A
GRADECIMIENTOS

 

 

 

La idea de este libro tomó forma en verano de 2012 mientras recorría los Pirineos de oeste a este. Cuando una niebla pertinaz me retuvo en la pequeña aldea vascofrancesa de Aldudes, encontré un ejemplar de El contrato social de Jean-Jacques Rousseau en una antigua escuela. El párrafo dedicado al sorteo me impresionó tanto que lo copié en mi diario. Durante semanas me estuvo rondando la cabeza. En el curso de las largas ascensiones de alta montaña estructuré mentalmente el ensayo. Con todo, este contiene algo más que Las ensoñaciones del paseante solitario. Es también el resultado de varios años leyendo, viajando y escuchando.

Sin las experiencias que me ha deparado el G1000 jamás habría podido concebirlo. Cuando en febrero de 2011 decidí iniciar aquel ambicioso proyecto para una mayor participación ciudadana en Bélgica, no imaginé que sería una empresa tan intensa y que aprendería tanto de ella. Estoy muy agradecido al equipo, tan extraordinariamente inspirador, que hay detrás de su organización. Cuando empezamos no nos conocíamos de nada, o muy poco, pero me encontré con un grupo siempre cordial, inteligente y apasionado. El columnista Paul Hermant fue la primera persona que dirigió mi atención hacia el sorteo. El experto en Derecho constitucional Sébastien van Drooghenbroeck mencionó ya en nuestro primer encuentro la obra de Bernard Manin. Nuestros expertos en metodología, Min Reuchamps y Didier Caluwaerts, acababan de finalizar su doctorado sobre democracia deliberativa y me hablaron sobre los experimentos de James Fishkin. Durante las frecuentes idas y vueltas en coche para asistir a actos para recaudar fondos, nuestro director de campaña, Cato Léonard, que procedía del sector de las telecomunicaciones, me habló del creciente interés por la cocreación y la gestión de grupos de interés en el mundo empresarial. Guardo un recuerdo especialmente agradable de aquellas charlas entusiastas y vehementes. También fue bueno hablar con Benoît Derenne. Él era el portavoz del lado francófono, y yo estaba en el lado flamenco. Como fundador de la Stichting voor Toekomstige Generaties (Fundación para las Generaciones Futuras), él tenía una gran experiencia práctica en la organización de la participación ciudadana en los ámbitos regional y europeo. Y como belga suizo, aportó a menudo ideas refrescantes sobre la democracia, como en esa ocasión en la que en una reunión preguntó en voz alta por qué no elegir sin más por sorteo un cierto número de senadores.

Del G1000 también doy las gracias a Peter Vermeersch, Dirk Jacobs, Dave Sinardet, Francesca Vanthielen, Miriana Frattarola, Fatma Girretz, Myriam Stoffen, Jonathan van Parys y Fatima Zibouh; no solo resultaron ser unos interlocutores fabulosos sino también unos buenos amigos. Aline Goethals, Ronny David, François Xavier Lefebvre y muchos otros se interesaron por aquella singladura y se unieron al proyecto. Aunque este no es el sitio adecuado para agradecer a los cientos de voluntarios, los miles de donantes y los más de dos mil simpatizantes del proyecto, quiero expresar mi agradecimiento especial a todos los participantes de la cumbre ciudadana de 2012 y del panel de ciudadanos de 2012. Ellos más que nadie fueron quienes me convencieron de que los ciudadanos quieren y pueden contribuir al futuro de la democracia.

Este libro empezó a gestarse durante el año académico 2011-2012, cuando ocupé la cátedra Cleveringa de la Universidad de Leiden, un cargo honorífico creado para reflexionar, bajo el auspicio del célebre y valeroso jurista Rudolph Cleveringa, sobre el derecho, la libertad y la responsabilidad. El título de mi discurso inaugural fue «La democracia en crisis. Peligros del fundamentalismo electoral». Agradezco al Colegio de Decanos, y en particular al ya fallecido Willem Willems, antiguo decano de la facultad de Arqueología, y al antiguo rector Paul van der Heijden la confianza que depositaron en mí. Doy también las gracias a todos los estudiantes participantes en el programa Honours College por las sesiones de búsqueda sobre elecciones y democratización en un país no occidental como Afganistán. Además, investigadores belgas como Philippe van Parijs, Chantal Mouffe, Min Reuchamps y Paul de Grauwe me brindaron la oportunidad de explicar mis ideas. Dos fabulosos expertos en la Antigüedad, Mogens Herman Hansen, de Copenhague, y Paul Cartledge, de Cambridge, tuvieron la gentileza de compartir sus reflexiones sobre la designación por sorteo en la antigua Grecia. Me siento profundamente agradecido por ello.

En los viajes al extranjero he tenido el privilegio de reunirme con numerosos investigadores políticos y activistas en favor de la democracia. En los Países Bajos he aprendido mucho de Josien Pieterse, Yvonne Zonderop y Willem Schinkel. En Alemania me impresionaron mucho Carsten Berg y Martin Wilhelm; Carl Henrik Fredriksson en Austria; Inga Wachsmann y Pierre Calame en Francia; Igor Štiks y Srećko Hovat, de Croacia, y en Malasia, Bernice Chauly y A. Samad Said, quien es allí un icono nacional, un legendario poeta disidente que a sus setenta y ocho años sigue luchando infatigable por la democracia.

No me considero uno de esos ciudadanos que por definición menosprecian a los políticos. Me parece enriquecedor escuchar atentamente lo que tienen que decir sobre la práctica diaria personas de la talla de Sabine de Bethune, presidenta del Senado belga, y Geri Verbeet, que fue presidente de la segunda Cámara neerlandesa. Para la preparación de este libro he mantenido también largas conversaciones con algunos veteranos de la política belga. Sven Gatz, Inge Vervotte, Caroline Gennez, Jos Geysels y Hugo Coveliers resultaron ser especialmente generosos compartiendo sus experiencias. He obviado referencias directas pues, a fin de cuentas, el libro va más allá del contexto belga, pero todo cuanto ellos me contaron enriqueció mi punto de vista. A todos ellos, muchas gracias.

Agradezco también las respuestas que he recibido de distintas personas como Marc Swyngedouw, Marnix Beyen, Walter van Steenbrugge, Filip de Rynck, Jelle Haemers, Fabien Moreau, Thomas Saalfeld y Sona N. Golder. Tuve la ocasión de intercambiar reflexiones con Kenneth Carter, que fue el investigador principal de la Asamblea ciudadana de Columbia Británica sobre la reforma electoral. Igualmente fascinantes fueron mis contactos con Eiríkur Bergmann y Jane Suiter, que estuvieron estrechamente implicados en los Consejos Constituyentes de Islandia y de Irlanda. A Terry Bouricius y a David Schecter, de Estados Unidos, les agradezco especialmente el fluido y continuo intercambio de pareceres sobre su modelo de sorteo multiorgánico. Lo mismo puedo decir de Iain Walker y Janette Harz-Karp, por su innovador y fabuloso trabajo en Australia.

Peter Vermeersch, Emmy Deschuttere y Luc Huyse leyeron el texto y, como siempre, me alegró el acierto de sus comentarios. Sin su amistad yo no habría llegado a ningún sitio. Charlotte Bonduel me ayudó con la búsqueda en internet y la elaboración de algunas tablas y figuras. Fue un placer colaborar con ella. Wil Hansen fue, de nuevo, mi apreciado editor. También fue él quien un buen día, estando en mi estudio, sugirió el título. Él tenía en mente Contra la interpretación, de Susan Sontag, y yo, Tratado contra el método, de Paul Feyerabend, y ambos nos deleitamos con el juego de palabras.

 

Bruselas, julio de 2013