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Y, ¿la plata?

 

 

 

La eterna pausa se rompe de repente con otra andanada del fiscal.

—¿Qué tuvo usted que ver con la muerte de este señor?

Por la cabeza de Carmelo pasan como latigazos aquel episodio en que Montoya y su hermano Eugenio le hicieron repetir hasta la saciedad que él era responsable de la muerte de ese informante. Su memoria lo hace viajar en el tiempo y contesta oportunamente. Jura que va a contar la verdad de lo que ocurrió con el infiltrado conocido como 2000 y se toma las siguientes cinco horas para hacer un completo relato de la forma como, según él, los Montoya le tendieron una celada para implicarlo en un crimen que no cometió. Al final, se toma un nuevo aire y con los arrestos que le quedan sólo atina a preguntar:

—¿Y mi plata?

Los agentes le responden que deben hacer una evaluación para confirmar cuánto de lo que ha dicho es veraz y qué tan valiosa fue su información para las agencias federales. Cuando se disponen a abandonar la espaciosa sala Carmelo saca valor para lanzar la siguiente pregunta

—¿Y mi familia? —indagó en tono desesperado y refirió los graves peligros que corrían en Colombia, así como la angustia que siente sin poder regresar a ampararlos. Los agentes responden que esa protección dependerá del nivel de riesgo y de una medición que harán en el país.

El ambiente se puso tenso porque Carmelo insistía en su petición y en sus temores.

—No se le olvide, agente, que los responsables del rumor que hoy circula en Colombia sobre mi participación en esa entrega son ustedes. Ustedes, que por sus celos con las demás agencias no quisieron compartir la información que tenían para capturar a Diego Montoya. Ustedes son los responsables de que mi familia esté en riesgo.

El agente se disculpa y responde que el ICE había hecho lo posible por detener el rumor, pero no había tenido éxito. A la semana siguiente, el agente llama a Carmelo y le dice que no es cierto que su familia esté en riesgo o corra peligro.

Carmelo guarda silencio, cuelga el teléfono y de inmediato llama al agente Viola y le dice que llama para despedirse porque regresa inmediatamente a Colombia.

—Como mi familia no puede venir aquí pues yo me devuelvo a Colombia porque no puedo dejarlos tirados.

Si bien era cierto que por cuidar a Montoya se mantuvo aislado de sus hijos y parientes más cercanos, Carmelo no está dispuesto a abandonarlos a su suerte ahora que los sabe indefensos entre una jauría asesina. Su familia está en riesgo y él tiene que estar allí. Si se va, lo matan, pero si se queda, va a la cárcel por largo tiempo.