1 mechero, 3 botellines de vodka, 1 tijeras, 2 llaves de una caja de seguridad, 1 cuchillo de caza
Plan n.o 1: descartado
Plan n.o 2: en reserva
Plan n.o 3: clavado 
Plan n.o 4: coger la pistola. Ir a buscar a Iris y a Wes. Salir.
Plan n.o 5: plan de Iris
El contenido del bolso de Iris: 1 cartera con 23 dólares y el carné de conducir, 1 fular de nailon, 1 pañuelo de algodón, 1 frasco de laca, 1 botella de agua de plástico, 2 tampones, 1 broche de celulosa, 6 pintalabios, 1 paquete de horquillas, 2 gomas para el pelo, 1 brownie envuelto en papel de aluminio, 3 frascos de pastillas
Iris prueba la puerta del baño, pero está bloqueada a conciencia. No cederá. Abro las de los dos retretes y no hay ventanas. Estamos atrapadas.
—No creo que esté ahí fuera —susurra con el oído pegado a la puerta.
Seguramente haya ido a echarle un vistazo a Duane, con la esperanza de despertarlo. Tenemos que ser rápidas.
—¿Te ha retenido en el sótano todo el tiempo? ¿Se ha llevado también a Wes?
Niega con la cabeza.
—Solo a mí. Wes sigue en el despacho, por lo que yo sé.
—¿Te encuentras bien?
Asiente.
—Solo he tenido que estar allí sentada mientras fundía los barrotes.
—¿Ha podido reventarlos? ¿Ha conseguido la caja?
—Los ha reventado, pero ni siquiera ha entrado.
—¿Por qué no habrá intentado abrir la caja?
—No creo que sepa qué caja están buscando —dice Iris—. O bien el de gris no se lo ha dicho o...
—Ninguno de los dos lo sabe —termino.
—Otra razón por la cual la ausencia del director lo ha desbaratado todo.
—Cuanto más sé de su plan, más cutre me parece —observo.
—De todas formas, van ganando —dice Iris. Deja el bolso en el lavamanos—. No hablaba en broma cuando he dicho que necesito vaciarme la copa.
Pasa por mi lado para entrar en uno de los retretes.
—Mira en el armarito de debajo de la pila —me dice desde dentro, y yo me agacho para abrirlo.
—Hay papel higiénico, un paquete de jabón para rellenar la jabonera, escobillas, un desatascador de goma. —Hundo la mano en el armario para arrastrar al exterior la garrafa que hay al fondo—. Una garrafa de desinfectante de manos.
—Eso —dice cuando sale para enjuagar la copa. Vuelve a entrar en el retrete.
—Vale. —La dejo a un lado—. Hum... Lejía en aerosol, dos frascos de ambientador y un bote de desatascador de tuberías marca Drano.
—Perfecto. Sácalo todo. —La puerta de la cabina se abre con un chasquido y ella se seca las manos con toallitas de papel antes de rociárselas con su propio desinfectante—. Perdona por no tirar de la cadena. No quiero que la oiga y piense que hemos terminado.
—Tienes suerte de que no me horrorice la sangre menstrual como al otro gilipollas.
—Ay, por favor, no me hagas reír ahora —cuchichea—. Tengo que concentrarme.
Echa mano de la gran papelera que hay cerca de la puerta y la acerca al lavamanos. Le retira la tapa para mirar el contenido a toda prisa. Arrodillándose delante del armarito, coloca el bolso entre las dos y extrae un paquete brillante que contiene un brownie. Lo desenvuelve, deja el dulce a un lado y me tiende el papel de aluminio.
—Necesito bolitas del tamaño de canicas.
Desenrolla el papel higiénico con la eficiencia de quien va por ahí lanzándolo a las casas, aunque dudo que sea el caso. Deja caer el papel suelto en la papelera, en capas, y rocía el estropicio con el desinfectante de manos y el vodka que ha encontrado antes. Para cuando he terminado de fabricar bolitas de aluminio, ha llenado la papelera.
Echo un vistazo a la puerta y luego de nuevo a ella mientras introduce las bolas de aluminio en la garrafa ahora vacía de desinfectante de manos. A continuación añade las horquillas. Luego desenrosca el tapón del producto desatascador y, con la seguridad de una chica que sabe hacerse peinados victorianos, vierte el líquido en la botella, sobre las bolitas.
—¿Qué estás haciendo exactamente?
Lanza un largo suspiro y enrosca con fuerza el tapón de la botella. Estamos arrodilladas, con la garrafa entre las dos, y no hay nada salvo miedo en su cara cuando responde:
—Fabricar una bomba.