Capítulo 17
Epílogo
Y un día la petrolera neuquina GyP volvió a las andanzas con sus licitaciones de áreas. No las organizaba desde 2010 y a fines de 2014 puso en juego otros dos bloques. El 27 de octubre se abrieron los sobres. Por un área ofertaron PAE, con la promesa de invertir 5 millones de dólares, y Tecpetrol, de Techint, con 12,5 millones. Por la otra, la desconocida petrolera canadiense Enarcana, con 33,2 millones. Saggese, el presidente de GyP, reconoció que esta empresa «se creó como un vehículo para presentarse a la licitación» y apenas atinó a mencionar a uno de sus dos accionistas, Barclay Hambrook, socio también de Americas Petrogas.
Pero lo que puede convertirse en un nuevo escándalo terminó tapado por otra polémica que envolvió ese mismo día al petróleo neuquino. Un río espeso, negro, aceitoso y de olor nauseabundo empezó a brotar durante aquella madrugada en pleno parque industrial de Neuquén, pegado a la ciudad, y se extendió por casi cinco cuadras de una ruta interna. El manantial de la inmundicia era la planta de Indarsa, una de las empresas que prestan a las petroleras el servicio de saneamiento y remediación del cutting y el flowback. La causa era el colapso imprevisto de una pileta clandestina que contenía residuos de varios pozos. La pileta era un simple talud de tierra de 12 metros por 10 y de un metro de altura que habían levantado ahí sin permiso, en la playa donde se suponía que Indarsa solo estacionaba sus camiones.
—Fue por negligencia de la empresa y por eso la clausuramos y la multamos— sobreactúa en su despacho el secretario Esquivel, quien tras aquel derrame de más de 120.000 litros de líquido anunció en conferencia de prensa una multa de $ 1.750.000 (u$s 200.000).
La clausura, en rigor, solo duró 4 días y no afectó a toda la compañía sino a aquel playón en el parque industrial. Esquivel asegura que el resto de las empresas de tratamiento de residuos cumple con los estándares que la provincia exige y que los controles son permanentes. Pero los defensores del medio ambiente como Cipo lo acusan de excesivamente permisivo.
—La fuga de gas en Loma Campana y el derrame de Indarsa se sumaron a la pérdida de dos pastillas radiactivas por parte de Total en julio de 2014 y a varios incendios en los pozos convencionales de Plottier que reactivaron las protestas contra la perforación en áreas urbanas —acusa el periodista.
Por aquellas pastillas que extravió a más de 2.000 metros de profundidad en pleno perfilaje de un pozo, Total también fue multada.
El negocio del tratamiento de residuos es uno de los segmentos más prósperos de la red de contratistas petroleros que se hizo más tupida que nunca al calor de Vaca Muerta. No es extraño, dada la mayor cantidad de residuos que genera el fracking en relación a los pozos convencionales. En él participan las principales empresas transportistas pero también las que poseen plantas de remediación y almacenamiento propias como Indarsa, Comarsa, EET, Transecológica o Triter.
En el aula magna de la Facultad de Turismo de la Universidad del Comahue, con sus asientos casi repletos, una de las más conocidas batalladoras contra el llamado consenso de las materias primas, Maristella Svampa, presentó el 26 de noviembre de 2014 el libro 20 mitos y realidades del fracking. Ella y otros autores sostienen que al consenso de Washington y sus reformas neoliberales en la Latinoamérica de los años 90 le siguió en el siglo XXI el de los commodities, que lleva a que gobiernos conservadores, centristas, progresistas y de izquierda compartan la visión de que la región debe explotar sus recursos naturales como medio para el esquivo desarrollo de sus poblaciones. De hecho, la bonanza de los precios de los productos básicos, que se extendió entre 2002 y 2014, y las políticas redistributivas —que aplican unos países más que otros— llevaron a que en general en América Latina se redujera la pobreza y, a contramano del resto del mundo, también la desigualdad. Ahora que las materias primas ya no valen tanto como en los años anteriores, hasta economistas heterodoxos como el chileno Gabriel Palma, profesor de la Universidad de Cambridge, plantean que llegan tiempos de ajustes porque faltó una estrategia para producir bienes industriales y servicios de exportación cuando sobreabundaba el dinero.
Varones y mujeres, canosos y jóvenes, esperaban oír a Svampa en aquella aula enmarcada por una bandera mural con la imagen de un pozo contaminando y las palabras «hidrofractura, saqueo, contaminación, muerte». Primero tomó el micrófono Carolina García, la ingeniera de la dependencia neuquina de Áreas Protegidas, para pedir al público que firmara un petitorio para pedirle al gobierno provincial que declarara a Auca Mahuida libre de petróleo. Un año después de debatir sobre una moratoria para toda la provincia, la Multisectorial buscaba al menos ganar la batalla en un territorio concreto. También mencionó que Exxon y Shell estaban avanzando con sus pozos cerca del área donde ya opera Total. Después fue el turno de unos balbuceantes militantes del acampe contra una planta de Monsanto en Córdoba, y finalmente empezó la presentación del libro.
—Es una propuesta colectiva que busca abrir un debate que no se dio en Argentina ni en Neuquén sino que fue obturado por el contexto de déficit energético. Nos venían diciendo que es un tema de ingenieros en petróleo, que somos ignorantes y que esta política no nos concierne —comenzó la socióloga, y recordó que varios ingenieros y técnicos escribieron capítulos del libro—. Los discursos corpoestatales plantearon que el fracking era el camino único. No podemos aceptar modelos de desarrollo que se imponen verticalmente. No es solo un debate técnico o económico sino social. Y no es solo una cuestión de desarrollo y ambiente sino de la democracia.
Después intercaló unas palabras otro autor del libro, el periodista Hernán Scandizzo, del Observatorio Petrolero Sur. Ya Svampa había dicho que la conferencia tendría un formato «Pimpinella».
—En 2006, Argentina debió importar gas boliviano, tras exportar a Chile. Hubo algunas leyes para diversificar la matriz productiva, como la que obligó a cortar combustibles con biodiesel. Pero desde 2010 empezó a hablarse de hidrocarburos no convencionales y la política de diversificación fue dejada de lado. Después vino la operación 2012: un simulacro de la YPF de Mosconi pero a cargo de un empresario 2.0. Las energías limpias y renovables son a largo plazo, pero ¿y si les dieran la misma cantidad de subsidios que al petróleo? —se preguntó Scandizzo.
—Tienen una visión productivista, creen en el crecimiento como fin en sí mismo, como si los recursos naturales fueran infinitos. Es la idea de una Latinoamérica con una naturaleza pródiga que nos puede salvar de las crisis y proporcionar la vía al desarrollo, una visión «eldoradista» que acompaña toda la historia latinoamericana —afirmó la investigadora del CONICET.
—Todo esto avanzó con tal fuerza que los territorios perdieron nombre. Añelo ya no es más Añelo, es Vaca Muerta. Acá hay territorios de productores campesinos no pendientes del mercado que son avasallados por el mercado —prosiguió Scandizzo—. El Estado solo calcula cuánto crudo puede sacar del subsuelo. Y las redes de trata buscan captar también la renta petrolera.
—Vemos la exacerbación de los problemas sociales: adicciones, trata, prostitución, violencia urbana. Demonizan las luchas ambientales gobiernos que buscan perpetuarse. El balance 2003-2014 es muy preocupante —Svampa se refería al kirchnerismo—. Después de las expectativas iniciales, en Argentina nunca hubo una narrativa indígena ni de defensa del territorio, como en Bolivia y Ecuador.
Y así anochecía en Neuquén. Tomaron la palabra la diputada Kreitman y el líder mapuche Nahuel. Al día siguiente, uno de los empresarios más activos en Vaca Muerta comentaba con desdén la conferencia y lamentaba que los anti-frackers no viesen la necesidad energética de Argentina, los empleos que se creaban, las posibilidades de que el Estado recaudara y gastara más o de que la industria se desarrollara. Y sostenía que los casos de contaminación eran aislados. Lo que parece claro es que sin ellos el debate del desarrollo, el medio ambiente o la democracia quedaría más apagado. Tengan o no razón, suponen un buen (y quizá el único) contralor de Vaca Muerta.
Pasó todo noviembre y los Campo Maripe no conseguían que YPF cumpliera con lo que les había prometido más de un año antes, cuando sus imágenes trepados a las primeras torres de perforación de Loma Campana habían recorrido el país entero el día del acuerdo de Chevron. Si bien ya habían logrado el reconocimiento de la provincia como comunidad, la empresa no les había dejado productivas las 42 hectáreas en las que se había comprometido a poner riego y plantar alfalfa para sus chivas. Tampoco los 12 resarcimientos bajo la forma de sueldos mensuales para que miembros de la comunidad pudiesen dedicarse full time a mantener vivas sus tradiciones y completar los trámites para la titularización de las tierras que reivindican como propias.
El logko Albino reunió a su comunidad y acordaron volver a tomar los pozos para frenar la producción de Loma Campana y evitar que las vacaciones de verano volvieran a aplazar sus reclamos. El viernes 28 de noviembre, dos días antes las elecciones internas a gobernador del MPN, subieron a la barda con sus camionetas, avisaron a los guardias de Prosegur que frenaran el intenso tráfico de camiones por aquel laberinto de picadas y gasoductos e instalaron un biombo de placas de madera aglomerada en un cruce de esos caminos. Ya acostumbrados, los vigiladores no ofrecieron resistencia.
Un grupo de los mapuches durmió ahí arriba, dentro de un auto, y a la mañana del sábado eran ocho desayunando en el mismo biombo frente al alambrado perimetral de dos locaciones contiguas cuya perforación se había interrumpido por su protesta. Tomaban mate con hierbas que ellos mismos elegían de los muchos arbustos que sobrevivían en medio del cluster shale, al calor de una fogata que mantenía al grupo caliente pese al viento frío que parecía ignorar la inminencia del verano. Abajo de la barda, a la vera de la ruta 17, otra docena de miembros de la familia aguardaba alguna comunicación con el logko, que esperaba a su vez junto al teléfono de su casa en Añelo algún mensaje de la torre de Puerto Madero o del gobierno provincial. Ya era sábado. Llamaba la atención entre los manifestantes un rubio alto enfundado en un mameluco azul de YPF. Era el peón rural que la petrolera había mandado un año antes para empezar con la trilla de las 42 hectáreas, pero al que pronto le habían dejado de pagar. Él y el tractorista se habían quedado sin insumos hacía 7 meses, y el rubio bonaerense había decidido quedarse a vivir en su casa rodante en las tierras de los Campo Maripe. «Es medio mapuche, ya lo adoptamos», bromeó una de las mujeres en medio de la protesta. Aquel rubio había removido hasta donde pudo las 42 héctáreas, pero los meses sin trabajo las habían dejado hechas un arenal que incluso casi cubría una vieja y destruida casa de madera de los Campo Maripe.
Al mediodía, el mensaje que esperaban llegó por la ruta dentro de dos camionetas de la policía neuquina. El subcomisario Roberto Fuentes bajó de una de ellas flanqueado por seis hombres con las manos en las cartucheras de sus armas y lanzó un ultimátum en tono prepotente. El fiscal Ignacio Di Maggio, según el uniformado, había ordenado desalojarlos por la fuerza. «De no cesar en su actitud, vamos a volver a las 14 con la orden de desalojo y la fuerza pública», amenazó.
Los mapuches se amontonaron en torno al policía. El aire se cortaba con cuchillo. Alguien le avisó a Albino y también a los que estaban arriba de la barda, que bajaron rápido. Entre ellos estaba Gilberto, el referente de la zonal Xawunko que estaba enfundado en un camperón naranja de la contratista Skanska que le habían prestado. Se le fue al humo al subcomisario.
—Ahora déjenos debatir entre nosotros, en la comunidad.
—Termino el acta y los dejo, no se preocupe.
—Es que cuando vienen los milicos nos ponemos nerviosos —insistió Gilberto, que parecía dispuesto a pelearse ahí mismo.
—No se ponga nervioso y haga como el logko que está ahí lo más bien —retrucó el policía mirando de reojo a Albino, que acababa de llegar de Añelo en su Meriva negra.
—¡No me toreés y tomatelás! —gritó Gilberto.
Albino bajó de su auto y también levantó la voz.
—¡Usted sepa que está en nuestra casa, que éste es territorio de la comunidad y que no puede venir acá a amenazar con desalojarnos de nuestra tierra! —le espetó.
—Yo le transmito la orden del fiscal como auxiliar de justicia que soy, nada más —retrocedió el subcomisario. A una seña suya, los demás policías se subieron a sus camionetas y se fueron, aunque con la advertencia de que volverían al rato.
Albino llamó a una de sus interlocutores en YPF. Puso su celular en altavoz para que todos los demás pudieran oír. «Yo ahora lo soluciono, Albino, pero ¿cómo puede ser que lleguemos a esto?», se escuchó del otro lado. «¡Porque ustedes no cumplen!», replicó el logko. «No se preocupe, vamos a cumplir», dijo la ejecutiva.
Se acercaban las 14 horas, el plazo límite que habían fijado los policías. Los mapuches no tenían ninguna intención de moverse y compartían un guiso. Se había juntado una decena de autos en el acceso a los pozos, y unos 50 miembros de la comunidad y de otras vecinas compartían el piquete. Entre ellos jugaban niños y dos abuelas atendían a los bebés. Todos esperaban.
A la hora, la mujer de YPF devolvió el llamado. Ratificaba el compromiso y avisaba que los policías no volverían. Avisaba que el dinero para el campito de alfalfa llegaría la semana siguiente, y que también se haría una reunión en Neuquén capital para firmar los contratos de los resarcimientos. Cuando Albino cortó la comunicación, estallaron los festejos entre los manifestantes. La medida había surtido efecto.
—¡Mari chiweo! ¡Mari chiweo! —gritaron todos con sus puños en alto. El viejo grito de guerra mapuche, que los Campo Maripe traducen como «diez veces nos caeremos, diez veces nos levantaremos», volvía a hacerse escuchar sobre Vaca Muerta.
«Crecimiento o vaciamiento», rezaba una gigantografía. «Independencia o entrega», pregonaba otra. Eran los dos lemas con los que uno de los políticos más derechistas del país, Sobisch, buscaba volver a la gobernación neuquina el 30 de noviembre de 2014 en las elecciones internas del MPN, en las que votaban afiliados e independientes. Ya había intentado ser candidato de su partido en 2011, pero Sapag lo había derrotado. La foto de quien había regido en Neuquén entre 1999 y 2007 aparecía en aquellos carteles junto con el líder sindical Guillermo Pereyra. El petrolero aliado de Moyano venía de una derrota en agosto en la votación a presidente del MPN y había desistido de postularse a jefe provincial, pero quiso poner a un ladero de su gremio, Omar Lorenzo, como aspirante a vicegobernador de Sobisch. El rival por vencer era el recientemente electo jefe partidario, Omar Gutiérrez, ministro de Economía de Sapag.
Dos días antes del comicio, Sobisch, Lorenzo y Pereyra cerraron la campaña en la sede del sindicato petrolero en la capital neuquina, en la calle San Martín. De repente llegó el Caballo y fue saludando sereno uno por uno a los trabajadores que esperaban en la vereda y adentro de la recepción para hacer algún trámite. El sindicato ofrece muchos beneficios en cuanto a préstamos, becas, turismo y servicios médicos. Adentro del auditorio lo esperaba una conferencia de prensa llena de militantes e invitados, desde unas jóvenes vestidas con uniformes de taekwondo y un hombre robusto con colita rutera hasta dos trajeados sin corbata. Dos promotoras con gorras de Sobisch parecían sacadas más de una carrera de automovilismo que de un acto político.
El ex gobernador de la provincia petrolera arrancó criticando a los Sapag: «Son tres generaciones viviendo del Estado». No parecían del mismo partido, pero eso es habitual en la politica argentina. «Perdió jerarquía la obra pública: el gobernador a los apurones ayer inauguró una rotonda…», disparó Sobisch. Pidió plebiscitar la ya aprobada ley federal de hidrocarburos. «No es cierto que no van a venir empresas con un duro que negocia. Van a venir más que con un blando que no cumple», se jactó quien había sido más laxo que De la Rúa en la renegociación de la concesión de Loma La Lata en 2000.
Después llegó el turno del senador Pereyra, con un discurso más propio de un empresario que de un sindicalista: «Las empresas piensan que una ley no va a atraer inversiones. Mientras siga este marco macroeconómico, la brecha cambiaria (entre el dólar oficial y el paralelo) tan amplia, un vicepresidente (Amado Boudou) procesado y las tensiones con los fondos buitre, no van a venir. Solo Chevron vino y puso las condiciones. En las PASO prometimos 12.000 puestos de trabajo, pero, compañeros, con angustia, me entero que Sinopec y San Antonio bajaron equipos. La recuperación de estas inversiones es a 4 o 10 años. No van a invertir 4.000 millones de dólares si no pueden retirar una parte de los dividendos. Yo estuve ayer con dos presidentes de empresas y los dos me manifestaron que Sobisch es confiable y lo demostró en la negociación con Repsol por Loma La Lata». También sacó a relucir su fama de resolver los conflictos sindicales sin violencia, a diferencia de sus colegas de Chubut y Santa Cruz: «Ninguna empresa va a venir a invertir sin paz social. No somos como los sindicalistas del sur que incendian camionetas».
Al término de la conferencia de prensa, y sin ningún prurito por lo que constituía a todas luces un acto de clientelismo político explícito, Pereyra y Sobisch les entregaron a 20 «referentes de instituciones» sociales, culturales y deportivas un reconocimiento en forma de voucher que el lunes posterior a la elección podría trocarse allí mismo por $ 10.000 (u$s 1.170) en efectivo. El dinero venía de «aportes de empresarios amigos», según reconocieron allí mismo los dos políticos. Nadie firmó un solo recibo ni quedó clara la contraprestación que había por aquellos $ 200.000 (u$s 23.400) que cambiaron de manos en pocos minutos.
No fue suficiente con el apoyo desinteresado de las organizaciones premiadas. El 30 de noviembre la dupla Sobisch-Lorenzo obtuvo el 39,9% de los 126.000 votos, frente a la fórmula sapagista Gutiérrez-Rolando Figueroa, con el 55,2%. Pocos días después Pereyra anunció que dejaba el bloque de senadores nacionales del MPN y se sumaba al del Peronismo Federal, en el que ahora es compañero de bancada del ex presidente Adolfo Rodríguez Saá, el salteño Juan Carlos Romero y la puntana Liliana Negre de Alonso.
El candidato de Sapag vencía tras una intensa campaña mediática en su favor. El gobernador se cansó de repetir que Neuquén se había desmarcado de la recesión que afectó al resto de Argentina en 2014. No solo el desempleo lo confirma sino también otros datos, como la venta de autos cero kilómetro: Neuquén fue una de las dos provincias en las que menos cayeron los patentamientos, un 13%, frente al bajón del 28,5% nacional. Empresarios como los bodegueros Schroeder lo percibieron también en sus principales negocios: sus clínicas atendieron más pacientes, aunque unos 45 empleados administrativos se les fueron a la actividad hidrocarburífera, mientras su diario La Mañana de Neuquén facturó más publicidad por las petroleras, pero también por los comercios como Coto o Garbarino.
Si se compara Vaca Muerta con una de las más rendidoras formaciones de esquisto de Estados Unidos, Eagle Ford, se descubre que la roca neuquina tenía en 2014 unos 300 pozos en producción, frente a los 5.500 de la norteamericana. La extracción de gas en la formación texana alcanzaba los 2.900 millones de pies cúbicos por día, frente a 50 millones de la argentina. En petróleo la brecha era de 838 millones de barriles, contra 15 millones. En Eagle Ford, los primeros desarrollos masivos comenzaron en 2009. En Vaca Muerta, 5 años después.
De los 25 equipos de perforación que operaban en Vaca Muerta en 2014, 21 trabajaban para YPF. En abril de 2012, el mes de la nacionalización, YPF solo tenía cuatro equipos en no convencional. En aquel tiempo, YPF solo tenía 42 pozos no convencionales en producción. Ahora, 250.
En 2011 YPF tuvo 15 pozos verticales no convencionales produciendo durante 12 meses. En 2012, diez. Al año siguiente subieron a 103. En 2014, a 180 pozos, de los cuales diez están en el sweet spot de Loma Campana.
Aun con ese desarrollo incipiente, gracias a Vaca Muerta, las reservas totales de hidrocarburos argentinas revirtieron en 2013 la tendencia declinante que mantuvieron durante los 12 años previos. Al 31 de diciembre de ese año, según los datos que publica con un año de atraso la Secretaría de Energía, las reservas comprobadas eran de 4.400 millones de barriles de petróleo equivalentes, una medida que permite homogeneizar y reunir las de crudo y las de gas. El incremento en un año fue del 1,3%, tras una caída del 45% entre 2000 y 2012. Al ritmo de extracción de 2013, alcanzarían para 9,4 años. En 2002, el horizonte era de 12,3.
Si bien las reservas totales subieron, las que realmente se incrementaron son las de gas, que a fines de 2013 estaban un 4% por encima de las de un año antes, con un índice de reposición de 1,31 metros cúbicos por cada metro cúbico quemado. Sin embargo, todavía acumulaban una caída del 57,8% frente al pico del año 2000. Las de petróleo, en cambio, mantuvieron su caída. Por cada 100 barriles consumidos en 2013 se repusieron 88 en reservas comprobadas. Por eso el stock disponible cayó un 1%.
¿Es un boom Vaca Muerta?
Por ahora no. Hay mucho revuelo en un pueblo como Añelo. También está impactando en Neuquén. No está transformando, de momento, a la Argentina. Se necesita mucha inversión, e YPF sola no alcanza por mucha mística que reine entre algunos empleados, no todos, de la empresa reestatizada. No es un negocio para el chiquitaje, hay que enterrar muchos dólares para encontrarle el agujero al mate, como dice un petrolero. Las grandes extranjeras que llevan unos años explorando deberán adoptar más temprano que tarde la decisión de si apuestan al desarrollo masivo, que requiere menos costos y más productividad.
Uno de los directores de YPF y GyP, el neuquino Gustavo Nagel, también plantea el desafío de que todas las petroleras mejoren su relación con los superficiarios en un sentido amplio de la palabra: «Municipios, reparticiones públicas provinciales y nacionales, ONG, sindicatos, puesteros con o sin títulos, okupas, comunidades indígenas, los estudiantes, los abogados». En las modernísimas oficinas que la petrolera neuquina inauguró en 2013, Nagel lanza: «Hay tremendas expectativas, hasta dicen que es Arabia Saudita, y todos quieren más. El desafío es que le genere valor a la sociedad. Hay reclamos muy bien fundados, sobre todo en un país que adhiere a tratados internacionales como el que establece la consulta previa a indígenas, y otros que ven a la industria como oportunidad de extorsión». Toda una descripción bastante sensanta, aunque no siempre GyP ni YPF actúan en consecuencia.
El segundo empresario más rico del país, el ítalo-argentino Paolo Rocca, con 4.200 millones de dólares de fortuna (la 366º del mundo), prevé negocios vendiendo sus tubos de Tenaris made in Campana o con la petrolera Tecpetrol, pero advierte: «Los pozos de Vaca Muerta no son rentables por definición. Esto no es Arabia Saudita. Es un mundo muy difícil donde los servicios y la logística son claves. Con la caída del precio puede haber un desarrollo menos agresivo, pero para el país sigue siendo lógico el desarrollo». El dueño de Techint preveía a fines de 2014 uno o dos años de petróleo barato.
¿Qué opina el primer magnate de Argentina? Alejandro Bulgheroni fue uno de los asistentes al tradicional almuerzo del Club del Petróleo en Buenos Aires en noviembre de 2014.
—¿Sigue siendo tan pesimista con Vaca Muerta?
—Yo no soy pesimista. Soy cauteloso. Vaca Muerta para el país es una mina de oro, pero hay que explotarla bien.
—Pero dijo que las primeras pruebas no habían sido tan satisfactorias.
—Es que no lo fueron. Yo me guío por los costos, y los costos siguen siendo muy altos. Cuando logremos bajarlos va a haber más lugar para el optimismo.
En YPF admiten además que el futuro hidrocarburífero de Argentina no pasa solo por Vaca Muerta. Quedan importantes reservorios en el Golfo de San Jorge, en la cuenca austral y en las plataformas offshore aún sin explorar del todo. También prevén aplicar recuperación terciaria en pozos maduros. Tampoco creen en la idea mágica de que Vaca Muerta resolverá no solo la crisis energética sino también la restricción externa y las crisis cíclicas de la macroeconomía criolla.
Argentina, además, afronta el desafío de diversificar su matriz energética, de atenuar su dependencia hidrocarburífera, según reconocen al menos pour la galerie hasta los ejecutivos petroleros.
¿La opción son las centrales hidroeléctricas, las nucleares, los molinos eólicos, la energía solar, los biocombustibles?
¿La opción es que los argentinos que derrochan energía comiencen por cuidarla?
¿Deben ahorrar primero Estados Unidos y los países ricos y después el resto? ¿Todos al mismo tiempo, pero la superpotencia más?
Son debates abiertos en un planeta que se calienta. Y en un país con una Vaca Muerta.