–Tu hermana, Marilyn, era la madre de Ryan –continuó el rey, todavía mirando a Gwen.
Tras todos aquellos meses, Fareed por fin tuvo un nombre completo para la Lyn de Hesham. Marilyn. No Gwendolyn.
Impactado, se giró para mirar a Gwen. Sabía que finalmente acabaría asumiendo aquellas revelaciones y que éstas cambiarían su existencia. Pero en aquel momento había algo mucho más importante.
–Eso no supone ninguna diferencia –le dijo a su padre–. Ryan es de Gwen y no vas a llevártelo.
–No voy a continuar esta discusión junto a un helicóptero al lado de la playa –contestó el rey con una dura expresión reflejada en la cara–. Cualquiera se llevaría la impresión de que no soy bienvenido.
–No lo eres –gruñó Fareed–. Y esta discusión se ha terminado; no hay nada que discutir. Y no intentes ejercer tus derechos de rey. Aquí no lo eres. Lo soy yo.
Su padre lo ignoró y miró a Gwen.
–Tú eres la reina. ¿No vas a invitar a tu suegro a casa… ya que tu marido es tan grosero de no hacerlo?
–Deja a Gwen apartada de todo esto –espetó Fareed–. Te lo advierto…
Ella se colocó entonces delante de él.
–Será un honor y un placer recibirlo en nuestra casa, Su… Su Majestad.
Fareed se vio embargado al mismo tiempo por varias emociones. Orgullo de ver la gracia y clase con la que se desenvolvía Gwen y temor ante el hecho de que había permitido que su padre entrara en sus vidas.
Al observar cómo el rey tomaba el codo de ella mientras comenzaban a dirigirse juntos a la villa, se apresuró a acercarse a ellos. Cuando sintió cómo Emad se unía al grupo, le dejó claro con la mirada que le dirigió que en otro momento hablaría con él.
–Quizá ponga a Emad a mi servicio –comentó el rey–. Parece que he infravalorado su valía.
–Puedes quedarte con él –respondió Fareed–. Parece que yo lo he sobrevalorado.
Emad gruñó algo que nadie entendió… aunque lo hizo muy educadamente.
Una vez que entraron en la villa, Gwen se giró hacia el rey.
–Estábamos a punto de cenar. Espero que nos acompañe. Si no le gusta el marisco, mandaré que le preparen otra cosa de inmediato.
–La única vez que nos hemos visto con anterioridad, te amenacé y te insulté –respondió el rey, que pareció pensativo–. Aunque aborreciera el marisco, sería mejor que un cuervo.
Fareed parpadeó. Se preguntó si su padre acababa de intentar bromear.
–Padre, no intentes que bajemos la guardia al fingir ser un adorable hombre mayor –advirtió–. No vamos a permitir que te lleves a Ryan.
–¿Qué le has contado que haré cuando ocurra? –preguntó su padre.
–Nunca va a ocurrir –espetó Fareed–. Y fue Hesham quien le contó… quien le contó a su hermana que lo amabas de manera enfermiza y que lo presionaste para que se convirtiera en el heredero que hubieras considerado aceptable –añadió. Pero repentinamente la necesidad de saber se apoderó de él y miró a Gwen–. ¿Qué le ocurrió a tu hermana?
En realidad sabía la respuesta.
Era obvio que su hermana estaba muerta.
Odió resucitar su dolor, su pérdida, pero necesitaba saberlo para detener la incursión de su padre.
–Tras el accidente, solo la examinaron brevemente. Le… le dijeron que estaba bien. Incluso le dieron el alta para poder utilizar su cama para pacientes con heridas obvias. Hesham ya había… –comenzó a contestar ella, rompiendo a llorar–. Cuando llegué al lado de mi hermana, estaba muy deteriorada. La llevé corriendo a otro hospital, pero solo vivió el tiempo suficiente para comenzar los trámites de mi adopción de Ryan y darme la última voluntad de Hesham y de ella misma. Yo ya sabía todo lo que querían porque más o menos había compartido sus vidas. Solía mudarme donde ellos lo hacían. Nos convertimos en casi inseparables una vez que me di cuenta de que a Ryan le ocurría algo…
–Así que fuiste tú quien lo diagnosticó –supuso Fareed.
–Cuando tenía cuatro meses. Pero a Hesham le daba miedo recurrir a ti.
–Por eso no vas a acercarte a Ryan, padre –le dijo entonces Fareed al rey–. Hesham te tenía tanto miedo que ni siquiera fue capaz de requerir mi ayuda para su hijo… hasta que estuvo en su lecho de muerte.
El rey ignoró aquel comentario y se dirigió a Gwen.
–Pero tu adopción de Ryan todavía no ha concluido.
Fareed se sintió furioso.
–Efectivamente –respondió ella, dirigiéndose entonces a su marido–. Eso es lo que estaba intentando decirte. Había supuesto que te enterarías cuando tu equipo de abogados descubriera que no soy su madre natural y que mi adopción todavía no ha finalizado. Pero de alguna manera lograron concluir tu adopción sin que esto saliera a la luz.
–Les pedí que no me aburrieran con detalles, sino que hicieran todo lo posible para llevar a cabo mi adopción.
–Parece que «todo lo posible» incluía falsificar información –terció el rey–. Al haberse encontrado una discrepancia, tal vez se invalide la adopción.
–No, eso no ocurrirá –aseguró Fareed–. Adelante, padre, intenta hacer lo que quieras, pero yo voy a solucionar esta situación. Ryan será de Gwen y mío, legalmente, en cualquier parte del mundo, sin importar lo que tú hagas. No voy a dejar que te acerques a Ryan.
–Eso no depende de ti –espetó el rey, dirigiéndose hacia Gwen–. Me gustaría ver a mi nieto, ya marat ebni.
Al oír como el rey la llamaba nuera, los ojos de ella brillaron con intensidad.
Fareed tuvo que detenerla ya que comenzó a moverse para buscar a Ryan.
–No tienes que hacerlo –le recordó.
–Tu padre tiene más derecho sobre Ryan que yo –dijo Gwen.
–Eso no es cierto –respondió Fareed–. Tú eres su madre.
Ella comenzó a llorar de nuevo y se marchó corriendo de la sala.
Él se quedó allí de pie mirando a su padre hasta que Gwen volvió… con un adormilado Ryan en brazos.
Al ver a su tío, el pequeño comenzó a sonreír y a emitir los alegres sonidos que solo le ofrecía a él. Pero entonces se dio cuenta de que Gwen lo llevaba a otra parte y se giró para investigar su nuevo destino.
Cuando estuvo delante del rey, parpadeó y miró de nuevo a Fareed como para asegurarse de que no se había teletransportado.
Fareed se preguntó si realmente lo encontraba tan parecido a su padre. A continuación, Ryan hundió la cara en el pecho de Gwen, pero de inmediato levantó la cabeza y comenzó a mirar con cierto interés al rey.
–Ya Ullah, es igual a Hesham cuando era niño –comentó el emocionado monarca.
–No es verdad –dijo Fareed entre dientes–. Ryan es una réplica de Gwen… de su hermana, su madre.
–Ryan tiene las mismas facciones que su padre –insistió el rey con lo que sospechosamente parecían lágrimas brillándole en los ojos–. Y esperad a que le crezca el pelo; lo tendrá del mismo color y textura que Hesham. También se parecerá a su padre de otras muchas maneras, ¿no es así, ya ebni?
El pequeño se retorció emocionado en los brazos de Gwen. Parecía haber entendido que el rey le había llamado «mi hijo».
En ese momento el monarca tendió los brazos y Ryan, tras mirar a Gwen y a Fareed, se echó hacia delante. Ella emitió un pequeño gimoteo al soltar al niño y permitir que el rey lo tomara en brazos. Fareed estuvo a punto de agarrar a Ryan, pero Gwen se lo impidió al sujetarlo por el brazo.
Ambos observaron entonces cómo el rey acariciaba a su nieto y le murmuraba cosas al oído. El pequeño disfrutó mucho del momento, pero tras unos minutos dejó claro que quería estar con Fareed. Este lo tomó entonces en brazos mientras un gran alivio le recorría el cuerpo.
–He estado como loco desde que perdí a mi Kareemah –confesó entonces el monarca, mirando a su hijo–. Tal vez ahora te des cuenta de lo duro que fue para mí.
A Fareed la sola idea de perder a Gwen le ponía enfermo. Ni siquiera podía pensar en ello.
–¿Es esa tu excusa por lo que le hiciste a vuestro hijo?
–Yo pensaba que al convertir a Hesham en príncipe heredero estaba honrando la memoria de mi difunta esposa. Pero la mayor parte del tiempo no estaba en mi sano juicio. Por lo menos no en lo que a Hesham se refería. Él había heredado demasiadas cosas de su madre, me despertaba las mismas abrumadoras emociones –confesó el rey, angustiado–. Ahora ya es tarde para enmendar mis errores. Por mi culpa Hesham está muerto.
–Tal vez usted sea responsable de muchas cosas, Su Majestad, pero no lo es del fallecimiento de su hijo –terció Gwen–. El accidente que le costó la vida a Hesham y a mi hermana fue simplemente mala suerte.
El rey se acercó a la silla más cercana que tenía. Se dejó caer en ella y reposó la cabeza en las manos.
A Fareed le impresionó aquella muestra de la humanidad de su padre.
–Desearía haber conocido a tu madre, ya bnayti –le dijo entonces el monarca a Gwen–. Debió ser una mujer extraordinaria para haber criado a dos mujeres que lograron que mis dos hijos más exigentes pensaran que sus vidas eran un precio muy pequeño a pagar por tenerlas a ellas. Precisamente así era mi Kareemah. Espero que tu madre tuviera un hombre que la adorara tal como yo adoré a mi esposa.
–Desafortunadamente no fue así –contestó Gwen, abrumada al haberse referido el rey a ella como «su hija»–. Mi padre nos abandonó cuando mi madre todavía estaba embarazada de Marilyn. Nos crió sola hasta que un accidente en la fábrica en la que trabajaba la dejó paralítica de cintura para abajo. Falleció años después debido a las complicaciones surgidas en una operación de espina dorsal a la que se sometió. Nosotras cambiamos entonces nuestro apellido por McNeal, su apellido de soltera, ya que ella fue nuestra única progenitora, toda nuestra familia.
Conmovido, Fareed la abrazó estrechamente.
El rey se levantó y se acercó a ellos. Parecía estar también muy emocionado.
–Cuando mencioné que el proceso de tu adopción no está concluido, solo estaba relatando los hechos…
–Tanto si hay adopción como si no, lucharé contra ti y te venceré –lo interrumpió Fareed.
–¿Podrías contener a tu agitado marido durante un momento? –le pidió el monarca a Gwen.
Tanto ella como Fareed se quedaron mirando al rey; la indulgencia que estaba mostrando era increíble.
–Vine para negociar, por eso me permitió venir Emad –reveló el rey–. Pero ahora no lo haré. No porque crea que ganarías ningún tipo de batalla legal contra mí, Fareed, sino porque al veros juntos, al haber hablado con Gwen y haber visto a Ryan, ha cambiado mi percepción de la situación. Con su perdón, Gwen me ha dado una razón para vivir otra vez –explicó, poniéndole una mano en el hombro a cada uno–. Tú eres la madre de Ryan, Gwen. Lo juraré ante el mundo, comenzando por los Aal Durrah. Ryan será tu heredero, Fareed. Yo simplemente quiero formar parte de vuestras vidas, siempre y cuando me lo permitáis.
Boquiabierto, Fareed fue testigo de una nueva sorpresa; Gwen abrazó a su padre por el cuello.
–Gracias, gracias… –le ofreció al monarca.
El rey se quedó tan impresionado como su hijo. Tardó un rato en reaccionar y devolverle el abrazo.
–Eres todo corazón, ¿no es así? –dijo al dejar de abrazarla–. Pero no tenéis que aceptarme. Tu marido puede apartarme de vuestro lado para siempre si así lo desea.
–Pero yo no quiero que lo haga –respondió ella, sonriendo–. Y Ryan tampoco. Él quiere a su abuelo. Lo ha reconocido, al igual que en su día reconoció a Fareed.
–Conmigo mostró mucha más emoción –protestó Fareed.
–Claro, es consciente de sus prioridades –concedió su padre–. Supo que tú serías el que estaría de manera constante en su vida y que por eso necesitaba ser más agradable contigo.
–Con todo el respeto, padre… aunque agradezco tu nueva postura… por favor, márchate.
El rey se marchó… tras la cena a la que lo había invitado Gwen.
Y finalmente ella y Fareed se quedaron a solas.
–Cuéntamelo todo –pidió él.
–Lyn estaba conmigo durante la fiesta que se celebró tras la conferencia –confesó Gwen.
–Y Hesham estaba conmigo. Yo me marché, pero él se quedó y se acercó a tu hermana.
Ella asintió con la cabeza.
–Aquella noche yo no me di cuenta, pero Marilyn me contó que fue amor a primera vista.
–Y el resto ya es historia –comentó Fareed.
–Jamás pensé que tu padre pudiera ser tan agradable. Hesham y Lyn me hicieron temerlo tanto que yo…
–Tenías todo el derecho a esperar lo peor. Ni siquiera yo puedo creer su cambio de actitud.
–Me hubiera gustado ser yo la que te hubiera contado toda la verdad… –dijo entonces Gwen– pero esperé demasiado.
–¿Por qué no me lo dijiste? –exigió saber él, mirándola con intensidad.
–Creía que yo simplemente había sido una historia pasajera en tu vida y que si te contaba que no era la verdadera madre de Ryan me arriesgaría a perderlo. Confiaba en ti, pero pensaba que si te lo contaba tu padre terminaría sabiéndolo. Sé que debería habértelo dicho; te casaste conmigo ya que pensabas que era la madre de tu sobrino. Pero ahora nuestro matrimonio no sirve de nada. Puedes… terminarlo.
–Te di el essmuh –respondió Fareed con una fría expresión reflejada en la mirada.
–Entonces… tómalo de nuevo.
–No funciona así. Ahora solo eres tú la que puede finalizar nuestro matrimonio.
–¿Cómo lo hago? –preguntó ella, convencida de que él jamás habría elegido ser su marido.
–Simplemente dímelo. El resto es solamente papeleo. Lo que importa son las intenciones.
Gwen lo miró, miró al único hombre al que había amado. Cuando Fareed saliera de su vida, se sentiría vacía para siempre. Pero le destrozaría estar con él si su amor no era recíproco.
–Yo… termino nuestro matrimonio.
Angustiada, Gwen cerró la puerta del cuarto de Ryan.
Se preguntó si el pequeño la echaría de menos si se marchaba. Como en aquel momento tenía a Fareed, a su abuelo y a una extensa familia que lo querría con locura, tal vez ya no la necesitara.
Parecía que al igual que en la vida de Fareed, en la del niño también había tenido un papel temporal; lo había protegido hasta entregarlo en manos de aquéllos que le darían el amor y la vida que se merecía.
Fareed no había dicho nada cuando le había devuelto su libertad, pero estaba segura de que lo había agradecido. Ya no querría tenerla más a su lado. La pasión que un día habían compartido había muerto por completo al confesar ella la verdad.
Se preguntó qué hacía todavía allí. Él ya no la quería. Y Ryan ya no la necesitaba.
Tenía que marcharse.
Evitaría que Fareed tuviera que soportar el peso de su presencia.
Al llegar a su dormitorio decidió no tomar ninguna de sus pertenencias; todo lo que tenía en la mansión se lo había comprado Fareed. Se marcharía como había llegado; sin nada.
–¿Sabes lo que quise hacer cuando te vi sobre aquel atril? –preguntó repentinamente Fareed al abrir ella la puerta.
Aturdida, Gwen encendió la luz de la habitación. Vio que él se había puesto de nuevo un abaya, pero en aquella ocasión en tonos dorados. Estaba sentado en la cama, con la cabeza apoyada en el cabecero y las piernas estiradas sobre el colchón. Tanta belleza le hizo daño.
–Deseé acercarme a ti, tomar todos tus papeles y decirte que no tenías que solicitar la aprobación del mundo nunca más, que tenías la mía, que pondría todo lo que tenía a tu disposición –respondió Fareed a su propia pregunta–. Entonces quise tomarte en brazos y llevarte a algún lugar donde pudiera hacerte el amor.
Ella se había acercado a la cama y estaba mirándolo. Se preguntó si estaba soñando.
–Entonces descubrí que estabas comprometida… –continuó él– lo que me enfureció muchísimo. Me pregunté por qué no me habrías esperado. Pero fui noble, estúpido, y me alejé. Cuatro años de estoica privación más tarde, me cuentas que rompiste tu compromiso con aquel novio tuyo al que soñé con exiliar a alguna isla desconocida –añadió, tomándola de las manos.
Tiró de Gwen para que se sentara junto a él y esta cayó sobre su cuerpo. Entonces la acarició.
–Todo lo que hicieron nuestros hermanos nos mantuvo apartados hasta que una serie de tragedias nos unió tal y como deberíamos haber estado desde aquel primer día.
Mientras hablaba, le fue quitando la ropa y liberando su acalorada piel. Ella se acurrucó en sus brazos y sintió como una intensa llamarada le recorría el cuerpo al ver que Fareed se quitaba su propia ropa.
Él la besó apasionadamente. Lo hizo con tanto ardor que Gwen le suplicó que la poseyera, sin preámbulos, simplemente quería que la penetrara en aquel momento.
A continuación Fareed la tumbó en la cama y se colocó sobre ella…
–Entonces eras mía, entonces no, entonces eras mi esposa, pero no de verdad, entonces me das mi libertad… cuando mi libertad radica en hacerte mía, en ser tuyo.
–¿Quieres decir que… realmente querías… esto? –preguntó Gwen, jadeando.
–Querer es una emoción insubstancial. ¿Es eso lo que te parece que siento? –respondió él, apretando todo su cuerpo y su ardiente erección contra ella.
–Pero me dijiste… que el matrimonio era solo por Ryan.
–¿Qué le dirías tú a la mujer por la que te estás muriendo de amor si pareciera rota de dolor y embargada por la culpa, si pensaras que está así por tu hermano muerto y que te odia a ti y a ella misma por sucumbir a tu seducción y a sus necesidades?
Hizo una pausa, ladeó la cabeza, y continuó:
–En tales circunstancias, ¿le exigirías que fuera tu esposa de verdad, que se consumara el matrimonio?
Boquiabierta, Gwen se sintió embargada por la esperanza.
Pero había algo que necesitaba saber.
–¿Me… me habrías pedido que me casara contigo… de todas maneras?
–¿Por qué eres tan incrédula? Desde luego que sí.
–Fareed… yo… yo… no puedo… –dijo ella, abrumada.
–Sí puedes, Gwen. Al igual que me has dado mi libertad, en un nuevo acto de nobleza y sacrificio, puedes tomarme de nuevo. Te ofrezco todo lo que soy, todo lo que tengo, pero en esta ocasión sabes que es todo para ti. Me enamoré de ti nada más verte en aquella conferencia y pensé que iba a estar solo para siempre al no poder tenerte.
–Fareed, oh, mi amor…
–Di eso es nuevo –pidió él, besándola.
–Tal vez jamás diga otra cosa –respondió ella–. Yo también me enamoré de ti nada más verte. Sabía que si no podía tenerte no querría a nadie más. Entonces…
–Entonces ocurrió todo. Pero volvimos a encontrarnos el uno al otro. Y lo que tenemos, lo que compartimos, hace que merezca la pena todo el sufrimiento que hemos soportado. Aunque Hesham y Lyn ya no están con nosotros, nos dejaron a Ryan, lo más bonito de ambos. Continuaremos amándolos a través de él y él nos tendrá a nosotros para querernos.
–Ryan… uh… quizá tenga pronto a más… gente a la que querer –dijo Gwen entre dientes.
–¿Quieres decir que…? –comenzó a preguntar Fareed, mirándola fijamente.
–Es demasiado pronto para saberlo con seguridad, pero… lo más seguro es que sí –contestó ella, hundiendo su ruborizada cara en el pecho de él–. Por eso nunca mencioné que usáramos protección. Quería tener un bebé tuyo. Pensaba que sería lo único que podría tener de ti.
Esbozando una gran sonrisa, Fareed le levantó la cara para que lo mirara.
–A mí me sucedía exactamente lo mismo.
Gwen no pudo evitar darle un apasionado beso, un beso con el que le prometió todo, un beso que los unió para toda la vida.
–Solo puedo pensar en ti. En tu piel contra mi piel. En tu placer, en tu felicidad, en tu futuro. En tu existencia.
Él se dio cuenta de que aquéllos parecían sus propios pensamientos.
Su más ferviente deseo era entregarse de nuevo en cuerpo y alma a su amada.
–Entonces toma todo mi ser, para siempre, ya hayati. Eres mi vida.