Kevin sentía que el siguiente mensaje estaba llegando, la señal empezaba en sus auriculares, los principios de una traducción se abrían camino a través de él. Estaba sucediendo, quisiera él o no.
—No creo que tengamos mucho tiempo —dijo—. Siento que está viniendo.
La gente ya se estaba agolpando a su alrededor. Su madre estaba allí, rodeándolo con los brazos como si pudiera protegerlo de cualquier cosa que viniera. L Dra. Levin y el Profesor Brewster estaban allí, ambos parecían preocupados. Para alivio de Kevin, Luna volvía a estar de pie. No la habían apuñalado. Kevin fue corriendo hacia ella y la abrazó.
—¿Estás bien? —preguntó.
—Depende —dijo—. ¿Cuántos tús se supone que hay?
Kevin negó con la cabeza.
—No hagas bromas, estaba preocupado por ti.
—¿¡Estabas preocupado por mí!? Yo no era la que tenía un cuchillo en el cuello.
En medio de todo esto, por supuesto, las cámaras continuaban rodando. No iban a parar en medio de algo tan espectacular.
El Profesor Brewster estaba allí, parecía que tenía miedo de que Kevin pudiera romperse. O, simplemente, solo era que tenía los ojos clavados en el hombre muerto de detrás de Kevin, al que Kevin no se había atrevido a girarse para mirar.
—¿Qué está pasando? —exigió—. ¿No vamos a sacar de aquí a Kevin?
—Dice que está llegando otro mensaje —explicó Ted.
Kevin no sabía cómo explicarlo más claro.
—Bueno, aguanta hasta que te llevemos a un lugar seguro —dijo el Profesor Brewster, pero sin duda alguna ahora ya tenía que saber que esto no funcionaba así.
Kevin apretó los dientes.
—Yo no puedo controlar cuándo llega el mensaje. Simplemente lo recibo y lo traduzco.
—¿Por qué… por qué es un problema que recibas el mensaje aquí? —preguntó Luna.
Parecía temblorosa, pero era comprensible dado todo lo que acababan de pasar los dos. Aun así, era ella la que estaba haciendo las preguntas adecuadas, no el profesor.
—Porque serán las coordenadas de las cápsulas de escape —dijo Kevin—. Estoy seguro de eso. ¿Qué otra cosa podría ser?
—Antes recordabas los números del sistema —remarcó Luna—. Podrías recordar esto.
—¿Y si es una lista larga? —replicó Kevin—. ¿Y si me dejo algo?
Luna señaló hacia las cámaras y Kevin entendió que tenía razón. Lo único que tenía que hacer era hablar, y todo lo que dijera sería grabado por tantas cámaras que no podía ni contarlas todas. Estaría alrededor del mundo en un instante.
Se dirigió hacia ellas y, justo mientras lo hacía, la señal le alcanzó.
Las series de números parecían no acabar nunca. No era de extrañar que los seres que las mandaban hubieran advertido a Kevin de que llegarían. Habían querido darle la oportunidad de prepararse para grabarlas de alguna forma, de modo que nos e perdiera la información. Cada vez que Kevin terminaba de repetir una serie de números, empezaba una nueva serie de dígitos y números, sin apenas darle el tiempo suficiente para descansar. Traducía a la vez que llegaba, temblando por el esfuerzo de hacerlo, o quizás solo por las secuelas de todo lo que había sufrido en los últimos minutos.
Recitaba los números y las letras en una serie larga, casi interminable, pero lo cierto era que, por primera vez desde que Luna le había ayudado a resolver la conexión con el sistema Trappist, no sabía qué quería decir exactamente todo esto.
Por fin, la transmisión de números se detuvo y Kevin se quedó quieto, intentando recuperar la respiración.
—¿Eso es todo? —preguntó Luna—. Kevin, ¿estás bien?
Kevin consiguió asentir, aunque incluso eso era un esfuerzo ahora mismo. No estaba seguro de a qué parte estaba diciendo que sí.
Ahora la Dra. Levin estaba allí, rodeando a cada uno con un brazo.
—Vale —dijo la Dra. Levin—, los dos os vais a meter dentro. Después de todo lo que ha pasado, creo que mucha gente querrá hablar con los dos, pero yo quiero que os revisen primero a los dos primero y asegurarme de que estáis bien. No me gusta lo cerca que estuvisteis de que os hicieran daño antes.
Cuando se giraron para irse, Kevin pudo oír los gritos de la multitud reunida mientras empezaba a salir del silencio en el que habían estado atrapados.
—Kevin, ¿cuándo van a venir a por nosotros los extraterrestres? —exclamó un hombre.
—Kevin, ¿qué significa realmente la vida?
—¿Cuándo vais a admitir que esto es un fraude?
—¿Estás herido?
Gritaban tantas preguntas diferentes a la vez que, por uno o dos instantes, Kevin deseaba marcharse y dejarlos allí. Pero no lo hizo. Sentía que tenía que decir algo, y esta vez no tenía nada que ver con las presiones de las señales alienígenas.
—Sé que muchos de vosotros acudís a mí por respuestas, pero lo cierto es que no tengo muchas —dijo Kevin—. Solo soy un niño. No tengo ningún conocimiento especial. Ni tan solo sé por qué soy yo el que recibe los mensajes que están mandando los extraterrestres.
—¿Qué pasó hoy? —preguntó un reportero—. ¿Por qué todos estos números? ¿De qué va esto?
Kevin inclinó la cabeza, intentando calcular cuánto se le permitía decir. Entonces se dio cuenta de que tal vez era la manera errónea de pensar en ello. Malinterpretarlo había provocado esto. Alguien había intentado matarlo hoy, pues no entendía la información que él tenía. Porque, dados el espacio para hacerlo, se lanzaron a la conclusión errónea.
—Alguien me intentó matar hoy —dijo—, porque piensa que la información que estoy recibiendo es lo suficientemente peligrosa como para que valga la pena matar por ella.
—¿Lo es? —exclamó alguien.
Kevin negó con la cabeza.
—Saber que allí fuera hay una civilización extraterrestre, que la había, es increíble, pero no vale la pena matar gente por ello, y yo no quiero que nadie más esté en peligro por mí. —Casi paró al recordar el ver que apartaban a Luna de un golpe, el ruido de la pistola de Ted cuando disparó—. Yo no importo. Lo que importa es que el mundo de los alienígenas está muriendo, y que ellos han mandado… imagino que podríamos llamarlas cápsulas del tiempo. Y ahora sabemos a dónde van.
Él también supo a dónde iba ahora, pues su madre estaba tirando de él para llevarlo de la plataforma al instituto.
***
—¡Si van a atacar a mi hijo, entonces no quiero que se quede aquí! —dijo la madre de Kevin mientras ella y el Profesor Brewster discutían.
Kevin los observaba a los dos desde la punta de su cama. Hizo un gesto de dolor cuando uno de los médicos del instituto le desinfectó un corte diminuto que le había hecho el cuchillo. A su lado, Luna llevaba una venda alrededor de la cabeza, mientras Ted estaba allí y parecía que medio esperaba otro ataque.
—Entiendo su preocupación —dijo el Profesor Brewster, e incluso Kevin sabía que eso no era lo correcto para decirle a su madre ahora mismo.
—¿Entiende lo que es ver que atacan a tu hijo porque está atrapado en una locura? —exigió la madre de Kevin—. ¿Usted tiene hijos acaso?
—Bueno, no, pero…
—¿Quién es usted? —le preguntó Ted a Kevin, ignorando la discusión entre su madre y el profesor por un momento.
—Oh, yo soy un tío que echa una mano donde puede —dijo Ted.
—Eso no es una respuesta —dijo Luna.
Pareció pensar por uno o dos instantes y después encogió los hombros.
—Imagino que no es nada malo. Lo siento, tengo la costumbre de no decir nada. Yo estaba en el ejército. Las Fuerzas Especiales. Después me tomó prestado la CIA por un tiempo, después… bueno, después intenté jubilarme, pero recibí una llamada cuando todo esto empezó, y no pude negarme exactamente.
—Antes dijo que el Presidente le llamó —dijo Kevin—. No lo haría si usted fuera un tipo cualquiera.
—Bueno, quizás he visto unas cuantas cosas en mi vida —dijo Ted. Echó un vistazo hacia donde el Profesor Brewster y la madre de Kevin todavía estaban discutiendo—. Por lo que yo sé, tú lo conociste por esto. Esto debe hacerte a ti más especial que a mí. Vosotros dos, ¿queréis venir a ver cómo les va a los lumbreras con los números que sacaste del aire?
Kevin asintió y, juntos, los tres salieron por el edificio. Ahora Kevin se sentía un poco más fuerte, la mayor parte de la debilidad que había sentido era debida a la combinación de recibir el mensaje y el estrés del ataque. También se sentía extrañamente vacío, y le llevó un instante entender por qué:
Por primera vez desde que esto había empezado, no había sensación de los extraterrestres.
No había ninguna cuenta atrás latiendo en su cabeza. No había ninguna señal inminente que se suponía que tenía que esperar. No había ningún mensaje. Todo estaba en silencio. Debería haberle dado paz, pero por primera vez desde que había llegado allí, Kevin se sentía… inútil, como si no tuviera nada que hacer.
Pero era casi el único que lo hacía. La gente que les pasaba por delante estaba ocupada, y todos ellos parecían estar trabajando en el problema de las coordinadas. Los laboratorios que se usaban para otras cosas estaban vacíos y, en cambio, los científicos estaban reunidos en salas de conferencias, trabajando en las series de números de cien maneras diferentes. Algunas personas de la NSA también parecían estar metidas.
Kevin pensaba que podría haber algún problema con la seguridad mientras se acercaban al lugar que albergaba los superordenadores, pero Ted entró directamente, los soldados y los agentes del FBI lo saludaron con la cabeza por igual al pasar y dejaron entrar a los tres.
—Guau —dijo Luna cuando llegaron al box del superordenador—. Imagina a los juegos que podrías jugar con esas cosas.
Kevin dudaba de que fueran de mucho uso para eso, pero cuando se trataba de diseccionar series de números, parecía que eran muy, muy buenos. SAM estaba escupiendo posibilidades usando las señales, mientras la mitad de las otras máquinas que había allí también se habían puesto en marcha, y los científicos corrían entre ellos, gritando resultados.
—Es otro error —exclamó uno—. Creo que alcanza algún lugar de las Pléyades.
Kevin oyó un quejido de frustración de los otros científicos que había allí.
—Están intentando acotar la búsqueda —explicó Ted.
La Dra. Levin estaba allí y, para sorpresa de Kevin, la gente parecía estar escuchándola. Tal vez el hecho de que indudablemente había extraterrestres hacía más fácil recibir órdenes de la jefa del SETI.
—El problema es demasiada información —dijo—. Nos diste tantos posibles resultados, Kevin, que no podemos ocuparnos de todo, incluso con nuestro poder informático.
—¿Habéis probado con Internet? —preguntó Kevin.
—No creo que este sea el tipo de cosa que encontraríamos en Internet —dijo el Profesor Brewster, acercándoseles—. Aquí tenemos algunos de los ordenadores más sofisticados del mundo.
Kevin negó con la cabeza.
—Podríamos hacerlo. Cuando traduje, les di la información a los reporteros, ¿verdad? O sea, ¿la gente de alrededor del mundo no lo estará mirando? Dijo que el problema era tener a la gente suficiente para hacerlo. Bueno, ¿eso no significa que tiene al mundo entero ayudando?
—El chico tiene razón —dijo Ted—. ¿Lo habéis comprobado?
—Bueno… no —confesó el Profesor Brewster.
La Dra. Levin encogió los hombros.
—Tal vez valga la pena intentarlo. El SETI a menudo ha cogido prestado poder informático de gente de alrededor del mundo.
—Hacedlo —dijo Ted.
La Dra. Levin salió por unos instantes. Volvió con una tableta y una mirada ligeramente aturdida.
—No… no me lo creo —dijo, y empezó a teclear encima de ella—. Un momento, lo llevaré a una pantalla más grande.
Pulsó sobre algunos puntos en la tableta y de ellos se encendió una pantalla de ordenador, suficientemente grande para que se pudiera ver desde toda la sala. En la pantalla había coordenadas, junto con las palabras “¡Una nave alienígena a punto de chocar contra la Tierra!” La página parecía ser anónima, pero no había ninguna duda sobre lo que estaba diciendo.
—Si tomamos esta serie de coordenadas —dijo la Dra. Levin—, bien, observad.
En la pantalla apareció un mapa del mundo, primero era tan amplio que Kevin no podía calcular dónde se suponía que estaba el lugar del choque. Giró, se centró en América del Sur y después continuó. Se estrechó en un país, después una región, después lo que parecía un trozo de selva de unos tres kilómetros de ancho.
—El bosque lluvioso de Colombia —dijo Ted, mirándolo fijamente.
—¿Estamos seguros de eso? —preguntó el Profesor Brewster.
—Lo comprobaremos, por supuesto —dijo la Dra. Levin—, pero a primera vista… sí, parece correcto. Lo que resulta extraordinario por sí mismo. La idea de que una civilización pudiera predecir dónde aterrizaría su nave con esta precisión a una distancia así es… casi imposible de creer.
—Bueno, pienso que tenemos que empezar a creerlo. —Ted le puso una mano sobre el hombro a Kevin—. Si tienes razón en todo esto, nuestros amigos extraterrestres van a enviar su cargamento a Colombia.
—¿Eso es malo? —preguntó Kevin.
Ted encogió los hombros.
—No lo sé. Esto podría complicar las cosas. Estoy más preocupado por cuánta gente más habrá visto esto. ¿Dra. Levin?
—No hay modo de saberlo —dijo la directora del SETI—. Supongo que si lo encontramos, mucha gente lo habrá hecho.
—Lo que significa que medio mundo estará allí —dijo Ted—. ¿Qué dices, Kevin? ¿Vamos allí a conocerlos?
—¿Vamos a conocer a quién? —preguntó la madre de Kevin, entrando en el box del ordenador—. ¿Qué está pasando?
Kevin intentó pensar en la mejor manera de decirlo.
—Mamá, humm… ¿puedo ir a Colombia?