El mejor de todos los tiempos
Roland Garros. 1961. Mientras en España no sabían si una pelota de tenis era cuadrada o redonda, allí, en la pista central de París, conseguí ante Nicola Pietrangeli el primer Grand Slam de mi carrera. En nuestro país no existía ni tradición ni cultura tenística y, de repente, apareció un tal Manolo Santana que empezó a ganar torneos importantes. Pero aquel título apenas tuvo repercusión en esos momentos…
2005. La Philippe Chatrier asiste al nacimiento de una de las grandes leyendas del tenis de todos los tiempos: Rafa Nadal sorprendía al mundo con su primer Roland Garros a los diecinueve años recién cumplidos. Por suerte, para entonces en España ya se dedicaban portadas y se concedían honores a los campeones del grande francés. Aquel año, Nadal conquistó la primera de tantas Copas de los Mosqueteros que vendrían con el paso del tiempo. Y las que quedan…
Ese título en París solo era la consecuencia del presagio que surgió muchas temporadas atrás. Desde el inicio del nuevo milenio ya se comentaba en Madrid que había un niño que, aunque había perdido, plantó cara a Feliciano López —cinco años mayor que él— en el Club Internacional. Como podéis imaginar, ese joven del que todo el mundo hablaba era Rafa.
Ante los comentarios y alabanzas me interesé mucho por él, y ya en la edición de 2003 del Mutua Madrid Open pude verle jugar por primera vez en directo. Perdió 2-6, 6-3 y 4-6 contra Álex Corretja, pero hizo un partido tremendo. Las señales eran evidentes: estábamos ante un futuro campeón del torneo. Y así ha sido en varias ocasiones; de hecho, fue el primero en ganar tanto en pista dura como en tierra batida.
Peleaba cada punto como si fuera el último y mantenía la concentración en los momentos más importantes, dos virtudes imprescindibles en un gran campeón. Además, Rafa tiene una fe enorme en sí mismo y está convencido de que puede ganar a cualquiera. Incluso si pierde 0-6 y 0-5 (0-40), aún piensa que puede ganar… ¡Y puede hacerlo!
Tal vez suene a exageración, pero esa actitud positiva hasta el último momento la demostró por ejemplo en la final del Mutua Madrid Open de 2005 ante Ivan Ljubičić. Es, tal vez, el mejor partido que le he visto. Nadal perdía dos sets a cero (3-6 y 2-6) y fue capaz de remontar. Lesionado, acabó ganando en cinco mangas y se convirtió en el partido más comentado ese año en el circuito.
Emotiva fue también la primera vez que ganó a Federer en Roland Garros, en las semifinales de 2005. Hizo un partido fantástico. El favorito era el suizo, pero Rafa demostró que no daba una bola por perdida, que podía remontar el partido en cualquier momento y que cuando amenaza, cumple. Es un jugador que estudia perfectamente al adversario, sabe cómo jugarle y leer los puntos débiles.
Ni siquiera con Federer es una excepción. Le castiga con una bola alta al revés que le hace mucho daño. Y desde aquella edición, Nadal enseñó los dientes en Roland Garros. Tanto, que no ha parado de hacerlo durante los años siguientes. ¡Y ya tiene nueve títulos en París! La Philippe Chatrier es su casa. No hay un rincón de esa pista que se le escape. Conoce todos sus recovecos… En ocasiones pienso que habría que cambiar el nombre del torneo y que pase a llamarse Nadal Garros.
Sin embargo, la tierra batida no es el límite de Rafa y por eso es un jugador tan atractivo para todo el mundo. Además de París, también se coronó en Melbourne, Nueva York y Londres. Sí, en Wimbledon. Cuando la mayoría de los españoles tenían miedo a la hierba, como me ocurría a mí al principio, él se fijó el objetivo de ganar en el All England Lawn Tennis and Croquet Club. Y lo logró.
Aún recuerdo las palabras que cruzamos después de su primera derrota en la Catedral ante Federer en 2006: «No has ganado ahora, pero seguro que lo harás», le dije. «No corramos tanto», respondió entre risas. Dos años más tarde, en su tercera final en Wimbledon, me contestó sobre el césped, conquistando el trofeo, y fuera de él: «Manolo, qué suerte he tenido que tú siempre has confiado en mí».
Y es que aún sin la raqueta en su mano izquierda, Rafael conserva la magia. Cuando estoy con él me hace sentir muy bien. A veces le observo detenidamente mientras atiende a todo el mundo como se merece, sin negar jamás un autógrafo a un niño, la modestia tremenda que desprende… Lo considero un símbolo para la juventud y es un gran ejemplo para todos nosotros.
«Manolo, ¡qué suerte ha tenido Rafa de tenerte como referente! Tú trajiste el tenis a este país y él lo ha ratificado como un gran campeón». Es una frase que he escuchado desde que Nadal logró sus primeros grandes títulos en el circuito. Ahora, unos años más tarde, me toca a mí decirte: «Rafa, ¡qué suerte he tenido yo de coincidir con un deportista formidable, una persona increíble y que, encima, es del Real Madrid como yo!». Para mí, sin duda, el mejor jugador de todos los tiempos.
MANOLO SANTANA
Mayo de 2015