DEDICATORIA







A los hombres más importantes de mi vida...

A mi papá, Rafael Marrero, quien me amó y me enseñó a ser responsable en todas las áreas de mi vida.

A mi esposo, Jorge Pantojas, por haberme amado incondicionalmente, y por todo el amor y las atenciones que ha tenido con mi familia. Por conocer cada rincón de mi alma y validar mis sentimientos, aunque no siempre vea las cosas de la misma forma que yo.

A mi hijo, Jorge Isaac Pantojas, mi sonidista y camarógrafo fiel, quien siempre me regala un beso y un abrazo cada vez que pasa por mi lado. Ha estado en todas mis actividades desde que tenía tres años y, desde muy pequeño, grabó en su cerebro todas las habilidades manuales de su papá. Siempre que algo se rompía en nuestra casa, él y sus hermanas decían: «No te preocupes, que papi lo sabe arreglar todo».

A mi hermano, Antonio Marrero, quien ha sido el ejemplo máximo de honradez e integridad.

A Alejandro Amigón, mi yerno amado, mi mexicano, quien ha sido especial en nuestras vidas y a quien nuestra familia ha nombrado como un especialista en servicio a los demás. ¡Él es especial!

A Wilfredo Vélez, mi yerno querido, quien a sus treinta años —y con una hermosa bebé de dieciocho meses de nacida— fue privado de la vida durante un asalto por un hombre inconsciente que, por no haber experimentado el amor de Dios en su corazón, no supo valorar su vida ni la de los demás. Siempre amaré a Wilfredo. Lo recuerdo con cariño cada instante que veo el lindo regalo que me dejó: mi nieta, Patricia.

A mi sobrino, Anthony Marrero, quien ha sido el ejemplo máximo de superación en todas las áreas de su vida. Me siento muy orgullosa de él y queda demostrado que «para el que cree, nada es imposible».

A mi sobrino Jorge Andrés Rivera, quien con doce años de edad nos ha confirmado que cuando cultivamos el área espiritual de nuestros hijos desde que son pequeños, ellos crecen con convicciones firmes y nos regalan cada día lecciones de amor.

A mi sobrino David Bonilla, quien se propuso ser un excelente esposo, padre y médico, pero sobre todo, un grandioso ser humano, y lo logró.

A mis cuñados, Rafael Bonilla y Jorge Rivera, quienes han sido padres que le han dedicado a sus hijos tiempo de cantidad y calidad, y han visto los frutos de su esfuerzo.

A todos los hombres del mundo que día a día se esfuerzan por aprender y dar lo mejor de ellos para el bienestar de la familia.

A todos ellos un beso, un abrazo y que la bendición de Dios los cubra hoy y siempre.

Norma Pantojas