Los ojos de Fareed reflejaron un intenso brillo.
A Gwen se le paró la respiración. Se quedó allí de pie, impactada ante la ferocidad que estaba devorándola, que estaba terminando con ella. Pero lo que ocurrió a continuación le detuvo el corazón. De la impresión.
Jamás habría esperado que él… se riera.
Pero Fareed se rió. Y no sabía qué había dicho o hecho que fuera tan gracioso. Tal vez era la bata y pijama con grabados de dibujos animados lo que le había hecho reír. Tenía que ser aquello. Seguro que la había mirado bien y se había replanteado sus intenciones.
Todavía riendo, él bajó hasta estar al mismo nivel que ella. Entonces se inclinó sobre su cuerpo y acercó los labios a uno de sus oídos.
–Tengo una pregunta que hacerte… ¿dejarás alguna vez de sorprenderme?
Confundida, Gwen lo miró y vio la pasión que reflejaba su mirada.
–Me agotas… –susurró Fareed de manera íntima– al protestar contra todo lo que digo, contra cada decisión que tomo. Pero entonces te confío que quiero llevarte a la cama y… ¿simplemente accedes?
–No dije precisamente que accediera –respondió ella.
Él la tomó por la cintura y la abrazó estrechamente contra su cuerpo. Le levantó la cara con un dedo.
–No, dijiste algo mejor. Me ordenaste que no esperara. Voy a obedecerte, ya fatenati. No voy a seguir esperando, nunca más –declaró, tomándola en brazos.
Aturdida, Gwen se acurrucó en sus brazos y sintió cómo Fareed le daba un beso en la frente.
–Nunca dejes de sorprenderme, ya saherati –pidió él.
Ella casi espetó que era él el encantador, el hechicero. Pero se contuvo a tiempo. No había compartido el hecho de que sabía árabe…
Fareed la llevó a su dormitorio y la tumbó sobre su confortable cama. Entonces se echó sobre ella.
Gwen gimió ante aquella primera exposición a la realidad que suponía él, a su pasión, a su deseo de ella, a su peso.
Entonces Fareed le quitó la bata…
–Bugs Bunny –dijo al ver su pijama, incrédulo–. Si sigo viéndote atractiva a pesar de esto, creo que no sobreviviría si te viera vestida con algo destinado a resaltar tu belleza.
–Sé qué aspecto tengo con este pijama –respondió ella, avergonzada–. Lo elegí para que conjuntara con uno de Ryan…
–¿Tengo que repetir las cosas mil veces para que me creas, Gwen? –preguntó él, agarrando con una mano las manos de ella sobre su cabeza–. ¿Llegarás a creer alguna vez que solo digo lo que pienso?
–No es de ti de quien dudo –confesó Gwen, ruborizada.
–¿Entonces cómo puedes dudar de tu propia belleza, del efecto que tienes sobre mí? En realidad estoy conteniéndome, no te he dicho lo que realmente me haces sentir ni lo que realmente quiero hacerte. No quiero asustarte.
–No podrías asustarme. Demuéstrame todo lo que sientes.
Fareed esbozó una amplia y masculina sonrisa que reflejó la sensación de triunfo que lo había embargado.
Pero al deshacer la trenza en la que se había arreglado el cabello Gwen, le temblaron las manos. A continuación tomó la sedosa masa de su pelo y respiró su fragancia.
–Te he deseado tanto, te he necesitado… desde el primer momento en el que te vi tantos años atrás. Ahora estás aquí y vas a ser mía, Gwen… por fin –confesó, besándola apasionadamente.
Ella disfrutó enormemente del sabor de sus labios, un sabor tremendamente masculino y excitante…
–Gwen, habibati, hayaati, abghaaki, ahtaajek –dijo él.
Ella supo que la había llamado «mi amor», «mi vida». Le había dicho que la necesitaba.
Fareed le quitó entonces la parte de arriba del pijama y hundió la cara entre sus pechos.
Gwen gimió y acarició el negro cabello de él. A continuación presionó aún más la cabeza de este contra su ansiosa piel. Fareed gimió a su vez y deslizó una mano por su espalda. En un momento dado le desabrochó el sujetador… Ella sintió cómo una gran excitación le recorría los pechos. Él se echó para atrás y le colocó las manos de nuevo sobre la cabeza. Le encantó verla desnuda de cintura para arriba; la imagen le pareció realmente bella.
Abrumada ante aquel escrutinio, Gwen giró la cabeza hacia las sábanas.
–Mírame, ya galbi –le ordenó Fareed–. Mira lo que el verte me provoca –añadió, soltándole una mano, mano que a continuación colocó sobre su erección–. Siéntela.
A ella le tembló la mano al acariciarle por encima de los pantalones su potente masculinidad.
Él se desabrochó entonces el cordón que sujetaba los pantalones e introdujo la mano de Gwen por debajo de la tela de seda.
Ella se quedó paralizada al tocarlo sin barreras. No podía tomarlo con una sola mano…
Aunque era consciente de que todo aquello terminaría dominándola, disfrutó del increíble calor que desprendía la erección de Fareed, de la aterciopelada piel que la cubría, de su extrema masculinidad… Ella estaba muy preparada, tanto que empapó sus braguitas…
Él la besó de nuevo con una intensa pasión.
–Sentir cómo me tocas es mucho mejor de lo que había imaginado –dijo tras separarse de ella.
En ese momento posó unas temblorosas manos sobre sus pechos.
Tremendamente excitada, Gwen arqueó el cuerpo para ofrecerle todo su ser. Fareed le quitó entonces el resto de la ropa y liberó su ardiente piel.
La ferocidad que reflejaron sus ojos cuando acarició la completa desnudez de ella fue alarmante… pero lo único que consiguió fue acelerar el corazón de Gwen a niveles impactantes; a esta le llenó de orgullo que el verla desnuda afectara tan intensamente al hombre que amaba.
De inmediato, él se quitó el abaya y expuso su maravilloso cuerpo.
Ella acarició su esculpida perfección. Fareed era la cosa más bella que había visto jamás.
–Habibati… –gimió él, restregando el torso contra los pechos de Gwen.
Tras unos segundos, se agachó y tomó con la boca sus pezones como si fuera a devorarla.
Un intenso placer le recorrió el cuerpo a ella con cada mordisquito que le daba él, con cada caricia de sus labios…
–Fareed… tómame… toma todo mi cuerpo… –suplicó.
Él acarició cada centímetro de su piel antes de colocarse entre sus piernas, momento en el que unos sabios dedos separaron los labios de su feminidad y se introdujeron con gran maestría entre sus pliegues.
Solo bastaron un par de caricias de aquellos virtuosos dedos para llevarla a la cima de la pasión. Invadida por el placer, Gwen se convulsionó violentamente. Fareed no pudo seguir conteniéndose durante más tiempo y con la ferviente ayuda de ella se quitó los calzoncillos, la última barrera que quedaba entre ambos. Entonces volvió a besarla apasionadamente.
–Roh galbi, mehtaj akoon jow´waaki.
Gwen no podía soportar durante más tiempo que no la poseyera, no podía soportar el vacío que él había creado dentro de ella, no podía… no podía…
No podía permitir que la tomara cuando no le había dicho…
No. No podía decírselo. Y no podía negarse a que le hiciera el amor. Solo aquella vez. Lo necesitaba. No pedía demasiado. Viviría privada de ello durante el resto de su vida.
–Penétrame, Fareed, ahora. No esperes… simplemente tómame.
–Aih, ya hayat galbi… –dijo él.
Ella gimió, aliviada, angustiada, y separó las piernas aún más. Entonces, con un movimiento certero, Fareed la penetró.
El impacto que tuvo en Gwen fue total. Paralizada, enmudecida, lo miró. Se sintió completa.
Fue él quien rompió aquel jadeante silencio.
–Gwen, el placer de sentirte… ya Ullah…
Tras decir aquello se apoyó sobre las palmas de las manos y salió de ella, que gritó ante la pérdida. Antes de que volviera a gritar para que la penetrara de nuevo, lo hizo con un rápido movimiento…
Cuando volvió a salir de Gwen, esta perdió la poca cordura que le quedaba. Levantó las caderas y él le agarró el pelo para apoyarle la cabeza en la almohada y dejar expuesta su garganta. Le mordió la piel de esa zona y volvió a penetrarla. Comenzó a hacerle el amor con un apasionado ritmo que causó que un desconocido e increíble placer le recorriera a ella el cuerpo.
Gwen finalmente sintió a Fareed en lo más profundo de su esencia. El éxtasis que la embargó fue impactante.
Una gran tensión se reflejó entonces en los ojos de él, que no pudo contenerse más y desahogó su intenso clímax dentro de ella.
Gwen no supo cuándo la conciencia comenzó a apoderarse de ella, pero todavía estaba debajo de Fareed. Se dio cuenta de que lo que la había despertado había sido que él estaba saliendo de ella.
Antes de que pudiera protestar, sintió cómo Fareed apoyaba el cuerpo sobre el suyo. Gimió de placer. Él la giró para abrazarla de cara y ella cerró los ojos. Quería que los recuerdos de lo que acababan de vivir se grabaran para siempre en su memoria.
Pero aquello todavía no había acabado. Tenía muchas horas por delante en compañía de Fareed. Y no iba a perder ni un segundo.
–Había pensado que contigo sería inaudito –comentó él.
Ella se quedó paralizada. Era obvio que lo que para ella había supuesto la experiencia más impactante de toda su vida para Fareed solo había sido una decepción.
–Si hubiera sabido cómo serían las cosas entre ambos, que incluso superarían mis mejores fantasías, te habría llevado a la cama hace semanas –añadió él.
Aliviada, Gwen se maravilló de nuevo ante la belleza de Fareed. Deseaba más de él.
Acercó la boca para saborear el poderoso pulso de su cuello y bajó los labios por su hombro y pecho hasta uno de sus pezones, que mordisqueó antes de levantar la cabeza.
–Espero que sepas lo que estás invitando con este acto de extrema provocación.
Al oír aquello se sintió poderosa. No tenía nada que perder y sí todo que ganar. Introdujo una pierna entre los musculosos muslos de Fareed y apretó con la rodilla su potente erección.
–¿A qué acto te refieres? –preguntó, susurrando. Era consciente de que estaba exacerbando la pasión de él.
Fareed la agarró por la cintura y la colocó sobre su cuerpo. Tenía la lujuria reflejada en los ojos.
–Ahora tengo una lista. Y cada acto tiene una consecuencia propia.
Al haber disfrutado ya del éxtasis que ofrecía él, unas impactantes ansias se apoderaron de ella.
–Espero que todas sean unas consecuencias terribles –dijo, balanceándose sobre Fareed.
–Indescriptibles –respondió él, agarrándola con fuerza por la cintura y levantándola para poder penetrarla. A continuación la dejó caer…
Gwen gritó su nombre, aturdida ante tanto placer. Sintió cómo todo su cuerpo se derretía.
Solo podía pensar en una cosa; Fareed había sido suyo. Y ella suya.
Al día siguiente, cuando lo perdiera, nada podría borrar aquella maravillosa experiencia de su corazón y de su mente.
Gwen había regresado a su dormitorio del apartamento de invitados en cuanto Fareed la había dejado sola en la cama. Había esperado que él estuviera fuera todo el día para poder marcharse sin volver a verlo.
Pero Fareed no había estado alejado ni siquiera una hora.
Acababa de entrar en el dormitorio y estaba dirigiéndose a ella con urgencia.
No la dejó ni hablar. La agarró con fuerza y la besó con más pasión que nunca. A continuación Gwen lo miró a los ojos y vio en estos reflejada una intensa desesperación, desesperación que ya había visto con anterioridad en su mirada. Nunca le había preguntado la razón de su angustia, no solo porque pensaba que no tenía ningún derecho a hacerlo, sino también porque creía conocer la causa. Pero podía estar equivocada.
–¿Qué te ocurre, Fareed? –preguntó, pensando que tal vez podría ayudarle.
Él la abrazó estrechamente y apoyó la cabeza en su pecho. Entonces habló… y ella deseó no haber preguntado nada, ya que le contó la terrible pérdida de su hermano y la agonía por la que había pasado al intentar en vano encontrar a la familia de este.
–Entonces, una semana después de que vinierais aquí, Emad encontró una pista que parecía la más prometedora de las que habíamos tenido. Pero acaba de decirme que ha resultado ser otra falsa esperanza.
Aunque Gwen hubiera tenido algo que decir, el dolor que se había apoderado de su garganta le habría impedido hablar. Deseaba poder decirle que dejara de buscar y que tuviera compasión de sí mismo, ya que no tenía nada por lo que culparse. Pero no podía hacerlo.
Repentinamente Fareed comenzó a quitarle la ropa y a hacer lo mismo con la suya. Ella sabía que en cuanto sus pieles se tocaran todo estaría perdido y decidió actuar antes de que ocurriera.
Se apartó de los brazos de él y se odió a sí misma por lo que iba a decir a continuación.
–Me marcho de Jizaan… hoy mismo.
Fareed se quedó paralizado. La miró fijamente durante un largo momento.
Pero entonces comenzó a reírse.
–Ah, Gwen, lo necesitaba –dijo, abrazándola de nuevo–. Me encanta cuando utilizas tu pícaro humor…
¡Él pensaba que estaba bromeando! ¿Quién podría culparle, después de la maratón de pasión de la que habían disfrutado?
–Lo he dicho en serio, Fareed.
Él la soltó ligeramente para poder echarse hacia atrás y mirarla. El humor que habían reflejado sus ojos parecía haber comenzado a disiparse.
–Como Ryan ha terminado su periodo de recuperación, no hay ninguna necesidad de que nos quedemos en Jizaan. De hecho, deberíamos habernos marchado mucho antes. Nos hemos aprovechado de tu generosidad durante demasiados días.
–Si lo que ha ocurrido esta noche ha sido consecuencia de que te has aprovechado de mi… generosidad, como puedes sentir… –contestó Fareed, llevando una mano de ella a su todavía endurecido sexo– necesito urgentemente que tu explotación continúe.
–Lo que ha ocurrido entre ambos no cambia nada. Tenemos que marcharnos, Fareed. Por favor, no hagas que sea difícil. Tengo que…
–Yo tengo que tomarte de nuevo, Gwen –interrumpió él, chupándole el cuello.
Al luchar ella por mantener la cordura y determinación, Fareed la derrotó, la cautivó de nuevo por completo. A los pocos minutos estuvo desnuda y sentada sobre sus caderas mientras él le agarraba con fuerza el trasero. Le ayudó a moverse sobre su erecto sexo, le enseñó a utilizar la fuerza y rapidez exactas para volver a ambos locos de pasión…
–Cabalga sobre mí, Gwen, cabalga sobre mí.
Perdida, alocada, ella obedeció. Comenzó a moverse cada vez más rápido, hasta que el placer que la embargó fue tan intenso que no pudo contenerse más y se dejó llevar…
–¡Fareed! –exclamó.
–Aih ya galbi, satisfácete con mi cuerpo, toma todo lo que puedo darte…
Gwen alcanzó entonces un intenso éxtasis que provocó que todo su cuerpo temblara incontrolablemente.
Él comenzó a moverse cuando ella perdió el ritmo y al cambiar el ángulo en el que estaba penetrándola consiguió que gozara de un nuevo orgasmo que la dejó completamente exhausta.
Pero Gwen necesitaba más. Aunque cuando el resto del mundo desapareció de su mente y solo existió Fareed, se prometió algo a sí misma.
Que aquella sería la última vez. O que tal vez podrían volver a hacerlo por última vez cuando despertaran. O quizá podrían pasar un día más juntos. Un día más no haría daño.
Pero después ya no estarían juntos nunca más. Jamás…