Capítulo Nueve

 

 

 

 

 

Jason se despertó pronto, totalmente consciente de que Leslie estaba dormida sobre su dolorido hombro y con una pierna sobre él.

Había dormido mejor de lo que lo había hecho en los últimos meses. El tener a Leslie entre sus brazos le parecía algo natural y eso lo asustaba.

Retiró el brazo y lentamente se apartó. Salió de la cama y se fue a la ducha, con la esperanza de aclararse las ideas antes de enfrentarse a ella esa mañana.

Sonrió al recordar su recatado pijama. Leslie no necesitaba ponerse ropa seductora para estar sexy. ¿Cómo iba a ignorar aquella mirada de sus ojos, aquel anhelo que ni siquiera trataba de ocultar?

El problema era qué hacer con la nueva relación que había surgido entre ellos. Había perdido demasiado tiempo deseando haber podido salvar a sus hombres. Si no fuera por Leslie, todavía estaría en la cabaña, convencido de que estaba donde debía y quería estar.

Sus discusiones con Jude le habían hecho darse cuenta del rumbo que estaba comenzando a tomar su vida. Estaba olvidándose de aquellos recuerdos tan dolorosos y empezando a preocuparse por sí mismo.

En un par de días estaría con su familia por primera vez en dos años. No había ido a la boda de Jude ni había conocido a su esposa, Carina. Jake tenía un hijo que en breve cumpliría dos años y todavía no lo había conocido.

Acabó de ducharse y cortó el agua. Cuando estuvo seco y afeitado, se dio cuenta de que tenía que ponerse una toalla para ir a la otra habitación para vestirse. Teniendo en cuenta lo que había pasado la noche anterior, Leslie pensaría que pretendía volver a meterse en la cama con ella, lo que no iba a pasar.

Sólo tenía que mantener el control hasta que llegaran al rancho. Allí ya no estaría solo. Un poco de disciplina era lo que necesitaba.

Sus pensamientos se detuvieron al salir y verla de espaldas, con tan sólo las bragas puestas, abrochándose el sujetador.

–Lo siento –dijo volviendo sobre sus pasos.

Ella se dio la vuelta y se tapó con su bata, sin mirarlo a los ojos. Ese gesto hubiera sido suficiente para cubrirse, si no hubiera sido porque estaba frente al espejo. Él contempló su esbelto cuerpo y la manera en que su cintura estrecha daba paso a un curvilíneo trasero.

–Pensé que estaría vestida para cuando salieras.

–Tomaré algo de ropa y te dejaré a tu aire –dijo él.

Una vez encontró lo que pensaba ponerse, regresó al baño sin mirarla y cuando estuvo vestido, abrió la puerta.

–¿Estás presentable? –preguntó.

–Sí.

Él volvió al dormitorio. Leslie se había puesto unos pantalones marrones y una camisa color tierra que realzaba el color de sus ojos.

–Llamaré para que vengan a buscar nuestro equipaje –dijo sin mirarla.

Después de llamar, se quedaron a la espera de que fueran a recoger sus maletas.

–Mira, siento lo que pasó anoche.

Ella estaba junto a la ventana, mirando fuera.

–Lo sé –dijo ella sin girarse–. Te debo una disculpa. Nunca antes había dado un masaje a un hombre y… Debería haberme dado cuenta de que algunos hombres tienen una respuesta física a los masajes.

Él frunció el ceño.

–¿Crees que eso fue lo que pasó? –dijo él sentado en una silla.

Finalmente, ella se giró y lo miró.

–¿Acaso tú no?

–No. Creo que ambos reaccionamos a la fuerte atracción que sentimos el uno por el otro, a pesar de que hayamos tratado de ignorarlo.

–Como quieras llamarlo, pero preferiría evitar estas situaciones íntimas en el futuro.

Ella levantó la barbilla y habló con firmeza. Sólo sus mejillas ruborizadas evidenciaban el apuro que estaba pasando.

–Entonces, te debo una disculpa. Pensé que lo que sentí anoche era mutuo. No pretendía aprovecharme de ti.

Ella se sentó al borde de la cama.

–Era mutuo, pero creo que de ahora en adelante, deberíamos mantener las distancias.

–Si eso hace que te sientas más cómoda…

–Sí –dijo ella asintiendo con la cabeza.

–Así que ¿qué sugieres? ¿Quieres que vaya en el asiento de atrás mientras tú conduces? –preguntó él, tratando de ocultar lo divertido que le resultaba verla tan seria.

Ella cerró los ojos y sacudió la cabeza.

–Claro que no. Será mejor que tomemos habitaciones separadas esta noche. Dijiste que llegaríamos a tu casa mañana –y antes de que pudiera interrumpirla, continuó–. Ya estoy a salvo. No creo que haya nadie que a estas alturas sepa dónde estoy.

–Si eso es lo que quieres –dijo él encogiéndose de hombros.

Unos golpes en la puerta evitaron que él dijera nada más. Leslie fue a la puerta y abrió al botones.

–Tenemos que comer algo antes de ponernos en camino –dijo él una vez en el coche–. Allí enfrente sirven unos desayunos estupendos, si es que estás dispuesta a probarlo.

Ella entró en el aparcamiento. Una vez salieron del coche, Jason reparó en que Leslie se mantenía apartada de él, lo que le hacía sentirse como un hombre lascivo que se aprovechaba de mujeres vulnerables. Su sentimiento de culpabilidad volvía a devorarlo.

 

 

El camino entre San Luis y Dallas fue largo y aburrido. Leslie se concentró conduciendo, yendo a la máxima velocidad permitida. Jason se sentía cada vez más deprimido, a medida que se acercaba a su casa.

Entraron en Texas, cruzando el Río Rojo, cerca de las ocho de la tarde.

–¿Por qué no me dejas conducir desde aquí? –preguntó él–. Tan sólo quedan un par de horas para Dallas.

Entraron en un aparcamiento y se detuvieron. La tensión entre ellos, además de las largas horas, había hecho mella en Leslie. Lo único que deseaba era llegar a su propia habitación. ¿Por qué se sentía como una tonta por ser tan prudente con Jason? Sólo porque no fuera partidaria de las relaciones esporádicas no significaba que había algo malo en ella. Si en alguna ocasión no le había importado tener una relación íntima, ésa había sido la noche anterior.

No había sentido reparos. Se había olvidado de su educación, de ser prudente y de su futuro sólo por la excitación que las caricias de Jason le habían producido. Lo único que había deseado en aquel momento había sido hacer el amor con él.

Su reacción hacia Jason le había pillado con la guardia baja. Lo cierto del asunto era que ya no confiaba en estar a solas con él sin hacer alguna tontería de la que luego tuviera que arrepentirse.

El problema estaba en que se sentía muy atraída hacia él y no confiaba en sus propios sentimientos. Seguramente lo veía como su salvador, que para ella lo era, y le había atribuido toda clase de virtudes, que quizá no existieran.

Su actitud en la cabaña había sido un poco distante hasta la noche en que le había pedido que durmiera con él. En aquel momento, sabía que ambos necesitaban el consuelo de tener a alguien cerca.

La noche anterior había sido diferente. Ninguno de los dos buscaba ese consuelo, sino sexo. Ella necesitaba más que eso para mantener una relación. Por todo lo que le había contado, no le parecía un hombre familiar. Por no mencionar que estaba en el ejército.

–Dijiste que tenías dos hermanos, Jake y Jude. ¿Tienes alguna hermana?

–No, no tengo ninguna hermana. No he mencionado a Jared, el segundo. Somos cuatro hermanos. De uno a otro nos llevamos dos años.

–Además de a Jake, ¿conoceré a los demás?

–Quizá. Jared y Lindsey viven en Houston. Tuvieron un niño en septiembre del año pasado. Quizá vengan a visitarnos. Pero dudo que esté Jude. De Jake ya te he hablado. Él se ocupa del rancho. Ashley y él tienen dos niños. Me parece imposible que el pequeño Joe vaya a cumplir dos años en junio. Heather, su hija, cumplirá siete en septiembre. Todavía no conozco a Joe y apuesto a que no reconoceré a Heather.

–¿Tus padres viven cerca del rancho?

–Mis padres tienen su propia casa dentro del rancho. Ahora que papá se ha retirado, viajan mucho.

–¿Te gusta formar parte de una gran familia?

–Mucho. Siempre había alguna rivalidad entre hermanos por una cosa o por otra, pero nada serio. Quiero y admiro a mis hermanos.

–Tienes suerte.

–Estoy de acuerdo.

Cuando Jason se detuvo en Dallas en uno de los hoteles de la autopista, la tensión entre ellos había desaparecido.

Se quedó esperándolo en el coche mientras él pedía habitación. Tardó más de lo habitual y cuando regresó al coche, estaba solo en vez de acompañado por un botones.

Leslie bajó la ventanilla.

–¿Está todo bien?

–Están celebrando algún evento en la ciudad y como no tenemos reserva, nos va a costar trabajo encontrar habitación. El conserje ha llamado a varios hoteles de esta zona y sólo ha encontrado una habitación libre en uno de ellos. Puesto que dijiste que esta noche no querías compartir habitación, podemos seguir conduciendo un rato más, si quieres. Quizá encontremos algo en Arlington o en Forth Worth.

Leslie ya se imaginaba en un baño espumoso, después de haber estado todo el día conduciendo. La idea de seguir conduciendo no le gustaba.

–Tomemos lo que esté disponible.

Él asintió y se metió en el coche.

–Prometo no acercarme a ti ni incomodarte –dijo saliendo del aparcamiento del hotel.

–No es tu comportamiento lo que me preocupa.