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LOS VEHÍCULOS
INTELIGENTES

CONDUCE TÚ, QUE A MÍ ME DA PEREZA

 

La ciencia ficción siempre había imaginado unas ciudades del futuro con el cielo lleno de vehículos voladores, individuales y colectivos.

Por ejemplo, esta antigua ilustración de un semanario satírico ofrece una curiosa predicción del futuro del edificio La Pedrera de Barcelona.

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Pero las ciudades llenas de coches voladores ni están aquí ni parece que estén en camino de convertirse en una realidad. De hecho, si una cosa está clara es que los automóviles han evolucionado muy poco en todos estos años.

—¿Tú crees?

Me explico. Del mismo modo que la tecnología electrónica avanza vertiginosamente y un ordenador de sobremesa actual es miles de veces más potente y más barato que hace treinta años, está claro que la evolución de los automóviles ha sido mucho más perezosa.

imagenFíjate en este coche diseñado en 1888 por un ingeniero austríaco llamado Siegfried Marcus.

El vehículo en cuestión recibió el nombre de Marcus-Wagen, es decir, el coche de Marcus. A pesar de su diseño, digamos, minimalista, contaba con las siguientes características que siguen incorporando la mayoría de los coches actuales… ¡ciento treinta años después!

• Funcionaba con un motor de combustible de cuatro tiempos inventado por el alemán Nicolaus Otto unos años antes.

• Tenía un volante circular que, girándolo con las manos, cambiaba la dirección del vehículo. Una convención como cualquier otra que se ha mantenido durante todo este tiempo. ¿No sería más normal utilizar hoy en día un joystick, una tablet o bien órdenes de voz?

• Tenía cuatro ruedas, dos delante y dos detrás. Si las diligencias funcionaban la mar de bien así, ¿para qué cambiar? Además, solo giraban las ruedas delanteras. Eso suponía, y sigue suponiendo ciento treinta años después, que para aparcar un coche en línea tengamos que hacer una serie de maniobras absurdas girando forzadamente hacia atrás el cuello y rozando con cierta frecuencia a los coches de los alrededores. ¿No habría sido mejor situarse delante del espacio vacío, girar las cuatro ruedas 90 grados y aparcar con un solo movimiento lateral?

• Incorporaba dos filas de asientos. De madera, sí, pero con una distribución similar a los actuales. Solo le faltaban unos cuantos cojines y una mano del tapicero. ¿Por qué tenemos que viajar en dos filas, con los problemas de comunicación que eso representa?

Básicamente era un carro con motor. De hecho, en América a los automóviles siguen llamándolos «carros».

Está claro que en todos estos años ha mejorado la estética de las carrocerías y la precisión en la fabricación de las piezas, pero tendrás que reconocer que el concepto fundamental no ha variado mucho.

Hubo otras líneas de diseño de automóviles, no creas, como por ejemplo el de esta imagen:

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No entiendo cómo una propuesta tan creativa no triunfó como merecía. ¡Un gravísimo error histórico!

El caso es que los fabricantes se decidieron por el coche de Marcus, y aquí estamos, con unos carros con motor. De hecho, los coches actuales se parecen mucho a los que Henry Ford empezó a fabricar en serie en 1908, los Ford T.

El éxito de Henry Ford consistió en abaratar los precios, de forma que los automóviles acabasen siendo un bien al alcance de la clase media estadounidense.

Entre 1908 y 1927, Henry Ford produjo más de quince millones de coches como los de la siguiente imagen.

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Al principio, la Ford tardaba doce horas en fabricar un automóvil. En 1913 ya había reducido el proceso a una hora y media. Y en 1927, el tiempo disminuyó a menos de medio minuto. En dos décadas, Henry Ford perfeccionó tanto el método de fabricación de coches en serie que la industria del automóvil mundial lo adoptó con entusiasmo sin pensárselo dos veces.

Debido a ello, por muy futuristas que sean los prototipos que las marcas presenten actualmente, todos siguen teniendo cuatro ruedas, un volante, unos pedales, unas palancas, dos filas de asientos, un par de faros, unos retrovisores, unos parabrisas, etc., etc., etc. Parece que nadie se ha dedicado a revolucionar de verdad el transporte automovilístico con ideas innovadoras que rompan moldes.

Y todo indica que la revolución no vendrá por cambiar los aspectos formales de los automóviles, sino por la manera como los conduciremos. En definitiva, lo que haremos será aplicar al automovilismo y a la conducción los logros de la tecnología electrónica y de la inteligencia artificial, unos campos en los que los avances sí que son verdaderamente revolucionarios.

El cambio que más impactará a la forma de circular será la llegada del driverless car, el coche sin conductor, o sea, el automóvil inteligente capaz de conducirse a sí mismo. Y, de nuevo, la ciencia ficción y la realidad volverán a encontrarse.

Y es que los coches autoconducidos han sido una obsesión permanente de la ciencia ficción. En la película Christine, de 1983, el protagonista tenía una relación tóxica con un coche que, como era de esperar, se llamaba Christine. Basada en una novela de Stephen King, Christine era un Plymouth Fury que no solo se conducía a sí mismo, sino que tenía una cierta mala leche. La cosa acababa en una especie de posesión diabólica y un montón de damnificados.

Pero a lo que íbamos:

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Como también se conducía a sí mismo el famoso KITT de la serie El coche fantástico, el Pontiac supertuneado que lucía Michael Knight, el personaje interpretado por David Hasselhoff.

De hecho, Hasselhoff se comunicaba con su coche mediante un reloj de pulsera, una tecnología que por aquel entonces parecía muy futurista.

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Y KITT se ponía en marcha él solito e iba a salvar a su dueño y, de paso, al mundo.

Mi predicción es que eso es exactamente lo que haremos dentro de pocos años. No salvar el mundo, pero sí decirle a nuestro coche que venga a buscarnos a la salida de un restaurante. Y, seguramente, lo haremos mediante nuestro reloj de pulsera.

Porque eso de hablarle al reloj de pulsera, que hace unos años daba incluso un poco de risa, resulta que ha acabado imponiéndose, y Apple, Google, Samsung, LG y un montón de fabricantes más se apresuran a ofrecernos unos fantásticos relojes inteligentes para comunicarnos entre nosotros, con el mundo y, ¿por qué no?, también con nuestros coches.

Pero volvamos a las películas de ciencia ficción con coches autoconducidos.

Todos sabemos que el Batmóvil es capaz de ir él solito a buscar a su dueño Batman donde haga falta.

En Total Recall (Desafío total), los coches no se autoconducen exactamente, pero los manejan unos robots bastante chiflados.

En Minority Report hay una larga persecución con coches autoconducidos.

En I, Robot (Yo, robot), basada en unos relatos de Isaac Asimov, los coches autónomos circulan a velocidades enloquecidas por unas autopistas inteligentes interconectadas con los vehículos…

—¡Pero eso solo son películas!

Películas de ciencia ficción, sí, pero de la ciencia ficción que a mí más me gusta, de la que se hará realidad a tiempo para que yo pueda disfrutarla personalmente.

Y es que ya estamos muy cerca, no creas. Los avances en materia de coches sin conductor han seguido el patrón de todas las tecnologías: un crecimiento acelerado que ha hecho que, de unas primeras experiencias decepcionantes, se haya pasado en pocos años a una realidad muy estimulante.

Permíteme que te presente a la DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency).

—¡Mucho gusto!

La DARPA es un curioso organismo estadounidense que dedica muchos recursos económicos y de todo tipo a investigar ideas disparatadas (a veces rematadamente disparatadas) que puedan acabar teniendo alguna aplicación militar.

Por ejemplo, existe un informe de la DARPA de 1973 que detalla las investigaciones realizadas sobre el poder de la mente, la manipulación de la materia a través de la fuerza psíquica y toda una serie de experimentos sobre lo que Iker Jiménez llamaría «fenómenos paranormales».

Basándose en dicho informe, se escribió el guión de la divertida película Los hombres que miraban fijamente a las cabras, donde George Clooney, transformado en un «arma psíquica», atravesaba paredes y, sin más ayuda que el poder de su fuerza mental, mataba con éxito a uno de esos pobres bichos.

Pero hay que reconocer que de las locuras de la DARPA también han surgido cosas como internet o los GPS, o sea que un respeto para la Defense Advanced Research Projects Agency… Respect!

El caso es que, fiel a su línea, la agencia organizó en 2004 el DARPA Grand Challenge, una competición que ofrecía un millón de dólares al coche que consiguiera recorrer 240 kilómetros sin conductor por una carretera del desierto de Mojave (California).

En marzo de ese mismo año, quince equipos intentaron superar el reto con unos resultados lamentables. Unos cuantos coches ni siquiera consiguieron llegar al punto de salida, y al cabo de tres horas de comenzar la carrera, solo cuatro seguían operativos.

El último superviviente logró recorrer unos míseros 12 kilómetros de los 240 previstos, hasta que en una curva un poco cerrada se salió de la carretera y acabó empotrado en un terraplén.

imagen—¡Qué desastre!

¡Un descalabro total! La revista Popular Science se refirió a la experiencia como «Debacle en el desierto». El premio, lógicamente, se declaró «desierto» (nunca mejor dicho), pero la DARPA no se rindió y anunció que repetirían la prueba al año siguiente doblando la cantidad del premio. ¡Dos millones de dólares en juego!

Y he aquí que, tan solo un año más tarde, los escépticos tuvieron que tragarse todo aquel pitorreo de la «Debacle en el desierto».

El recorrido de 2005 era de 212 kilómetros y bastante más complicado. Incluía tres túneles estrechos y más de cien giros a izquierda y a derecha, algunos muy cerrados. La carrera terminaba cruzando el paso de Beer Bottle, un tortuoso puerto de montaña con barrancos escarpados a ambos lados.

Pues fíjate bien. De los veintitrés coches inscritos, veintidós superaron los 12 kilómetros del ganador del año anterior, y cinco coches consiguieron llegar sin problemas a la meta. Los dos millones se los llevó el equipo de la Universidad de Standford, con un tiempo de 6 horas y 54 minutos. Su coche llevaba el nombre de Stanley y lucía este aspecto.

El diseñador de Stanley, el coche ganador de la carrera, era Sebastian Thrun, un científico especializado en robots e inteligencia artificial.

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Aquí lo vemos delante de la parafernalia de radares, cámaras y sensores que hicieron posible la proeza.

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ImagenY ahí es donde entra en juego Google, como ya es habitual en la mayoría de los grandes avances tecnológicos de este siglo, cuando contrató a Sebastian Thrun y lo puso al mando de un departamento dedicado a desarrollar un coche comercial que pudiera sustituir a los vehículos actuales prescindiendo totalmente de la conducción humana.

Por cierto, mientras Sebastian Thrun estaba en los cuarteles de Google, aprovechó las horas muertas para inventar alguna cosilla de propina, como Google Street View, un impresionante servicio que permite pasear virtualmente por todo el mundo, viendo fotografías reales en 360 grados de las calles y los edificios de cualquier rincón del planeta.

—¡Menudo genio, ese Thrun!

Y con la genialidad de Thrun y el entusiasmo inversor de su nueva empresa, quedaron atrás definitivamente aquellas peripecias iniciales en el desierto, y en 2010, Google anunció que sus coches autónomos ya habían recorrido sin conductor más de 1.500.000 kilómetros por toda California y Nevada, tanto por zonas montañosas como por autopistas y circuitos urbanos.

Incluso habían cruzado San Francisco por Lombard Street, una calle famosa por su complicadísimo tráfico, esquivando a peatones, ciclistas y runners, procurando no chocar con otros vehículos (no siempre bien conducidos), cediendo el paso cuando así lo indicaban las normas de tráfico, obedeciendo los semáforos, parándose en los pasos de cebra… y todo sin que nadie tomase ninguna decisión por ellos. ¡Un extraordinario avance en el campo de la inteligencia artificial!

—Pero ¿se conducen solos, lo que se dice solos?

Totalmente solos. De momento, en las pruebas de coches autónomos de Google están presentes un par de ingenieros que controlan que todo vaya bien, pero ni tocan el volante, ni pisan los pedales, ni intervienen en ningún aspecto de la conducción.

El primer prototipo comercial presentado por Google es un coche urbano biplaza. Los diseñadores le han dado un aspecto que recuerda a un oso panda. El objetivo, supongo, es hacerlo más acogedor para que nadie se asuste con tanta tecnología punta.

Además, la parte delantera es de una especie de gomaespuma y los parabrisas son de plástico flexible para minimizar el impacto y las posibles lesiones en caso de un hipotético accidente.

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Pero por muy simpáticos y amistosos que parezcan los prototipos presentados por Google, vienen equipados con una impresionante batería de cámaras, sensores, GPS y radares de última generación, gracias a los cuales perciben todo lo que les rodea. A partir de esa información, son capaces de tomar en tiempo real las decisiones más adecuadas sobre todos los aspectos de la conducción.

Obviamente, la precisión de todos los aparatos debe ser muy exacta a la hora de interpretar líneas de carril, cambios de dirección, cruces, semáforos, señales de tráfico, coches, motos, bicicletas, peatones, obstáculos… Si un GPS normal se puede permitir un margen de error de un metro, en un coche autoconducido la precisión debe ser inferior a un centímetro.

Y todo ello propulsado por un motor eléctrico con una autonomía de 160 kilómetros que no produce ningún gas contaminante.

Mercedes Benz también nos ha mostrado su prototipo de coche sin conductor. En el otro extremo del cochecito de Google, la compañía ha presentado un supercochazo futurista llamado F015 Luxury in Motion.

ImagenUna de las cosas que más me gustan de este prototipo es que sus fabricantes finalmente se han replanteado de arriba abajo muchos de los conceptos de lo que hasta ahora venía siendo un coche. Por ejemplo, se agradece que las puertas se abran en direcciones contrarias y que los asientos frontales sean giratorios de modo que el interior se puede convertir en un saloncito, equipado, por cierto, con la última tecnología audiovisual para el trabajo o para el ocio.

Otro de los muchos detalles en los que se aprecia la voluntad de innovación es que el frontis del F015 Luxury in Motion puede proyectar con un láser imágenes en el suelo, como, por ejemplo, unas flechas animadas para indicar al vehículo posterior que nos puede adelantar, o un paso de cebra luminoso para avisar a un peatón que le cedemos el paso.

Al margen de toda esta exhibición tecnológica, Mercedes asegura que su modelo también será eléctrico y tendrá una autonomía de 1.100 kilómetros, con cero emisiones de carbono.

Y en medio de la sencillez del prototipo de Google y del lujo despatarrante del F015 Luxury in Motion de Mercedes, muchos otros fabricantes se han ido apuntando a la lista de compañías que apuestan por los coches sin conductor, proponiendo modelos de todas las gamas y prestaciones.

—Pero ¿cuándo podremos comprarnos uno de estos coches?

Antes de lo que piensas. A principios de 2014, en el espacio de ciencia optimista que comparto con Jordi Basté cada semana en su programa El món a RAC1, estuvimos hablando de coches conducidos automáticamente.

Para que veas cómo se acelera todo, en aquella ocasión pronosticamos que estos vehículos estarían entre nosotros dentro de diez o quince años. ¡Y nos acusaron de un exceso de optimismo!

Pues resulta que Tesla Motors ya ha anunciado que dentro de pocos meses su Tesla Model S incorporará una función de autopiloto que permitirá maniobrar de forma automática el volante y los pedales y conducirse a sí mismo el 90 % del tiempo.

Asimismo, Nissan, Volvo y Audi aseguran que pondrán en el mercado modelos de coches autoconducidos antes de 2020. ¡Eso está a la vuelta de la esquina!

También Cadillac, Ford, BMW, Jaguar y General Motors tienen planes oficiales de lanzar modelos de coches con esta tecnología entre 2020 y 2025.

Y acabarán apuntándose todos, ya verás.

—¡No lo dudo!

Y es que nos falta muy poco para revolucionar por fin el automovilismo. Habrá que adaptar las normas de circulación (en Nevada, Florida, California y Michigan ya lo han hecho); tendremos que revisar los seguros de automóvil y leer muy bien la letra pequeña (si chocan dos coches sin conductor, ¿de quién es la culpa?); habrá que ver qué ocurre en la etapa de transición en la que los coches inteligentes circulen junto a coches con conductores humanos mucho menos listos… y seguro que será necesario modificar un montón de cosas más, pero estoy convencido de que los coches sin conductor serán una realidad cotidiana dentro de muy pocos años.

Y esta revolución será tan importante como la revolución industrial o la revolución de internet.

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—¿No estás exagerando?

Puede que tenga cierta tendencia a entusiasmarme, pero la tecnología de los coches autoconducidos cambiará drásticamente muchas cosas que ahora damos por sentadas.

Piensa en cómo afectará a los millones de personas que tienen algún tipo de discapacidad y que, gracias a estos coches, disfrutarán de una movilidad que les facilitará la integración en el mercado laboral.

ImagenO en cómo dejarán de ser un impedimento las discapacidades esporádicas que a veces nos provocan el alcohol u otras sustancias.

O en la gente mayor, que no puede conducir debido a la falta de reflejos, de visión o de audición.

Y cuando, mediante una aplicación de móvil, una flota de coches autoconducidos te lleven a donde quieras por un precio razonable, las discusiones entre taxistas y conductores de Uber serán cosa del pasado. Lo siento, pero ambos colectivos tendrán que replantearse su futuro laboral.

¿Y qué pasará con los concesionarios de automóviles cuando los coches compartidos y autoconducidos conviertan la compra de vehículos propios en algo totalmente superfluo? Hoy en día, cada vez son menos los jóvenes que se sacan el carnet de conducir. ¿Para qué invertir tanto dinero en un artículo que se infrautiliza la mayor parte del tiempo?

¿Y qué haremos entonces con todas las estaciones de servicio, los talleres de reparaciones, los túneles de lavado, los centros de recambio de neumáticos y todos los negocios de mantenimiento de coches?

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Sigamos con la revolución. Si no necesitamos tener un coche propio en exclusiva, ni necesitamos aparcar cerca de casa ni de nuestro destino, imagínate todo el espacio que recuperaremos en la calle y en los parkings públicos y privados. ¡Se acabó dedicar al aparcamiento una proporción tan increíblemente alta del espacio urbano y del volumen edificable!

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De hecho, un estudio de la empresa Siemens estima que el 40 % de los coches que circulan en un momento dado por una ciudad en realidad están buscando un sitio donde aparcar. ¡Qué barbaridad!

Otro estudio del SENSEable City Laboratory, un departamento del MIT, ha calculado que la combinación de las flotas de coches autoconducidos y las aplicaciones de intercambio o alquiler de vehículos privados permitirá satisfacer las necesidades de movilidad de una ciudad con solo un 20 % del número actual de automóviles. ¡Una quinta parte!

ImagenRecuperaremos, pues, grandes cantidades de espacio urbano que podremos dedicar a zonas verdes, a carriles de bicicletas, a circuitos para pasear, caminar o correr… dejaremos de perder tiempo y de acumular estrés intentando aparcar; circularán por las calles una quinta parte de los coches, la mayoría de los cuales serán eléctricos; el aire será cada vez más respirable, y las ciudades, menos ruidosas y más habitables. ¿Es o no es una revolución?

Pero no solo los vehículos particulares experimentarán una transformación radical. Por supuesto, los camiones y los autocares también serán autoconducidos, y todas las empresas de logística y transporte de carga y pasajeros tendrán asimismo que replantearse su modelo de negocio.

Y, por descontado, el estrés de los conductores de camiones y autobuses, así como el exceso de horas de trabajo que afecta a su concentración y aumenta el riesgo de accidentes, serán cosa del pasado.

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Pero ahí no acaba todo. ¿Me permites que te presente a Elon Musk?

—Adelante.

Elon Musk es uno de esos visionarios milmillonarios que, encima, aprovechan sus visiones para hacerse todavía más milmillonarios.

Musk es el fundador de Paypal (el primer sistema de pago online), de Tesla Motors (el primer fabricante de coches 100 % eléctricos), de SolarCity (la compañía de energía solar más avanzada de Estados Unidos) y de SpaceX (una empresa dedicada al diseño y fabricación de cohetes espaciales que ha sido la primera compañía privada contratada por la NASA para llevar material a la Estación Espacial Internacional).

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Aquí lo tienes posando delante de uno de sus cohetes espaciales.

—Menudo crack.

La verdad es que sí. Pero si lo menciono aquí es porque ha pronosticado muy seriamente que dentro de unos años se acabará prohibiendo que las personas conduzcamos automóviles.

—¡No fastidies!

Según Musk, los ordenadores lo acabarán haciendo mucho mejor que nosotros y, por lo tanto, habrá un momento en el que, estadísticamente, los humanos seremos más peligrosos que los ordenadores.

—¿Y entonces nos prohibirán conducir?

Será una decisión totalmente lógica. En el momento en que los humanos provoquemos más accidentes y más desgracias que los ordenadores, lo más sensato será apartarnos del volante y dejar que conduzcan ellos.

Piensa que los coches son máquinas de matar. Pesan dos toneladas y pueden alcanzar 200 kilómetros por hora. Y los seres humanos somos muy imperfectos conduciendo: nos distraemos, cometemos imprudencias, conducimos pensando en otras cosas, tenemos sueño, sufrimos jaqueca, tomamos alcohol y otras sustancias que nos embotan los reflejos y la concentración, no podemos evitar leer el último whatsapp que nos han enviado… ¡y a veces incluso lo respondemos sin dejar de conducir!

—¡La verdad es que somos un peligro!

Los accidentes de tráfico matan cada año a 1.200.000 personas en todo el mundo y causan lesiones a otros 30 millones de personas, 5 millones de las cuales resultan gravemente heridas y sufren discapacidades permanentes.

Cuando un avión se estrella y mueren 100 o 200 personas, nos parece escalofriante, y la noticia encabeza los telediarios y aparece en las portadas de todos los periódicos.

Pero resulta que cada día mueren más de 500 niños en accidentes de tráfico por culpa de los coches y sus imperfectos conductores humanos.

¿Soportaríamos que cada día se estrellasen cuatro aviones llenos de niños?

—¡Calla, calla!

Nos hemos acostumbrado a que los coches maten, pero las cifras de muertos y heridos son escalofriantes. ¿Sabías que los accidentes de tráfico constituyen la primera causa de mortalidad entre los jóvenes?

—Pero ¿todo es culpa de los conductores?

La inmensa mayoría de los accidentes de tráfico se deben a errores humanos. Según un estudio del departamento de seguridad vial de Estados Unidos, con la implantación de los coches sin conductor se evitarán el 80 % de los accidentes, y cuando todos los coches sean inteligentes y las carreteras estén interconectadas con los vehículos, los accidentes de tráfico acabarán siendo cosa del pasado.

¿Cómo afectará el descenso de accidentes a las compañías de seguros? The Insurance Journal, el diario de las aseguradoras de Estados Unidos, se preguntaba con desasosiego en un artículo reciente: «¿Acabará siendo la conducción demasiado segura para necesitar pólizas de accidentes?». Pues sí. He aquí otro sector que también tendrá que replantearse todo el negocio.

Y si a la ecuación de cero accidentes de tráfico le añadimos cero emisiones de carbono y cero inversiones en la compra de vehículos propios, no me negarás que esta revolución que podríamos llamar «de los tres ceros» transformará radicalmente nuestro concepto de movilidad.

—¡No te lo niego!

Pero todavía habrá más ventajas.

—¿Más todavía?

Cuando no dependamos de la precisión humana para permanecer dentro de un carril o para cambiar de dirección o para frenar a tiempo, podremos conducir por unos carriles más estrechos, a más velocidad y mucho más cerca los unos de los otros, lo que multiplicará por dos o por tres la capacidad de nuestras autopistas, reducirá las horas necesarias para movernos de un lugar a otro y acabará definitivamente con los atascos de tráfico.

Y, de propina, cuando los coches se conduzcan a sí mismos, todas las horas que pasamos al volante, manejando los pedales y vigilando el tráfico, las podremos aprovechar para hacer tareas más productivas o entretenidas.

Estamos hablando de millones de horas desaprovechadas y de millones de vidas salvadas. Seguro que cuando las generaciones futuras nos contemplen, les parecerá ridículo que nos pasemos tantas horas esclavizados delante de un volante, intentando hacer funcionar estas máquinas asesinas.

—¡¡¡Quiero un coche autoconducido!!!

¡Yo también!

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