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Falsos positivos

 

 

 

La comunicación entre los hermanos Montoya es fluida y Carmelo actúa como intermediario entre el abogado y el capo, y aprovecha ese papel circunstancial para enterarse de sus planes que lo incluyen a él como comodín y una de las primeras opciones para que Eugenio logre un buen trato en Estados Unidos.

La manera despectiva como se refieren a él en la correspondencia acrecienta el sentimiento de rencor en su atribulada mente, y lo empuja a decidir de una vez por todas la situación y a desatar los acontecimientos que se aproximan. Montoya se ha labrado el futuro por su maltrato y falta de tacto, y sobre todo por su conducta criminal con quienes le sirven desinteresadamente. No sólo Carmelo sino muchos de los lugartenientes del capo están resentidos por sus actitudes después del encarcelamiento de Eugenio.

La correspondencia es clave para dilucidar las malas intenciones de los dos hermanos. En los mensajes, que Carmelo lee con cuidado para no ser descubierto, Eugenio le pide a Montoya que cuide a Camisa y a Carmelo, a quien califica como un “supuesto familiar”, pues son fichas importantes en el intercambio que les propondrán a las autoridades estadounidenses, que cada vez están más exigentes. En otra carta recomienda subirle el perfil a La Iguana por si necesitan entregarlo en un futuro cercano.

Eugenio también señala en otro mensaje que es necesario no perder de vista a los grandes capos porque son los peces gordos que se requieren para obtener una tajada más generosa en las negociaciones. Una nueva misiva refiere que los gringos serían muy generosos según el rango del capo entregado, y La Iguana, Carmelo y Camisa, entrarían como peones de segunda categoría en el cierre de la negociación. Cada palabra utilizada por los hermanos en sus cartas pega como un latigazo en la cada vez más baja autoestima de Carmelo.

Mientras hablan de negociación, el capo aumenta su fortuna negociando cocaína en sociedad con Chupeta, que desde el año 2004 está radicado en Brasil desde donde mueve sus fichas. Pero este capo sufre un fuerte golpe cuando las autoridades descubren en Colombia varias de sus caletas llenas de dólares. El golpe contra Chupeta lleva a Eugenio a escribirle un mensaje cifrado a su hermano en el que le pide que esconda muy bien el dinero, lo cambie de lugar para evitar sorpresas y construya caletas en predios que estén bajo su dominio absoluto.

Al mismo tiempo Montoya mantiene su alianza con El Mellizo y juntos se apoderan de Guapi, en Cauca, un lugar privilegiado para el negocio porque tiene salida al mar y pueden enviar lanchas rápidas para llevar los cargamentos a México. Aún así, el dominio de la zona depende de una negociación con las FARC, que resuelven mediante una alianza con los comandantes guerrilleros en la que los dos bandos, otrora enemigos a muerte, ahora reciben y comparten las ganancias del negocio.

Montoya y El Mellizo recorren la zona y planean la construcción de un gran laboratorio de procesamiento, Montoya piensa que esa zona es propicia para esconderse y planea hacer un refugio para esconderse en tiempos difíciles. Para esos efectos acude a Carmelo, quien sigue siendo su mano derecha y le pide que se encargue de todo, que supervise la construcción de la nueva cocina y esté al tanto de la calidad de la coca que se producirá. Pero Carmelo se niega con el argumento de que la persecución de las autoridades es real y muy intensa, y le propone que posponga su plan. Con esa negativa, Carmelo intenta ganar un tiempo que será vital en sus nuevas intenciones.

Aunque el capo lo presiona para viajar a la zona costera a donde piensa trasladar su negocio, Carmelo decide pasar por un sitio cerca a Cali donde se reúne con el abogado que trae nuevos mensajes de El Mono. Según el jurista Romedio Viola, agente del servicio de aduanas, ICE, y la fiscal que lleva su caso, están interesados en reunirse cara a cara con él y con El Mono en Estados Unidos.

Por carecer de visa y de condiciones para conseguirla, Carmelo ve un gran impedimento en el viaje, pero el abogado le dice que los agentes de Estados Unidos no ven problema en esa falta de documentación. Acuerdan encontrarse en un tercer país para expedírsela, pero encuentran que también es necesario obtener el pasado judicial. Con 200 dólares, Carmelo logra resolver el problema.

El abogado hace algunas aclaraciones respecto a las exigencias del gobierno estadounidense, y le dice a Carmelo que aunque quieren prioritariamente a Diego Montoya, también les interesa la organización de Rasguño, que aún conserva su poder en varias zonas del país y para desvertebrarla dependen en buena parte de la información que él les suministre. El abogado agrega que atará varios cabos sueltos en la embajada estadounidense en Bogotá a través de un agente de apellido Tobón, quien se encarga de esos detalles en Colombia.

A Carmelo le llama la atención que Estados Unidos cree tener ubicado a Montoya en el cañón de las Garrapatas, pero desconocen que el capo se encuentra en realidad muy lejos del alcance de sus enemigos. Se refugia en Zarzal y se mueve en varias de sus fincas y casas campestres escrituradas a nombre de testaferros y donde goza de la comodidad que escasea en la selva. Corozal, La Porcelana, La Isabela y Milán, son algunos de los lugares donde se guarece, todos de gran tamaño y exceso de lujo. Montoya está dedicado a la buena vida y muy confiado de sus contactos dentro de las autoridades, pero como siempre permanece en estado de embriaguez.

También está confiado en su grupo de seguridad bautizado como Griex, una fuerza especial comandada por Zeus para infiltrar a sus enemigos, al tiempo que está preparada militarmente para enfrentar a Varela. Al capo no le preocupa por esos días la Fuerza Pública y su mayor interés es derrotar a sus enemigos. De un momento a otro se traslada a su refugio en el cañón y cita a Camisa, Capachivo, el Zarco, Carmelo, La Iguana y Zeus para hablar sobre el estado de la guerra con Varela y de la manera como están organizadas sus fuerzas. En la reunión, Zeus dice que recibió información confiable en el sentido de que el Ejército planeaba un golpe contra Los Machos, y precisa que habló con un alto oficial encargado de esa operación y lo convenció de trasladar las tropas a otra región, lejos de allí.

El oficial amigo de Zeus hizo el favor en contraprestación a que de tiempo atrás él presentaba ante sus jefes como integrantes de Los Machos caídos en combate a numerosas personas ejecutadas por orden de Montoya. Por instrucciones del capo, sus hombres las mataban con balas calibre 5.56, el mismo utilizado por el Ejército, y luego las uniformaban y les ponían armas o granadas para simular fieros combates. De esta manera los militares demostraban efectividad en su lucha contra el narcotráfico y específicamente contra Los Machos.

Esta macabra alianza entre narcos y militares forma parte de los denominados falsos positivos, un escándalo que estalló en el 2008 y que con el paso de los días habría de convertirse en un lunar de la Política de Seguridad Democrática. Al punto de que la Fiscalía abrió más de 1.300 procesos contra integrantes de todas las fuerzas por falsos positivos.

Los delatores, los que desertaban y, en general, quienes caían en desgracia con el capo iban directamente a engrosar los falsos positivos de la columna militar que asombraba por su eficaz trabajo contra los narcotraficantes del occidente del país.