UNA AMISTAD SECRETA

PEPITA LES ESCRIBIÓ cartas muy sentidas, largas y llenas de faltas de ortografía, a Mina y a Pedro. En ellas les pedía perdón por haber sido envidiosa, celosa y grosera. Las Maléficas se quedaron sin jefa, porque Pepita se suavizó muchísimo después del asunto del partido y el piquete de avispa.

Ahora, los papás de Pepita le prestan más atención. No digo que ya no se les olviden las juntas o que vayan a todos los juegos, pero cumplen sus promesas y platican con su hija. Y Pepita ha cambiado. No le ha mejorado la ortografía, ni se ha convertido en una niña aplicada, pero ya no está celosa de Pedro. Le parece un poco guapo y un gran portero.

Ha vuelto a casa de Mina y por las tardes juegan los tres al futbol, miman a Pong o les dan alpiste a los pajaritos que van a beber a la ventana de Pedro.

En las noches, Pipistrelo sale de su nido y vuela hacia la casa de Pepita. Allí, Pepita lo espera con la ventana abierta y una tacita de néctar, del mismo que Pedro les prepara a los pájaros. Pipistrelo cena, se cuelga de cabeza en el dosel que cubre la cama de Pepita y le canta canciones para dormir murciélagos. También funcionan con los niños. Cuando Pepita se queda dormida, Pipistrelo sale y se come todos los mosquitos que se le atraviesan hasta que sale el sol y da la hora de irse a dormir.

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El animal favorito de Pepita ya no es el unicornio. Ni los cisnes, ni los koalas, ni los delfines. Todos esos animales son hermosos, sí. Pero para ella hay uno que es el más lindo, que supera en belleza a los verdaderos y los imaginarios. Es el murciélago. Su mascota secreta, el animal que la salvó de las avispas. Pipistrelo.