera a los inversores las mismas garantías: rentabilidad, precio, libre disponibilidad de divisas y todo el pliego de reclamos que la industria energética le planteó el kirchnerismo sin éxito durante años. Con la ley federal de hidrocarburos se materializó la promesa sobre lo referente al control de cambios.

La YPF nacionalizada ya venía emitiendo deuda, primero en el mercado interno y, desde septiembre de 2013, en el extranjero. En abril de 2014 logró la mayor colocación de bonos de una empresa argentina en toda la historia: 1.000 millones de dólares en Nueva York a un plazo de 10 años y un interés del 8,75%. La emisión atrajo a más de 300 inversores de fuera. Parecía una señal de que el Estado argentino también iba a poder colocar deuda en el exterior, como no hacía desde la crisis de 2001, pero a bajas tasas, como las que estaban consiguiendo Bolivia o Ecuador.

Pero el gobierno de Cristina Kirchner no pudo financiarse tras las fronteras. Sucedió que en junio de 2014 la Corte Suprema norteamericana ratificó de hecho el fallo del juez neoyorquino Thomas Griesa en favor de los fondos buitre y otros inversores que rechazararon la reestructuración de deuda de Argentina. Desde el 30 de julio los acreedores que sí la habían aceptado en Nueva York y Londres no pudieron cobrar más allí. La canilla externa se taponó: en febrero de 2015 YPF buscó 750 millones de dólares y consiguió 500 millones. De todos modos, el director financiero de YPF, Daniel González, dijo en agosto de 2014 en un intento por calmar a los inversores que la petrolera ya contaba con financiamiento hasta el mismo mes de 2015. Entre las huestes de Galuccio aseguraban incluso que habían emitido de más y confiaban en el «saque» que le habían dado al precio de los combustibles como medio para financiarse. Solo admitían que el entorno macroeconómico podía desalentar las decisiones de los ejecutivos que leían las noticias desde el hemisferio norte.

El presidente de YPF también libraba por aquel tiempo otras batallas. Hacia mayo de 2014, la guerra con los Bulgheroni era total. En un cóctel en la embajada británica, quizá sin advertir que sus palabras serían reproducidas fuera de aquellas paredes, el Mago sugirió a un empresario que De Vido y los multimillonarios dueños de Bridas debían «ir presos» por las presuntas coimas en la extensión de la concesión chubutense de Cerro Dragón en 2007. Dos meses antes, la británica BP se había autodenunciado ante la SEC por sobornos abonados por ejecutivos de Pan American Energy (PAE), la empresa que comparte con Bridas, a los gobiernos nacional y chubutense para mantener el control de ese reservorio hasta 2047. La compañía británica buscaba así reducir las sanciones que podría sufrir en caso de corroborarse su pago. El caso, sin embargo, no tuvo la repercusión mediática que merecía el mayor yacimiento de crudo del país. Un descuido de todo el periodismo nacional que Galuccio hizo notar en privado ante varios influyentes hombres de prensa, acaso con la intención de azuzarlos para que lo siguieran. Contrariado por la habilidad de los Bulgheroni para esquivar el escándalo, finalmente se rindió y siguió adelante.

Aranguren se entusiasmó cuando en marzo de 2014 recibió en sus oficinas de Shell en Buenos Aires un informe en tiempo real del comand center de un pozo del yacimiento Sierras Blancas. En ese container, los monitores muestran lo que sucede en el fondo del pozo. Y ahí, a 3.250 metros de profundidad, Halliburton estaba fracturando una, dos y hasta 15 veces la roca de Vaca Muerta para que el petróleo, que allí está a una temperatura de entre 98º y 102ºC, comenzara a subir en busca de menor presión a la boca del pozo, arriba, donde había 26ºC. Era la primera vez que la petrolera angloholandesa hacía un pozo semejante en la roca neuquina, después de un año y medio de producción experimental. En los yacimientos suele haber petróleo y gas. A las empresas les interesa más el crudo, por su mayor rentabilidad, pero a veces hay más gas y entonces lo aprovechan. Pero en aquel pozo de Sierras Blancas había mucho petróleo. Quizá era más productivo que los de Eagle Ford, aunque menos que el que después haría la misma empresa en Cruz de Lorena y que los de Exxon en Vaca Muerta.

A esa locación de Sierras Blancas se acercó al mes siguiente Cipo, el periodista de la Multisectorial contra la Hidrofractura, junto a documentalistas que estaban trabajando para el más antiguo canal público de la televisión holandesa, NPO 1. Lo fue a encarar uno de los operarios de Shell, de esos que con secundaria completa pueden ganar con horas extra hasta $ 60.000 (u$s 7.025), a veces más que el ingeniero que le da órdenes. Los periodistas no mostraron la cámara. Tampoco se identificaron. Sabían que si lo hacían, el diálogo se tensaría. Le comentaron que estaban de paseo. El petrolero les dijo que debían retirarse del pozo por cuestiones de seguridad. Ellos salieron del perímetro y comenzaron a alejarse un poco, pero después volvieron a la carga para filmar el flare desde cerca. De repente el mechero escupió la bocanada de fuego de un dragón.

—Nos quisieron asustar y nos cagamos hasta las patas. Salimos corriendo. Los tipos se reían de nosotros —recuerda Cipo con una sonrisa, en remera y bermudas.

—Solo una vez cerramos un pozo —cuenta aquel operario de Shell tiempo después a unos invitados a esa locación.

Tres cabras negras y otra blanca pastaban al otro lado del cerco perimetral, pese al ruido de motores del pozo en producción y del martilleo que provocaba la descarga de los cuatro tanques de crudo a un camión de TSB.

—Eran unos ecologistas que entraron a mirar —recuerda el empleado—. Fueron corriendo al flare y, como no sabíamos qué iban a hacer, cerramos el pozo. Y cuando uno cierra el pozo quema de golpe todo lo que está en el tubo.

En general solo se baja la llave ante incendios o derrames. Pero esa vez fue la visita inesperada de Cipo lo que dejó sin fluir por unos minutos ese «crudo muy lindo» que sale de aquel subsuelo y que pone «contentos a los refineros de Dock Sud cuando lo reciben», según lo describen en Shell. El operario no les había gastado ninguna broma a los documentalistas. También había sentido miedo aquella tarde.

Hamilton, el jefe de la petrolera para nuevos proyectos, había visitado ese yacimiento solo un mes antes de la fractura.

—Había ahí una actividad muy positiva —recuerda ya de vuelta en Houston.

En 2015 o 2016 habrá una planta de separación de petróleo, gas y agua de Shell para Vaca Muerta con control telematizado, y este petrolero británico podrá monitorear en vivo lo que ocurra. Si es que se le antoja. Porque él se dedica a los negocios:

—En Argentina la cosa va a ir más lento que en Estados Unidos. Empresas independientes como EOG van a preferir seguir haciendo negocios seguros. Las grandes buscarán desarrollar la tecnología, optimizar la producción en términos comerciales, pero para ellas también hay una fuerte inestabilidad. Las grandes podemos tomar riesgos, pero no riesgos irrazonables.

En 2016 o 2017 deberá decidir si arman el cluster shale.

La que jamás se imaginó que todo aquel movimiento iba a ocurrir por ahí era la dueña de aquellas cuatro cabras.

—Las chivitas tiran (abortan) los chivos, las vacas también. Nunca había visto algo así —se queja Nora Gómez de Flores en el rancho que habita desde «hace 38 o 39 años» en Punta de la Sierra, lo que después se llamó yacimiento Sierras Blancas—. Tengo 78 años, me parece...

Doña Nora sí recuerda que su marido, fallecido en diciembre de 2013, poco antes de aquella fractura, compró ahí el puesto, que entonces era solo una habitación, a un tal Ciro Fuentes. Querían dejar de andar días en lomo de burro desde el cerro Auca Mahuida para comprar mercaderías. Allí tuvo nueve hijos, pero ahora vive solo con una de ellas, su yerno, un sobrino y dos nietos, uno de los cuales, Arturo Flores, pidió a la provincia de Neuquén el reconocimiento de las 10.000 hectáreas que rodean ese rancho con luz a pantalla solar, sin heladera y con agua traída en bidones por la municipalidad de San Patricio del Chañar. Los Flores dicen que hasta principios de siglo las tuvieron bajo el régimen de adjudicación en venta, pero no terminaron de pagarla y el gobierno de Sobisch decretó después una restricción de dominio en toda la provincia que implicaba el despojo de tierras para fines petroleros.

—En 2012 llegaron las porquerías esas con sus autos, que pasaban por acá enfrente sin parar. Mi marido fue informado, pero no podía hacer nada —cuenta la viuda, con blusa negra, pollera larga, unas ojotas que apenas contienen sus pies hinchados, 230 cabras, 44 vacas y dos choiques «ariscos» como mascotas.

—Yo he ido a tomar mate con los Flores —comenta el gerente de logística de Shell para Vaca Muerta, Leonardo Gallo, de regreso del pozo histórico para la filial de su compañía.

Gallo, de 34 años, con 10 en Shell, es ingeniero ambiental de la Universidad Católica Argentina (UCA) y dejó el barrio porteño de Palermo y su afición por los teatros para radicarse en Neuquén hace 3.

—Si esto contaminara, yo no lo haría —jura.

No solo los Flores reclaman esas tierras. Antes que ellos inició el trámite otro puestero de apellido Gómez.

—Es muy difícil si hay puesteros que dicen que son dueños de toda la Patagonia —se queja el jefe de Gallo, Maximiliano Hardie—. Los Flores estaban bien con nosotros hasta que fueron a hablar con abogados.

Gallo destaca que Ingeniería Sima, contratista de Shell, contrató a uno de los Flores en las obras iniciales del yacimiento. Las primeras camionetas que vio doña Nora frente a su puesto eran de esa empresa proveedora.

Manfio, vicepresidente ejecutivo de Ingeniería Sima, está orgulloso de la obra que hizo en 4 meses para que esa locación de Sierras Blancas tuviera agua. En su amplia sede del parque industrial de Neuquén, muestra fotos de la pileta de 70 metros por 70 con capacidad para 10.000 metros cúbicos de agua, tanto como en «cuatro piletas de Nordelta», el pueblo cerrado de Tigre. La obra incluyó un chupador de agua desde un canal de San Patricio del Chañar y la cañería de 8 pulgadas hasta esa pileta separada de la tierra por membranas.

—Shell es tremendo en medidas de seguridad —elogia Manfio.

Benito Jara es el sobrino de doña Nora de Flores que trabajó de sereno 10 meses para Ingeniería Sima. Las empresas suelen contratar empleados del lugar por presión de los intendentes y sindicalistas. Benito, de 52 años, que antes solo había trabajado en el campo familiar y como peón en chacras de manzanas, se compró un caballo con esos sueldos de la proveedora petrolera.

—Después alguien me lo afanó —cuenta vestido de boina, con la camiseta azul de la Selección Argentina y el nombre de Riquelme estampado atrás, bombachas de gaucho, faja, facón y zapatillas rústicas—. Si las petroleras me dan trabajo, agarro, pero después se van y echan a perder el campo.

Benito se queja en el polvoriento patio del puesto, donde una muñeca y un oso de juguete de algún nieto de doña Nora quedaron por allí tendidos.

El abogado experto en derecho ambiental Juan Fittipaldi tiene su despacho en pleno centro de la capital provincial, pero fue «dos o tres veces» a ver a los Flores, según una de las hijas de Nora, Silvia, de 34 años y residente en Añelo. Silvia es además la madre de Arturo, de 19, a nombre de quien está el pedido de tierras.

—Fittipaldi vino diciendo que nos iba a ayudar. Le dimos un poder y nos pagó registrando a su nombre una cantera de ripio que hay acá cerca —lamenta Silvia Flores.

Fittipaldi no responde a esa acusación. Antes de que recayera sobre él, en noviembre de 2013, comentaba en su estudio que él no representaba nunca al Estado ni a las petroleras, y que tenía un micro en la Radio Universidad del Comahue llamado Código Shale. Tampoco defendía a comunidades mapuches:

—Hacen piquetes y no van presos, extorsionan a las petroleras y a los gobiernos.

Silvia Flores, su hijo Arturo y otas dos parientas armaron una vez un piquete con alambres en una picada rumbo aquel pozo fracturado por Shell. La petrolera logró que una jueza enviara a la policía neuquina para abrir el camino. Los Flores sacaron los alambres y nunca más hicieron cortes de picadas.

—Dijeron que iban a denunciarlos penalmente por impedir el derecho constitucional al trabajo —explica en el puesto de los Flores el vicepresidente de la Asociación de Superficiarios de la Patagonia (Assupa), Bruno Apis, estudiante de abogacía de 38 años.

En noviembre de 2014, Apis fue a contarle a Silvia Flores que la provincia había rectificado y, en lugar de reconocerle una hectéarea y media, por la que iba a cobrar una servidumbre de $ 20.000 (u$s 2.340) anuales, iba a aceptar el reclamo total. Apis planea acabar sus estudios en Buenos Aires en 2016 para regresar a Neuquén y retomar su empresa Darwin S.R.L., que se dedica a asesorar técnica y jurídicamente los procesos de remediación ambiental a los que deben someterse las petroleras condenadas por la justicia.

—Los Apis encontraron la veta de levantar gente contra las petroleras —opina Hardie, de Shell, al lado de los tanques de aquel pozo en Sierras Blancas—. La solución es que la provincia reconozca a los puesteros y después es más fácil para nosotros arreglar. ¿Qué culpa tengo yo si ellos no tienen título? En los años 90 la policía intervenía si había piquetes. Ahora, no.

Los televidentes holandeses pudieron ver en mayo de 2014 el documental sobre el fracking en Argentina. Vieron containers amarillos destapados y llenos de residuos en pleno yacimiento de Shell. «Los containers deberían haber sido removidos y lo tomamos como una lección aprendida en nuestras actividades allí», respondió un posterior comunicado de prensa de la petrolera al canal NPO1. Los espectadores oyeron a la familia Flores en su puesto visiblemente añoso. «Son una de las muchas familias que se asentaron ilegalmente cerca de nuestras actividades. En general tenemos buena relación con estas familias, pero tenemos cierta evidencia de que quieren lucrar con actividades de Shell y otras compañías», contestó la petrolera con sedes en La Haya y Londres.

«Hay buenas expectativas en ese pozo», destacaba Aranguren una semana después de aquella primera fractura en tierra disputada por los Flores y los Gómez. En una sala de reuniones de la oficina de Shell en el centro porteño, analizaba primero los aspectos geológicos: «La calidad del recurso de Vaca Muerta es atractiva en comparación con Marcellus o Eagle Ford». Pero después aclaraba que se requerían otros cuatro factores para «valorar el éxito». Uno, el tecnológico: «Necesitás 55 cuadras de coiled tubing (tramo de tubo continuo embobinado, que luego se desenrolla antes de ingresar al pozo), romper los tapones que se hacen después de cada fractura, tener tecnología para detonar 1.500 metros abajo». Tercero: «Necesitás capital. Hay que reducir costos. El costo de un pozo horizontal está en 10 o 12 millones de dólares. A eso multiplicalo por los 300 pozos que hacés en cada concesión. No es fácil fondear eso». Cuarto: «El precio del gas y del petróleo. Si no es económico, se ajusta a países donde hay mercado. El desarrollo de la producción tiene que ir acompañado con el desarrollo logístico». Quinto tema: «El regulatorio». Discurso conocido. Aranguren terminaba su análisis diciendo que YPF se había lanzado a la producción masiva porque su urgencia radicaba en elevar la producción y no en una explotación «eficiente». Pocas cosas irritan más a Galuccio que las acusaciones de producir a pérdida.

Apenas recibió como indemnización por YPF los bonos del Estado argentino, Repsol los vendió. Eran los primeros días de mayo de 2014. JP Morgan, el banco encargado de la colocación del bono a Repsol, apareció cuando el trato entre la petrolera española y Argentina ya estaba cerrado. Repsol tenía como asesor al Banco Credit Suisse, pero sobre el final decidió armar el negocio con Morgan. La entidad le ofreció comprarle todos esos bonos y luego colocarlos de a poco entre inversores minoristas, cuando Argentina aún no había caído en la crisis de deuda.

En Economía celebraron aquel acuerdo y confiaban en que los logros de YPF servirían para que futuros gobiernos no rematasen Vaca Muerta al mejor postor. «Queremos dejar todo ordenado y la empresa en plena capacidad, para que sea bien difícil de privatizar», comentaban cercanos a Kicillof, pese a que los pocos políticos que rechazaron la estatización de YPF, como Macri, niegan ahora que vayan a venderla en caso de llegar a la Casa Rosada.

Aunque el gobierno lo levantó como su principal argumento para acordar la indemnización, nadie esperaba sinceramente que apenas cerrado el conflicto con Repsol se formara una fila de empresas para invertir en Vaca Muerta. «Hay varios acuerdos posibles dando vueltas, pero tampoco queremos cerrarlos a cualquier costo. Se van a dar en los próximos años», decía cauteloso uno de los negociadores que puso Kicillof en aquella mesa. Los petroleros privados también defendieron el pago porque, sin él, Repsol estaba en posición de enjuiciarlos si hacían sociedades con YPF. Y las empresas, en lo posible, prefieren evitar los juicios, más allá de que a Chevron y Dow no les hubiese importado. En el cuartel general de Shell en Houston, el escocés Hamilton sostuvo que «el acuerdo de Argentina con Repsol mejoró mucho la situación para invertir», aunque agregaba que «es difícil dejar de tener en cuenta que YPF fue expropiada, y cómo lo fue». De todos modos, Shell anunció en noviembre de 2014 inversiones adicionales en Vaca Muerta por 250 millones de dólares y Total, otros 300 millones.

La petrolera francesa, sin embargo, seguía enfrentando una tenaz resistencia de los ambientalistas neuquinos por sus perforaciones en una reserva natural. Una muestra de ese malestar llegó aquel mismo mayo de 2014, cuando Carolina García, la ingeniera que trabaja en la Dirección de Áreas Naturales Protegidas del gobierno provincial, viajó a París enviada por la Multisectorial contra la Hidrofractura para interpelar al CEO de la compañía gala, Christophe de Margerie, en plena asamblea de accionistas.

—Ustedes dicen que son una empresa responsable, que respetan los más altos estándares sociales y ambientales en el mundo. Pero aunque los funcionarios políticos del gobierno de Neuquén les han dado autorización ¿qué credibilidad tienen como empresa responsable cuando decidieron adquirir tres concesiones adentro del área protegida de Auca Mahuida? ¡Es su empresa la que hizo un pozo no convencional en una zona todavía no afectada del área y es su empresa la que decidió no renunciar a perforar el pozo aunque el informe técnico de los expertos ambientales de la Dirección de Áreas Naturales Protegidas señalaba riesgos importantes!

Carolina había comprado unas pocas acciones de Total para poder entrar y preguntar en la asamblea de la petrolera. Lo hizo junto con activistas de la Asociación Amigos de la Tierra Francia, que denunciaban la actitud hipócrita de su gobierno al prohibir el fracking dentro de su territorio pero permitir que las compañías de su país lo hicieran en el extranjero. El CEO de Total se limitó a responder que la firma se había comprometido a no operar en áreas protegidas reconocidas por la Unesco y que Auca Mahuida no lo era.

El gobierno de Obama, mientras tanto, no cejaba en sus esfuerzos propagandísticos pro fracking. El día de mayo en que Daniel Poneman visitó Buenos Aires por última vez como funcionario, poco antes de renunciar como viceministro de Energía, una tenaz llovizna cubría la ciudad. El mal clima no le impidió a su embajada convocar a un centenar de funcionarios, ejecutivos, periodistas especializados y analistas del mercado hidrocarburífero al Salón Rojo de la Facultad de Derecho de la UBA, que se vistió para la ocasión con la bandera de tiras y estrellas junto a la celeste y blanca. Poneman venía de ver por separado a Galuccio y a De Vido. Al día siguiente sobrevolaría Vaca Muerta con el jefe de YPF. Entusiasmado, dijo en la UBA que «Argentina aparentemente tiene reservas de clase mundial en hidrocarburos no convencionales» y que «su potencial es enorme». «Claro que el segundo punto después de las reservas es cómo se hace para aprovecharlas. Y ahí mucho depende de las rocas y la geología, pero mucho también depende de las políticas, los ductos y la infraestructura», aclaró.

El emisario de la Casa Blanca no ahorró recomendaciones. «Acá nadie tiene el monopolio de la sabiduría ni del conocimiento, pero lo que aprendimos nosotros es que lo más importante es la confianza del público para usar el recurso. Todas las fuentes de energía conllevan sus peligros, y por eso nosotros tenemos que ser campeones en la protección del medio ambiente. Lo más importante es que nos crean», aleccionó. También opinó que Vaca Muerta «es perfectamente financiable». Y hasta sugirió cómo, sin que nadie se escandalizara por la intromisión ni por la propuesta de enajenar recursos estratégicos para el país: «Pueden poner como garantía de repago de los préstamos para explotar Vaca Muerta el cash flow que generen sus propios pozos de petróleo. Con eso no solo pueden acceder a créditos para financiar las obras necesarias sino también a emisiones de acciones en mercados regionales donde se puedan recaudar fondos para los emprendimientos».

Cuando vio los informes de caja de los primeros días, Alfredo Coto lamentó no haber abierto antes su hipermercado en la ciudad de Neuquén. Su primer local en la Patagonia se inauguró recién en mayo de 2014 y al poco tiempo ya era su séptima sucursal en facturación, entre otras 110 por el resto del país, pese a que la capital neuquina es la 24º ciudad en cantidad de población de Argentina. Con esa gigantesca mole emplazada frente a la rotonda de Ramón Leloir y la ruta 7, por la que en 4 años pasaron de circular 25.000 autos por día a más de 40.000, Neuquén se convirtió en la única ciudad argentina donde compiten las cinco grandes cadenas de supermercados. Antes que Coto ya estaban Carrefour, Walmart, Jumbo y La Anónima.

En el terreno que eligió Coto, medio año antes de su apertura solo había tractores haciendo remoción de suelos. Tras una serie de obstáculos legales al inicio, la obra se completó en tiempo récord. Junto al flamante híper, el más grande de toda la Patagonia, un ejército de obreros levantaba en noviembre de 2014 un centro comercial de la cadena IRSA, dueña de Los Altos, que competirá desde marzo de 2015 con el Shopping de la Patagonia, recientemente remodelado. En este centro comercial junto a La Anónima se venden gadgets electrónicos que solo se exhiben así en los barrios más acomodados de Buenos Aires, como parlantes Bluetooth, iPads o computadoras MacBook.

El estacionamiento del Coto está siempre lleno. No solo alberga los autos de quienes van de compras, sino también los de quienes llevan a sus hijos al área de entretenimientos Zona Z y los de quienes comen en el restaurante Coto Expreso, completamente vidriado. En el mismo piso de la playa hay una agencia de turismo que ofrece viajes para chicas de 15 años a un «crucero soñado», una agencia de Toyota, una casa de celulares, una de ropa y otra de mascotas. También un stand de purificadores de agua PSA, donde una promotora explica que el agua de Neuquén «es potable, pero tiene mucho cloro y metales pesados». Ella no lo adjudica al fracking sino a la polución que genera «lo que tiran al río en Plottier», ciudad agrícola y petrolera.

Dentro del salón central del hipermercado hay una vinería con paredes de madera y cavas para mantener los vinos más caros a la temperatura indicada. Ahí se ofrecía en las fiestas de 2014, por ejemplo, un champán francés Grand Rosé Gosset a más de $ 1.000 (u$s 116), junto a un humidor con habanos y libros sobre el arte del buen vivir para leer ahí mismo.

Lo que ocurre en los súper e híper porteños con las pilas o los repuestos de afeitadora, que se exhiben cerca de las cajas para tentar al cliente con las compras impulsivas, en el Coto neuquino sucede con los electrodomésticos. Ahí, al alcance de la vista de quienes forman fila para pagar, se levanta el área donde se ofrecen equipos de audio con parlantes del tamaño de un secarropas, con conexión USB y Bluetooth, en un rango que a fines de 2014 iba de 12.000 a 15.000 pesos (de 1.400 a 1.750 dólares). Eran la vedette del momento y ocupaban el mismo lugar privilegiado en las sucursales neuquinas de Frávega y Garbarino, que también están entre las que más facturan del país. El poder adquisitivo del petrolero se hace valer.

Claro que tanto lujo tiene su contrapartida en los precios de la canasta básica. El litro de leche en sachet, que en el Coto del barrio porteño de Almagro se vendía en noviembre de 2014 a $ 8,10 (u$s 0,95), en el neuquino cotizaba a $ 12,15 (u$s 1,40). El agua Villavicencio de 2 litros, en Almagro a $ 11,50 (u$s 1,35), allá valía $ 12,50 (u$s 1,45). El kilo de asado de novillito, para los almagrenses a $ 66,90 (u$s 7,80), para los neuquinos estaba a $ 79,90 (u$s 9,35). Otros precios eran idénticos, como el kilo de pan milonguita, el de lechuga francesa o el de papa blanca.

En Añelo, el «efecto precio petrolero» era aún más notorio: en el autoservicio San Ceferino, Samuel despachaba asado de novillito a la friolera de $ 104,90 (u$s 12,30) por kilo. En la góndola de al lado se ofrecía el medio kilo de fideos codito Knorr a $ 15 (u$s 1,75), justo el doble de lo que valía en Buenos Aires bajo el programa oficial Precios Cuidados.

En la pequeña capital latinoamericana del fracking se ven ahora carteles de las inmobiliarias porteñas Tizado y Bullrich. Pero la capital neuquina también muta. «En la ciudad de Neuquén hubo dos bisagras: antes y después de la construcción de El Chocón y ahora antes y después de Vaca Muerta», opina el operador inmobiliario Reybet.

Cada día migran 14 familias a Neuquén capital. Allí están construyéndose 80 edificios. Uno de ellos será la torre más alta de la Patagonia, de 27 pisos, de los cuales los primeros 12 serán usados por el futuro hotel Hilton. Porteños y neuquinos adinerados invierten en propiedades para alquilarlas. A fines de 2014 pagaban entre 3.200 y 3.700 dólares el metro cuadrado. En la ciudad de Buenos Aires promediaba los 2.500. Los inversores en Neuquén corren con la ventaja de que el mercado se pesificó a fuerza de más 3 años de cepo cambiario. Según Reporte Inmobiliario, solo en Buenos Aires, Mar del Plata, Río Gallegos, Comodoro Rivadavia y Bariloche sigue imperando el dólar como moneda de pago de propiedades. Eso sí: en Neuquén los terrenos continúan en moneda norteamericana y los que venden viviendas en pesos se apuran a invertirlos porque no los quieren encima.

No por nada los neuquinos que ganaron los sorteos del Programa de Crédito Argentino (Procrear) para vivienda no consiguen lotes en la capital provincial y los buscan en Cipolletti, Plottier, Centenario o Fernández Oro. La otra alternativa es alquilar, pero un departamento de dos ambientes en la ciudad de Neuquén estaba costando al mes $ 5.000 (u$s 585). En la de Buenos Aires, $ 3.161 promedio (u$s 370). Pero estos números no preocupan a los gerentes petroleros que alquilan casas en la capital neuquina o a sus subordinarios que van a pisos de tres o cuatro ambientes.

La nueva ley de hidrocarburos elaborada por el Ejecutivo con letra de Galuccio y la mirada puesta en Vaca Muerta entró al Congreso para su debate en junio de 2014, pero dejó jirones de sí en el tenso debate entre los gobiernos nacional y provinciales que terminó con su aprobación recién en octubre. El Legislativo liberó de retenciones y de la obligación de liquidar divisas en el país a las exportaciones de crudo equivalentes al 20% de la producción de los reservorios donde una compañía ponga más de u$s 250 millones. Hasta ese momento, el llamado «decreto Chevron» otorgaba esa ventaja solo a quienes invirtieran más de 1.000 millones. También habilitó a las provincias para extender hasta por 35 años —con opción de prórroga de 10 más— las concesiones de áreas que incluyan explotaciones no convencionales. Antes el plazo era 25 más 10 de extensión. El terreno quedó preparado para que las grandes petroleras con concesiones convencionales pegaran el salto a la fractura a gran escala, aunque siempre aparecen nuevas exigencias.

La tropa de Kicillof planteaba la disputa con los gobernadores en términos políticos. «La apropiación de la renta se da a través del Estado nacional y la coparticipación federal de impuestos. Se redistribuye renta al exportar, vía retenciones, porque así se mantiene un precio local más bajo que el internacional», exponía café mediante un incondicional axelista mientras se debatía el proyecto en el Congreso. Fue antes de que el precio del petróleo se derrumbara en el mundo y de que los argentinos pasaran de abonar un valor internacional menos retenciones a otro más caro que en el exterior. «Acá hay una discusión sobre quién se apropia del recurso, la Nación o las provincias, que son más cercanas a las petroleras privadas. En la apropiación de renta también es clave la cadena de proveedores. Hay que crear los propios, pero mientras tanto negociar duro. YPF está maximizando los niveles de inversión y eso le da poder de negociación con los proveedores, que siempre se la quieren llevar toda», comentaba el economista en referencia a multinacionales como Halliburton o Schlumberger, más grandes y poderosas que muchas operadoras de pozos.

El equipo de Economía consideraba que los incentivos a las petroleras para que inviertan eran un mal necesario. Gadano les aportaba en aquel debate argumentos técnicos y hasta apelaba a la jerga de la UBA para defender su conveniencia: «Esto no es como concesionar el bar de Filo, que va a generar ingresos siempre que siga funcionando la Facultad. Acá hay un recurso que se acaba. Y la idea es que se acabe en esos 35 años de la primera concesión. La mayoría de las concesiones vencía en 10 años y eso no alcanzaba para invertir en shale. Puede que 35 sea mucho, pero Colombia está dando 30. Y había que darles más de lo que tenían, eso es seguro. La idea no es que venga otro después, porque el plazo de madurez de los pozos no convencionales es siempre menos de 35 años. Los newcomers (nuevos entrantes al negocio) pueden ir por los otros 15.000 kilómetros cuadrados que no están concesionados que tiene GyP o que tienen simples permisos de exploración», sostenía en su oficina del centro porteño.

En la industria petrolera en general consideran que la ley era necesaria, aunque Aranguren la cuestionó en una reunión con diputados radicales que buscaban asesoramiento antes de votar. El presidente de Shell apuntó contra la inseguridad jurídica y entonces Gadano, otro de los asistentes al encuentro, le repreguntó si el andamiaje legal de los años 90 había resultado más seguro. La UCR votó en contra de la norma, pero el kirchnerismo y sus aliados la sacaron adelante.

Otro aliado del radicalismo, Rubén Etcheverry, llegó a comparar la decisión de dar concesiones por 35 años con la de Menem de vender YPF a Repsol. Opinaba que así como el ex presidente había rifado la petrolera argentina con tal de asegurarse ingresos fiscales para salvar el bache en el final de su gobierno, Cristina Kirchner había entregado con la ley la riqueza del subsuelo con la idea de que inversiones extranjeras redujeran la escasez de divisas. En su casa del barrio privado Bocahue, Etcheverry opinaba que así se repartía la torta de Vaca Muerta:

—Hoy la renta se la llevan YPF y Chevron, el Estado rentista, las empresas de servicios… ¿Empleo? Aumentó: hay 15.000 petroleros en Neuquén (un décimo del total de puestos de trabajo de la provincia). También está el beneficio del empleo indirecto. La ley dice que el 80% de los empleos deben ser neuquinos. Dicen que 350 de los 15.000 son extranjeros, gente calificada que no hay acá. Naturalmente no se da el «efecto derrame» (de riqueza) en el petróleo. Por lo que en general la riqueza tiende a concentrarse en la actividad. Hay regalías e impuestos, pero no ocurre el derrame. Un maestro gana un tercio de lo que gana un petrolero.

Si hay algo que enfurece a Kicillof es que lo corran por izquierda. Por eso en aquella discusión por los incentivos a las compañías para que invirtieran, no se cansaba de explicar que eran para una inversión «de riesgo». El ministro dedicó largas noches en Olivos, en el Palacio de Hacienda y hasta en su propia casa de Agronomía a convencer a propios y extraños que no era lo mismo invertir en Vaca Muerta que hacerse cargo de la operación de un yacimiento con un rendimiento ya probado, por más que la inversión fuera la misma. «Es a cambio de compromisos de producción muy específicos y controlables», les decía. Argumentaba que era lo mismo que rebajar las retenciones para un 25% de la producción de crudo local.

Adriana Giuliani, economista de la Universidad del Comahue que publicó el libro Gas y petróleo en la economía de Neuquén, teme que el reparto de la renta del hidrocarburo no convencional sea parecida a la del convencional:

—No sabemos cómo se va a gastar la plata que se obtenga del petróleo no convencional. Pero sabemos que en los 50 años que en la provincia nos gobernó el mismo partido, la plata del petróleo se usó para financiar gasto de personal. Cuando las regalías se desaceleraron, al bajar la producción de petróleo y gas en los últimos años, la provincia se endeudó para financiar el gasto. Uno podría decir que por lo menos la sociedad neuquina se apropia de esta renta como empleo público, pero no es así. Hay déficit en salud, malos salarios, malas condiciones de los hospitales, la educación pública es muy mala y hasta el agua tiene una infraestructura obsoleta. No se ve un beneficio concreto para la sociedad de Neuquén por 50 años de petróleo —define tajante.

En 2006, antes de la intervención del Indec, este instituto calculaba en la ciudad de Neuquén y Plottier un 20,5% de pobreza, menos que el 26,9% nacional, y era el décimo conglomerado urbano con menos pobres de los 31 relevados en el país. En su oficina del Comahue, Giuliani elogió la nacionalizacion del 51% de YPF, pero advirtió:

—Que el Estado se haya apropiado de esa renta es saludable, pero no se tiene que quedar ahí.

El modelo Statoil que Galuccio le planteó a la presidenta no es solo el de una petrolera estatal eficiente sino también el de un país, como Noruega, que lidera el índice de desarrollo humano ajustado por desigualdad de la ONU por su educación, su salud, su riqueza y el reparto de ella.

Hay debates apto todo público y otros que son solo para el paladar de los petroleros. Entre los primeros está el reparto de la renta, cómo se la genera y se evita que quede enterrada en el subsuelo o si es conveniente que quede allí abajo por los presuntos riesgos para la salud humana, el medio ambiente u otras actividades económicas. Entre los segundos está cuánto cuesta cada pozo de shale y si conviene más fracturarlo de manera vertical u horizontal. Tal vez el lector decida abandonar en este momento el libro, pero quizá sea el momento de comprender que se trata de otras dos variables clave para definir si será rentable o no Vaca Muerta. Es decir, de si ocurrirá o no el boom prometido.

En Estados Unidos, los hidrocarburos de esquisto se desarrollaron con la innovación de los pozos horizontales, es decir en forma de L, de modo tal que cuando el tubo llega a la roca la va atravesando en paralelo a la superficie. Pero en Argentina la YPF de Repsol y los Eskenazi, y después la de Galuccio apostaron primero por los verticales, que en realidad no tienen forma de I sino de S porque no es tan fácil perforar el subsuelo en línea recta. Aunque Americas Petrogras hace pozos verticales y Wintershall probará en 2015 unos y otros, la inmensa mayoría de las empresas extranjeras aplicó en Vaca Muerta la misma receta que en el país de la revolución del shale y le reprochan a YPF por haber empezado recién en 2014 con los horizontales.

¿Por qué YPF se empecinó en hacer su propia receta?, se preguntan los críticos. Una razón clara es que los pozos verticales son más cortos y, por lo tanto, más baratos. Además, el amplio espesor de la roca, en comparación con muchas de las de Estados Unidos, permite hacer varias fracturas de abajo arriba. También hay quienes especulan con que Galuccio quiso mostrarle a la Presidenta resultados rápidos en Vaca Muerta en 2013. La cuestión es que YPF contrató a un experto norteamericano al año siguiente para comenzar con sus primeros pozos que atraviesen la formación de manera horizontal, que son más costosos pero más productivos que los verticales.

Cada roca en Estados Unidos presenta costos distintos. En la primera en ser explotada, Barnett, el costo de un pozo horizontal es de 4 millones de dólares, pero allí solo surgió gas. En la que revolucionó la producción de petróleo, Eagle Ford, hay que invertir entre 7 y 8 millones en cada perforación.

YPF ya logró bajar los costos de los pozos verticales de entre 12 y 14 millones a 6 y 8 millones. Lo pudo hacer porque invirtió en muchos, fue aprendiendo, mejorando el diseño de la estimulación, renegociando tarifas con los proveedores, reduciendo el uso de camiones para el traslado de agua, consiguiendo arena argentina para fracturar y acortando los períodos de perforación, fractura y terminación de pozos. «Los operadores deberán gastar mucho dinero y si son exitosos, ese costo inicial se diluirá», sugirió un mánager técnico de Schlumberger en Oklahoma, George Waters, en el Argentina Oil & Gas de 2013. El desarrollo de una cadena de proveedores eficientes también es clave, aunque ya de por sí la petrolera redobló en el inicio de 2015 su ajuste de tarifas para adecuarse al nuevo precio del barril.

Los pozos horizontales de YPF también están bajando de costo, a pesar de que empezaron tarde: de 25 millones a 15 millones. Es decir, están lejos de los 6 u 8 millones que recomiendan en Estados Unidos. Los de Shell en Argentina costaron entre 10 y 12 millones. El primero de Exxon, 20 millones. Los de PAE, 24 millones. Ninguna de esas petroleras considera rentables todavía sus pozos, como sí juzga YPF los propios.

La experiencia de la petrolera estatal puede convertirse en una suerte de subsidio a la innovación en Vaca Muerta, en la medida en que aporte información al sector privado. Por lo pronto, un viernes por mes se organizan almuerzos en el hotel Claridge o en el Círculo Italiano de Buenos Aires a los que asisten dos geólogos por petrolera y comentan sus experiencias en exploración, ahora sobre todo en Vaca Muerta, sin revelar lo que ellos consideran secretos de Estado para sus empresas, como los costos por pozo. Les llaman scouting meetings (reuniones de exploración). Juran que tampoco se comentan cuánto les cobran a cada una las poderosas Schlumberger, Halliburton, Baker Hughes o Weatherford e invocan que sería una violación a la ley de defensa de la competencia que se armara una cartelización de clientes. Claro que el gobierno de Cristina Kirchner que tanto clamó contra la concentración de medios de comunicación hizo poco uso de esa norma para desarmar el proceso de oligopolización de otros sectores económicos, como lo relatan los economistas Martín Schorr, Alejandro Gaggero y Andrés Wainer en el libro Restricción externa. El poder económico durante el kirchnerismo.

Si un pozo vertical cuesta 8 millones de dólares, unos 3 millones es lo que cuesta la fractura, es decir, el servicio en el que se especializan Schlumberger y sus tres competidoras, que también ofrecen otras prestaciones. Las cuatro cuentan con amplias oficinas sobre o cerca de la ruta 22 en la ciudad de Neuquén. A su vez, de esos 3 millones, 1,2 millones se gastan en arena y el resto incluye los 400 litros de diesel por hora que usan los camiones para inyectar presión contra la roca y los productos químicos, algunos muy caros, entre otros costos y ganancias de las proveedoras.

Unos 4 millones son para la perforación previa a la fractura. Eso abarca desde el alquiler de la torre, que asciende a 1 millón por mes, el lodo para agujerear la tierra, la cañería, que en Argentina casi monopoliza Techint, y la cementación, de la que se benefician las fábricas de Loma Negra (del grupo brasileño Camargo Corrêa) o la suiza Holcim, entre otros servicios. El restante millón de dólares para completar los 8 millones se paga para la terminación del pozo, que lo deja en producción.

Así desmenuza los costos el gerente de área de Weatherford, Alejandro Iglesias, un ingeniero civil porteño de 51 años que en 2013 se mudó a Neuquén. Vive en un moderno edificio de la capital neuquina, en un incipiente Puerto Madero local, con vista al correntoso río Limay. La filial argentina de Weatherford elevó su actividad un 80% entre 2012 y 2014 y aumentó en un 45% su personal, hasta alcanzar los 1.000 empleados. Todo gracias al shale y al tight. YPF antes representaba el 45% de su negocio y ahora es el 70%.

Aunque Argentina es el 26ª productor mundial de petróleo y el 24º de gas, es uno de los cinco en los que más pozos se perforan, dada su baja productividad por condiciones geológicas. Los otros cuatro son Estados Unidos, Rusia, Canadá y China. La elevada cantidad de pozos seguramente es motivo de alegría para Carlos Etcheverry, CEO de la firma DLS, que no solo ofrece servicios de perforación. De momento solo el 10% de su facturación proviene del no convencional, pero prevé que pronto alcance el 20%. En 2014 el 40% de sus perforaciones era de pozos no convencionales y en 2018 alcanzará, según sus predicciones, al 80%.

A partir del acuerdo con Chevron, Galuccio comenzó una campaña para convencer a kirchneristas y opositores de que eso era algo bueno. A principios de 2014 llevó a un grupo de sindicalistas. En mayo fue el turno de los políticos de las principales fuerzas con aspiraciones de acceder al poder, y algunos otros diputados de partidos menores pero con presencia en la Comisión de Energía de su cámara. En las elecciones presidenciales de 2011, solo la UCR tenía un asesor de campaña sobre cuestiones energéticas, recuerdan en el Instituto Argentino del Petróleo y el Gas (IAPG). Es que solo a fin de ese año la sociedad percibió, vía cepo cambiario, la pérdida del autoabastecimiento energético.

—En 2015, todos los candidatos hablan de la importancia de la energía —comparan en el IAPG, que recibió en esta campaña las visitas de asesores del kirchnerismo, el Frente Renovador de Massa, el PRO de Macri, entre otros.

—No creo que el problema de Argentina sea solo macroeconómico, como dicen algunos opositores, ni que se vaya a resolver apenas asuma el nuevo gobierno —opina el economista Gadano, asesor de YPF—. Es una ilusión pensar que con el solo hecho de que Mauricio ponga la cara, los capitales se van a agolpar para venir al país. Creo que el gobierno hizo un gran viraje positivo en su política energética y se equivocan los que no se lo quieren reconocer solamente porque son anti-K.

Aunque el colaborador de Galuccio, después, se corrige:

—No quiero asignarles ninguna característica mágica a Macri, a Massa, a Scioli ni a nadie, pero con una política más adecuada, alcanza para que se revierta el flujo de capitales. Pero habrá que ver a cuánto está el crudo.

Gadano dice que nunca sufrió reproches del kirchnerismo por su contrato con YPF. Jamás le dijeron en la cara que lo juzgaban como un «neoliberal asqueroso, aunque honesto».

Los tours que organizaba Galuccio para inversores, sindicalistas y políticos siempre partían temprano de Buenos Aires y regresaban por la noche. Por Añelo y Loma Campana solo sobrevolaban en helicóptero. Fueron similares las excursiones que armó el intendente de Neuquén, Pechi Quiroga, que llevó a Massa y a Cobos. En cambio, uno de los tres diputados del trotskismo, el mendocino Nicolás del Caño, viajó por su cuenta, y su compañero del FIT y ceramista Godoy lo llevó por tierra a visitar el yacimiento de YPF y Chevron, con la guía de los Campo Maripe. Así escucharon de boca de los propios mapuches cómo pasaron de votar siempre al MPN porque les prometían servicios públicos, de ser homenajeados en 2011 por el gobierno provincial y el municipio de Añelo como primeros pobladores, a sufrir el «ninguneo» de ambos.

Ni unos ni otros fueron a ver a los puesteros criollos, algunos de los cuales están encantados con la servidumbre que cobran de las petroleras mientras que otros las padecen. Los superficiarios no indígenas del sector petrolero, no solo de la Patagonia sino de toda Argentina, están representados por Assupa. Esta asociación inició en 2003 una megacausa en la Corte Suprema de Justicia de la Nación por la presunta contaminación en las cinco cuencas petroleras del país: la neuquina, en la que están demandadas 14 empresas, incluida YPF, la del noroeste, la cuyana, la del golfo San Jorge y la austral. La Corte Suprema le dio entonces 45 días para presentar las pruebas. En un principio, los Apis, que crearon la asociación y controlan la presidencia, la vicepresidencia y otros dos cargos en la comisión directiva, se asustaron, pues una pequeña ONG familiar difícilmente iba a poder responder en un período tan corto a semejante requisito. Pero consiguieron un olvidado informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que se titulaba Emergencia Ambiental. Hidrocarburos, Compensación y Desarrollo Sustentable de la provincia del Neuquén, que cuantificaba en 545 millones de dólares el daño ambiental producido entre 1991 y 1997 en tres áreas hidrocarburíferas de la zona. También recibieron documentos de empleados y ex empleados de las petroleras que a título personal se mostraban preocupados por la polución. Así fue que en el límite de los 45 días un camión Scania lleno de papeles arribó a Tribunales y la Corte Suprema admitió la querella. Claro que desde entonces no ha habido grandes avances en la causa.

El puestero Alito Retamal, de 73 años, y su esposa Julia Moyano, de 78, son algunos de los que están fascinados con la llegada de la actividad petrolera a sus 7.000 hectáreas cerca del pueblo de Aguada San Roque. Allí hay diez pozos convencionales de Total. No tan feliz está su hijo Jorge, con 10.000 hectáreas vecinas. En sus tierras se perforaron tres pozos, dos de ellos no convencionales. Entre ambos campos suman 600 chivas, menos de las 2.000 de otros tiempos en que no había sequías. Pero la disconformidad de Jorge no radica en pruritos contra el fracking. Al Puesto Rincón Chico, donde viven algunos días Alito y Julia, llegó hace cuatro décadas la vieja YPF estatal y arrojó desperdicios al cañadón donde vivían sus animales. Está claro que la industria petrolera de aquellos años 70 no prestaba atención al cuidado ambiental. Los Retamal no tenían ni títulos de propiedad para reclamar nada. A principios de los años 90 esa área pasó a manos de Total y el matrimonio, aconsejado por un pariente, recurrió a la entonces naciente Assupa. Tras algunos piquetes que armaron en las picadas y con la gestión de los Apis, ellos y su hijo no perdieron la paciencia y consiguieron el título de adjudicación en venta en 2008. Alito les está agradecido: ahora cobra la servidumbre.

—Para nosotros el petróleo fue un cambio muy bueno: primero nos pagaron una plata fuerte y nos compramos una camionetita Hylux y un camioncito, nos hicimos una casita, terminamos de pagar el campo —cuenta el paisano al pasar por su vivienda, a 10 metros de un gasoducto, pero sin conexión de gas natural.

En noviembre de 2014 cobraba además $ 30.000 (u$s 3.500) trimestrales como servidumbre. Su esposa está contenta con ese dinero en tiempos en que «los chivos no se venden bien, como antes». Su hijo, en cambio, solo cobra la servidumbre por un pozo de Petrobras y nada por dos de GyP. Le alcanzó para levantar un comedor de 10 por 3 metros, de paredes rústicas, techo de madera y cortinas rojas en su Puesto Aguada Larga y le sirve para complementar sus ingresos como empleado de la comisión de fomento de Aguada San Roque para dar de comer a su familia y sus animales. Sin embargo, se queja de que las petroleras quitan vegetación para sus locaciones y picadas, por las que entran cuatreros, y prevé que si siguen perforando pozos, sus cabras tendrán menos para comer en aquella zona árida.

Lo mismo teme Jorge Ferrada, de 36 años, un empleado municipal de Añelo con un puesto en Aguada La Horqueta, camino a Rincón de los Sauces, donde corren perros entre monturas, neumáticos y troncos tirados, corrales y algunos pedazos de pasto mezclados entre arenilla. Contratistas de Total comenzaron con estudios sísmicos en sus 3.000 hectáreas sin papeles en 2012. Los Apis lo están asesorando en su reclamo.

—Pero aunque me paguen milllones, no voy a sacar de ahí a mis animales. Tengo 140 chivas, 50 vacas, 30 caballos. Me crié con ellos —afirma desconsolado Ferrada, cuyo hijo trabaja en una empresa de residuos petroleros y gana el doble que él.