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Cada vez que el rey decía no, las cosas iban poniéndose de mal en peor en Egipto. Dios envió piojos pequeños, diminutos que se arrastraban sobre todas las personas.

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Luego Dios envió millones de moscas. Estaban por todas partes. Las vacas enfermaron y murieron. Entonces las personas enfermaron con llagas grandes llamadas úlceras. Pero el rey continuó diciendo cada vez: ¡No!

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¡Sin dudas era un rey terco! ¿Puedes imaginarte que cosa tan terrible vino después?