Nota de la autora

(1) La Ley de los Pobres a la que hace alusión el conde de Rothwell se remonta a la época de los Tudor. El declive de los monasterios y su posterior disolución a causa de la Reforma Protestante, provocó que la asistencia a los pobres pasase de ser algo voluntario a un impuesto obligatorio que se recaudaba a nivel parroquial.

Tras la peste negra (siglo XIV) creció el número de desempleados y vagabundos. En 1495 el Parlamento aprobó una ley por la que debía encarcelarse a todos los mendigos y vagabundos. Por supuesto, esto no solucionó el problema, sino que, simplemente, lo ocultó de la vista de la sociedad. Más tarde, se cambió la cárcel por azotes, y la vida fue empeorando para los pobres.

En 1601, la reina Isabel hizo una reforma de la Ley de Pobres. Para aquellos muy enfermos o ancianos, la ayuda consistía en un pago en comida o vestimenta en las parroquias. En cambio, los mendigos capaces pero poco dispuestos a trabajar, fueron ubicados en Casas de Corrección y, a menudo, golpeados para enmendar su comportamiento. Este sistema de base parroquial permitía un comportamiento despótico por parte de los supervisores de pobres.

Con el paso de los siglos, especialmente en el siglo XVIII, la sociedad comenzó a preocuparse cada vez más de los pobres, y se crearon instituciones de caridad en las que los niños pudieran estudiar y luego conseguir un trabajo honrado. La primera institución fue creada en 1739, el Foundling Hospital, para «la educación y la crianza de niños expósitos y abandonados».

(2) La adopción y el acogimiento tuvieron lugar en Inglaterra, de modo informal, durante siglos, pero fue solo hasta 1920 cuando se legalizó.

Durante el siglo XVIII, eran numerosos los niños que vivían en las calles y que se dedicaban a mendigar o a robar. Muchos de ellos fueron situados en casas de trabajo, Workhouses, y convertidos en mano de obra. Los bebés entregados a los orfanatos raramente sobrevivían. Se estimaba que, en ese siglo, de cada doce muertes, once eran de infantes.

Los niños tenían ventaja sobre las niñas, puesto que estos eran considerados más saludables para el trabajo. Muchos de estos niños «desaparecían», arrastrados por la armada a un reclutamiento involuntario, o vendidos por los propietarios o directores de los orfanatos. Los que no podían soportar el duro trabajo huían a las calles en las que pululaban como rateros y ladronzuelos.

Quienes eran adoptados o puestos bajo tutelaje podían colocarse como aprendices y trabajar como herreros, taberneros o cerveceros; o, si eran hijos de nobles, podían ser acogidos por familias pudientes. Las niñas, en cambio, lo tenían algo más difícil, las que no eran adoptadas terminaban, por lo general, en la prostitución.

(3) La Ley de Matrimonio de lord Hardwicke. En 1754 Inglaterra modificó su Ley de Matrimonio. Se exigió para casarse que los jóvenes tuvieran más de 21 años o contaran con el consentimiento de padres o tutores si eran más jóvenes. Además, la ceremonia debía llevarla a cabo un ministro de la iglesia y realizarse en una ceremonia pública en una parroquia. Si un sacerdote incumplía esta ley se exponía a catorce años de prisión.

Esta ley no fue modificada en Escocia, donde los jóvenes podían contraer matrimonio si él tenía cumplidos los 14 años y ella los 12, no tenían lazos de consanguinidad ni se habían desposado antes. Por otro lado, no necesitaban un clérigo ni una iglesia, simplemente dos personas que hiciesen de testigos entre los contrayentes.

Gretna Green, un pueblo cercano a la frontera, se convirtió así en uno de los lugares favoritos para contraer nupcias. Los jóvenes llegaban a la forja, donde el herrero los casaba. Al término de la ceremonia, este golpeaba el martillo sobre el yunque marcando así el final de la rápida ceremonia. Así, la herrería y el yunque se convirtieron en símbolos de las bodas en Gretna Green.

En 1856 se modificó la ley en Escocia, y aunque prácticamente continuaba igual, se comenzó a exigir que los contrayentes residieran 21 días en el pueblo antes de contraer matrimonio, para evitar así el elevado número de «matrimonios irregulares» que se llevaron a cabo durante casi un siglo.