XIX

 

 

 

 

La noticia de su fallecimiento dio rápidamente la vuelta al mundo, generando un grande y profundo duelo. En el portón de la Casa Madre, en Lower Circular Road, la misma noche del viernes fue colocado un cartel que decía: «Madre Teresa ha regresado a reunirse con Jesús».

En todo el mundo se multiplicaron las manifestaciones de luto por su desaparición. La India proclamó dos días de luto nacional y anunció los funerales de estado. El Papa mandó a representarlo al Cardenal Angelo Sodano, que oficiaría, a su nombre, las exequias.

«Me es grato recordar, en este momento de oración, nuestra queridísima hermana Madre Teresa de Calcuta», dijo con voz conmovida Juan Pablo II dos días después de su muerte, en el Angelus del domingo 7 de setiembre.

«Muchas veces», recordaba el Pontífice, «he podido encontrarla, y está viva en mi memoria su pequeña figura, doblada por una existencia transcurrida al servicio de los más pobres entre los pobres, pero siempre llena de una infatigable energía interior: la energía del amor de Cristo».

Antes de la sepultura en la Casa Madre de Calcuta, el cuerpo de la Madre Teresa fue dejado expuesto por una semana en la Iglesia de Saint Thomas. Miles y miles de personas llegaron a la India de diversas partes del mundo para despedirse de ella por última vez.

El 13 de setiembre se desarrollaron en el estadio Netaji los solemnes funerales de Estado, transmitidos en mundovisión, en los cuales participaron los representantes de todos los Países del mundo, líderes políticos y religiosos, presidentes y embajadores, reinas y primeras damas.

Envuelta en la bandera de la India, con los pies desnudos, para presentarse humilde y descalza delante a su Señor, el féretro de la Madre Teresa fue transportado con todos los honores militares en un carruaje por más de cuatro kilómetros, seguida por una multitud de personas conmovidas. Más de doscientos cincuenta mil personas de la India aquel día alrededor de su singular carro fúnebre, a lo largo de las calles delimitadas por grandes cañas de bambú.

Durante el funeral se leyeron los Evangelios, un texto Védico, una Sutra budista, un pasaje del Corán. Se buscó en los textos sagrados de cada religión las palabras idóneas para rendirle homenaje. Este fue el momento más vivo y conmovedor, junto con la procesión del ofertorio en la que se llevó hasta el altar un lápiz, para recordar lo que la Madre Teresa había sido durante su vida: un pequeño «lápiz de Dios», como ella amaba definirse tantas veces.

Con voz conmovida el Cardenal Angelo Sodano, que oficiaba el rito fúnebre, se despidió de ella: «Toda la Iglesia te agradece por tu ejemplo único y promete recoger tu herencia.

A nombre del Papa, te doy un último adiós terreno y a nombre suyo te agradezco por todo lo que has hecho por los pobres del mundo.

Y a su nombre coloco sobre tu tumba la flor de nuestro más profundo agradecimiento».

Al final de la ceremonia fúnebre, la salma de la Madre Teresa fue reconducida para la sepultura al interior de los muros de la Casa Madre, en la callejuela bulliciosa de Lower Circular Road, donde había vivido – por cincuenta años de su larga y productiva vida mortal – una extraordinaria aventura de amor por Jesucristo y por los pobres.

«Cuando moriré», había dicho ella una vez, imaginando sin ningún temor su destino ultraterreno, «me vendrán a saludar todos los pobres. Todos los pobres a los que he recogido. Todos los pobres que he lavado. Todos los pobres que he amado. Y Jesús estará vestido de pobre».

 

A ni siquiera dos meses de su desaparición, el 23 de octubre de 1997, el Arzobispo de Calcuta, Monseñor Henry Sebastián D´Souza, solicitó a la Congregación para las Causas de los Santos la dispensa de la norma promulgada por Juan Pablo II el 25 de enero de 1983, con la Divinus perfectionis magister, que establecía una espera de cinco años desde el deceso de un Siervo de Dios para el inicio de su proceso de beatificación y canonización.

Papa Wojtyla intervino personalmente autorizando la deroga de la praxis consuetudinaria, y el 12 de diciembre de 1998 llegó a Calcuta el añorado permiso. El procedimiento diocesano podía comenzar.

El 19 de marzo de 1999 fueron nominados el postulador, Padre Brian Kolodiejchuk, y la vice-postuladora, Sor Lynn Mascarenhas. El 26 de julio del mismo año, luego de las necesarias observancias y el nihil obstat del episcopado del West Bengala y de la Santa Sede, con una ceremonia solemne en la catedral de Calcuta, se abrió oficialmente el proceso de beatificación de la Madre Teresa.

Durante la investigación fueron entrevistados 75 testigos. Al mismo tiempo se desarrollaron 14 rogatorias, durante las cuales se interrogaron otros 42 testigos y a diversas diócesis en todo el mundo: Amberes, Caracas, Chicago, Detroit, Durban, Parramatta, New York, Paderborn, Roma, San Diego, St. Paul y Minneapolis, Steubenville, Washington, Westminster.

Entre los 117 testimonios escuchados habían, además de los numerosos católicos, también cristianos de otras religiones, así como hinduistas, hebreos, zoroastrianos y ateos. Sus testimonios ocupan 15 de los 80 volúmenes que contienen todos los escritos y documentos recogidos durante el entero proceso canónico.

Una vez concluidas las labores a nivel diocesano, el 15 de agosto de 2001, todo el material fue enviado a la Congregación para las Causas de los Santos, que debían examinar las más de cincuenta mil páginas que componen la Positio, en las cuales el heroísmo de la virtud de la Madre Teresa fue demostrada a través de cartas y textos inéditos y mediante los episodios contados por los testigos.

El procedimiento eclesiástico prevé que si ambos juicios, aquello de los teólogos y el de los cardinales, atestan las virtudes heroicas de la Sierva de Dios, el resultado de todo ello es presentado al Papa, quien concederá la aprobación.

Si el candidato no es un mártir por la fe, como es el caso de la Madre Teresa, es necesario además el reconocimiento – de parte de las comisiones médicas y teológicas – de un milagro atribuido a su intercesión.

Un procedimiento muy laborioso, como podemos ver, y además muy complicado que normalmente se desarrolla en muchos años de trabajo (pensemos, por ejemplo, en la causa de Padre Pio de Pietrelcina, que se desarrolló por más de treinta años).

Para la Madre Teresa, al contrario, todo se desarrolló en tiempos extremadamente rápidos.

Desde cuando el Papa en persona concedió la dispensa para poder anticipar el inicio diocesano de su causa, la carrera hacia los altares de Teresa de Calcuta ha sido imparable.

 

 

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Como un lápiz en las manos de Dios

 

 

Señor,

yo soy un pequeño instrumento.

Muy a menudo tengo la impresión

de ser el trozo de un lápiz

entre tus manos.

Eres tú que piensas,

que escribes y actúas.

Haz que yo no sea nada más

que ese lápiz.

Tú me has mandado.

No he elegido a donde ir.

Tú me has mandado

no para enseñar,

sino para aprender:

aprender a ser bondadoso

y humilde de corazón.

Tú me has mandado a servir

y no a ser servida.

Servir con corazón humilde.

Y tú me dices:

Anda para ser el motivo

de gloria en tu comunidad.

Anda hacia los pobres

con fervor y amor.

Anda a servir y apúrate,

como la Virgen.

Escoge las cosas más difíciles.

Anda con el corazón humilde,

con corazón generoso.

No vayas con ideas

que no sean adecuadas

a tu tipo de vida,

con grandes ideas

sobre la teología

o sobre aquello

que quisieras enseñar;

anda, en cambio,

para aprender y servir.

Comparte con corazón humilde

lo que has recibido.

Anda hacia los pobres

con gran ternura.

Sírvelos con tierno amor

y compasión.

Anda a donarte sin reservas.

Amén.