Estos fragmentos pertenecen a mi diario del año pasado; empiezan hace exactamente un año, cuatro después de la muerte de Mark, y reflejan cómo me metí en el lío en que estoy ahora.
DIARIO DE 2012
Jueves, 19 de abril de 2012
79 kg; unidades de alcohol: 4 (bien); calorías: 2.822 (pero es mejor comer comida de verdad en un club que trozos de queso rancio y palitos de pescado en casa); posibilidad de tener o deseo de volver a tener sexo: 0.
—TIENE que echar un polvo —aseguró Talitha con firmeza entre sorbos de Martini con vodka y alarmantes miradas por Shoreditch House en busca de candidatos.
Era una de nuestras salidas más o menos habituales, a las que Talitha, Tom y Jude insistían en que fuera en un intento de «sacarme de casa», un poco como llevar a abuelita a la playa.
—Estoy de acuerdo —corroboró Tom—. ¿Os he contado que reservé una suite en el Chedi de Chiang Mai por sólo doscientas libras la noche en LateRooms.com? Había una Junior Suite por 179 en Expedia, pero no tenía terraza.
Tom, en su madurez, se ha obsesionado cada vez más con pasar las vacaciones en hoteles boutique e intentar que adaptemos nuestro estilo de vida al del blog de Gwyneth Paltrow.
—Tom, cierra el pico —farfulló Jude tras levantar la vista del iPhone y de DatingSingleDoctors—. Esto es serio. Tenemos que hacer algo. Ha recuperado la virginidad.
—Vosotros no lo entendéis —expliqué—. Estamos hablando de algo totalmente imposible. No me apetece estar con otra persona. Y, aunque me apeteciera, que no es así, soy inviable, completamente asexual, y no volveré a gustarle a nadie nunca, nunca jamás.
Me miré la barriga, prominente bajo el top negro. Era verdad: había recuperado la virginidad. El problema del mundo moderno es que estamos expuestos a un bombardeo continuo de imágenes de sexo y sexualidad —la mano en el culo de la valla publicitaria, las parejas besuqueándose en la playa del anuncio de sandalias, las parejas de verdad entrelazadas en el parque, los condones junto a la caja registradora en la farmacia—, todo un maravilloso mundo mágico de sexo del que ya no formas parte y al que no regresarás jamás.
—No pienso luchar contra ello, forma parte de ser viuda y del proceso de convertirse en una viejecita —afirmé con aire melodramático y confiando en que ellos hicieran hincapié de inmediato en que en realidad era Penélope Cruz o Scarlett Johansson.
—Vamos, cari, no seas absurda —repuso Talitha mientras llamaba al camarero para pedir otro cóctel—. Probablemente tengas que adelgazar un poco, y ponerte algo de bótox, y hacerte algo en esos pelos, eso sí, pero…
—¿Bótox? —repetí indignada.
—¡Por Dios! —exclamó Jude de pronto—. Este tío no es médico. También estaba en DanceLoverDating. ¡Es la misma foto!
—Puede que sea médico y que le guste bailar; así cubriría todas las bases, ¿no? —aventuré.
—Jude, cierra el pico —le soltó Tom—. Estás perdida en un laberinto de presencias cibernéticas nebulosas de las cuales la mayoría no existe. Y se gustan y se dejan de gustar arbitrariamente a voluntad.
—El bótox puede matarte —aseveré inquieta—. Es botulismo. Procede de las vacas.
—¿Y? Mejor morir de bótox que de soledad por estar arrugada como una pasa.
—Por el amor de Dios, cierra el pico, Talitha —la reprendió Tom.
De pronto me sorprendí echando otra vez de menos a Shazzer y deseando que estuviera allí para decir: «A ver si todo el puto mundo cierra la puta boca y deja de decirles a los demás que cierren la puta boca.»
—Eso, cierra el pico, Talitha —convino Jude—. No todo el mundo quiere parecer un bicho raro.
—Cari —repuso Talitha al tiempo que se llevaba la mano a la frente—, yo NO soy un «bicho raro». Duelo aparte, Bridget ha perdido, o digamos extraviado, su yo sexual, y es nuestro deber ayudarla a recuperarlo.
Y, tras sacudir sus exuberantes y brillantes rizos, Talitha se retrepó en su asiento mientras nosotros tres la mirábamos en silencio y bebiéndonos nuestros cócteles con pajita, como si tuviéramos cinco años.
Talitha atacó de nuevo:
—El truco para no aparentar la edad que tienes no es otro que alterar los «indicadores». Hay que obligar al cuerpo a rechazar la acumulación de grasa de la mediana edad, las arrugas son absolutamente innecesarias y una buena mata de pelo saludable, brillante, con movimiento…
—…comprada por una miseria a vírgenes indias reducidas a la pobreza —la interrumpió Tom.
—…con independencia de cómo se obtenga y se fije, es todo lo que se necesita para dar marcha atrás al reloj.
—Talitha —se asombró Jude—, dime, ¿de verdad acabo de oírte pronunciar las palabras «mediana» y «edad»?
—Da lo mismo, no puedo —afirmé.
—Mira, todo esto me da mucha pena —objetó Talitha—. Las mujeres de nuestra edad…
—De tu edad —la corrigió Jude.
—…son las únicas culpables de colgarse el sambenito de inviables a fuerza de repetir una y otra vez que llevan cuatro años sin ligar con nadie. Hay que asesinar con brutalidad y enterrar a la «Disappearing Woman» de Germaine Greer.4 Una necesita, por su propio bien y por el de las que son como ella, crearse un halo de seguridad y atractivo misteriosos, reinventarse como…
—Como Gwyneth Paltrow —dijo Tom alegremente.
—Gwyneth Paltrow no tiene «nuestra edad» y está casada —objetó Jude.
—Que no, que de verdad no puedo tirarme a nadie —insistí—. No sería justo para los niños. Hay demasiadas cosas que hacer, y los hombres necesitan mucho mantenimiento.
Talitha me estudió con cara de pena, se fijó en mis habituales pantalones negros, holgados y flojos de cintura, y en el top largo que cubría las ruinas de lo que un día fue mi figura. Y ella sabe de lo que habla, está claro, porque ha estado casada tres veces y, desde que la conocí, nunca la he visto sin un hombre absolutamente loco por ella guardado en la reserva.
—Una mujer tiene sus necesidades —refunfuñó con dramatismo—. ¿Qué bien les hace una madre a sus pobres hijos si tiene la autoestima por los suelos y está frustrada desde el punto de vista sexual? Si no echas un polvo pronto, te cerrarás literalmente. Y, lo que es aún más importante, te marchitarás. Y acabarás siendo una amargada.
—¿Qué?
—No sería justo para Mark.
Se hizo el silencio un momento. Fue como si alguien hubiese arrojado contra el espíritu de la animada velada un enorme pescado chorreante de agua.
Después, no obstante, Tom me siguió haciendo eses hasta el aseo de señoras y se apoyó contra la pared para no caerse mientras yo toqueteaba el grifo de diseño intentando abrirlo.
—Bridget —me llamó cuando empecé a tantear por debajo del lavabo en busca de algún pedal.
Levanté la mirada.
—¿Qué?
Tom se había puesto de nuevo en modo profesional.
—Mark querría que encontraras a alguien. No le gustaría que te quedases estancada…
—No me he estancado —aseveré, y me erguí con cierta dificultad.
—Tienes que trabajar —me aconsejó—. Necesitas una vida. Y a alguien que esté contigo y te quiera.
—Ya tengo una vida —repuse con aspereza—. Y no necesito un hombre, tengo a los niños.
—Bueno, aunque sólo sea por eso, necesitas a alguien que te enseñe a abrir los grifos. —Acercó la mano al instrumento cuadrado y giró la base, tras lo cual empezó a salir agua—. Échale un vistazo a Goop —añadió. De pronto había vuelto a ser el Tom divertido, frívolo—. Lee lo que dice Gwyneth sobre el sexo y educar a los hijos a la francesa.
23.15. Acabo de darle las buenas noches a Chloe intentando disimular la cogorza que llevo.
—Lo siento, se me ha hecho un poco tarde —he farfullado avergonzada.
—¿Cinco minutos? —me ha contestado con la nariz arrugada, comprensiva—. Me alegro de que te hayas divertido un poco.
23.45. Ya estoy en la cama. Detalle revelador: en lugar de mi acostumbrado pijama de perros, a juego con el de los niños, llevo puesto el único camisón vagamente sexual en el que aún quepo. De pronto me siento esperanzada. Puede que Talitha tenga razón. Si me marchito y acabo siendo una amargada, ¿de qué les servirá a los niños? Serán unos ególatras, unos exigentes, unos tiranos. Y yo una vieja tonta, chillona, negativa y amorrada al jerez que irá por ahí gruñendo: «¿POR QUÉ NO HACÉIS ALGO POR MÍÍÍÍÍÍÍÍ?»
23.50. Puede que haya estado avanzando por un túnel largo y oscuro a cuyo final hay una luz. Tal vez haya alguien que pueda quererme. No hay motivo para que no pueda traer a un hombre aquí. Podría poner una aldabilla en la puerta de la habitación para que los niños no entren y nos pillen, crear un mundo adulto, sensual de… ¡Ahhhh! Un grito de Mabel.
23.52. He ido corriendo a la habitación de los niños y me he encontrado a una personita toda despeluchada en la litera de abajo, sentada. Luego se ha tumbado deprisa, como si tuviera un resorte, que es lo que hace siempre, porque se supone que no puede despertarse en mitad de la noche. Después Mabel ha vuelto a incorporarse, se ha mirado el pijama, empapado de diarrea, ha abierto la boca y ha vomitado.
23.53. He llevado a Mabel en brazos al cuarto de baño y le he quitado el pijama intentando que no me dieran arcadas.
23.54. He lavado y secado a Mabel, la he dejado sentada en el suelo y he ido a buscar un pijama limpio. He quitado las sábanas e intentado encontrar unas limpias.
Medianoche. Lloros en el cuarto de los niños. Aún con las sábanas manchadas de diarrea en la mano, me he desviado hacia la habitación y a medio camino he oído lloros rivales procedentes del cuarto de baño. Me he planteado darme al vino. Me he recordado a mí misma que soy una madre responsable, no una putilla en un pub.
00.01. Me he echado a temblar, histérica, entre la habitación de los niños y el cuarto de baño. El llanto del baño iba en aumento. He entrado pensando que Mabel se habría comido una maquinilla Bic, un bote de veneno o algo parecido, pero me la he encontrado haciendo caca en el suelo con expresión culpable y espantada.
Me he sentido abrumada por mi amor hacia ella. La he cogido. Ahora no hay diarrea y vomitona sólo en las sábanas, en la alfombrilla del cuarto de baño, en Mabel, etc., sino también en el camisón vagamente sexual.
00.07. He ido al cuarto de los niños aún con Mabel en brazos, además de con todas las cosas manchadas de diarrea, y me he topado con Billy fuera de la cama, con el pelo todo húmedo y despeinado y mirándome como si yo fuera Dios y tuviera todas las respuestas. Me ha sostenido la mirada mientras vomitaba como la niña de El exorcista, sólo que ha mantenido la cabeza en su sitio en lugar de que le diera vueltas y más vueltas.
00.08. La diarrea ha irrumpido en el pijama de Billy. Su expresión de desconcierto me ha llenado de amor por él. He terminado fundiéndome en un «abrazo de grupo» al estilo californiano y rebosante de diarrea / vómito con Billy, Mabel, las sábanas, la alfombrilla del cuarto de baño, los pijamas y el camisón vagamente sexual.
00.10. Ojalá Mark estuviera aquí. He tenido un flashback repentino de él, vestido con su batín abogadesco por la noche, un breve vislumbre de vello del pecho, los súbitos ramalazos de humor ante tamaño caos infantil, poniéndose en plan militar para organizarnos a todos como si aquello fuese una especie de conflicto fronterizo y después, al caer en lo absurdo de la situación, acabar los dos riéndonos.
Se está perdiendo todos los pequeños momentos, he pensado. Se está perdiendo ver crecer a sus propios hijos. Incluso esto habría sido divertido, en lugar de confuso y aterrador. Uno de nosotros podría haberse quedado con ellos mientras el otro se ocupaba de las sábanas. Después habríamos podido meternos otra vez en las literas y reírnos de todo y… ¿Cómo iba a disfrutar otro de ellos y quererlos como lo habría hecho él, incluso cuando se hacen caca por todas partes y…?
00.15. «¡Mami!» Billy me ha devuelto a la realidad de golpe. La situación era complicada, sin lugar a dudas: los dos niños embadurnados de caca y vómito, asustados y con arcadas. Lo ideal sería separarlos de los tejidos / fluidos, meterlos en una bañera con agua caliente y buscar sábanas. Pero ¿y si la caca y los vómitos continuaban? Entonces ¿qué? El agua podría acabar siendo tóxica, y posiblemente transmitirles el cólera, como una alcantarilla abierta en un campo de refugiados.
00.16. He encontrado una solución provisional: poner en el suelo del cuarto de baño las piezas de plástico del Playmat, con almohadas, toallas, etc. tiradas alrededor.
00.20. He decidido bajar a la lavadora (es decir, a la nevera a por vino).
00.24. He cerrado la puerta y he bajado corriendo.
00.27. Después de aclararme las ideas con un trago de vino, me he dado cuenta de que lavar las sábanas, etc., es irrelevante. Lo único esencial, está claro, es mantener a los niños con vida hasta por la mañana, a ser posible evitando que me dé un ataque de nervios.
00.45. He notado que el vino, aunque fortalece la cabeza, tiene el efecto contrario en el estómago.
00.50. He vomitado.
02.00. Billy y Mabel están dormidos en el suelo del cuarto de baño, encima y debajo de unas toallas, y limpios hasta cierto punto. He decidido echarme a dormir a su lado con el camisón vagamente sexual lleno de caca y vomitona.
02.05. Estoy experimentando una grata sensación de triunfo, como el general que ha evitado por los pelos la masacre, el baño de sangre, etc., urdiendo una solución pacífica: incluso empiezo a escuchar la música de Gladiator y a verme en el papel de Russell Crowe, parcialmente oculto por la leyenda: «Nacerá un héroe.»
Al mismo tiempo, sin embargo, no puedo evitar sentir que intentar planear un encuentro erótico cuando pasa esta clase de cosas quizá no sea una idea especialmente buena.
4. Escritora y locutora feminista australiana, famosa por la honestidad con que habla de todos los temas relacionados con la sexualidad de la mujer. (N. de la t.)