Capítulo Once

–Esta mujer y su hijo están bajo mi protección –espetó Fareed, completamente indignado–. Mi padre jamás va a acercarse a ninguno de ellos. Con respecto a vosotros… marchaos de mi casa de inmediato o sufriréis las consecuencias.

Gwen jamás había imaginado que Fareed pudiera parecer tan peligroso. Sabía que cumpliría su amenaza sin pensarlo dos veces. Estaba dispuesto a llegar a donde fuera para defenderlos.

Somow´wak, por la autoridad que me ha otorgado el rey, le ordeno que se aparte –le dijo el hombre llamado Zayed a Fareed.

Fareed emitió una profunda risotada.

–¿O si no, qué? Se lo vas a decir a mi padre. Hazlo, y de paso dale este mensaje a ese intransigente vejestorio, palabra por palabra. Yo no soy Hesham. No solo no va a intimidarme, sino que tampoco le conviene ser mi enemigo. Pero lo seré si vuelve a siquiera pensar en Gwen y Ryan. Esta es mi primera y última advertencia.

La cara de Zayed reflejó una mezcla de reticencia y determinación. Era obvio que respetaba a su príncipe y no quería pelear con él. Pero le debía lealtad al rey.

–Mis órdenes son claras, Somow´wak –dijo finalmente–. No puedo ceder. Arjook, le suplico, no fuerce un enfrentamiento.

–Precisamente eso es lo que haré con cualquiera que se atreva a amenazar a Gwen o Ryan –respondió Fareed, acercándose a Zayed–. Lucharé por ellos. ¿Lo harás tú? ¿Lo hará él?

Gwen se dio cuenta de que la situación en la que se encontraba era crítica; o el rey se salía con la suya y se quedaba con Ryan… o lo hacía Fareed. De cualquier manera ella perdería a su hijo.

Observó cómo Zayed, que parecía haberse decidido repentinamente, le hacía un gesto a sus hombres, que avanzaron al instante.

Dos de los hombres pasaron corriendo por su lado y subieron por las escaleras. Entonces oyó los gritos de protesta de Rose y el llanto de Ryan al acercarse aquellos extraños a ellos. De inmediato vio cómo Fareed interceptaba a Zayed y a tres de sus hombres que se dirigían a agarrarla a ella. Pero uno de los hombres le dio un puñetazo, tras lo que se desencadenó una pelea en la que ella no pudo evitar participar.

Quería defender a Fareed a toda costa.

Él logró reducir a Zayed y a dos de sus hombres, pero el hombre al que había atacado ella finalmente la había logrado inmovilizar.

–Suéltala, Mohsen, o te cortaré las manos –le ordenó Fareed al empleado de palacio en cuanto vio lo que había ocurrido.

Assef, Somow´wak… lo siento, pero ahora debe apartarse y permitirme completar mi misión –dijo Mohsen, sacando su arma de su pistolera.

En ese momento Gwen le dio un codazo en la tripa con todas sus fuerzas. Él gritó, pero la agarró con más fuerza aún por el cuello. Ella sintió cómo se asfixiaba y vio a Fareed lleno de cólera acercándose a ella y a su captor. Pero entonces Mohsen levantó el arma y ella le mordió la mano…

–¡Ya es suficiente!

Fareed la separó de Mohsen y la abrazó estrechamente. Gwen levantó la mirada y vio a Emad en lo alto de las escaleras. Se había posicionado entre Rose y Ryan y los hombres del rey, protegiendo a los primeros con su propio cuerpo. Los miembros del equipo de seguridad de Fareed estaban acordonando la escena y apuntando con pistolas al grupo de Zayed.

–Has tardado demasiado, Emad –gruñó Fareed, abrazando aún más estrechamente a Gwen. A continuación le hizo señas a Emad para que bajara junto a él a Rose y a Ryan.

–Discúlpeme, Su Alteza –dijo Emad, cumpliendo las órdenes del príncipe.

Cuando Rose y Ryan bajaron las escaleras, Gwen se apartó de Fareed para tomar en brazos a su pequeño. Fareed la siguió y no pudo evitar abrazarlos a los dos.

El niño dejó de llorar en cuanto se vio arropado por los cuerpos de ambos. Tenía a su madre abrazada por el cuello y la cabeza apoyada en el pecho de Fareed.

–Estaba en la carretera cuando recibí su señal de alarma –continuó Emad–. Tuve que investigar la situación y organizar a los suficientes hombres para lograr terminar con esta farsa con el mínimo alboroto.

–Con ningún alboroto, ¿no es así, Emad? –dijo Fareed, dirigiendo su enfurecida mirada a Zayed–. ¿No es así, Zayed?

Zayed, todavía recuperándose del puñetazo que le había dado el príncipe para evitar que se llevara a sus protegidos, asintió a regañadientes con la cabeza. Les indicó a sus hombres que se retiraran.

En cuestión de minutos, todos los hombres armados, abandonaron la mansión.

–¿Qué ha sido todo eso? –preguntó Rose, rompiendo el silencio que se había apoderado de la situación–. ¿Y qué querían decir al afirmar que Ryan es el hijo de un príncipe? ¿Es cierto?

Todavía atemorizada, Gwen asintió con la cabeza mientras abrazaba estrechamente a su hijo.

Fareed la abrazó a su vez a ella con más fuerza, como para intentar absorber el caos que sentía.

–Ya ha pasado, ya sugheeri, estáis a salvo. Estoy aquí y siempre estaré aquí. Nadie va a acercarse a vosotros de nuevo.

Ryan soltó entonces a Gwen y abrazó a Fareed por el cuello, como si le hubiera comprendido y le creyera. Ella casi le espetó a Fareed que no prometiera lo que no podía cumplir.

–Siento mucho lo que ha ocurrido –se disculpó entonces él, mirándola a los ojos–. Mi padre pagará por lo que ha hecho.

–No importa –contestó Gwen, negando con la cabeza.

–Claro que importa. Y en parte es culpa mía, mía y de mis hermanos. Hemos estado demasiado involucrados en nuestras propias vidas y hemos permitido que mi padre se volviera más rígido con la edad. En cuestiones de Estado resultaba efectivo, pero cuando su inflexibilidad comenzó a causar problemas, simplemente los arreglábamos… en vez de arreglar su política y percepción de las cosas. Lo que hizo con Hesham fue terrible, pero hoy ha llegado demasiado lejos.

–Me refería a que no importa lo que tú, o yo, hagamos ahora. Tu padre ha descubierto la verdadera identidad de Ryan y todo lo que Hesham temía se ha hecho realidad.

Fareed miró entonces a Emad.

–Lo que quiero saber es cómo el rey ha descubierto quién es Ryan.

La expresión de la cara del asistente dejó claro que se lo había dicho él.

B´Ellahi, ¿por qué? –preguntó Fareed, impactado.

–No sabía que reaccionaría de esa manera, pero… lo haría otra vez –confesó Emad.

–¿Por qué? –exigió saber Fareed con la furia y confusión reflejadas en los ojos.

–Porque conozco al rey desde mucho antes que usted y he visto aspectos en él que no muestra a sus hijos. Usted jamás le ha dado a su estatus preferencia sobre sus decisiones, por lo que nunca intenta comprender su posición. Hay una enorme diferencia entre ser un príncipe no heredero y ser rey, que conlleva una enorme soledad.

–¿Se supone que este análisis del carácter y posición de mi padre debe implicar alguna diferencia para mí ahora mismo? –gruñó Fareed.

–No estoy pidiéndole que me perdone, solo que me comprenda.

Shukran, Emad. No puedo culpar a mi padre por haberse comportado como de costumbre, pero te tengo a ti para darte las gracias por este punto muerto al que hemos llegado. Eres un estúpido sentimental y has romantizado a una reliquia sin corazón.

Emad bajó la mirada, consciente de que cualquier cosa que dijera enfadaría aún más a Fareed.

–Has corrido a contarle tu descubrimiento casi en el momento de realizarlo –continuó el príncipe–. ¿También le has tenido al tanto de mis esfuerzos por encontrar a Gwen y Ryan?

El asistente simplemente asintió con la cabeza.

–¡No puedo expresarte con palabras lo maravilloso que es descubrir que mi mayor aliado es un doble agente! ¿Y para qué? ¿Para serle leal a alguien que jamás ha mostrado simpatía por nadie? –espetó Fareed, agarrando con fuerza a Gwen y Ryan–. Entre todos esos recuerdos entrañables de mi padre, ¿no guardas en tu memoria el de cuando forzó a Hesham al exilio? Aparte de las viles amenazas que dirigió contra la mujer que mi hermano amaba, ¿no te acuerdas de lo que pensaba de la «unión inferior» que mancharía nuestra venerable estirpe? Así que, como eres el experto en los sentimientos y motivos más profundos de mi padre… b´haggej´jaheem… ¿qué demonios quiere con el hijo de Hesham… el niño del que renegó incluso antes de que hubiera sido concebido?

–Sé que cree que al rey no le importaba Hesham y tal vez yo jamás sea capaz de convencerlo de lo contrario. Pero a su padre le importaba demasiado su hermano. Él tampoco dejó de buscarlo, incluso quería pedirle que regresara a casa para que encontraran una solución que Hesham aceptara. Entonces su hermano murió y el remordimiento y la agonía casi le vuelven loco. Solo el saber que Hesham tenía un hijo y la esperanza de encontrarlo le ha mantenido en pie. Cuando descubrí quién era ese hijo, no pude ocultarle la existencia de Ryan.

Fareed miró al asistente con gran frialdad.

–Espero que estés contento con los resultados de tu catastrófica valoración.

Aunque Emad había causado un daño irreparable, Gwen sintió pena por él ya que parecía realmente mortificado ante la decepción de Fareed.

–Que preparen el helicóptero –ordenó tras unos segundos Fareed sin mirar al asistente.

Emad asintió con la cabeza y salió de la mansión. Rose corrió tras él.

–¿Dónde vamos? –le preguntó entonces Gwen a Fareed.

–A un lugar donde mi padre no podrá encontrarnos.

–Nos encontrará, antes o después. Fareed, si quieres ayudarme, si quieres ayudar a Ryan, nos ayudarás a desaparecer. Si no lo haces, tu padre me quitará a mi hijo.

–No, no lo hará –aseguró él.

–Si no desaparecemos, lo hará –insistió ella, angustiada.

Fareed la miró fijamente a los ojos mientras bajaba a Ryan al suelo. A continuación le dio al pequeño algunos objetos para que jugara.

–¿Estás proponiendo hacer lo que hizo Hesham? Mi hermano pudo hacerlo porque renunció a su nacionalidad, se cambió el nombre y era un trabajador autónomo que podía continuar ejerciendo su arte donde viviera. Tú no podrás hacer nada de eso; no podrías continuar siendo tú misma y seguir ejerciendo tu carrera. No podrás borrar tu existencia. Ahora que Emad nos ha revelado la obsesión de mi padre por encontrar a Ryan, sé que te encontraría y te lo quitaría. Por eso Hesham me suplicó con su último aliento que os protegiera. Debía saber que nuestro padre todavía estaba buscándolo y seguro que temía que te encontraría y te quitaría a Ryan. Pero no importa que lo haya hecho ahora. Yo os protegeré. Pero no puedo hacerlo a distancia. Tenéis que quedaros conmigo.

–Pero tú no estarás siempre con nosotros –respondió Gwen, completamente atemorizada–. No podrías hacerlo. Tengo más posibilidades de mantener a Ryan oculto de tu padre si estoy en el otro extremo del mundo y no aquí, donde él tiene poder absoluto. No viste la manera en la que me amenazó. No me sorprendería si mandara…

–Gwen, no tienes nada que temer –la interrumpió Fareed, consciente de su angustia–. Te lo prometo. Cumpliré el juramento que le hice a Hesham. Os protegeré con mi vida. Con respecto a mi padre, no se le ocurrirá acercarse a ti una vez que seas mi mujer.