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A algunas personas no les gustó lo que Pablo estaba predicando acerca de Jesús. Así que atraparon a Pablo y a su ayudante Silas y los metieron en la cárcel. Los dos hombres recibieron golpes y les amarraron los pies bien fuerte para que no pudieran escapar. Aquella noche en lugar de quejarse o llorar, Pablo y Silas oraron y cantaron canciones a Dios.

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De pronto hubo un terremoto y las puertas de la cárcel se abrieron. El carcelero pensó que sus prisioneros habían escapado. Sabía que si los prisioneros habían escapado, él estaba en un gran problema. Pablo lo llamó: «¡Todos estamos aquí!» Cuando el carcelero vino a ellos les preguntó: «¿Qué puedo hacer para ser salvo?» Pablo le habló acerca de Jesús.

Si te hubieran golpeado, si te hubieran puesto en la cárcel y tuvieras tus pies inmovilizados, ¿qué estarías haciendo?