Capítulo 32
EL HELICÓPTERO que Scott había fletado aterrizó en el aeropuerto municipal, y pronto el músico se encontró en un taxi, que no era más que un coche amarillo que llevaba unido un contador inhabilitado, y en camino por una tortuosa carretera hacia un pequeño edificio que, a primera vista, Scott pensó que era un almacén de algún tipo. Pero entonces vio una ambulancia pasada de moda que salía del recinto y tuvo que respirar hondo varias veces para no entrar como una tromba y exigir el traslado de Hank a un centro médico mejor equipado. Se dijo a sí mismo que se estaba comportando de forma irracional y le tendió al taxista dos billetes de veinte para pagar el viaje por una distancia que fácilmente podría haber recorrido a pie. Cogió su bolsa, aceptó las profusas gracias del conductor (que estaba o cansado o colocado o las dos cosas a la vez) por la enorme propina y salió del coche, con la mirada fija únicamente en las pequeñas letras blancas sobre fondo marrón que colgaban del edificio.
Por segunda vez en el mismo número de semanas, Scott entró corriendo en un hospital, acercándose a una ajetreada enfermera para pedirle ver a una persona querida.
—Sí, hola —ofreció cuando por fin captó la atención de la mujer—, quisiera ver a Hank, eh, es decir, Henry Ballam.
—¿Es usted familia?
—Soy Scott Ballam, su hermano —mintió sin importarle si la enfermera le creía o no. Sería una mentira mucho más convincente si no fuese rubio y tan delgado. Hizo un gesto de asentimiento cuando la enfermera le señaló en la dirección de una sala pequeña al fondo del pasillo. «Jesús» pensó Scott mientras caminaba a lo largo del pasillo hasta llegar a lo que parecía una cabaña de sus días de Boy Scout. «Lo primero que haremos es llevarlo a un hospital de verdad».
La Unidad de Cuidados Intensivos consistía exactamente en cuatro camas separadas por unas cortinas amarillas floreadas. No es que Scott fuera ningún experto, pero los olores y los sonidos parecían los de un hospital, así que decidió esperar y oír lo que los médicos tenían que decir antes de empezar a hacer los arreglos necesarios para trasladar a Hank. Abrió la única cortina que estaba cerrada y notó primero al hombre que estaba sentado en una silla.
—¿Brian? —Vio cómo los ojos de su hermano se abrían y se fijaban en él mientras que los suyos se centraron en su amante—. ¿Por qué está envuelto como una momia? —preguntó mirando a su hermano en busca de una respuesta. Sin esperarla, caminó hacia la cama y notó el frío plástico—. Esto no son vendas, ¡y además están frías! —La voz de Scott se iba haciendo cada vez más alta. Miró de nuevo a su hermano, quien parecía más pendiente del volumen de su voz que de otra cosa.
—Scooter —Brian le cogió la bolsa y la puso en el suelo al lado de la silla—, tienen que mantenerlo frío para descubrir si la herida que tiene está infectada.
—Mantenerlo... ¿herida? —Abrió los ojos de par en par al ver la expresión de dolor de su hermano—. ¿Qué diablos pasó allí fuera?
—Supongo...
—¿Supones? ¿Qué diablos quieres decir...
—Scott —Brian lo agarró de un brazo y lo acercó hacia sí—, tienes que bajar la voz. —Scott repitió la pregunta en un susurro, terminándola esta vez—. Uno de los otros trepadores —comenzó Brian— resultó herido y tuvo que ser trasladado en helicóptero hasta aquí. Hank decidió quedarse allí y terminar el trabajo, pero después apareció la niebla y no pudimos volar de vuelta para recogerlo...
—¿Lo dejaste allí?
—Scott, por favor —Brian lo abrazó, si era para confortarlo o para impedir que se convirtiera en el Diablo de Tasmania, Scott no estaba seguro—. Es culpa mía —Brian sintió cómo finalmente se desmoronaba ante toda la presión a la que había estado sometido— , lo siento tanto, Scott. Dejé que se quedara allí porque quería que el trabajo se terminase de acuerdo con lo previsto... sabía que no debía, pero... —Cuando Scott consiguió soltarse de su abrazo, Brian dejó caer los brazos a los lados preparándose para lo que sabía se merecía.
—Creo que deberías marcharte —dijo Scott con una voz demasiado suave. «Cabrón egoísta». No era capaz de sacarse el pensamiento de la cabeza. «Sé que no lo es, pero... ». En ese momento no sabía si el enfado que sentía hacia Brian era por el comportamiento de su hermano o porque Hank había tomado la estúpida decisión de quedarse allí solo. La única cosa de la que estaba seguro era de que se sentía traicionado, como si justo ahora se diera cuenta de que Brian era capaz de tomar decisiones que podían arruinar la vida de otras personas.
—¿Qué? —Brian no estaba seguro de haber entendido correctamente.
—Dije que te fueras. —Se aseguró de mantener la voz baja y calmada.
—Scott —rogó Brian, pestañeando, como si eso lo ayudara a entender lo que sabía que había oído—, por favor, no era mi intención que nada de esto...
—Brian —dijo Scott, cerrando los ojos y agarrando en un puño el dobladillo de su camiseta—, eres mi hermano, mi único hermano, y te quiero y te querré siempre —Miró la atractiva cara de Hank y trató de sonreír a través de su enfado, pero la angustia y la frustración que sentía necesitaban una salida—, pero si no sales de mi vista ahora mismo, me aseguraré de que no quede nada de esa maldita empresa. —Dio un paso hacia un lado para dejar pasar a su hermano, queriendo alargar la mano hacia él y decirle que no hablaba en serio, que sentía que Brian tuviera que ser el que le diera la noticia y que lo quería más precisamente por haber sido él el que se la diera. Pero no se sentía con el valor suficiente para hacerlo, así que dejó que su hermano se marchara en silencio porque no estaba totalmente seguro de que no quisiera decir justo lo que había dicho.
Acercó la silla a la cama lo suficiente como para sentarse y poder cogerle la mano a Hank.
—Hola, cariño —dijo en voz baja contra la fría mano que sólo hacía unos días lo había abrazado—, soy yo, Hank, soy Scrappy. —Se inclinó y le dio un beso en la fría mano, tratando de concentrarse en la atractiva y pacífica cara de Hank, pero la única cara que le seguía viniendo a la mente era la que acababa de enviar fuera con la amenaza de arruinarle el negocio, ni más ni menos. Scott luchó contra las lágrimas que le escocían los ojos y dejó caer la cabeza, no sabía si por vergüenza o por cansancio. «Después de todo lo que ha hecho por mí. Joder». Soltó la mano de su amante y se marchó en busca de su hermano.
La búsqueda le llevó poco tiempo, porque Brian estaba sentado encorvado en la sala de espera con la cabeza entre las manos. Scott se le acercó lentamente, pensando en qué le iba a decir al hombre que siempre había estado ahí cuando lo había necesitado, hasta quedar parado justo delante de él. Se sobresaltó cuando Brian levantó la vista y, al verlo, se levantó de un salto.
—¿Qué ocurre? —Brian lo miró con los ojos abiertos de par en par, su mirada intensa, pero cansada, fija en la cara triste de Scott.
—Lo siento. —Tomó una gran bocanada de aire antes de que las palabras salieran de su boca, como si lo hubieran abandonado en el mar y estuviera aguantando, pendiente de agarrar cualquier oportunidad de supervivencia que se le presentara. Sintió el escozor de las lágrimas cuando se dio cuenta de que a pesar de lo que le había dicho a su hermano, la primera preocupación de Brian era si le había pasado algo a él. Y sintió que el perdón lo envolvía cuando aceptó el abrazo que le ofreció el otro hombre, sin que fuera necesaria ninguna pregunta.
—Vamos, Scott —susurró Brian, con la voz quebrada por la emoción—, vamos a tomar un poco de aire.
Cuando Scott sintió el aire frío en sus húmedas mejillas, se giró y miró a Brian a los ojos. Sintió el consuelo y el amor que emanaban de su hermano cuando éste le acarició la espalda de arriba abajo, diciéndole que todo se iba a solucionar, que Hank se iba a poner bien.
—Lo siento —sorbió Scott—, no quería decir lo que dije. —Había intentado tan duro dominarse durante todo el viaje, recordándose que sólo llevaba dos semanas con Hank. Estando allí de pie enfrente de su hermano, no pudo evitar darse cuenta de que él había sido el “cabrón egoísta”, que se había consolado con unas pocas llamadas telefónicas para comprobar que Brian estaba bien y que se recuperaba adecuadamente de su propia herida. Y ahora se obligó a enfrentarse a la forma en que había tratado al único hombre que le había ofrecido amabilidad, aceptación y amor de forma incondicional—. Pero es que lo amo y...
—Y —Brian dijo acercándolo para darle un fuerte abrazo— él te ama a ti.
—Fue una crueldad decirte eso...
—Shhh —le dijo en voz baja al oído—, ya sé que no lo decías en serio, Scoot —Brian esperó a que los jadeos y estremecimientos se calmaran un poco—, y sé que no es algo repentino. —Se apartó pero mantuvo las manos sobre sus hombros, escudriñando la cara mojada de lágrimas de su hermano—. Cuando algo es correcto, lo sabes sin más. —Sonrió y le ofreció un guiño.
—¿Kari?
—Sí —suspiró y Scott no pudo evitar notar el sonrojo que se extendió por las mejillas de su hermano—. Siempre lo supe, pero me estaba protegiendo, ya sabes.
Scott soltó una risita y se limpió la cara con el dorso de una mano, mientras con la otra agarraba todavía la camiseta de Brian.
—Deberías volver... ya sabes, a la oficina, para asegurarte de que todo va bien.
—Ni hablar, hermanito —Brian se rio mientras le pasaba a Scott las manos por el pelo—, además Hank nos ha puesto a todos al día. Así que estamos esperando todos por el Virtol, que —Brian estiró el brazo, dobló el codo y miró el reloj—debería estar acabando justo ahora.
—Hank quería... —Scott cerró los ojos y se dijo que no empezaría a llorar otra vez—, estaba tan preocupado de que lo fueras a despedir. —Recordó aquel día en el hospital, la mañana después de que Hank durmiera en la habitación de invitados, y lo preocupado que había estado de que pudiera perder el trabajo que le encantaba—. Deberías haber visto su cara, Brian, estaba tan triste y se veía tan perdido... lo único de lo que hablaba era de hacer que te sintieras orgulloso de él.
—Lo sé —Brian cerró los ojos y dejó caer la cabeza—, me he comportado como un auténtico hijo de puta en todo esto, pero...
—No —interrumpió Scott—, no, no es cierto, es que... —luchó para encontrar las palabras adecuadas— Hank se alegró de que hubieras sido así de duro con él —cerró con fuerza los ojos una vez más—, dijo que era lo que necesitaba para dejar de joder su vida y darse cuenta de por qué había pasado tanto tiempo bebiendo y tirándose cada chica que conocía.
—Ciertamente parece algo que hubiera dicho Hank —rio Brian—. ¿Así que estaba luchando contra sí mismo? —Scott asintió—. Pobre chico.
Ambos giraron la cabeza cuando oyeron la bocina de un coche que sonaba como si llegara tarde a pasar la revisión, y vieron un taxi que se les acercaba por la serpenteante carretera. Kari estaba fuera del coche antes de que éste se detuviera del todo y le tendió al conductor un billete de veinte a través de la ventanilla del pasajero. Scott soltó una risita cuando se imaginó que en ese momento el conductor tenía que estarse preguntando cómo es que había tenido tanta suerte de repente.
—He traído el helicóptero —resopló Kari como si hubiera venido corriendo desde el aeropuerto—, lo tengo a mi disposición durante un par de horas sin tener que justificarlo. —Se acercó a Brian, y éste se encontró rodeando con cada brazo a un miembro de lo que consideraba su familia.
—¿El Chinook? —Scott frunció el ceño confundido: seguramente no necesitaban algo tan grande para transportar un paciente.
—No, el pequeño —sonrió Kari con paciencia. Scott se sentía agradecido de que utilizara palabras sencillas, ya que nunca había sido muy bueno para recordar los nombres de coches, aviones o cualquier otra cosa remotamente mecánica—. ¿Cómo está Hank?
—Lo mantienen en la nevera —dijo Brian intentando aligerar los ánimos.
Scott puso los ojos en blanco, seguro de que algún día sería capaz de encontrar algo divertido en todo lo que estaba pasando, y dijo:
—Se llama hipotermia inducida, y lo están manteniendo frío hasta que descubran si la herida, la que tiene en el costado, está infectada.
—¿Tiene otras heridas?
—No lo sé —Brian se encogió de hombros y los abrazó a ambos un poco más fuerte—, yo estaba esperando a que llegara el cerebrito de mi hermano, a ver si él entiende lo que dice el médico. —Los guió hacia la entrada del hospital, dejando que Scott entrara para poder estar con Hank mientras él se quedaba un rato fuera con Kari.
Scott era consciente de que Brian también necesitaba que lo confortaran, así que entró en el hospital para poder estar con su amante. Sabía que Brian y Kari entrarían cuando se hubiesen consolado mutuamente.
Cuando entraron, Brian con el brazo sobre los hombros de Kari mientras el brazo de ésta le rodeaba la cintura, Scott estaba sentado en la silla al lado del cuerpo inmóvil de Hank. Brian señaló la otra silla y Kari se sentó durante un rato hasta que alguien abrió la cortina.
—¿Doctor? —lo llamó Brian en voz baja y se giró hacia Scott, quien estaba ahora levantado—. Eh, éste es...
—El hermano de Hank —terminó Scott ofreciéndole la mano—, Scott Ballam. —Puede que vivieran en Canadá, bastión de la igualdad, pero éste era un pueblo pequeño, y Scott no quería complicaciones innecesarias que podrían aparecer si decía la verdad.
—¿Podría volver a explicar cómo funciona esto? —Brian miró a su hermano y le guiñó un ojo—. El Sr. Ballam tiene más conocimiento sobre cuestiones médicas que yo, así que quizás él sí lo entienda ya a la primera.
Brian escuchó, mirando alternativamente de uno a otro, pero no entendió más de lo que lo había hecho la primera vez que escuchó la explicación del médico. Su pecho se hinchó de orgullo cuando vio que Scott hacía algunas preguntas, hasta que levantó la mano para detener las palabras del médico.
El médico se detuvo al notar la expresión vaga de Scott y el movimiento de su mano.
—Doctor —dijo con una sonrisa forzada—, suspendí biología en el instituto, así que ¿podría hablar usted en castellano, por favor?
—Le estamos administrando un antibiótico de amplio espectro para poder eliminar tanta infección como sea posible, pero no sabremos hasta dentro de un par de días si hay de hecho una infección, y si la hay, si es bacteriana o fúngica... o las dos.
—¿Y? —Scott notó la expresión complacida del médico y no pudo evitar preguntarse si es que estaba esperando que le dieran una palmadita en la espalda.
—Necesitaremos mantener su temperatura interna baja hasta que podamos administrarle el anti... la medicina, y entonces, cuando los cultivos muestren que está mejorando —dijo el médico con un gesto de la mano hacia el cuerpo de Hank—, lo calentaremos y quedará como nuevo.
—Gracias, doctor —suspiró Scott. Mantuvo la sonrisa en la cara hasta que la puerta se cerró tras el médico, y entonces se giró para mirar a Brian y a Kari por el rabillo del ojo—. ¿Calentarlo? —gruñó—, pero de qué estamos hablando, ¿de una pizza rápida?
—Tú no suspendiste biología —Brian declaró con urgencia, señalando con el pulgar el lugar donde había estado el médico hacía sólo unos momentos. Se giró para mirar a Kari, ambos cogidos de la mano—. Nunca suspendió nada, sino que era un alumno de sobresaliente, yo me aseguré de ello.
—No se trata de eso, cielo —le dijo Kari y sonrió cuando Scott la miró con expresión confundida. Tiró de la mano de su novio para que se sentara de nuevo en la silla—. ¿Scott, encanto?
Scott se giró y vio las miradas de alivio en sus caras: Hank se iba a poner bien, no iba a perder nada con el hombre que amaba excepto un par de días.
—No voy a dejarlo salir de casa nunca más —anunció con los brazos cruzados mientras miraba la atractiva cara de Hank.
—Supongo que él tendrá algo que decir al respecto —se rio Brian y miró a Kari, borrándosele la sonrisa de la cara cuando vio que ella meneaba brevemente la cabeza.
—No —dijo Scott, alzando las cejas—, no va a tener nada que decir.
—Bueno, Brian —dijo Kari dándole una palmadita en el dorso de la mano—, supongo que deberíamos ir buscando habitación... —le lanzó una mirada cuando Scott giró la cabeza en su dirección— habitaciones... y dejar a estos dos en paz. —Se acercó a Scott, le puso la mano en el hombro y cuando se dio la vuelta le dio un ligero abrazo.
—Brian —soltó el cuerpo menudo de Kari y buscó su cartera en el bolsillo de atrás del pantalón—, ¿me haces el favor de coger tres y cargarlas en mi tarjeta?
—No —resopló Brian—, por supuesto que no, yo puedo hacerme cargo de las habitaciones —dijo acercándose a su hermano—. Si me necesitas, si necesitas cualquier cosa —continuó en voz baja cuando Scott se apoyó contra él—, me llamas, sea la hora que sea... tanto si es de día como de noche.
Scott asintió y los observó marchar. La ausencia de voces en la habitación le hicieron sentir de repente solo y deseando oír el ronco refunfuñar de la voz de Hank. Permaneció de pie un momento mirando la dormida cara de su amante y sintió el deseo incontrolable de meterse en la cama con él para contarle las novedades y decirle que iban a estar juntos para siempre.
Pero entonces la puerta se abrió y las enfermeras entraron con más bolsas intravenosas que hacían un sonido crujiente al colocarlas en el colgador de metal y supo que le estaban indicando que debía salir de la habitación. Esperó en el vestíbulo durante lo que le pareció una eternidad e intentó no lanzarles una mirada de odio cuando salieron de la habitación.
Esperando que los dejaran solos por varias horas, Scott se sacó los zapatos y se subió a la cama al lado de su hombre, recostando la cabeza en la almohada tras darle un beso detrás de la oreja. Antes de apartarse y cerrar los ojos, le dio las buenas noticias que el doctor le había explicado, asegurándole rápidamente que en realidad no había suspendido ninguna asignatura en el instituto, y le cantó “Si no fuera por ti” suavemente al oído.
Y aunque no podría jurarlo, ni prometer que no se tratase sólo de un deseo, estaba seguro de que había visto moverse los labios de Hank antes de quedarse dormido finalmente.