Epílogo

 

 

 

 

 

Los Crenshaw ya tenían excusa para otra celebración.

Jude y Carina se habían casado aquella misma mañana en el rancho familiar y ahora todos sus amigos y sus familias se habían reunido para desearles lo mejor y degustar una de las famosas barbacoas de Joe.

Cuando Jude le preguntó si quería que se casaran en San Antonio, Carina contestó que no porque, debido al arresto y al juicio de sus hermanos, su familia ya no tenía intimidad en aquel lugar, así que habían decidido casarse en el rancho, como los hermanos de Jude.

Los padres de Carina habían acudido a la boda aunque Connie no parecía muy contenta, pero lo había hecho por su hija.

Había llegado el momento de la celebración y si había algo que los Crenshaw sabían hacer era una fiesta, así que todo estaba saliendo de maravilla.

Jude y Carina estaban sentados en una mesa y observaban a los demás.

–Siento mucho que tus padres se hayan ido en cuanto ha terminado la misa –comentó Jude besándola.

–Papá le había prometido a mamá que, si accedía a venir, no tendría que quedarse al banquete.

–Me alegro de que hayan venido.

–Yo, también.

–Eh, vosotros dos, a ver si coméis algo, no vaya a ser que papá se crea que no os gusta su comida –comentó Jake acercándose a ellos.

–Ahora vamos, dentro de un rato –contestó Jude.

–Da gusto verte tan feliz, hermanito –sonrió Jake mirando a Carina–. Gracias por librarnos a todos de la tortura de tener que aguantarlo en plan tristón. ¡No te puedes ni imaginar lo que fueron las navidades en esta casa!

–Ya te podrás imaginar que la única razón por la que he accedido a casarme con él ha sido por el bien de tu familia –bromeó Carina.

–¿Cuándo os volvéis a la Costa Este?

–Después del Cuatro de Julio –contestó Jude–. Debe de ser que mis jefes y mis compañeros están tan contentos de que me haya casado como voso-tros porque me han dado unas buenas vacaciones.

Aquello hizo reír a su hermano.

–¿Te das cuenta de cómo cambian las cosas? Hace un año me estabas diciendo que tú jamás te casarías.

En aquel momento, llegó la madre de Jude.

–Yo me sé de otro que decía lo mismo –comentó–. Los tres que estáis casados decíais lo mismo y mirad. ¿Quién lo iba a decir? ¡Domesticados!

–Ya sólo queda uno –sonrió Jude–. Por cierto, mamá, ¿sabes algo de Jason? ¿Se ha enterado de que me casaba?

–No sé si le habrá llegado el correo –contestó Gail–. Se lo mandé hace tiempo, pero como no sé ni dónde está… Esto de que tengáis trabajos tan secretos es un fastidio.

–Venga, vamos todos a comer –dijo Jake poniéndose en pie.

–Vamos –dijo Jude tendiéndole la mano a su mujer.

Después de comer, la orquesta tocó durante toda la tarde y Jude y Carina bailaron sin parar.

–¿Reconoces esta canción? –le preguntó Jude mientras bailaban una balada.

–Sí, la he oído un par de veces –contestó Carina.

–Fue la canción que bailamos cuando te conocí.

–¿Les has dicho que la tocaran para nosotros?

–Efectivamente.

–A veces, me cuesta creer que el agente secreto duro y apuesto y el hombre romántico y encantador sean la misma persona –comentó Carina besándolo.

–A mí, también –contestó Jude–. Si mis compañeros de ejército me vieran ahora, se morirían de risa.

–Pues te aseguro que, aunque sé que como agente eres disciplinado y bueno en tu trabajo, es tu parte romántica la que a mí me ha robado el corazón.