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10.30 h (78 minutos retenida)

1 mechero, 3 botellines de vodka, 1 tijeras, 2 llaves de una caja de seguridad

Plan n.o 1: descartado

Plan n.o 2: estamos en ello

 

 

—Date prisa, date prisa —susurra Iris mientras me descuelgo del respiradero para saltar al despacho con ellos—. Hay uno que no para de gritar. Está enfadado.

Ruedo a un lado en cuanto toco el suelo y Wes empuja una silla para colocarla debajo de la abertura.

—Vale, tenemos que cambiar de planes —digo a la vez que me pongo de pie, mientras Wes se encarama a la silla.

No hay tiempo para ser recatada. Casey se vuelve de espaldas por educación, pero Wes e Iris están ocupados y, sinceramente, los dos me han visto en sostén, así que me despojo de la camiseta, la sacudo para quitarle tanto polvo como pueda y la vuelvo del derecho otra vez.

—¿Qué ha pasado? —pregunta Iris mientras le tiende a Wes la rejilla del respiradero.

—He llamado a Lee con el teléfono del despacho. Han levantado una barricada en la entrada —explico mientras me arranco los pantalones. También los sacudo. Me los pongo otra vez y al momento me estoy enfundando las botas y la camisa de franela—. No podemos salir por allí. La única vía de escape es a través del sótano.

—El sheriff...

—No puede hacer nada hasta que lleguen las fuerzas especiales.

—¡Tardarán horas! —gruñe Wes, que devuelve la rejilla a su lugar y baja de la silla de un salto. Le tiendo las tijeras.

—¿Tengo polvo en el pelo? —pregunto agachando la cabeza para que Iris eche un vistazo.

Ella me peina con los dedos y retira las pelusas que quedan.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunta.

—Tenemos que separarlos —propongo—. Sembrar desconfianza.

—¿Cómo? —quiere saber Wes.

Antes de que pueda responder oigo un sonoro «Pero ¿qué carajo?» procedente del pasillo. Y luego:

—¡Revisa los despachos, rápido!

Acaban de descubrir la puerta abierta.

—Id al rincón —ordena Wes a la vez que se introduce las tijeras en los vaqueros y las tapa con la camisa.

Casi levanta a Casey en volandas de tanta prisa que tiene por retirarla del campo visual. Nos acurrucamos juntos mientras los chirridos se multiplican por la sala cuando retiran la empalizada improvisada. Hay una pausa, un silencio que se alarga, insoportable, y entonces Gorra Gris entra como un vendaval, con el cuello cada vez más rojo y los ojos ardiendo.

Le late una vena en la frente. La veo palpitar bajo la sombra de la gorra. Wes respira profundamente, como si intentara abarcar más espacio para protegernos, y noto que Casey está temblando porque tengo su hombro pegado a la parte trasera del brazo.

Gorra Gris planta la nota adhesiva en la pared que tenemos delante y todos vemos mi «De nada» adornado con una estrellita como toque final.

—¿Quién de vosotros ha hecho esto? —quiere saber.

Nadie mira a nadie. Wes e Iris no saben qué hacer. Casey está aterrorizada.

Yo levanto la barbilla, luego la mano.

Y sonrío.