En junio de 2003, conversando con el sociólogo Sergio Micco, se planteó el problema de cómo podría ser una propuesta política alternativa a la democracia neoliberal que hoy rige en Chile. Tras varias reflexiones, llegamos a la conclusión de que cualquiera fuese esa alternativa, no habiendo en Chile antecedentes ni memoria de un modelo político distinto al que ha regido este país —con pocas variantes— desde 1830 (cuando lo impuso Diego Portales), no sería posible promoverla sin grandes dificultades. Pensamos que la ciudadanía necesitará operar sobre las tradiciones y antecedentes que están en su memoria colectiva si ha de asumir la responsabilidad de reestructurar el Estado. Y en esa memoria no hay, sin duda, antecedentes ni tradiciones respecto a la participación soberana de la ciudadanía en los procesos reconstituyentes del Estado.
A menos que hubieran existido en el pasado hechos y líderes —hoy olvidados— que, de un modo u otro, hayan apuntado a un modelo político distinto al tantas veces restaurado “Estado en forma” de Diego Portales, ¿cuán distinto pudo haber sido ese modelo?, ¿y cuán profundamente lo sintió y trabajó la masa ciudadana?
Por lo que yo sabía, sólo entre 1823 y 1828 se habían dado procesos democráticos significativos y se había luchado por un régimen político distinto al de Portales, tanto fue así, que éste se movió prestamente para derribarlo y destruirlo. Y era también significativo —según se observa en los datos existentes— que el general Ramón Freire fuera en ese tiempo, para muchos liberales y “pipiolos”, un caudillo popular. ¿Habría algo más detrás de ese liderazgo? Se sabe también que los historiadores tradicionales han calificado (y condenado) ese período como “anarquía”. Pero algo no ha encajado nunca bien en esa tesis: ¿no habrá algo escondido bajo la tradición portaliana?
Tanto Sergio Micco como yo pensamos que sería interesante explorar ese período para ver hasta qué punto encubría (o no) una tradición política y ciudadana “alternativa”. Decidí iniciar una investigación al respecto, que partió siendo exploratoria y centrada en la personalidad y trayectoria del general Ramón Freire.
A poco andar, sin embargo, y con las primeras evidencias, la exploración se convirtió en una investigación formal y, luego, en un compromiso personal y político. Pues no sólo la figura de Freire tenía tras sí hechos y procesos de gran interés histórico, sino también, antes que él y en torno a él, una centenaria tradición que, ahora, podemos denominar “democracia de los pueblos”. La reconstitución de esa tradición permitió apreciar los valores cívicos del proyecto de Estado que Portales y sus conjurados destruyeron en 1830. Y, también, que fue allí y entonces cuando fue sepultada y olvidada la tradición política que la ciudadanía habría necesitado recordar (o exhumar) no una, sino varias veces —como hoy—, para construir un Estado acorde a su soberanía y reales necesidades.
Este libro es el resultado de esa investigación y de ese compromiso.
La Reina, abril de 2005