Anímense y sean fuertes todos ustedes que confían en el Señor.
—SALMO 31:24
Cuando tenemos esperanza, creemos que todo resultará para bien. Dios nos da esperanza porque Él siempre hace lo que es mejor para nosotros, y también quiere que demos lo mejor de nosotros. Tenemos esperanza porque confiamos en Él.
Las mellizas Carmen y Carolina estaban paradas en el pasillo de la escuela mientras observaban los copos de nieve que el viento frío lanzaba en el exterior. De pronto, una tormenta de nieve las atrapó y no estaban preparadas para regresar a su casa. «Vámonos antes de que el tiempo empeore», dijo Carmen. «Yo todavía espero que él venga», dijo Carolina. «Yo lo conozco».
En ese instante la puerta se abrió y allí estaba el papá de ellas con sus abrigos, gorras, guantes y botas de invierno. Con una sonrisa él preguntó: «¿Alguien necesita que lo lleven a casa?»