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Drácula

 

 

 

Muerto el primer hombre que le dio trabajo permanente, Miro continúa en sus tareas de campo y de vez en cuando labora con varios personajes; su fama lo lleva a reunirse con narcotraficantes novatos y en poco tiempo cobra una enorme importancia en la historia delictiva del país. Comienza a dejar atrás el cultivo del café para dedicarse en forma exclusiva al oficio mejor remunerado: asesino a sueldo.

Ante los extraños Miro se muestra como un hombre de pocas palabras, de carácter agrio, huraño y malacaroso, pero esa actitud contrasta con la que mantiene con sus hijos: complaciente y tolerante; nunca los trata mal, ni siquiera intenta golpearlos. Con su esposa discute muy a menudo y por su excesiva terquedad son comunes los gritos. Pero no la maltrata físicamente.

Con la casa en orden, a Miro sólo le falta conseguir trabajo; ocurre cuando uno de sus primos, descendiente directo de Los Pájaros, y también pistolero famoso en la época de la marihuana, consigue un contacto y obtiene dicho trabajo para los dos en un pueblo cercano con un hombre que en el mundo del crimen es conocido con el alias de Drácula.

Gerardo Martínez, Drácula, regresa a la región después de que un inspector de Policía lo destierra por robar gallinas, un castigo muy común en esa época. Tras largos años de ausencia y ya organizado en su actividad económica, como en la parábola bíblica opta por volver a casa con el fin de conseguir gente de confianza que lo rodee.

Durante sus años de exilio, con el apogeo de la marihuana, Drácula se desplaza a Santa Marta, donde se hace traficante. Ahora, rico y feliz, regresa a su pueblo y le regala una finca al inspector de Policía que lo había expulsado. Con el paso del tiempo llega a considerar como un favor el castigo recibido, pues está seguro de que en su tierra lo habrían asesinado o su suerte hubiera sido distinta, mientras que en la Sierra Nevada progresó y se convirtió en un hombre próspero con una bien ganada reputación en el mundo del narcotráfico.

Drácula vuelve a su tierra dispuesto a completar su equipo y a seguir de lleno con las exportaciones de marihuana. Sin embargo, está lejos de imaginar que el retorno tras el exilio obligado y su gesto inusual de bondad con el inspector de Policía que lo castigó oportunamente y que a la postre lo sacó del anonimato, dará origen en poco tiempo al temible cartel del Norte del Valle.

En la región nadie sabe de dónde surgió el apodo de Drácula, si lo obtuvo por su sed de sangre o simplemente por su aspecto, o por ambas razones, pero lo cierto es que es temible y peligroso.

Una vez instalado en la región, Drácula empieza a rodearse de personas de confianza y a contratar trabajadores que lo ayudan en sus tareas cotidianas, entre ellas el lavado de sus carros, no pocos como es previsible. Para esa labor contrata al hijo del inspector de Policía, un muchacho, casi un niño, Hernando Gómez Bustamante.

Al tiempo que Drácula empieza a hacer de las suyas en los pueblos del norte del Valle, aparecen Los Cañaverales, los alias de cinco hermanos que se disputan el mercado de pistoleros en el área. Uno de ellos, Aicardo Cañaveral, se destaca entre ellos porque se hace muy cercano a Drácula quien muy pronto lo convierte en su secretario privado.

Al lado de Drácula y Aicardo en el norte del Valle empiezan a hacerse conocidos los nombres de Orlando Henao, Ramiro y Omar Cano, y Miro. El joven Hernando Gómez Bustamante, que ya da muestras de querer entrar en acción, les envía mensajes en el sentido de que quiere ser aliado de ellos. Mientras tanto, Drácula recluta un pequeño ejército de guardaespaldas y se instala en Santa Marta, desde donde empieza a montar su propio cartel.

Este ramillete de ejecutores, escoltas, productores y exportadores del mundo del narcotráfico son amigos y compañeros durante un largo período, pero esa cercanía se rompe de manera repentina por motivos que no son claros. Cada uno de los protagonistas tiene su propia versión de los hechos.

Lo único cierto es que los otrora amigos entrañables se ven involucrados en una guerra a muerte, que como casi todas, se inicia por razones de poder que sólo los narcos dominan. El detonante es una agria disputa entre quienes son vistos como los más cercanos: Aicardo Cañaveral y Drácula. Ahí comienza el desastre.

En 1978 explota la primera gran guerra interna entre organizaciones mafiosas. El Florero de Llorente es la muerte de uno de los hombres de Drácula a manos de uno de los hermanos Cañaveral. Desde ese día, y a la luz de los ojos del pueblo y de las regiones circundantes estallan granadas en sitios de diversión como un café, una discoteca, un centro comercial, o en una esquina. En todas partes aparece la muerte disfrazada de venganza de uno y otro bando.

Esta lucha criminal, que les cuesta la vida a casi todos los enfrentados, no tiene sentido porque es mucha la gente inocente que la padece. Pero los matones no reparan en ello porque es su pan nuestro de cada día. La intención de Drácula y de sus aliados en la guerra es continuar con un negocio ilícito que poco después da paso a la reina de todas las drogas: la cocaína, la potente droga que produce espectaculares ganancias y que contribuye a recrudecer la violencia en todo el país.