Capítulo 10

 

 

 

 

 

AUNQUE no podía negar que había disfrutado de cada minuto en casa de los Hunter, por quien Cryssie se sentía verdaderamente feliz era por Milo.

Por eso y porque Jed Hunter, quisiera reconocerlo o no, cada día le gustaba más.

Cuando llegaron a casa le sorprendió que Polly hubiera salido. Había una nota en la cocina en la que decía que había ido a dar una vuelta. Algo raro, porque su hermana no tenía costumbre de salir sola. Cryssie estaba metiendo a Milo en la cama cuando volvió.

–¿Dónde has estado? Empezaba a preocuparme.

–He ido a dar una vuelta por ahí –contestó Polly, sin mirarla–. ¿Lo habéis pasado bien?

Después de que Milo se lo contara todo, entusiasmado, bajaron al salón.

Y cuando llegaron allí, su hermana se puso a llorar desconsoladamente.

–¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras?

Polly se lo contó entre sollozos y Cryssie, atónita, no supo qué decir. Y tampoco sabía cuál sería la reacción de la persona a la que concernía aquello.

Dejó que su hermana se desahogara durante casi una hora y, después de prometerle que todo se arreglaría, fue a la cocina para hacer un poco de té. No podía creer que un día estupendo acabase de aquella forma tan desastrosa. Cryssie se tapó la cara con las manos.

De nuevo, todo caía sobre sus espaldas.

 

 

Cryssie consiguió librar el jueves por la tarde. Afortunadamente, Rose había creído su excusa sobre una reunión con el director del banco, de modo que Jed fue a buscarla a casa a las tres. Pero estaba deprimida y angustiada.

El problema que le había presentado Polly era una carga insoportable para ella y sabía que lo cambiaría todo. Evidentemente, significaría el final de su relación con los Hunter.

No había podido pegar ojo desde que su hermana se lo contó y estaba dispuesta a confesarlo todo aquel mismo día. Fueran cuales fueran las razones de Jed Hunter para que hablasen a solas, nada era más importante que lo que ella tenía que decirle.

Llegaron al apartamento alrededor de las cuatro.

–¿Te importa hacer un té? –le preguntó Jed, mientras revisaba el correo.

Sin decir nada, Cryssie fue a la cocina y puso el agua a calentar. Pero cuando volvió al salón con las dos tazas, se sorprendió al ver su expresión sombría.

–¿Qué ocurre?

–Quiero hablar contigo sobre algo muy serio –empezó a decir Jed–. Yo necesito algo más… digamos un acuerdo más establecido entre tú y yo del que tenemos ahora.

–No te entiendo.

–Quiero que… tengamos una relación más personal. Estoy hablando de matrimonio, Cryssie. ¡Y no me mires con esa cara de terror! ¿No se te había ocurrido pensarlo siquiera? La mayoría de las mujeres lo habrían pensado.

Ella puso su taza de té en la mesa y se dejó caer sobre el sofá.

–Me parece que no te he oído bien.

–Lo he pensado durante unos días y creo que sería la solución perfecta para los dos. Conveniente en todos los sentidos. ¿No lo entiendes? Quiero estar contigo todo el tiempo, no sólo de nueve a cinco. Necesito tu sentido común, tu lealtad, tu inteligencia, tu dedicación. Si viviéramos juntos, las cosas irían mejor, todo sería más eficiente. Yo tendría todo lo que necesito y tú… en fin, tú tendrías todo lo que quisieras durante el resto de tu vida.

Cryssie recuperó de repente la voz, pero le costó trabajo.

–Pero eres mi jefe, Jed. Los negocios y las relaciones personales nunca deben mezclarse.

–Precisamente. Yo nunca he tenido una relación con alguien que trabajase para mí…

–¿Pero no acabas de decir…?

–¿No lo entiendes, Cryssie? Si nos casamos ya no serás una empleada, serás mi mujer. Serás una de los Hunter.

Ella tragó saliva.

–Lo siento, pero para mí lo único aceptable es que la nuestra sea una relación profesional. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Polly y Milo son lo primero para mí y no puedo pensar en otra persona…

–¿No? –murmuró Jed, tirando de su mano para levantarla del sofá–. Pues yo creo que estoy empezando a descubrir cosas de ti que ni tú misma conoces.

–No, Jed. No lo entiendes…

–Lo entiendo perfectamente. Prefieres ser una mártir, ¿es eso, Cryssie? Hay cierta seguridad en lo que tienes. Sin problemas emocionales, ni compromisos, ningún hombre con el que compartir tu existencia… Sí, tu hermana y tu sobrino te necesitan, ya lo sé, pero tú también los necesitas a ellos. Y, sin embargo, lo que yo te ofrezco es lo mejor para todos.

–No…

–Te harías un enorme favor y a ellos también. En Shepherd’s Keep hay sitio para todos. Polly y Milo tendrían una parte de la casa, el jardín… sería su hogar. ¿Es que no ves las ventajas? Sé práctica, Cryssie. Sería lo más sensato para todos nosotros.

Ella dejó escapar un suspiro cuando Jed la soltó.

–Lo que acabas de decir… que soy una mártir de la causa de mi familia, es en parte verdad. Pero hay otra razón para no querer que nada cambie. Una vez trabajé para un hombre que era muy parecido a ti… de hecho, en algunos aspectos podríais ser hermanos. ¿Y sabes una cosa? Yo creí en ese hombre… creí todas las promesas que me hizo. Pero cuando me di cuenta de que estaba destrozando mi vida lo dejé –Cryssie tragó saliva–. Estuve ciega durante un tiempo, pero después entendí que, para mí, la felicidad estaba en mi familia. Y, por el momento, no ha ocurrido nada que me haya hecho cambiar de opinión.

Jed hizo una mueca.

–Los años pasan deprisa y llegará un momento en el que Milo ya no te necesite. Tú lo habrás dado todo por él, pero el chico se marchará de casa para vivir su propia vida. ¿Y entonces qué? ¿Buscarás a alguien más a quien cuidar?

–Mi hermana me necesitará siempre.

–No cuentes con ello. Tu hermana es una mujer muy guapa. Algún día aparecerá un hombre que la entienda y se irá con él –Jed se pasó una mano por el pelo–. Piensa en lo que te he dicho, Cryssie. Ésta es una oferta que podría no volver a repetirse.

Cryssie tenía ganas de echarse a llorar. ¿Cómo podía pensar que ella iba a aceptar una proposición así? ¿Que aceptaría un matrimonio de conveniencia? ¡Ni siquiera había mencionado la palabra amor!

–Hay algo más de lo que tenemos que hablar –dijo entonces–. Algo muy serio. ¿Has ido a Latimer esta semana?

–No, tenía otras cosas que hacer. ¿Por qué?

–¿No has oído nada sobre… un robo?

–No. ¿A qué te refieres?

–Me temo que ha ocurrido algo… y tiene que ver con Polly –Cryssie apartó la mirada un momento, avergonzada–. Mi hermana robó un pañuelo en Latimer… un pañuelo muy caro. Estaba mirándolo y, sin pensar en lo que hacía, lo guardó en su bolso. Por supuesto, el guardia de seguridad la detuvo en la puerta y le dijo que iban a presentar una denuncia por hurto. Mi hermana llegó a casa deshecha en lágrimas, amenazando con quitarse la vida si la llevaban a juicio. Y lo peor de todo es que la pobre robó el pañuelo para mí, no para ella misma. Quería hacerme un regalo…

–Pobrecilla. Debió de llevarse un susto terrible –suspiró Jed, pensativo–. Evidentemente, Polly necesita ayuda. Debió de perder toda la confianza en sí misma cuando el padre de Milo la dejó y se siente inútil… sobre todo teniendo una hermana tan capaz como tú. Hacer una cosa así es el comportamiento típico de alguien que necesita consuelo y seguridad.

Cryssie podría haberle echado los brazos al cuello. Jamás habría pensado que Jeremy Hunter fuese un hombre tan comprensivo.

Suspirando, sacó un pañuelo del bolsillo y se sonó la nariz. Confesarle el delito de Polly había sido muy difícil para ella.

–En fin, supongo que ahora que conoces el lado oscuro de mi familia, querrás reconsiderar tu oferta…

–¿Por qué? ¿Crees que ahora te veo de forma diferente? ¡Por favor, confía un poco en mí! –exclamó él, envolviéndola en sus brazos–. Al contrario, tonta, esto hace que mi propuesta merezca aún más tu consideración. ¿No te parece? Podemos buscar el mejor tratamiento para Polly… y eso es algo que tu hermana necesita desesperadamente. Y en cuanto a Milo… nada será demasiado bueno para él. Irá al mejor colegio, tendrá todo lo que quiera…

–¿Como lo tuviste tú de pequeño? –bromeó Cryssie–. Pues, según tu madre, eras un niño malcriado.

–Sí, bueno, eso es verdad. Pero Milo se convertirá en un adulto sensato y no totalmente influenciado por dos mujeres que lo protegen de forma exagerada.

El tono de su voz era urgente, excitado y, a pesar de todo, Cryssie empezó a pensar lo impensable.

¿Sería tan absurdo aceptar su proposición de matrimonio? ¿Qué clase de matrimonio sería el suyo? ¿De verdad podía decirle que no en su situación? Sabía que sería un matrimonio de conveniencia… aunque también habría momentos de pasión; Jed le había demostrado esa parte de su naturaleza otras veces. ¿Pero y el amor? Jeremy Hunter no sabía el significado de esa palabra.

Sin embargo, Polly… por primera vez en mucho tiempo, Cryssie se sentía sola e insegura. El futuro que, hasta unas semanas antes le parecía brillante, ahora parecía frágil y aterrador. ¡Y Jed Hunter se lo estaba poniendo aún más difícil!

Como si él le hubiera leído el pensamiento, le dijo:

–Mañana estaré fuera de la oficina… y durante parte de la semana que viene también. Así tendrás tiempo para tomar una decisión. Piénsalo, Cryssie. Piénsalo y verás que tengo razón.

Claro, Don Perfecto siempre tenía razón, pensó ella. Pero si decía que sí, ¿qué pensaría todo el mundo? Claro que eso no era lo que más le importaba.

–Esta noche te invito a cenar –dijo Jed alegremente–. Cenaremos temprano para no volver muy tarde a casa. ¿Tienes hambre?

–No.

–Es una pena porque después de una conversación seria yo siempre estoy hambriento –Jed miró su reloj–. Ve a lavarte la cara, anda. Yo voy a reservar mesa en un sitio muy especial. Te prometo que no serás capaz de resistirte. Y será una pequeña celebración. Estamos a punto de dar un paso importante… si tú me aceptas.