Para Alejandra y Benjamín,
héroes nacionales en tierras de nadie.
Para Karla Flores,
por sus labios de acero calibre 40, y su voz palpitante y entera.
Para Fernando Brito,
alquimista del clic, de la lente y la eternidad.
Para Jaime Gálvez,
por acompañarme en esos primeros pleitos con las teclas.