Capítulo 11

—¿Estás solo? —le pregunto al entrar de nuevo en su loft y ver que se encuentra en la cocina, preparando algo que huele de vicio al ritmo de una música melódica.

—Owen se ha ido a su casa. ¿Qué le has hecho? —me pregunta mientras remueve la salsa.

Como primera respuesta me encojo de hombros, fingiendo que no tengo ni idea, aunque sé perfectamente que está molesto porque estoy engañando a Jeff.

—No lo sé —suelto finalmente.

—Pues lo noto muy resentido, y él no suele ser así.

—Ya se le pasará. —Me pongo a su lado y veo cómo prueba de la cuchara. Cierra los ojos y, tras saborear y afirmar que está buenísimo, me ofrece un poco. Acepto encantada, con cuidado de no quemarme—. A lo mejor deberíamos replantearnos nuestra relación; cada día pasa más tiempo aquí, puede que él quiera más.

—De eso ya hemos hablado y ya te he dicho que no. Mi mujer eres tú; él apareció después y, aunque estamos bien, los tres lo estamos; todo se va a quedar como ahora.

Voy a decir algo cuando llaman al timbre y, tras lanzarme una mirada fugaz que significa «este tema está zanjado», me dirijo a la puerta; supongo que es mi hermano. No me equivoco, pues en cuanto abro lo veo con los brazos estirados y me lanzo a él para fundirnos en un gran abrazo. De pronto me doy cuenta de que no viene solo y me separo de Liam sin dejar de observar a una chica, que parece una modelo, con tal cara de asco que hasta me da repelús.

—Hola.

—Avery, te presento a Kim. Ella es mi hermana, de la que tanto te he hablado.

—Encantada, Kim.

—Hola —me responde escueta, mostrando la palma de su mano en un saludo, y detecto que mi Liam está bastante nervioso. No me puedo creer que tenga una relación con una tipa así.

—Pasad. Soy Jeff, el marido de Avery.

—Encantada, Jeff. —Vaya, la muy descarada cómo le ha sonreído a mi pareja… a mi hermano tampoco le ha pasado inadvertida esa sonrisita; al menos no soy la única que lo ha visto—. ¡Qué casa más bonita!

—¿Verdad? Eso mismo dije yo el primer día, cuando decidimos mudarnos… y, fíjate, ya han pasado unos cuantos años —comento.

Le dedico una malévola sonrisa cuando veo que Jeff se acerca a mí y, tras besarme en los labios, dice alto y claro:

—Ya sabes que yo sólo miro por ti.

Satisfecha por la reacción de ella, me separo de él y, como siempre he hecho, me centro en mi hermano. Está más guapo que antes.

—Oye, vas más al gym, ¿eh?

—Un poco más… —Se le escapa una sonrisa y me abraza de nuevo—. Tienes a mamá de los nervios: que si no la llamas, que si no contestas, que si estás muy lejos…

—Que sí… que sí… ¿No es capaz de entender que estoy casada y que he hecho mi vida?

—¡No! —responde Jeff por nosotros, quien trae unas copas y una botella—. ¿Queréis?

Los tres asentimos, nos sirve un poco de vino blanco y nos dirigimos a la terraza.

Hace un día espectacular, parece más bien de verano y no de primavera; por ello, Jeff ha dispuesto la mesa en el exterior. Nos invita a salir y primero lo hace la amiga de Liam; me niego a creer que sea una novia, espero que sea una tía que a mi hermano le va a durar dos telediarios, por la cuenta que le trae. Luego la sigue él, que le acaricia la mano cuando llega al borde de la terraza, y ambos miran al frente. Yo sonrío cuando Jeff me rodea la cintura y me da un pellizco para que cambie la cara, pero no puedo evitarlo, esa mujer no me gusta nada; tiene algo en su mirada que no me da buena espina.

—¿Y qué os trae por aquí?

—Hemos venido a pasar un par de días porque tiene una sesión de fotos; es modelo.

—¿Para alguna marca? —pregunto, interesada. Quiero saber más de ella, para qué engañarnos.

—Lencería Priveé… —sólo asiento con la cabeza, porque no tengo ni idea de qué marca es; no debe de ser muy famosa—, pero, si todo sale bien, puede que haga un anuncio para Victoria’s Secret.

—Anda, ayer mismo me hice con un conjunto de ellos —comento.

Me dedica una mirada asesina que no comprendo. ¡A ver si ahora no me voy a poder comprar lo que me dé la gana!

—No me lo habías dicho. —Jeff me mira sorprendido y da un trago a su copa sin darle mucha importancia.

—Ayer Zoé y yo fuimos de compras, y la pesada se empeñó en que debía quedármelo; ya sabéis cómo es.

Jeff asiente, en el pasado sufrió muchas veces en sus propias carnes lo que es ir de shopping con ella, y me juró que la evitaría siempre que pudiera. No lo culpo, en ocasiones me desquicia a mí también. La novia de mi hermano continúa mirándonos como si no le importara lo más mínimo lo que estamos hablando, pero visto lo visto me da absolutamente igual.

—¿Cuándo volvéis?

—Mañana, en el primer vuelo —pensaba que se quedaría más, pero no, literalmente es una visita fugaz— y no nos iremos muy tarde, Kim quiere ir a ver a unas amigas.

—Pues, si queréis, comemos ya. Lo tengo todo listo.

—¿Cocinas tú? —le pregunta a mi marido, llevándose la copa a los labios y lanzándole una mirada de cazadora furtiva que no se aguanta.

—A no ser que te quieras morir a causa de la comida que prepara mi hermana…

—Serás idiota. —Le doy un golpe en la espalda y suelta una risotada que no puede contener durante unos minutos—. No cocino tan mal.

—No, peor. —Sigue riéndose y yo, golpeándolo, aunque a su amiga no parece hacerle gracia—. Voy a ayudar a Jeff antes de que me mates a trompazos.

—Eso, haz algo de provecho, que ya es hora. —Sigo riéndome cuando de pronto me percato de que la muy estúpida me está mirando de arriba abajo—. ¿Desde cuándo os conocéis?

—Hace una semana. —Vaya, y qué poco te queda, amiguita. Mi hermano es muy listo, así que no creo que pasen más de un par de días hasta que te dé una patada en el culo y te envíe muy lejos de él—. Se os ve muy felices.

—Lo somos —sentencio.

No pienso darle el gusto de que piense algo que no es, porque, en verdad, Jeff y yo estamos muy bien.

Éste aparece con la comida y empieza a servirnos; cuando coloca frente a mí el plato, le doy las gracias en silencio, sólo con el movimiento de mis labios, y veo cómo mi hermano nos mira, sonriente. Jeff y Liam se ponen a hablar de deportes y nosotras nos limitamos a comer y a escucharlos. Cuando terminamos, recojo la mesa y me preparo para sorprender a mi hermano. Sé que los pasteles que le he comprado son sus preferidos y por ello los pongo en una bandeja, entusiasmada, cuando los veo entrar en la cocina.

—¡No me lo puedo creer! —Abre los ojos exageradamente y acelera el paso hasta llegar a mi lado—. ¿En serio? ¿Te he dicho que te quiero? —Coge uno y se lo lleva a la boca; el muy bruto ni lo ha masticado, lo ha engullido directamente. En el momento en el que se dispone a pillar el segundo, ella lo agarra del brazo.

—Tenemos que irnos, Liam.

La miro con cara de querer asesinarla, ¿cómo que se van ya?

—Lo siento, hermanita.

Noto el sentimiento de culpa en su tono de voz mientras toma el segundo pastelito, y ella vuelve a intervenir.

—Esto debe de engordar mucho.

—Esto es lo mejor que existe en el mundo —replica él. Menos mal que Liam no ha cambiado. ¿Cómo puede decirle que engorda mucho? Luego rodea la isla y me abraza con todas sus fuerzas—. Volveré muy pronto, y me los comeré todos.

—Dale un beso a mamá de mi parte.

Jeff se despide con abrazos y besos y la muy sosa me dice adiós con la mano; finalmente, se van. Me quedo mirando la puerta sin dar crédito a lo que ha ocurrido; no me puedo creer que Liam haya estado aquí sólo una triste hora, si es que ha llegado, porque su amiguita tenía prisa. Supongo que comienza a salirme humo de la cabeza, porque Jeff se pone justo detrás de mí y me abraza cariñosamente.

—Es un poco idiota, ¿no? —Apenas se me entiende, porque estoy engullendo yo sola los pasteles que tenía que haberme comido con mi hermano.

—Mucho. —Suspiro y veo que me quita la bandeja de las manos—. Esto engorda mucho, cielo, es mejor que no comas más… —Dicho esto, comienza a reírse y se la quito de las manos, sabiendo que pretende comérselos él solito.

—Más para nosotros, ¿no?

—Eso ya me gusta más.

Nos sentamos en el sofá, con la bandeja de pasteles en la mesilla de delante, y me pongo a buscar una serie que nos guste a los dos para poder verla. En eso ando cuando me dice algo que consigue que me estremezca.

—Sean me ha llamado esta mañana.

—¿Y qué te ha dicho?

No lo miro; sigo buscando qué ver en la tele, a la espera de que me diga qué es lo que ha hablado con su socio.

—Decirme que, al final, las formaciones se impartirán a última hora de cada día.

—¿Cada día? —simulo que no lo sé, y pongo cara de que me va fatal—. Tengo que mirar mi agenda —añado, a la vez que encuentro algo que creo que puede estar bien y hasta ahora no hemos visto.

—Con lo que me ha costado que acepte, no me puedes decir ahora que no. Puedes mover a clientes por mí, ¿no?

Me agarra de la cintura, me sienta sobre sus caderas, nos miramos a los ojos y… no me siento excitada; no como sí lo he estado tantas otras veces en que he estado encima de él. ¿De verdad una noche lo puede cambiar todo?

—Veré qué puedo hacer.

—¿Sabes lo que vas a ganar gracias a Cote Solutions?

Si es que hasta el nombre de la empresa es el suyo, todo deriva en él.

—Lo sé.

—No lo sabes: Sean ha duplicado tu tarifa.

Se le escapa una sonrisa; sé que se alegra por mí, pero no es justo… Si no me hubiese acostado con él, no lo habría hecho. Lo normal es que me regatee el precio, no que pague de más como si nada.

—No voy a aceptarlo. Así que ya sabes qué tienes que hacer.

—Está bien, yo me encargo de eso. —Me da un beso en los labios y hunde su nariz en mi melena—. Al final no va a ser tan cabrón como yo pensaba. —«Si tú supieras»—. Si consigo que sea más empático con los trabajadores, podremos ganar mucho dinero, no sabes cuánto.

—¿Vemos la serie?

—¿De verdad te apetece? —contesta mientras frota su nariz contra la mía, y asiento. Ahora mismo es lo único que quiero hacer.

Me acurruco a su lado y, abrazada a él, me pongo a ver el primer capítulo… hasta que mis ojos deciden cerrarse y me quedo dormida entre sus brazos.