8

 

 

 

 

 

The Kilt no estaba atestada de gente a esas horas y era lógico debido a que la fiesta se había trasladado a la calle. Cat entró la primera sintiendo la presencia de Steven justo detrás. Las manos de él se habían detenido en su cintura haciendo el avance algo más complicado. A cada paso, a Cat le costaba más y más respirar. En más de una ocasión se escuchó suspirar con una sensación parecida a cuando uno se adentra en el mar y el agua se acerca al estómago.

Vio a sus tres amigas sentadas a la mesa. Fabrizzio también las acompañaba y Javier se encargaba de repartir bebidas como en los viejos tiempos. Bueno, lo cierto era que no se había apartado del todo de su anterior trabajo en la taberna, ahora que era ayudante de un profesor en la Facultad de Letras. Disfrutaba pasando unas horas por la taberna y echando una mano a Ian y Roy.

Cuando la vieron llegar todas las miradas se focalizaron en ella. O más bien en su acompañante, ya que su presencia era bastante llamativa. Cat le presentó a todos los allí reunidos antes de sentarse a la mesa.

–Cat, ¿por qué no te sientas a mi lado? –le preguntó Fiona sonriendo con malicia palmeando la silla a su lado–. Oye, no me habías dicho que Steven estuviera tan bien –le susurró guiñándole un ojo y lanzando miradas suspicaces a su amiga.

–No. No vayas por ahí que nos conocemos –le advirtió abriendo los ojos como platos y sintiendo que el calor invadía su rostro.

–Tranquila, no pienso aguarte la fiesta. Pero, dime, ¿le has comentado algo de tu investigación? –La pregunta sacudió el cuerpo de Cat. Hasta ese instante no había vuelto a pensar en ello. No cuando Steven era capaz de hacerle olvidarse de todo menos de la última sensación que sus besos y sus caricias le habían dejado.

–No he tenido oportunidad de comentarle nada. Hemos estado por ahí todo el día disfrutando del Festival.

Fiona se mordió el labio pensando en lo complicado que le resultaría a Cat mirar a Steven a los ojos y preguntarle que, si él era Kathryn, por qué demonios no se lo había contado después de acostarse con ella. Confiaba en que todo se quedara en una simple anécdota.

–Steven, he leído que te han ofrecido volver a la selección para el último partido de clasificación para el Mundial de Australia, ¿vas a hacerlo? –Javier parecía estar puesto en el tema y aquella pregunta despertó la curiosidad de los demás.

Steven lanzó una mirada a Cat, como si buscara su complicidad, aunque en verdad quería ver la expresión de su rostro por la pregunta.

–No tengo nada decidido. Aunque el seleccionador me ha sugerido volver para este único encuentro.

–Pero, me decías que tu rodilla… –El comentario de Cat quedó silenciado cuando la mano de Steven cubrió la suya con total naturalidad. Ese gesto no pasó desapercibido a las tres amigas de Cat.

–No he dicho que vaya a aceptar la propuesta. Y, para tu información, mi rodilla está perfecta. Llevo tiempo jugando con el equipo de Stirling.

La miró con ternura sintiendo que su preocupación era seria. Que no lo había dicho por cumplir, sino porque en verdad parecía preocuparle su estado. Steven sonrió de manera tímida sin poder apartar la mirada de ella y preguntándose en qué momento ella se convirtió en alguien especial para él.

–Creo que no deberías jugar, Steven –señaló Fabrizzio mirando a este con una sonrisa cínica–. Tu rodilla podría resentirse.

–Eso lo dices porque no quieres que Escocia gane a Italia –señaló Fiona dando un codazo cariñoso a Fabrizzio–. Pero te recuerdo que ya ganamos en Roma y lo haremos aquí también. Nos clasificaremos para el Mundial –le dejó claro dándole un beso ante la algarabía de los demás.

–Si la derrota de Italia va a suponer que me beses de esta manera, por mí que pierda todos los partidos –exclamó un Fabrizzio ebrio de los besos de Fiona.

–Más quisieras –le aseguró Fiona frunciendo los labios.

–Yo creo que Steven está en forma –apuntó Eileen mirando a Cat, quien puso sus ojos como platos al escucharle decir aquello. ¿Qué pretendían sus amigas? ¿Ponerla en un aprieto a cada instante?

–En serio, Steven… –Fabrizzio insistió mirando a este con una sonrisa afable.

–Tomo nota, amigo. Aunque no puedo asegurarte nada.

–Por cierto, Fabrizzio, ¿cómo has logrado que Fiona se quite los pantalones y las botas? –preguntó Cat burlona y juguetona mirando cómo su amiga abría la boca para rebatirla pero no encontraba las palabras, o bien la inesperada pregunta de Cat la había dejado sin habla. Todos miraron a Cat por la pregunta que había hecho y esta se dio cuenta del sentido literal que todos habían captado–. A ver, seamos serios, chicos, me estoy refiriendo a que nuestra chica dura, motera y tatuada se ponga vestidos monísimos y nos enseñe las piernas –aclaró poniendo los ojos en blanco.

L’amore –le confesó un Fabrizzio irónico y divertido sintiendo los pellizcos de Fiona en su cuerpo–. Fiona es… muy dulce y muy tierna en el fondo –dijo mirándola de manera apasionada antes de devolverle el beso ante el júbilo de los demás, provocando un revuelo en el estómago y encendiendo el rostro de Fiona sin remedio.

–¿Pensáis ver el Military Tatoo?

–No tengo entradas –dijo con un toque de pena Cat, porque sabía que era un espectáculo grandioso. Ver las bandas de gaiteros tocando y desfilando en el patio del castillo. Pero también era consciente de la dificultad para conseguir una entrada–. Llevaré a Steven a cenar por ahí.

–Eres mi anfitriona. Estoy a tu disposición –asintió Steven con una sonrisa que conseguía ablandarla en su interior.

–Uyyyyy, deberías aprovecharte, Cat –apuntó Elieen entre risas.

–Yo de ti mediría las palabras, amigo –dijo Javier entornando la mirada hacia Steven.

–No hay problema, descuida. Estoy a tu completa disposición –repitió mirando a Cat con tal intensidad que el rostro de esta se encendió al instante. ¿Cómo podía hacer para que las miradas y las palabras de Steven no le afectaran de aquella manera? No quería pensar en nada más por ahora con respecto a él, pero a cada minuto que pasaba a su lado el sentimiento de cariño hacia él se iba haciendo más latente. No es que se estuviera enamorando de él, ¡no! ¡Era imposible con el poco tiempo compartido, por favor! Pero debía admitir que algo le estaba sucediendo y debía encontrar la explicación lo antes posible.

La noche discurrió entre risas, pintas de cerveza y el ambiente festivo de las calles. La temperatura era ideal para estar fuera de los locales admirando las diversas actividades del Festival. Permanecieron todos juntos hasta bien entrada la noche y aquella sensación de diversión alejó sus temores de manera momentánea. Pero el destino parecía dispuesto a jugar sus cartas y no iba a ponérselo nada fácil a Cat.

Se encontraban cenando alrededor de una mesa charlando de manera animada cuando un par de hombres se detuvieron delante de ellos. Steven no pareció prestarles atención ya que estaba abstraído en su conversación con Javier y con Fabrizzio. Fue Cat la que se percató de ellos sintiendo un repentino vacío en el estómago.

–Vaya, si es el gran Steven Sinclair –dijo uno de ellos algo bebido tocando en el hombro a este.

Steven giró el rostro para reconocer a la persona que reclamaba su atención.

–El mismo que aceptó un soborno para perder el último partido de liga. Sí… ¡Es él! –exclamó alzando la voz para que lo escucharan los demás extendiendo sus brazos hacia él.

–¿Quieres dejarlo estar? –le pidió no haciéndole caso y volviendo su atención a Javier y Fabrizzio, quien miraban al recién llegado con curiosidad.

–¿Vas a negarlo otra vez? ¿Me vas a partir la nariz de nuevo? –Cat se sobresaltó al escuchar aquellas preguntas. ¡Era el mismo tipo que lo fotografió en aquella fiesta que celebraba el equipo de Steven por la consecución del título de liga!

Steven sacudió la cabeza y no pareció prestarle atención al tipo. No quería remover el pasado ni quería meterse en un follón.

–Oh, vaya. ¿No tienes nada que decir? Tú y tus amigos aceptasteis el soborno, admítelo. –El tipo se acercó hasta que Steven sintió su olor a alcohol golpeándole en pleno rostro.

–Steven, vámonos. Estoy cansada y…

–Ooooh, vaya, tu chica está cansada –comentó con cierta ironía el tipo mirando a Cat con una sonrisa socarrona–. Sí, vamos, capitán. Lárgate con ella. Escóndete bajo sus faldas.

Steven volvió su atención hacia Cat dedicándole una sonrisa para tranquilizarla.

–Ya se cansará –le susurró mostrándose muy tranquilo y seguro de sus palabras.

–¿No te lo ha contado, monada? Aquí, tu amigo, el gran capitán, está pringado. ¿Por ese motivo te retiraste? ¿Porque se desmontó todo el tinglado que tenías? No mereces la pena. Deberías venirte conmigo, monada –le aseguró a Cat acercándose hasta ella.

–Déjame en paz, ¿quieres? ¿Por qué no os lo lleváis a dormirla? –preguntó mirando a sus amigos que no sabían muy bien si dejarlo estar o llevárselo de allí.

–Vámonos, Rod. Ya te has despachado a gusto. Déjalo en paz –le instó uno de los acompañantes de este tirando de su brazo. Pero Rod se soltó con un ademán violento y volvió a encararse con Steven.

Todos se dieron cuenta de que el tal Rod estaba buscando provocar a Steven.

–Oye, amigo, ¿por qué no te largas? ¿No ves que nos estás jodiendo la noche? –le preguntó un Javier cabreado levantándose de la silla ante la cara de sorpresa de Eileen, quien intentó detenerlo antes de que cometiera una estupidez.

Steven se levantó de su asiento deteniendo con su mano a Javier y mirándolo a la cara le instó a que lo dejara estar. Ahora fue Cat quien sintió la incomodidad de Steven y que al final aquel idiota que lo estaba provocando recibiría lo suyo. Steven se adelantó encarándose con aquel tipo a quien conocía muy bien.

–Mira, no tengo ganas de jaleo. De manera que lárgate ahora mismo –El tono de Steven era bastante cordial, pero en el interior de Cat percibía la amenaza velada. Si seguía tocándole las narices, Steven explotaría y no quería que se metiera en líos otra vez.

–¿Por qué no me partes la nariz otra vez?, ¿eh?

–Porque no mereces la pena.

Rod comenzó a reírse por lo bajo hasta que su sonrisa desencadenó en varias carcajadas fruto de la rabia y el alcohol que llevaba encima. Entonces se giró y cogiendo impulso intentó golpear a Steven, pero su puño cayó en el vacío. Steven lo esquivó cuando lo vio venir encima para después sujetarlo para que no se cayera ante los gritos y chillidos de sorpresa de los clientes.

–Lleváoslo –les dijo a sus acompañantes.

–Eres una rata, capitán –le dijo apuntándolo con su dedo como si lo acusara.

Cat se quedó contemplando a Steven. Su media sonrisa perfilada en sus labios, sacudiendo la cabeza y respirando aliviado porque no hubiera sucedido nada. Y cuando él fijó su atención en ella de aquella forma, Cat sintió un escalofrío recorriendo todo su cuerpo. Su piel erizada, el ligero temblor de sus piernas y el pulso acelerado.

–¿No pensarías que iba a fastidiarte la noche? –La pregunta la pilló desprevenida. Se limitó a mover la cabeza porque las palabras se habían quedado en su garganta. Pero la sombra de la duda por lo que había escuchado acerca de Steven se hizo tan espesa como la niebla. Conocía la historia por lo que había leído, pero no de boca del propio Steven y eso era lo que más quería. Y, de paso, que le aclarara por qué se escondía detrás de Kathryn McGovern.

Se despidieron de todos tras este incidente dejándolos en la taberna. Cat caminaba al lado de Steven controlando sus gestos por el rabillo del ojo. Era tarde, pero la gente todavía seguía en la calle. Durante las tres semanas que duraba el Festival Internacional la gente era más reacia a marcharse a casa. Caminaban por la Royal Mile acompañados por la melodía que procedía del patio del castillo. Alguna de las bandas de gaiteros invitadas al Military Tattoo estaba realizando su interpretación ante los miles de espectadores que poblaban las gradas instaladas para el acontecimiento.

–Si te estás preguntado qué es lo que hay de cierto en todo lo que has escuchado antes en la taberna, te aseguro que nada –comenzó explicándole y mirándola con toda atención.

–Algo he leído acerca de lo sucedido, pero…

–Ya sé que lo tuyo no es el deporte en general. Así que, menos el rugby –le recordó esbozando una sonrisa cómica–. Tal vez por ese motivo me gustes.

Aquellas palabras provocaron un leve sobresalto en Cat. Bien, era lógico que existiera una atracción entre ellos. De lo contrario, su presencia en Edimburgo no tendría explicación. Pero escuchárselo decir…

–Es cierto. Nunca he sentido interés por el rugby. Pero si no es cierto lo que cuentan de ti…

–¿Por qué lo hacen? ¿Es lo que te estás preguntando? –Cat asintió deseando conocer el motivo–. Bueno, tú mejor que nadie debes saberlo.

Aquella afirmación la dejó confusa. Se detuvo en la calle mirándolo sin entender qué había querido decir.

–Tú eres periodista. Tú mejor que nadie puedes responder a esas preguntas.

–No sé a qué te estás refiriendo.

–Venga, está claro que enfocaron la noticia de la mejor manera posible para vender periódicos –le explicó agitando la mano y sonriendo de manera burlona.

–¿Es eso lo que piensas? ¿Que nos inventamos las noticias para ganar más? –le preguntó sintiendo cómo su enfado crecía por momentos ante el gesto de asombro del propio Steven.

–Decir que Heart ha ganado la liga y lo estaba celebrando sin más no vende, Cat. Pero si le damos otra interpretación como la que le dieron algunos medios, entonces el punto de vista de los lectores cambia y te miran de otra manera. Oh, sí, era mejor decir que nos dejamos ganar para beneficiar al Thisle. ¡Sí, y que su directiva nos pagó la fiesta con prostitutas incluidas! Por ese motivo le rompí la nariz al mismo tipo que me estaba incomodando en la taberna.

–Antes de hacerlo, tal vez deberías haberlo discutido con él. O, por ejemplo, resolverlo por la vía legal. ¡No liarte a puñetazos, Steven! –Cat quería hacerle ver la realidad, pero él parecía tener otro punto de vista que por ahora no iba a cambiar.

–Oh, bien. De manera amistosa según tú –asintió mirándola con tal intensidad que Cat se sintió vulnerable y pequeña frente a él–. ¿Puedes hacerte una idea del tiempo que he pasado desmintiendo cada acusación que hacían contra mí? Nunca he aceptado un soborno para perder. Soy un ganador. Me gusta ganar.

–Por ese motivo no puedes ver a la prensa, pero, entonces, por qué yo…

–Tuve mis dudas en un principio, pero después… –Su tono se suavizó al tiempo que su mirada se volvió cálida posando sus manos sobre los hombros de Cat.

–No me lo contaste. Ni tampoco lo de Kathryn McGovern. –Aquellas palabras fueron una especie de bofetada en pleno rostro de Steven. Frunció el ceño como si intentara mostrarse confundido, pero sabía de lo que ella hablaba. ¿Lo habría terminado por descubrir?

–Te conté todo lo que sé de esa escritora –le repitió soltándola mientras Cat se preparaba para volver a la carga. No estaba dispuesta a soltarlo ahora que le parecía algo confundido.

Steven comprendía que el momento había llegado. Que debería confesarle la verdad antes de que fuera demasiado tarde. Recordó lo que su hermana le había dicho al respecto de cómo se lo tomaría Cat cuando supiera la verdad.

–¿Estás seguro, Steven? –El tono suspicaz de Cat lo puso en alerta tensando todo su cuerpo–. ¿Sabes que las fechas de publicación de sus novelas coinciden con los años en los que tu vida ha dado un giro? Su primera publicación apareció el año en el que tú ganaste el título. La segunda…

–¿Hay algo que quieras decirme, Cat? –La pregunta salió por sus labios con un tono áspero volviendo su mirada fría.

–Tal vez deberías ser tú quien me lo dijera, ¿no crees? –Cat se mostró algo agresiva en sus palabras. Iba de farol. No tenía claro que Steven fuera en verdad Kathryn y que no se lo hubiera confesado por su desconfianza hacia ella como periodista. Pero ahora mismo no podía volver atrás. Estaba apostando fuerte en aquella mano y esperaba ganar la partida.

Steven apretó los labios sin ser capaz de decir una sola palabra ante tal acusación. Cat le parecía estar demasiado cabreada para contarle la verdad, pero si no lo hacía la acabaría perdiendo porque estaba traicionando su confianza.

–Toda la información que poseo sobre Kathryn apunta a ti, Steven. Si de verdad eres ella, solo quiero saber por qué me lo ocultaste durante los días que pasé en Stirling contigo. Después de pasar contigo tres maravillosos días. En todos los sentidos –le confesó sintiendo cómo su garganta se cerraba impidiéndole hablar con claridad. Cat apretó los dientes furiosa sintiendo el escozor en sus ojos porque las lágrimas amenazaban con desbordarse y ella intentaba hacer verdaderos esfuerzos para contenerlas. La apuesta había subido y en ese momento Cat era consciente de que estaba arriesgándolo todo.

–No confiaba en ti. –Aquella confesión fue como si él acabara de mostrar sus cartas. Y para desgracia de Cat, eran definitivas para que ella lo perdiera todo–. Pensaba que si te contaba la verdad la harías pública y te aprovecharías de la situación.

–¿Puedo saber qué motivos te di para que desconfiaras? Precisamente tú, que te has estado riendo de mí en mis propias narices todo este tiempo –le espetó furiosa consigo misma por haber pensado que esta vez saldría bien. Pero de nuevo volvía a fracasar en las relaciones.

–¡Por San Andrés! No me he reído de ti en ningún momento –le aseguró volviendo a posar las manos sobre los hombros de ella, pero Cat se apartó con una mezcla de rabia y decepción en su mirada.

–Entonces, ¿cómo calificas tú lo sucedido en Stirling? Sabías que fui allí para averiguar la verdad de la escritora. Supongo que cada vez que te preguntaba algo tú te regodeabas en tu interior. Y encima yo permití que me besaras y que… –Cat cerró los ojos herida en su orgullo y decepcionada con Steven.

–Necesitaba tiempo para pensar cómo te lo contaría.

–¿Tiempo? ¿A qué demonios ibas a esperar?

–Por eso vine a verte a Edimburgo este fin de semana. Porque no podía seguir pensando en ti ni echándote de menos sin que tú…

–Oh, sí, apuesto a que me has echado de menos. Embustero, ¿cómo puedes decir eso después de haberte burlado de mí de esta manera? –le preguntó mirándolo con cierto desprecio.

–Es la verdad. ¡Maldita sea, Cat!

–Da igual lo que digas ahora. Ya no tiene solución. No me importa quién seas. Ni lo que hagas. No quiero volverte a ver, Steven –le confesó reuniendo el valor que todavía le restaba en el interior y encarándose con él–. Ah, y tranquilo. Tu secreto está a salvo conmigo. No soy como crees que soy.

–Cat, espera. Esto no puede acabar aquí –le aseguró sujetándola para impedir que se marchara.

–Lo que no debió es empezar –le rebatió soltándose de su mano y contemplándolo con frialdad–. Espero que tengas suerte y sigas vendiendo muchos libros.

–¿Quieres hacer el favor de escucharme? Deja que me explique –le pidió contemplando cómo Cat le daba la espalda alejándose de él una vez más. Pero para su sorpresa se detuvo y se volvió hacia él con los brazos cruzados sobre su pecho.

–No importa lo que digas, Steven.

–Si te dijera que no lo hice porque tenía miedo de que sucediera lo que ha sucedido. Tenía miedo de sentir algo por alguien como tú, Cat. No confío en los periodistas, y por eso tenía mis reservas contigo. Pero luego, no sé qué diablos pasó entre nosotros durante los días que pasaste en Stirling y todo se me fue de las manos. Pensé en contarte la verdad en varias ocasiones, es la verdad. Mi hermana sabe que lo consideré.

–¿Y por qué no lo hiciste? ¿Por qué no me constaste la verdad en alguna de las noches que pasamos en el salón del hotel? En plan íntimo. Como dos viejas amistades. Si me lo hubieras pedido, yo… Ni siquiera me he planteado revelar tu secreto, Steven –le aseguró sintiendo que los hombros se le relajaban y que su capacidad de enfrentarse a él y a lo que sentía parecían abandonar la batalla.

–Porque llegó un instante en el que estaba más preocupado por ti y por lo bien que me hacía tu compañía que por el resto. Me comporté como un egoísta y ahora me merezco tu rechazo, pero nunca me propuse hacerte daño, Cat.

–Tal vez por eso has acabado haciéndomelo. Es mejor que me marche.

–¿Crees que es justo no darnos una oportunidad?

Cat sonrió volviéndose de nuevo para mirarlo una última vez.

–La tuviste y no supiste aprovecharla.

–No digas que esto se ha terminado –le pidió Steven con un tono que se acercaba a la desesperación por verla alejarse de él en ambos sentidos.

Cat caminaba sintiendo que su interior parecía partirse en dos a medida que sus pasos la conducían de vuelta a su casa. Sabía que las investigaciones de los últimos días apuntaban hacia él y, aunque no había querido creerlas, al final habían resultado certeras. Su jugada esa noche haciéndole creer que había dado con su secreto había provocado que él se descubriera. Había ido de farol en este caso y no sabía si ahora mismo se sentía mejor con saber la verdad. Podría asegurar que no. Que saber la verdad le había provocado más daño que haberlo dejado estar y centrarse en el trabajo sobre el Festival Internacional. Pero no había podido y con las pocas pistas que barajaba había conseguido hacer que Steven confesara. O al menos que no negara sus acusaciones, que era lo mismo.

Ahora no quería pensar en los siguientes pasos. Ahora quería ocultarse bajo las sábanas y dormir. Y despertar pensado que todo lo sucedido no había sido más que una pesadilla.

Steven se maldijo, no una, sino mil veces por lo sucedido. Sabía que al final sucedería lo que acababa de vivir con Cat. Si ella lograba saber la verdad se lo reprocharía, se lo tiraría a la cara y lo mandaría a paseo. Justo lo que acababa de hacer. Estaba aturdido, sin saber qué diablos hacer. Nunca pensó que Cat pudiera hacerle sentir de aquella manera, pero ahora mismo se sentía perdido en medio de la ciudad. Era tan real lo que ella le transmitía. Desde el primer momento en que apareció en su librería. ¿Qué le impulsó a pasar tres días con ella sin importarle nada lo demás? ¿Por qué se había abierto a una mujer después de tanto tiempo? Con las manos apoyadas en las caderas, Steven sacudía la cabeza rechazando la idea de que iba a perderla. Se lo había confesado cuando le preguntó por los sobornos y amaños. Él era un ganador. No le gustaba perder. Y menos si se trataba de Cat.

 

 

A solas en su apartamento, Cat contemplaba la ciudad iluminada a través de la ventana del salón. El castillo se erigía como una especie de faro para todos aquellos que se adentraban en Edimburgo. Lanzó una mirada hacia el reloj. A estas horas la gente estaría saliendo de Military Tattoo dispersándose por las calles. ¿Y ella? Ella estaba contemplando un cielo oscuro en el que no se apreciaba ni una sola estrella. Cat mantenía la mirada fija en este preguntándose cómo había podido ser tan estúpida de pensar que Steven… Estaba claro que él era Kathryn McGovern y que ahora ella se encontraba en la encrucijada de hacerlo público o no. De todas maneras, tampoco le resultaría sencillo. Sí, tenía pruebas que indicaban que Steven era la escritora, pero era su palabra contra la de él. No tenía una confesión directa de su autoría, ni siquiera había visto los contratos editoriales donde apareciera su nombre seguido del seudónimo. No tenía nada y eso no sabía si la cabreaba todavía más o sentía alivio. Podía comprender que quisiera mantener su anonimato por cuestiones personales con la prensa. Pero, joder, ella no era igual que los demás. Se había mostrado ante él tal y como era. Sin trampas. Ni excusas. Ni dobles intenciones. Y él, en vez de comentárselo y buscar entre los dos una manera de equilibrar la situación, había decidido comportarse de una manera egoísta aprovechándose de la situación.

Inspiró hondo dejando que su cuerpo se fuera relajando poco a poco. Ahora mismo no podía decidir nada. Estaba bloqueada. Por la mañana intentaría decidir qué era lo mejor en este caso.

 

 

Steven le dejó varios mensajes en el buzón de voz de su teléfono. Cat no había respondido a ninguna de sus llamadas, lo cual le daba a entender que estaba dolida y cabreada con él. Si le hubiera dejado explicarle todo. Se maldijo por estúpido y egoísta ya que debería haberle contado que Kathryn era él. Haberle contado toda su historia, pero no sabía si había sido el miedo a sentir algo por ella, o a mostrar una parte de él que prefería mantener oculta. ¿Vulnerabilidad? Tal vez el hecho de hacerlo podría convertirlo a sus ojos en alguien más débil. No tenía ni idea de lo que iba a hacer porque nunca antes se había encontrado en aquella tesitura con una mujer. Cat le gustaba, le importaba, pero había metido la pata, y bien, desde el primer momento.

 

 

El sonido del timbre de la puerta la sacó de la cama arrastrando los pies por el suelo de tarima. Ni siquiera se molestó en calzarse y, cuando se dio cuenta, estaba vestida con la ropa de la noche anterior. En algún momento de la madrugada debió de quedarse dormida vestida. Su aspecto daba a entender a cualquiera que se fijara en ella que la noche había sido larga y divertida, todo lo contrario a lo sucedido. Echó un vistazo por la mirilla para encontrarse con los rostros de sus tres amigas allí plantadas en el descansillo de su piso. De manera mecánica comenzó a abrir la puerta.

–Buenos… –Elieen se quedó con la palabra en la boca al ver a Cat. Dejó la puerta abierta para que sus amigas pasaran.

–Voy en seguida, chicas.

Las tres se miraron sin comprender nada de lo sucedido.

–Debe de gustarle mucho la ropa que llevaba puesta ayer, ya que no se la ha quitado –dedujo Moira entrecerrando sus ojos y apoyando su mano bajo el mentón en gesto dubitativo.

–Buena apreciación, Sherlock. Oye, aquí no ha pasado lo que nos esperábamos –señaló Fiona echando un rápido vistazo a la habitación de Cat.

Esta regresó con el pelo recogido y el rostro despejado por el agua. Se quedó mirando a sus amigas sin comprender qué hacían allí.

–Hemos quedado para desayunar y pensamos en darte un toque, pero tu teléfono está apagado, así que hemos decidido venir… –comenzó explicándole Eileen mirando a Cat con los ojos como platos.

–Oye, no habremos interrumpido nada, ¿verdad? Porque ya les dije a estas dos que tal vez estuvieras practicando los placajes con Steven –dijo Fiona sonriendo con picardía.

–Sí… Bueno… Me he quedado dormida –se disculpó resoplando sin decir nada más por el momento–. No, tranquilas. No interrumpís nada.

–Ya, y ni siquiera te has molestado en cambiarte de ropa. Debías de estar agotada para no hacerlo –insinuó Fiona moviendo sus cejas con celeridad–. Aunque aquí ha pasado algo que no me cuadra –concluyó lanzando una mirada llena de suspicacia a Cat.

–Me gusta tu vestido. Es muy… llamativo –señaló esta mirando a Fiona sin querer hablar de Steven y de por qué su apartamento aparecía de aquella manera. Pero al mismo tiempo era consciente de que con ellas allí no sería posible pasar página.

–Gracias, y a mí. Lo compré en Verona –comentó Fiona bajando su mirada hacia el estampado sobre fondo rojo.

–Por cierto, el desayuno –le dijo Moira tendiendo hacia Cat una bolsa con café todavía caliente y sus dulces preferidos para desayunar.

–Gracias.

Durante unos segundos reinó el silencio en el apartamento de Cat. Las tres amigas esperaban una explicación de lo sucedido desde que ella y Steven se despidieron del resto del grupo. Cat las contemplaba esperando a ver quién sería la primera en hacer la pregunta.

–¿Qué ha pasado? Porque o mucho nos equivocamos o aquí no ha pasado lo que la noche prometía –comenzó Eileen mirando a Moira y a Fiona en busca de apoyo a su tesis.

–Oye, ¿no tenéis que trabajar? –les preguntó frunciendo el ceño.

Las tres amigas se miraron entre ellas sonriendo por lo que Cat acababa de decir.

–¿Te has parado a pensar en el día que es hoy? –le preguntó Eileen descolocada porque Cat les hubiera hecho esa pregunta.

–Debes de haber bebido mucho la noche pasada. Claro que, a juzgar por tu apariencia… –señaló Fiona extendiendo sus brazos hacia Cat con una amplia sonrisa burlona bailando en sus labios.

–Es Domingo, Cat –dijo por fin Moira sonriendo divertida ante la ocurrencia de su amiga.

Cat entrecerró sus ojos sin creer que estuvieran hablando en serio. Abrió la boca para decirles algo en un primer momento, pero no pareció encontrar las palabras adecuadas.

–Entonces, poneos cómodas.

Agitó la mano en dirección a las tres al tiempo que ella se sentaba a la mesa para degustar su desayuno. No se paró a explicarles qué hacían por el suelo los papeles, bolígrafos y demás material, pero sabía que sus amigas se estarían preguntando qué diablos había sucedido allí.

Cuando abrió la puerta de su apartamento, Cat se abalanzó sobre lo primero que pilló para descargar su ira. Y todo el material correspondiente a su artículo de investigación para la revista había acabado por el suelo.

–¿Qué ha pasado aquí? –se aventuró a preguntarle Eileen arqueando una ceja con expectación.

–¿Has despedido al servicio? –bromeó Fiona señalando con un dedo el desorden.

Cat dibujó una sonrisa burlona ante tal comentario.

–Llegué cabreada anoche.

Las tres focalizaron toda su atención en Cat, que parecía ajena a todo lo demás, centrada en dar buena cuenta de su desayuno.

–¿El motivo tiene que ver con… Steven? –La pregunta de Moira no produjo en Cat ninguna reacción violenta. En realidad, no produjo ninguna. Se limitó a mojar el cruasán en el café antes de morderlo.

–Steven. Kathryn. ¿Qué más da? –les aclaró encogiendo los hombros sin darle importancia a este hecho.

–¿Descubriste que Steven y Kathryn son la misma persona? –Eileen se aventuró a hacerle la pregunta adoptando un tono lleno de cautela porque en cierto modo temía la reacción de su amiga.

Cat relajó los hombros dejando el café a un lado. Luego inspiró hondo antes de centrar su atención en sus tres amigas, que parecían tres niñas contemplando los regalos de Navidad, o algo parecido.

–Sí.

–¿Se lo preguntaste y te lo confesó? –Fiona no acababa de creer que Cat lo hubiera hecho, o tal vez que hubiera sido tan sencillo. Es decir, que él se lo hubiera contado sin más. Que lo hubiera soltado sin pensar.

–No. Me limité a insinuárselo. Fui de farol como en una partida de cartas –comenzó explicando con ironía y dolor en sus palabras y en su mirada–. No lo confesó de manera abierta, pero tampoco lo negó. Y se limitó a decirme que había sido algo egoísta por su parte no decírmelo –les explicó sintiendo que los nervios la traicionaban–. ¿Os creéis que puede decírmelo después de los tres días que pasamos juntos en Stirling?

Cat se quedó mirando a sus tres amigas con los ojos abiertos como platos esperando que se pronunciaran, y que la apoyaran. Se sentía traicionada por Steven y no creía que pudiera perdonarlo. De hecho, no quería ni verlo.

–Vaya. –Moira fue la primera en decir algo. Se quedó contemplando a su amiga sin saber qué más podía decirle.

–La verdad es que es una putada –confesó Fiona mordiéndose el labio con cara de circunstancia.

–Sí que lo es –corroboró Eileen expulsando el aire acumulado en sus pulmones durante la confesión de Cat–. A estas horas no quieres ni verlo, ¿cierto?

–No quiero saber nada de él. Para mí es un completo desconocido –dijo sacudiendo su mano en el aire de manera tajante.

–Bueno, puede ser, pero…–Moira se sintió cohibida cuando Cat le lanzó una mirada glacial y la cortó en su explicación.

–Nada. Steven no existe. Nunca lo he conocido. ¿Queda claro? –Cat recorrió los rostros de sus tres amigas con una clara mirada de advertencia sintiendo en su interior cómo el dolor se abría paso provocándole cierta sensación de angustia.

–Lo que tú digas, Cat, pero creo que todas sabemos que…

–No, Fiona. Ni sigas por ese camino –le interrumpió sacudiendo la cabeza y esgrimiendo un dedo.

–Pues no pienso callarme hasta que me escuches –le dijo levantándose de la silla y encarándose con su amiga–. Estoy de acuerdo en que te ha dolido su jugarreta, pero las cuatro sabemos lo que sientes por Steven. De manera que no me vengas diciendo que no existe y no sé qué gilipolleces. Steven te gusta, Cat. Lo hemos visto todos anoche. La manera en la que lo miras cuando te habla, cuando te acaricia de manera simple y casual como anoche. Si hasta saliste en su defensa cuando el payaso del periodista se encaró con él provocándole. Pero él se contuvo. ¿Y sabes por qué lo hizo? Porque le importas, Cat. De haber estado solo le habría partido la cara y se habría quedado tan ancho. Pero estabas tú.

–Se ha estado burlando de mí durante este tiempo. Apuesto a que se ha estado regodeando en su interior sabiendo que yo buscaba la verdad sobre Kathryn.

–Esa es tu opinión, Cat –intervino Eileen–. Es cierto que su comportamiento no ha sido el más adecuado en esta situación.

–¿Por qué no me lo contó cuando aparecí en Stirling? –Cat se había estado haciendo esa misma pregunta durante toda la noche tratando de encontrar la respuesta que se ajustara más a la situación. Pero no le valía ninguna. O, más bien, ella no estaba dispuesta a aceptar ninguna.

–Porque estaba en su derecho –le soltó Fiona con total naturalidad dejando a Cat con la boca abierta–. A ver, no hay nada que le obligue a hacerlo, ¿no?

–Pero…

–Te liaste con él porque te apetecía, porque te gustaba… Desconozco el motivo por el que lo hiciste. Aunque tampoco creo que tengas que contárnoslo. Esa es la verdad.

–Pero podría haberse sincerado conmigo después de haber follado, ¿no?

–No estaba obligado, Cat –intervino Moira–. Fiona tiene razón. Él es el único que tiene el derecho a revelar que él es Kathryn. Por cierto, ¿tanta pasta gana? –Se preguntó mordisqueándose el labio inferior con gesto de incredulidad.

–Deduzco que todo este destrozo es por él –comentó Eileen paseando su mirada por el suelo del salón.

–Estaba cabreada.

–¿Ya no lo estás? –preguntó Fiona mirando a su amiga con gesto divertido y Cat sacudía la cabeza sin comprender a qué venía la pregunta–. Te lo pregunto porque lo has dicho en pasado.

–Sigo cabreada con Steven.

–Bueno, bien mirado, ya tienes la identidad de tu misteriosa escritora –exclamó Moira con gesto risueño–. Ahora ya no tienes de qué preocuparte en la revista. Me refiero a que esto va a ser un bombazo, y todo gracias a ti.

Cat entornó la mirada hacia Moira, pero no respondió de manera inmediata. Era tal la herida que sentía por dentro que no se había parado a pensar en su trabajo. De todas maneras, ahora mismo no tenía sentido.

–Me temo que no va a ser tan sencillo –comentó Fiona con un silbido.

Cat se limitó a emitir un leve quejido, ¿o fue un gruñido de desaprobación por ese comentario?

–Ahora viene la parte más complicada para ella –comenzó diciendo Eileen.

–No vas a hacerlo –susurró Moira al darse cuenta del gesto que expresaba el rostro de Cat. Y que no había rebatido los comentarios de Fiona y Eileen.

–No estéis tan seguras –dijo enrabietada porque en verdad sentía tremendas dudas y porque sus amigas parecían conocerla mejor de lo que ella esperaba.

–No vas a hacerlo porque lo que sientes por Steven es más fuerte que tu orgullo, Cat. –La frase de Eileen dejó a sus tres amigas sumidas en un silencio que ninguna se atrevió a romper porque no se veían capaces de decir algo tan claro y contundente.

–Que haya flirteado con Steven y que…

–¿Que lo hayas ido a esperar a la estación de Waverley? ¿Que te has pasado colgada de su brazo recorriendo la ciudad y viendo las actuaciones del Festival todo el día de ayer? ¿Que te lo estuvieras comiendo con los ojos hace algunas horas en la taberna? –Fiona frunció sus labios en un mohín mirando a su amiga con los ojos abiertos, dejando que sus pestañas aletearan como si fueran mariposas.

–No… No…

–No tienes nada con qué rebatir algo tan evidente, Cat –asumió Fiona sonriendo divertida–. Creo que, aunque hayan sido solo tres días, Steven ha conseguido llegar a una parte de ti que ni siquiera sabías que tenías. Y no se trata de que estés cabreada con él. Tu enfado se debe a que él te gusta, y a que te planteas la posibilidad de enamorarte de él.

–Tal vez deberías llamarlo y hablar con él –sugirió Eileen entornando su mirada hacia Cat.

–No. Necesito tiempo para aclararme. No puedo tener a mi lado a alguien que me puede estar ocultando partes de su vida. ¿Enamorarme de Steven? –preguntó mirando a Fiona como si estuviera loca. Pero esta se limitó a fruncir sus labios y a asentir.

–¿Qué te dijo él? ¿Qué explicación te dio?

Cat deslizó el nudo que apretaba su garganta en esos momentos en que recordaba las palabras de él.

–Me dijo que pensó hacerlo cuando nos acostamos, pero… –Cat se detuvo porque tenía la impresión de que no podría decirlo.

–Pero todo se complicó. Encontró algo que no buscaba y que le sorprendió hasta el punto de no saber qué hacer –resumió Eileen asintiendo convencida de que era la verdad.

–¿Te has parado a pensar que lo puede haber estado pasando fatal ocultándote la verdad?

Cat frunció el ceño mordiéndose el labio y pensando en este comentario.

–No seas tan dura con él. Piensa que puede ser tu media naranja –señaló Moira provocando las consabidas miradas de incredulidad y posteriores carcajadas de sus tres amigas.

–Oh, nooooooo. No empieces con tus cuentos de astrología –le pidió Fiona sonriendo al tiempo que agitaba su mano en el aire desechando cualquier tema astral.

–Pues te recuerdo que cuando volviste de Florencia la primera vez…

–No me lo recuerdes –le cortó poniendo los ojos en blanco.

–Cat, deberías reflexionar sobre lo sucedido y ver si te compensa estar alejada de Steven por este malentendido –apuntó Eileen–. Y ahora, venga. Vamos a echarte una mano con todo este desbarajuste –dijo levantándose de la silla ante la mirada de suspicacia de Fiona.

–¿Crees que puedo ponerme a limpiar con este vestido? –le preguntó de manera incrédula.

–Fiona, no sé si me gustabas más antes cuando llevabas vaqueros y botas. Creo que Fabrizzio te está convirtiendo en una signorina muy fina –le aseguró Cat sonriendo.

Fiona entornó la mirada hacia sus amigas con gesto pensativo.

–¿De verdad lo pensáis?

Las tres sonrieron a la vez.

–Creo que Fabrizzio ha conseguido sacar a la mujer presumida que todas llevamos dentro –le aseguró Elieen guiñándole un ojo–. Siempre puedes ponerte la ropa de Cat para ayudarla a recoger, ¿verdad?

Se quedaron contemplando a Fiona sonriendo y recogiendo algunos de los papeles que había por el suelo. Cat se quedó contemplando a sus tres amigas recogiendo las cosas que ella había arrojado. Pero lo que más adentro le llegó fue el sentimiento que compartían. Sin duda que las cuatro amigas eran afortunadas por tenerse las unas a las otras.