«Nadal es un superhéroe, pero lo que le convierte en un personaje de ciencia ficción es el nivel humano de Rafael». La radiografía, clarividente, lleva la firma de Toni Colom, compañero de viajes y aventuras en su infancia.
Sí, Nadal es una leyenda. Plausible. «Tengo muy claro los resultados que he hecho. Memoria tengo y evidentemente sé en qué lugar estoy. Otra cosa es que no acostumbre a hablar de ello porque no hace falta que hable yo. No hace falta que sea yo el que me signifique. Si estoy el segundo, el tercero o el cuarto de la historia, en la posición que esté, el mundo del tenis ya sabe dónde estoy».
Sí, Rafael es un ejemplo. Admirable. «Principalmente quiero que me recuerden por ser una persona correcta. Por ser buena gente. Después, evidentemente si me recuerdan por haber conseguido buenos resultados, será una gran noticia.
Y sí, ambos, Nadal y Rafael saben que el telón bajará y los focos se apagarán. «Tengo que valorar que las cosas me han ido muy bien y me siento afortunado por todo lo que me ha pasado en la vida. Pero soy lo suficientemente humilde para saber que todo lo que he vivido en el pasado no es eterno. Habrá un día que no tendré la opción de ganar porque mi nivel habrá bajado, porque habré tenido más problemas o porque mi cabeza se habrá parado. Ese día cogeré mi raqueta, la colgaré y me iré a pescar».
Ese día llegará y todos los aficionados al deporte con mayúsculas, ese que va mucho más allá de una pelota y una red, lo lamentarán. Entonces, en la soledad de su barco, con su caña como único acompañante y a la caza de algún pez despistado, Nadal volverá a ser Rafael. Solo Rafael. Nada menos que Rafael.
Con sus miedos: a la oscuridad, al mar profundo o a las tormentas. Con sus pánicos, en forma de perro: «Yo tenía que encerrar el mío cuando venía a casa. Pero es que ve un perro salchicha ahí y se muere de miedo. El tío ve un chihuahua y sale corriendo», cuenta su amigo Moyá. «Te hace ver que es alguien indestructible en la pista y fuera de ella es otra persona». Y con sus defectos: desordenado, olvidadizo… y gastronómicamente imperdonable. Ni jamón ibérico, ni queso manchego.
Dirá hasta siempre sin temor. «Desde que llegué a donde estoy, a sentir el interés y la expectación del público, soy consciente de que esto tiene una fecha de caducidad. Y nunca tuve miedo a ese adiós. Cuando llegue, en mi vida va a quedar lo más importante: mis amistades, las reales, y el cariño de la familia.»
Con recuerdos, sin nostalgias. «Mi vida nunca fue solo tenis. He sido, soy y voy a ser feliz fuera del mundo del tenis. Evidentemente la sensación de competir, de salir a una pista y de ver los mejores estadios del mundo llenos, la voy a echar de menos, pero sin la fama y el interés voy a poder vivir.»
Y entonces, instalado ad eternum en el corazón de todos los españoles, vivirá en su isla, en Manacor, dónde si no. Con su gente, con su familia, con quién si no. «He tenido suerte con mis dos hijos. No doy mucha importancia al hecho de que Rafael sea un supercampeón, porque lo que me hace feliz en la vida es saber que tengo dos hijos que son buenas personas. Cuando todo esto pase Rafael será el de siempre, mi hijo, y eso es lo que cuenta». Palabra de Ana María Parera, la madre que le parió.
Nadal soñó con ganar Wimbledon… y lo ganó. Rafael soñó con ser feliz… y lo es. «Cuando era un niño, mi objetivo en la vida era ser feliz. ¿Mi objetivo ahora? Ser feliz. Nada ha cambiado, solo he mejorado mi tenis. Eso es todo. La gente piensa que me verá y seré alguien diferente, pero no lo soy. Soy el mismo de siempre. Sigo sin querer nada más que ser feliz», confiesa a The Sunday Times.
«Juega al tenis como si fuera lo más importante, pero sé consciente de que no lo es», reza el eslogan central del Rafa Nadal Tour. «Esto al final es un juego, y la vida va mucho más allá de un partido de tenis». ¿El principio del fin? El fin del principio. «En veinte años me veo vinculado al deporte, con una familia alrededor y disfrutando de la vida». Que así sea… Hasta siempre, don Rafael Nadal Parera.
Posdata: Quizás ese día, en la soledad de su barco, con su caña como único acompañante y a la caza de algún pez despistado, Rafael pondrá banda sonora a la despedida de Nadal. Vuela alto, de Julio Iglesias. «Mi canción favorita».
Llegar a la meta cuesta
te cuesta tanto llegar
y cuando estás en ella
mantenerte cuesta más
Procura no descuidarte
ni mirar hacia detrás
o todo lo conseguido
te lo vuelven a quitar
Aquí no regalan nada
todo tiene un alto precio
peldaño que vas subiendo
peldaño que hay que pagar
Aquí hay que bailarlo todo
sin perder jamás el paso
te suelen soltar la mano
si ven que hacia abajo vas
Vuela amigo, vuela alto
no seas gaviota en el mar
Vuela amigo, vuela alto
no seas gaviota en el mar
La gente tira a matar
cuando volamos muy bajo
La gente tira a matar
cuando volamos muy bajo
Amigo aprovecha el viento
mientras sople a tu favor
que el aire te lleve lejos
cuanto más lejos, mejor
Que aquí el que se queda en tierra
lleva la parte peor
se van cerrando las puertas
te van negando el adiós
Aquí no regalan nada
todo tiene un alto precio
peldaño que vas subiendo
peldaño que hay que pagar
Aquí hay que bailarlo todo
sin perder jamás el paso
te suelen soltar la mano
si ven que hacia abajo vas
Vuela amigo, vuela alto
no seas gaviota en el mar
Vuela amigo, vuela alto
no seas gaviota en el mar
La gente tira a matar
Cuando volamos muy bajo
La gente tira a matar
cuando volamos muy bajo