Capítulo 20

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POR más que lo intentó, Scott fue incapaz de volverse a dormir. Pasaba de las seis de la mañana, y en lo único en que podía pensar era en que Hank estaría de vuelta en menos de doce horas. Si echaba la vista atrás, no podía decir honestamente dónde se habían ido los dos últimos días. Había estado tan preocupado sobre cómo ocupar el tiempo cuando se marchó de casa de Hank. Había intentado, pero en vano, escribir algo. Así que, ¿qué había hecho para ocupar el tiempo?

Pero en estos momentos, oyendo a Brian en la cocina preparando la cafetera y vaciando el lavaplatos, Scott no podía recordar ni una maldita cosa que hubiera hecho para ocupar su tiempo. O, mejor dicho, si pudiera dejar de pensar en un concreto par de brazos musculosos y bronceados, quizás podría ser capaz de recordar alguna otra cosa que no fuera la sensación de esos brazos a su alrededor o la forma en que sus cuerpos parecían hechos el uno para el otro.

Abandonó toda esperanza de volver a quedarse dormido, se calzó las zapatillas y fue a ver si podía ayudar a su hermano en alguna cosa. Brian ya se había duchado y afeitado y estaba vestido y esperando a que Kari lo recogiera. Scott fue hasta el mostrador, ni siquiera molesto por el continuo goteo de la cafetera, la cual aún no había llenado la jarra con suficiente líquido como para llenar una taza; y se inclinó sobre él.

—¿A qué viene esa cara? —Scott levantó la mirada cuando oyó la profunda voz de su hermano. Brian estaba hojeando el periódico con una sonrisita de complicidad que le dijo a Scott que su hermano había percibido su buen humor. Scott no dijo nada mientras cogía una taza del armario y estudiaba las cajas de cereales tratando de decidir entre uno con salvado u otro con avena—. Conque algo poco serio, ¿eh?

—¿Qué? —Scott arriesgó una mirada y vio una gran sonrisa en la cara de Brian—. Ah, sí —descartó el comentario con un gesto de la mano—, por supuesto que sí.

—Por supuesto. —Esas dos palabras, aunque Brian las pronunció como si fueran cinco o seis, rezumaban sarcasmo—. ¿Recuerdas aquella vez que te bebiste el whisky de papá y te encontré desmayado en la cama?

—Sí —contestó Scott receloso y curioso a la vez por ver dónde terminaría esta particular anécdota—, ¿y?

—Scooter. —Brian se levantó y se alejó de la mesa, rodeó el mostrador central y se le acercó hasta detenerse a unos centímetros de su hermano pequeño—. Scoot, sabes que siempre he sido capaz de decir cuándo me estás mintiendo.

—No estoy mintiendo —insistió Scott—, de verdad que no es nada... —se detuvo y se echó a reír cuando vio a Brian mirándolo por debajo de sus tupidas pestañas. Le devolvió indefenso la mirada cuando le hizo el gesto que significaba que debía decir la verdad: un rápido movimiento con el dedo índice formando un círculo sobre el corazón.

—De acuerdo. —Scott dejó de estudiar, o pretender que estudiaba, las cajas de cereales y se giró para enfrentarse a su hermano—. Crees que soy un tonto, ¿verdad?

—Scooter —Brian lo reprendió con una cálida, pero reservada, sonrisa. Dio los tres pasos necesarios para acercarse a él, le dio un brusco abrazo y suspiró—, no creo que seas un tonto. —Le dio un beso en la cabeza y luego se apartó—. Pero —su atractiva cara todavía mostraba una sonrisa para su hermano pequeño— creo que te estás exponiendo a sufrir.

—¿Sabes una cosa? —Scott se dejó llevar por una inmediata, posiblemente innata, necesidad de contradecir todo lo que su hermano decía. Era, estaba seguro, un remanente de haber sido criado por Brian durante su adolescencia—, no sé por qué sois tan duros con Hank, porque es un hombre atento, cariñoso, simpático...

—Yo no tengo nada, repito, nada en contra de Hank.

—¿Entonces por qué? —levantó las manos al aire mostrando claramente lo exasperado que se sentía—, ¿por qué estás tan seguro de que me va a hacer daño? ¿Es —siguió con voz suave— porque acaba de darse cuenta de que podría ser gay?

Brian no dijo nada por un momento, y Scott supo que había acertado. Volvió a levantar las manos, pero Brian lo cortó.

—Mira, Scooter, tú llevas mucho tiempo fuera del armario y yo no quiero verte... no sé... teniendo que tratar con alguien que tiene miedo, que no va a ser capaz de darte, bueno, lo que tú te mereces.

—Ah. —Scott dejó caer los hombros al mirar a su hermano jugueteando nerviosamente con el móvil que llevaba enganchado al cinturón, así que se acercó hasta él y le dio un puñetazo juguetón en un hombro—. Puedes dejar de preocuparte por mí, ¿sabes? Soy un hombre adulto, y si esto con Hank no funciona... —alzó una ceja y ladeó la cabeza— de todas formas habrá sido una experiencia de mil demonios.

—Ya estamos con eso. —Brian se echó hacia atrás ante la risa de Scott, pero sólo pudo dar un par de pasos antes de que éste lo rodeara en un fuerte abrazo.

—Oh, vamos, hermano —Scott abrió los brazos cuando Brian utilizó su considerable fuerza para romper el abrazo—, ¡lo siento!

—¡Ya veo que todavía sigues sin lavarte los dientes por la mañana! —dijo Brian echándose más hacia atrás mientras se abanicaba el aire frente a su cara.

—No hasta después de comer, no. —Se apartó de Brian en el momento en que se oía el ruido de la puerta de un coche al cerrarse—. Tu novia está aquí.

—Scott —Brian levantó un dedo—, ¡ni se te ocurra!

—¿Qué?

—¡Sabes muy bien de lo que estoy hablando! —Brian juntó todos sus papeles y los metió en su maletín, mirando hacia atrás cuando oyó los chasquidos del pestillo—. Déjala en paz, que todavía no sabe cómo eres.

—¡Me acuerdo de ese sermón! —Scott persiguió a su hermano como había hecho tantas veces cuando estaba en primaria y Brian empezaba a salir con chicas—. Sólo me decías eso cuando ibas en serio.

—Siempre iba en serio —gritó Brian por encima del hombro antes de cerrar la puerta y justo después de girarse hacia él un momento para guiñarle un ojo.

 

 

HANK sabía que estaba sobrepasando un poco el límite de velocidad: la señal mostraba 110 km/h, pero pensó que si le añadía diez o quince, la Real Policía Montada del Canadá nunca le pararía. «Seguramente» racionalizó en el coche vacío, «tendrán cosas mejores que hacer».

Pasaba ya de las tres de la tarde y ya hacía tiempo que todos los árboles habían sido recortados y podados, y todo el área despejada. Había preparado su bolsa la noche anterior para poder marchar inmediatamente después del visto bueno del supervisor. Se había lavado lo mejor que había podido, pero en realidad estaba esperando que Scott le ayudara a hacerlo mejor. Estaba sólo a quince minutos de una agradable ducha caliente y, con algo de suerte, contaría con ayuda para lavar esas zonas difíciles de alcanzar.

El sonido del teléfono móvil interrumpió sus lascivos pensamientos. Había llamado a Scott diez minutos antes y le había dejado un mensaje muy directo acerca de dónde esperaba que éste estuviera para cuando llegara a casa.

—Hola, Scott —sonrió a pesar de sí mismo—, ¿recibiste mi mensaje?

—¡Ajá!

—¿Puedes hacerlo?

—¡Ajá!

—¿Tienes ropa de repuesto?

—¡Ajá!

—¿Vas a decir algo diferente?

—Ajá —rio Scott—, pero lo haré cuando llegues a tu casa.

—¿Cuándo vas a llegar tú?

—Ya estoy allí —susurró Scott con una voz baja y sexy—, esperándote.

—Dame cinco minutos —dijo Hank pisando el acelerador cuando vio la señal que indicaba que estaba entrando en Duncan.

Maldijo las terceras luces rojas con las que se topó antes de poder girar hacia Church Road: su casa era la última a la izquierda. Aparcó al lado del coche de Scott, cogió el equipo del maletero y corrió hacia las escaleras hasta frenarse de repente cuando vio a Scott recostado contra la puerta delantera con los ojos fijos en el reloj que llevaba en la muñeca.

—Seis minutos —bromeó—, ya me estaba preparando para marchar.

—Entonces habría ido a buscarte para traerte de vuelta. —Hank dejó caer su equipo al lado de la puerta, sacó las llaves del bolsillo y abrió, empujando a Scott hacia el vestíbulo. Oyó cómo el aliento le escapaba de los pulmones cuando lo levantó del suelo para unir brevemente sus labios— ¡No te muevas! —le ordenó a un Scott sin aliento al dejarlo sobre el primer escalón de las escaleras mientras volvía a la puerta para meter todo el equipo dentro de la casa. Una vez cerrada la puerta con llave se dio la vuelta y vio que Scott se había marchado—. ¡Eh! —gritó mientras subía las escaleras hacia el dormitorio de tres en tres— ¡Te dije que no te movieras! —Se detuvo en seco cuando vio a Scott desnudo a los pies de la cama.

—¡Eh! —Scott se encogió de hombros e intentó pasar al lado del otro hombre—, sólo estaba tratando de ir adelantando un poco las cosas, pero si quieres puedo volver abajo y esperar.

—Listillo —resopló Hank y lo agarró por la cintura, acercándolo a su sólido cuerpo para que sus labios encontraran lo que les había faltado en esos casi tres días. Notó la lengua de Scott presionando contra sus labios y gimió en voz alta, más excitado de lo que pensó que estaría al tomar la iniciativa por primera vez este sexy y más menudo hombre. Dejó que sus manos bajaran rozando ligeramente la espalda de Scott, lo cual provocó un estremecimiento en el otro hombre. No pudo evitar sonreír, aunque la insistente lengua de Scott hizo que la sonrisa desapareciera rápido de sus labios. Sintió que los largos dedos que le acariciaban el pelo se deslizaban por su espalda hasta terminar en el botón y la cremallera de sus pantalones de trabajo. Hizo presión contra la mano de Scott mientras usaba una mano para tirar de la camiseta y sacarla de los pantalones, para después quitársela por la cabeza. Jadeó en busca de aire durante los breves momentos en que sus bocas se separaron, y Hank sólo quería meterse dentro del hombre que estaba abrazando.

Scott aprovechó la oportunidad para quitarle a Hank los pantalones y los boxers, deslizándole ambas prendas por las piernas después de arrodillarse ante él. No pudo evitar rozar la mejilla contra su erección mientras le levantaba un pie para quitárselos del todo.

—Mierda —murmuró cuando se dio cuenta de que a ninguno de los dos se le había ocurrido que antes había que quitar las botas. Colocó una mano sobre el bronceado y velludo vientre de Hank para empujarlo contra la pared y bajó la cabeza para tomarlo en su boca mientras empezaba a soltar los cordones de las botas. No había nada sensual en las atenciones que Scott le brindaba a la hinchada erección de Hank, sino que todo era lujuria, necesidad y deseo. Levantó la mirada al sacarle la otra bota, y mientras que con la boca aún provocaba esos profundos gruñidos que salían de la garganta de Hank, alzó las manos y hundió los dedos en el cuerpo firme para atraerlo más hacia su boca.

—Cariño —jadeó Hank—, no quiero correrme todavía. —Se inclinó y tiró de Scott para que se levantara, colocó las manos en la parte baja de su espalda y lo apretó contra su propio cuerpo. Empezó a frotarse contra él, necesitando la fricción pero al mismo tiempo sabiendo que si se pasaba, estropearía todos los planes que había hecho durante las dos últimas horas mientras viajaba para llegar a este momento—. Muy bien —dijo finalmente, usando las manos para detener sus acalorados y sensibles cuerpos—, a la ducha, ya. —Agarró a Scott por los hombros y le hizo dar la vuelta, con lo que Hank quedó detrás con su erección presionando entre las nalgas del otro hombre—. Te necesito, Scott.

—Estoy aquí, cariño, todo tuyo. —Scott se llevó una de las manos de Hank a la boca, utilizando labios y lengua para lamer y chupar sus dedos.

—Oh, sí, joder. —Hank comenzó a caminar hacia adelante, hacia la ducha, no muy seguro de si lo que estaba oyendo era el timbre de la puerta—. ¿Me estás tomando el pelo? —Soltó el cuerpo de Scott y se puso las manos en las caderas—. ¿Quién diablos puede ser?

—Ignóralo —le pidió Scott abrazándose a él y colocando sus largas piernas alrededor de la delgada cintura del otro hombre—. Te juro que si abres la puerta tendrás que hacerlo llevándome contigo. —El timbre volvió a sonar y Hank levantó y desenganchó a Scott con facilidad y lo bajó delante de él.

—¡Joder! —murmuró mientras se ponía los pantalones—, vete metiéndote en la ducha mientras yo me deshago de quien sea. —Maldiciendo como sólo un hombre excitado al que lo están retrasando podría maldecir, Hank bajó las escaleras de dos en dos y le quitó el cerrojo a la puerta en un abrir y cerrar de ojos, esperando que su expresión comunicara su rechazo a lo que fuera que le intentaran vender. Abrió la puerta de par en par tras echar una mirada hacia el dormitorio, pues no oía el ruido de la ducha y estaba a pundo de gritarle a Scott, cuando se quedó petrificado.

—¡Brian!

—Hola, Hank —sonrió el otro hombre—, ¿es un mal momento?

—No —mintió—, pasa.

—Gracias —dijo Brian con una inclinación de cabeza y entró en la casa—. Escucha, siento venir sin avisar pero esto es algo que no quería discutir en la oficina.

—¿Qué he hecho ahora?

—¿Eh? —Brian levantó la mirada y vio el pánico reflejado en la cara del otro hombre—. Oh, mierda, nada, lo siento. —Se tomó un momento para componer su expresión y después miró de nuevo a Hank—. Mira, Gord ha decidido aceptar una oferta para dirigir las operaciones de otra empresa en Vancouver y, bueno, me contó cómo te las arreglaste para cumplir el horario y cómo manejaste a Roddy, y... —le ofreció la mano—, quería darte las gracias y ofrecerte una promoción a supervisor. —Hank se lo quedó mirando sin pestañear hasta que sintió la risa de Brian y se apresuró a aceptar el apretón de manos que éste le estaba ofreciendo—. Será a prueba, por supuesto, pero bueno, supongo que por fin tendré la oportunidad de recompensarte en lugar de echarte la bronca.

—Pero... —la sonrisa de Hank decayó un poco—, ¿qué pasa con Roddy?

—Eso —suspiró Brian, soltándole la mano y colocándola en la cadera— es un asunto para otro día.

Hank notó que su jefe en realidad no quería discutir el tema, seguramente era doloroso dada la forma en que Roddy se estaba comportando últimamente.

—Muy bien —asintió, no queriendo forzar su suerte.

—De acuerdo, entonces. —Brian se volvió hacia la puerta y agarró el tirador de metal—. Ah —dijo chasqueando los dedos—, no olvides el cursillo de primeros auxilios del miércoles.

—Brian —Hank estaba más que agradecido—, lo que te dije en el hospital lo decía en serio.

—Lo sé, Hank. —Brian le ofreció la mano una vez más—. Y lo aprecio de verdad. —Tras retirar la mano señaló hacia el otro lado de la puerta—. Bueno, Kari está esperando, así que...

—Sí, claro, por supuesto. —De repente Hank se sentía todo nervioso, sin saber muy bien qué hacer.

—Y —dijo Brian al abrir la puerta—si Scott te pregunta qué hacía yo aquí, dile que no lo estaba controlando. —Hank aceptó la sonrisa de Brian y respondió con otra, ignorando la incomodidad que estaba sintiendo.

Se encontró de vuelta en el dormitorio sin recordar exactamente cómo había llegado hasta allí. «¿Acabo de conseguir una promoción? ¿Brian me ha dado las gracias por ayudar a cumplir el calendario?, ¿y por encargarme de Roddy?». Todo parecía un poco surrealista: en un momento estaba pensando en lo que quería hacer con el cuerpo de piel morena y suave como la seda de... «¡Joder!». Se levantó rápidamente de la cama para dirigirse al cuarto de baño y se encontró a Scott en la puerta con una mano en la cadera.

—Yo, esto, ...

—Lo he oído todo —sonrió Scott—. ¡Felicidades!

Hank abrió la boca para decir “gracias” o algo parecido cuando de repente se encontró estirado de espaldas sobre la cama de matrimonio con Scott encima de él.

—Apenas me lo puedo creer —soltó Hank mientras Scott le cubría la cara de besos—, no hace mucho estaba pensando que ya no tenía trabajo, y sin embargo ahora... —Agarró a Scott por su delgada cintura y con un único movimiento puso al otro hombre y su cara sonriente justo debajo de él.

—Te dije que era un buen tipo —lo regañó Scott en broma—, que no era rencoroso.

—Sólo hay una cosa que podría hacer que este día fuera mejor —anunció Hank mientras colocaba las manos a ambos lados de la cara de Scott.

—¿Y eso sería?

—Si, por fin —declaró Hank agarrando a Scott por la cintura para levantarlo de la cama—, ¡pudiera darme una ducha!