Steven había regresado a Stirling viendo que era imposible contactar con Cat. Llevaba con el teléfono apagado desde la noche en la que todo se desbordó. Quedaba claro que no iba a arreglar nada por ahora. Pero lo seguiría intentando ya que no estaba dispuesto a que todo acabara de aquella manera.
Llegó a Stirling temprano. No había podido descansar nada pensando en Cat. Así que decidió regresar a casa cuanto antes. Lo que se temía era la reacción de Rowena, ya que le había jurado que en cuanto Cat supiera que había estado con ella ocultándole la verdad, ella no querría volverlo a ver.
–¡Arrrgggg! Mujeres –murmuró apretando su puño con furia camino de su casa.
Se preparó un café bien cargado mientras echaba un vistazo a la prensa del día que había adquirido en la estación. Faltaban quince días para el gran acontecimiento deportivo. Ese era el titular. Todo parecía girar alrededor del encuentro de la selección de rugby. Arrojó el periódico sobre la mesa sacudiendo la cabeza cuando la melodía de su móvil sonó. No se alteró ya que estaba seguro de que no sería Cat. Y en efecto, era su hermana Rowena. Steven inspiró hondo antes de deslizar el dedo por la pantalla para responder. Luego puso el altavoz y lo dejó sobre la mesa.
–Hola, ¿qué tal todo? Espero no molestar –dijo Rowena al otro lado de la línea con un tono de voz pausado y bajo. Temiendo que su hermano estuviera todavía en la cama.
–No, tranquila. Estoy en casa –le respondió sentándose en la silla de la cocina observando el móvil a la espera de que su hermana disparara la siguiente pregunta. Hubo una larga pausa en la línea que a Steven no le sorprendió ya que Rowena no esperaría encontrarlo en casa a esas horas cuando se suponía que no regresaría hasta la noche o incluso el mismo lunes temprano.
–¿En casa? Oh, ¿eso significa lo que yo creo? –le preguntó con cautela temiendo la reacción de su hermano.
–Imagino que sí.
–Se ha enterado de todo, ¿cierto? –le preguntó escuchando un gruñido de asentimiento al otro lado de la línea–. Vaya, ¿y qué vas a hacer? Porque si te has vuelto es porque la cosa no ha terminado bien, me temo.
–Ahora mismo no tengo ni idea. Pero no va a terminar así, eso puedes tenerlo claro. Dejaré que la cosa se tranquilice e intentaré hablar con ella… Si me lo permite. Ni siquiera me ha dejado explicarme –le comentó levantándose de la silla y caminando por la cocina como una fiera enjaulada.
–Bueno, recuerda que tuviste tres días para hacerlo y que…
–Sí, sí. Vale, ya sé lo que vas a decirme. Metí la pata.
–No se trata de que metieras la pata, Steven. Estás en tu derecho de no revelarle a nadie que Kathryn eres tú. Ha sido tu decisión desde el primer día y todos lo hemos respetado.
–Soy consciente de ello, pero creo que, bien mirado, ahora… –Steven se pasó la mano por el rostro sintiéndose desconcertado por todo lo que le estaba sucediendo–. Debí contárselo cuando ella confió en mí para que la ayudara en su trabajo.
–Eso lo dices ahora que ha sucedido lo que ha sucedido. Pero durante los días que Cat pasó aquí en Stirling no se te pasó por la cabeza hacerlo porque estabas más interesado en ella como mujer que como periodista. Esa es la única verdad, Steven. De manera que, si de verdad ella te importa, debes intentar explicárselo.
–¡Eso pretendo, pero tiene el móvil apagado!
–Es lógico. No quiere verte. Ni hablar contigo porque ella se siente traicionada por lo que ha sucedido. Pero apuesto a que ahora mismo se siente confundida porque se debate entre su orgullo herido y los sentimientos hacia ti.
Steven detuvo sus pasos quedándose mirando de manera fija su móvil sobre la mesa. Tenía el ceño fruncido y sacudía la cabeza sin poder creer lo que su hermana acababa de decirle.
–No creo que Cat cambie de opinión tan fácil. Ahora mismo creo que sus sentimientos hacia mí han cambiado.
–¿Qué piensas hacer, Steven?
Steven entrecerró los ojos centrando toda su atención en la noticia que estaba viendo en esos momentos. Tal vez sí era lo que necesitaba para sacársela de dentro.
–Por lo pronto, llamar a Mackenzie.
Una nueva pausa en la línea alertó a Steven. Su hermana no aprobaría que lo hiciera, pero ahora mismo en el estado de crispación en el que se encontraba era lo que necesitaba.
–¿Vas a volver a jugar? –le preguntó con un tono de voz que dejaba clara su opinión–. ¿Y si te rompes la rodilla? Sabes el riesgo que corres. El médico…
–Ahora mismo es lo que más me apetece, Rowyn –le dejó claro empleando un apelativo cariñoso para referirse a ella.
–Te dejas llevar por el enfado que sientes por lo que ha sucedido con Cat.
–Venga, quedemos a comer y charlemos de otras cosas –le cortó tratando de cambiar de tema. No quería que su hermana se preocupara.
–Eres igual que todos los hombres, Steven –le rebatió furiosa alzando la voz a través del móvil.
–¿A las dos te va bien? Prepararé comida.
–Gonadh!
–Vaya, desconocía que supieras gaélico –le comentó entre risas Steven, pero su hermana había cortado la comunicación de golpe. Steven sacudió la cabeza con gesto contrariado por la reacción de Rowena, pero la sonrisa no abandonó su rostro. Si la conocía lo suficientemente bien, su hermana acabaría apareciendo en su casa aunque fuera para echarle en cara su decisión de volver a jugar. Pero era algo que le apetecía hacer desde hacía tiempo. No había dejado de pensar en el momento en el que decidió dejarlo por temor a una fractura. Debía reconocer que los años que había jugado habían acabado siendo duros y que su cuerpo estaba bastante magullado por los golpes. Pero ello no le iba a impedir defender la camiseta de la selección una última vez. Marcó el número del seleccionador sin poder dejar de pensar en Cat. Luego intentaría contactarla.
–¿Mackenzie? Soy Steven. ¿Todavía sigue en pie tu oferta para jugar contra Italia?
Cat permanecía en silencio contemplando a Maggie leer su artículo sobre el Festival que seguía celebrándose en las calles de Edimburgo.
–Debo reconocer que te has superado, Cat. Es muy bueno. –Fueron sus primeras palabras tras leerlo–. Según leo, te has centrado más en el Fringe que en otro de los eventos…
–Sí, es lo que más me ha llamado la atención en esta primera semana. El arte en las calles de la ciudad y en especial en la Royal Mile. No obstante, todavía tenemos tiempo para hacer algo más puesto que el Festival Internacional del Libro comienza en unos días –le sugirió deseando que le encargara más trabajo que la mantuviera ocupada día y noche. De ese modo evitaba que su cabeza se dirigiera a otros pensamientos que nada tenían que ver con su trabajo.
–Sí, no estaría de más. Por cierto, ¿cómo va tu investigación sobre Kathryn McGovern? ¿Todavía sigues dedicándole tiempo? –La pregunta se asemejó bastante a un golpe en el estómago que provocó que Cat se removiera en la silla. Frunció el ceño sacudiendo la cabeza tratando de alejar a Steven de ella.
–No. Creo que no es más que un callejón sin salida. Si la editorial no suelta prenda… –Cat se encogió de hombros sin saber qué decirle a Maggie–. O más bien si ella no decide darse a conocer, creo que poco o nada podemos hacer.
–Lástima. Parecías muy interesada en ese artículo.
–Sí… Pero después de días y días dando vueltas y más vueltas sobre el mismo tema… –Cat suspiró mostrando su derrota en ese aspecto–. Creo que no nos conduce a ninguna parte y que no merece la pena perder más tiempo.
–De manera que abandonas… Vaya, el soplo de mi amigo no ha servido de mucho –resumió con cierta pena porque Cat abandonara. Pero si la conocía bien sabía que había algo que no le había contado todavía. Ella no era de las que tiraban la toalla a las primeras de cambio. ¿Qué había llevado a Cat a este cambio de parecer?
–Tú lo dijiste: Kathryn puede ser cualquiera. Incluso he considerado la posibilidad de que ni siquiera sea de Stirling, sino que describa la ciudad y sus alrededores porque le gustó cuando la visitó. Nada más. Y en cuanto a lo de sus pagos… Tal vez eligió una cuenta allí como podía haberla abierto aquí en la capital.
Maggie frunció los labios en una mueca de decepción escuchando a Cat decirlo. ¿Abandonaba sin más? Se preguntó sorprendida por esta determinación. Ella no era de las que solían arrojar la toalla. Era una periodista de investigación como ninguna. ¿A qué venía aquella decisión suya de dejarlo estar?
–Bien, en ese caso, céntrate en cubrir el Festival del libro. A lo mejor Kathryn ha decidido abandonar su retiro y aparece para dar una charla, o para firmar ejemplares –le dijo sonriendo divertida abriendo sus ojos como platos.
–Seguro que sí –asintió empleando un tono irónico levantándose de la silla–. Si me necesitas dame un toque.
–Descuida.
Cat abandonó el despacho de Maggie con una sonrisa cargada de ironía por lo hablado. Pero ¿qué le había sucedido para que no le revelara la verdad sobre Kathryn? Se quedó clavada en mitad del pasillo de la redacción sopesando la posibilidad de regresar a hablar con Maggie y contarle la verdad, pero en el momento en que iba a volverse recordó las palabras de sus amigas y sonrió. ¿De verdad no lo había hecho porque sentía algo por Steven? ¿Algo más allá de la mera atracción? No podía ser. No podía.
Cientos de curiosos se habían acercado hasta las instalaciones de Murrayfield atraídos por la noticia de la que se hacían eco todos los periódicos. El regreso de Steven Sinclair a la selección después de su dilatada ausencia por las lesiones. Primero fue un rumor que se extendió por todas partes sin que nadie fuera capaz de desmentirlo, ni siquiera el propio Steven. En un principio fueron un puñado de curiosos los que se acercaron hasta el estadio para ver a la selección entrenar. Pero con el paso de los días y con la seguridad de que el capitán Sinclair estaba allí los aficionados fueron poblando las gradas para ver con sus propios ojos a Steven.
–Sin duda que tu regreso ha causado todo un revuelo –le comentaba Andrew, un tipo alto y fornido con la cabeza rapada por completo haciendo un gesto hacia la grada.
–Ya lo creo. Nunca pensé que fuera para tanto.
–Pues ya lo has visto. Has levantando una gran expectación con tu regreso. ¿Piensas seguir hasta el Mundial? –La pregunta golpeó a Steven dejándolo durante unos segundos sin respiración. Él y Andrew calentaban momentos antes de iniciar el entrenamiento. Steven resopló sin saber qué decir porque ni siquiera él sabía qué iba a suceder con su vida después de aquel partido.
–Si te soy sincero, no tengo ni la más mínima idea. De momento estoy aquí porque MacKenzie me lo sugirió. Pero no pienso más allá de este encuentro.
–Entonces, ¿lo dejas del todo?
–Es posible.
–Pero todavía tienes cuerda para rato, amigo. Podrías ir al Mundial.
–Eso si MacKenzie me convoca.
–Lo hará. Vete pensando qué le dirás porque lo hará. O tal vez podrías ir como su ayudante.
Steven sonrió con ironía ante ese comentario. ¿Seguir ligado al rugby? No se lo había vuelto a plantear. No después de hacerse cargo de la librería de sus padres junto a su hermana. Ni desde luego desde que le dio por escribir. Steven continuó su carrera de calentamiento sin pensar en nada más que no fuera el partido. No quería aventurarse a hacer planes de futuro.
–¿Cómo ves el partido contra Italia? –La pregunta de Andrew lo distrajo de otros pensamientos que por un breve instante se habían deslizado en su mente.
–Complicado, pero asequible después de haber ganado en Roma.
–Sí, yo también lo creo, pero no podemos fiarnos si queremos estar en Australia el año próximo.
–Estaremos. Por eso no debes preocuparte.
–¿Y tú? ¿Qué has estado haciendo durante este tiempo que has estado apartado del rugby?
–Ya sabes que me hice cargo junto a mi hermana de la librería de mis padres en Stirling. Y he estado jugando por diversión en el equipo local, para mantener la forma.
–Sí, eso leí hace tiempo. Pero la verdad… No te veo vendiendo libros –le comentó sonriendo–. Te veo más en una tienda deportiva o ligado al deporte de alguna forma. Pero ¿libros?
–Ya ves las vueltas que da la vida.
–Oye, ¿y de mujeres qué?
Steven borró la sonrisa de su rostro fijando su mirada en el frente donde el cielo clareaba a medida que el sol se abría paso entre los últimos resquicios de la noche. Pensar en Cat le traía recuerdos inmejorables e inolvidables. Había vuelto a llamarla, pero no le había cogido el teléfono. No podía creer que fuera tan orgullosa y tan testaruda. ¡Solo se trataba de un maldito seudónimo! Apretó el paso para sorpresa de Andrew, que lo siguió sintiendo cómo sus pulsaciones aumentaban con la carrera.
–El trabajo no me deja mucho tiempo para conocer a alguna.
–Pero imagino que en Stirling… Al menos pasarán a verte por tu librería, ¿no?
Steven sonrió ante esa pregunta ya que le devolvió al día que Cat apareció en esta. Le pareció tan…
«Da igual. Ya no tiene sentido pensar en ella. Ha cerrado todas las puertas. Ni siquiera quiere hablar conmigo. Es mejor olvidarse de ella».
Steven volvió el rostro hacia su compañero sonriendo. No iba a darle detalles de su vida privada. De manera que ya podía ir pensando en charlar de otra cosa. Pero no hizo falta ya que el entrenador MacKenzie les pidió que pararan. Lo primero era lo primero. Una arenga para motivarlos. Para concienciarlos de la importancia del encuentro y todo eso. Pero Steven no lo necesitaba ya que estaba motivado de sobra. Todo con tal de olvidarse de Cat.
–¿Has leído los periódicos? –le preguntó Eileen a Cat cuando quedaron para comer. Cat sacudió la cabeza negando este hecho. No había tenido tiempo de hacerlo, más preocupada por terminar sus artículos para la revista. Contempló a Eileen levantarse de la mesa y dirigirse hacia la barra, coger uno y regresar a la mesa ante la mirada de expectación de Cat.
–¿Se puede saber qué es tan importante?
Eileen pasaba las hojas del periódico ajena a las palabras y a la mirada de Cat. Cuando encontró lo que buscaba sonrió feliz. Dobló el periódico por la mitad y se lo pasó a Cat, quien miraba a su amiga sin entender su desmedido interés por que ella leyera el periódico.
Cuando Cat centró su atención en el titular lo entendió todo. Sintió un vuelco en el estómago y una sensación extraña adueñarse de su cuerpo. Abrió los labios para decirle algo, pero en el último momento desistió. Sacudió la cabeza sin comprender por qué su amiga lo había hecho. Pero lo que más la sorprendió fue sin duda el hecho de que a pesar del paso de los días y las semanas el mero pensamiento sobre Steven le afectaba. Ahora, contemplando su rostro en primera plana debajo del titular, no podía evitar sentir un cosquilleo por todo su cuerpo.
–Steven está concentrado con la selección aquí en la ciudad –apuntó Eileen señalando la noticia del periódico.
–Ya lo sé –comentó Cat aparentando desgana por la noticia y devolviéndole el periódico a Eileen.
–¿Y?
–Y nada.
–Vamos Cat, no me puedo creer que sigas enfadada con él porque no te dijera que se dedica a escribir bajo el seudónimo de Kathryn McGovern. No puedo creer que seas tan infantil, la verdad –le confesó molesta por el comportamiento de su amiga.
–No tengo nada que ver con Steven. Me parece genial que vaya a jugar con la selección a pesar de que no debería dado el estado de su rodilla –puntualizó arqueando sus cejas–. Pero él es así. No hace caso de lo que le dicen.
Eileen sonrió tímida al escuchar a su amiga decirlo. En el fondo le preocupaba el estado físico de Steven de cara al encuentro.
–¿Y qué puede importarte que juegue?
–Sí, la verdad es que tienes razón. Me importa más bien poco o nada. Puede jugar todos los partidos que quiera. A mi rodilla no le va a afectar, la verdad.
–En realidad te preocupa que pueda lesionarse. Te preocupas por Steven porque no has dejado de pensar en él. Porque lo que sientes por él te ha golpeado de tal manera que te ha tumbado y estás aturdida. Fiona tenía razón.
Cat se quedó pensativa mirando a Eileen.
–Fiona también dice muchas tonterías –le advirtió levantando un dedo para matizar su comentario.
–Pero esta vez no –le aseguró provocando en Cat un gesto de incredulidad–. No te ha molestado que te ocultara que escribe, sino que ha conseguido que no dejes de pensar en él.
Cat se quedó con la mirada fija en Eileen sin poder dar crédito a lo que estaba escuchando. Puso los ojos en blanco dejando los cubiertos sobre el plato.
–No me puedo creer que tú también hagas caso de las majaderías de Fiona. Por no mencionar a Moira y el tema del destino y las almas gemelas.
–Te obstinas en no reconocer lo que sientes por Steven. ¿No has vuelto a llamarlo? ¿A hablar con él?
–¿Por qué? Todo está más que claro. Steven no me interesa.
–Estoy segura de que él sí lo ha hecho, me refiero a llamarte. Pero tú no le has devuelto las llamadas. ¿Me equivoco?
Cat se mordió el labio pensando en la docena de llamadas perdidas que le había dejado, así como los WhatsApps. Pero ella no había respondido a ninguno. Por ellos sabía que estaba en la capital con la selección. Le había dicho que se alojaba en el Balmoral, el mejor hotel de Edimburgo. Y que podía arreglarlo para charlar con ella, si le apetecía.
–Si Moira estuviera aquí te diría lo que voy a decirte. –Aquel comentario puso a Cat en alerta porque de Moira podía esperarse cualquiera cosa–. No podemos escapar a nuestro destino, Cat. Y aunque en ocasiones creemos que lo burlamos, en realidad estamos tomando atajos hasta llegar a este.
Cat entornó la mirada hacia Eileen sin poder creer que ella estuviera hablando en serio. ¿De verdad lo había hecho?
–¿Por qué no vas a verlo al Balmoral? Hay jornada de puertas abiertas para la prensa. Y tú eres periodista –le dijo guiñándole un ojo.
Cat sintió que sus piernas temblaban bajo la mesa a la que estaba sentada. Que de repente su estómago parecía haberse cerrado y no admitía más comida con solo pensar en volver a ver a Steven. ¿Tal vez debía dejar a un lado su orgullo y darse una oportunidad? Al menos dejar que le contara todo lo referente a Kathryn y al porqué de su anonimato.
Cat decidió hacer caso a su corazón más que a Eileen y acudió a la recepción que la selección de rugby tendría con la prensa. El marco para tal acontecimiento no podía ser mejor: el lobby de dicho hotel. Cat no sabía si los nervios que atenazaban su estómago se debían a que volvería a ver a Steven. El portero le saludó con una leve inclinación de cabeza. Ataviado con el traje nacional de la guardia escocesa era un reclamo para los turistas, quienes amablemente le pedían permiso para fotografiarlo.
El hotel era un edificio victoriano que comprende 188 habitaciones modernas y elegantes al mismo tiempo. Además, disponía de veinte espaciosas suites perfectamente equipadas. Un balneario, una piscina, sauna y gimnasio. Su restaurante era uno de los más afamados de Europa, recordó Cat. Aquel hotel era todo un lujo en el mismo corazón de Edimburgo.
Una vez dentro, Cat se encontró con el vestíbulo todo revestido en mármol blanco. El mostrador de recepción quedaba a derecha. Se acercó hasta este para preguntar por el salón donde tendría lugar la conferencia de prensa. Con exquisita amabilidad le indicaron el lugar una vez que Cat mostró su acreditación como periodista. Siempre la llevaba encima para cubrir cualquier evento que fuera de interés para la publicación. Un sinfín de periodistas, cámaras de televisión, fotógrafos, así como medios de prensa escrita y de las principales cadenas de televisión se agolpaban a escasos pasos de una mesa larga de madera maciza en color caoba. Toda ella aparecía adornada por un bosque de micrófonos y tras el cual se encontraban el entrenador y varios jugadores: entre ellos Steven. Cuando lo vio sintió como si acabara de darle una especie de calambre. Buscó una silla libre para poder escuchar y contemplar la rueda de prensa sintiendo el vacío en su estómago. Steven aparecía con el rostro serio, sin duda la concentración por el acontecimiento del año. Se quedó embobada contemplándolo y pensando en la impresión que le había causado verlo. En las emociones que estaba sintiendo y que no podía negar. ¿Qué clase de hombre era Steven para que ella no pudiera dejar de mirarlo? Que no pudiera dejar de pensar en cómo lo había echado de menos. Sonrió irónica bajando la mirada hacia su bloc de notas en blanco. Sin duda que había algo que le impedía rechazarlo por haberle ocultado lo de sus novelas. Pero era cierto que estaba en su derecho a hacerlo a pesar de que ella misma pensara lo contrario. De habérselo confesado habría sido todo un detalle a tener en cuenta por su parte. Pero, siendo sincera con ella misma, ¿lo hubiera revelado a su editora? ¿Se habría prestado a descubrir a toda la sociedad que la escritora de moda en el Reino Unido era en verdad un jugador de rugby? ¡¿Quién iba a creerla?! Ella. Porque en el tiempo compartido había percibido el cariño y la ternura. El romance y la sensibilidad de Steven. Algo que le había llamado la atención desde el primer momento. Pese a su aspecto fiero, era un hombre increíble en el trato con los demás. No podía dejar de contemplarlo con los codos apoyados en la mesa y sus manos entrelazadas, recorriendo la sala con su mirada como si estuviera buscando a alguien.
Steven permanecía serio escrutando cada uno de los rostros de los asistentes buscando uno en particular. Se había levantado con el presentimiento de que Cat aparecería en la rueda de prensa. Pero por ahora no la había divisado entre tanta gente. Steven no había vivido antes esta expectación por un partido. Pero entendía que la clasificación para el Mundial de Australia y su presencia, todo había que decirlo, era un reclamo para la prensa. Por fortuna, hasta ese momento nadie se había dirigido a él, pero sabía que era cuestión de tiempo que lo hicieran. Y fue precisamente cuando su mirada se quedó fija en el rostro de ella. Cuando sintió una fuerte sacudida en todo su cuerpo al reconocerla sentada en una de las últimas filas. Y cuando Steven esbozó una sonrisa tímida, la pregunta del periodista le sonó lejana. Se quedó en blanco sin saber qué le estaban preguntando y todo debido a que seguía embobado contemplando cómo el rostro de Cat enrojecía por momentos. Sin duda acababa de darse cuenta de que él la había visto y ella tampoco podía controlar su estado de nervios. El calor invadiendo todo su cuerpo hasta llegar a creer que le faltaba el aire del calor que hacía en el salón.
–Disculpa, no estaba prestando atención a la pregunta –comentó sacudiendo la cabeza desconcertado por la aparición de Cat.
–Preguntaba si el hecho de haber estado apartado de la selección tanto tiempo te puede influir a la hora del partido. ¿Nervios? ¿Presión?
Steven meditó la respuesta sin apartar la mirada de Cat. Estaba allí. Tal vez ahora le dejara explicarse y… Se dio cuenta de que el periodista estaba esperando su respuesta.
–No, no lo creo. El hecho de dejar la selección en su momento no tiene nada que ver. El sistema de juego es el mismo que entonces, salvo por algunos retoques que ya he aprendido. Conozco a la casi totalidad de los jugadores, lo cual es una gran ventaja –respondió con total seguridad mirando por encima del hombro del periodista para comprobar que Cat permanecía allí.
–¿Y la lesión?
–Bueno, la lesión como tal no me afecta. Creo más bien que ese tema ha quedado atrás. Llevo un año en Stirling jugando allí y no he tenido una recaída. Ahora solo quiero que nos clasifiquemos para el Mundial.
«Y que Cat pueda entender por qué lo hice. Y empezar de cero».
Hubo un momento de silencio durante el cual los periodistas tomaban nota de las palabras de Steven.
–Algunos medios afirman que tus enfrentamientos con la prensa fueron lo que te hicieron cambiar de aires. ¿Qué tienes que decir a estos?
–Que mi vida personal no fue el detonante para dejar la capital. Lo sucedido con la prensa en el pasado no tuvo nada que ver. Fue más bien una cuestión personal. Quería jugar para divertirme. Lo había ganado todo, y no necesitaba tanta presión ni exigencia.
Steven pensaba que las preguntas habían acabado y que por fin la rueda de prensa se terminaría. Ello significaría que podría ir en busca de Cat y…
–Disculpe, me gustaría hacer una pregunta a Steven. –La voz de ella era inconfundible. Steven la vio ponerse de pie al fondo de la sala. Todos los demás asistentes se habían girado hacia ella apartándose para que pudieran verla y escucharla bien los miembros de la selección. Cat se sintió el centro de atención de todos los allí presentes. Pero lo que más nervios le provocaba era la mirada de curiosidad y expectación que Steven le estaba dedicando en ese momento. Acelerando su pulso. Elevando la temperatura de su cuerpo.
–Adelante –asintió él tratando de mantenerse sentado detrás de la mesa. No saltar por encima de esta y correr hacia ella, enmarcar su rostro entre sus manos y besarla sin importarle para nada todo lo demás.
–¿Es esta una ocasión especial, o piensas seguir ligado a la selección como algo habitual? –Cat deslizó el nudo que atenazaba sus palabras. Se mordió el labio inferior sintiendo que su pulso no parecía relajarse, sino todo lo contrario.
–Una vez conseguida la clasificación… Lo dejaré de manera definitiva. Volveré a mi librería en Stirling.
«Espero que en mi retiro te encuentres tú».
El revuelo que siguió a aquella declaración fue lógico, pero Steven y Cat parecían estar ajenos a este. Más bien era como si sucediera en otro lugar.
–¿Más preguntas? –La voz del entrenador sacó a Steven de ese momento, pero que agradeció ya que de este modo podría ir en busca de Cat. Steven intercambió unas palabras con MacKenzie, el entrenador. De repente, Cat se sintió observada por los dos. Al entrenador lo había conocido de manera breve en Stirling y ahora asentía esbozando una sonrisa algo irónica. Contempló cómo daba una palmada a Steven en el hombro y este se apartaba de los periodistas abriéndose paso hacia ella.
Cat deslizó el nudo que apretaba su garganta. No terminaba de acostumbrarse a la presencia de Steven y siempre tenía la sensación de que ella se volvía más y más pequeña frente a él.
–Has venido. –Su comentario reflejó una mezcla de sorpresa y excitación. A Cat se le encogió su estómago viéndolo tan tímido en ese instante.
–Creo que te debo una explicación y…
–No eres tú quien debe darla aquí, Cat. Admito que debí contarte la verdad cuando estuviste en Stirling, pero me faltó valor. La verdad. ¿Quieres que nos sentemos? –le preguntó señalando los cómodos sillones junto a las mesas bajas que había en el salón.
–¿No tienes que irte? No sé… ¿A descansar o a hacer las cosas que hagáis los jugadores de rugby? –le preguntó algo confusa y perdida en aquella situación que nunca había conocido.
–No. He hablado con Mackenzie y me da libre todo el tiempo que necesite –le aseguró sonriendo por este hecho.
–Supongo que es la ventaja de ser el capitán y toda una leyenda –exclamó divertida abriendo los ojos como platos ante aquel comentario.
–Supongo. No lo sé.
–¿Por qué pensaste que yo era como los demás? Y admito que no te culpo, pero… No sé, después de los tres días que pasamos juntos y de las sensaciones compartidas… –Cat sacudía la cabeza contemplando a Steven y cómo él asentía como si entonara el mea culpa.
–Tal vez me asusté también porque hacía mucho tiempo que no me sentía tan a gusto con una mujer, Cat. Y por un momento llegué a pensar que si te decía quién era te alejarías sin más de Stirling y de mí –le confesó sintiendo que le estaba costando Dios y ayuda confesarle lo que había sentido en aquellos tres días–. No soy mucho de flechazos y amores a primera vista. Soy más de…
–Pues en tus historias lo haces –le interrumpió con un tono irónico que descompuso a Steven provocándole una nueva sonrisa–. Y muy bien, por cierto.
–Ya, bueno, pero es ficción, Cat. Surge en mi imaginación –le aclaró percibiendo la curiosidad en la mirada de ella.
–No me puedo creer que un tipo tan grande como tú tenga ese lado tan… romántico. Y no creo que se trate de una cuestión de ficción. Pude comprobarlo en Stirling –le susurró acercándose con peligro a él dejando que aspirara su perfume–. No voy a emplear la información que tengo sobre ti.
El comentario tan rotundo dejó a Steven inmóvil en el sillón. Contempló a Cat cómo si no acabara de entenderla.
–Pero… Es tu trabajo. Tu oportunidad para permanecer en la publicación. Me contaste que…
–Ya sé lo que te conté. Y es cierto, pero he decidido dar carpetazo al asunto de Kathryn McGovern. Me encuentro en un callejón sin salida y tengo dos opciones: volver atrás y reiniciar la búsqueda de la verdad, o dejarlo estar porque la tal Kathryn es demasiado escurridiza.
Steven se revolvió en el sillón sin dejar de mirarla.
–¿Por qué? ¿Por qué lo haces ahora que conoces la verdad?
Cat entornó la mirada esbozando una sonrisa tímida.
–Porque no quiero que nadie sepa que puedo enamorarme de Kathryn McGovern –le confesó acercándose hasta Steven para besarlo de manera dulce cerrando los ojos. Steven emitió un leve gruñido de sorpresa al ver su reacción, pero no se opuso, sino que abrió sus labios para corresponder el beso sin darse cuenta de que algunos curiosos estaban siendo testigos de ello. Y solo cuando el sonido de los flashes fue lo único que se escuchó ambos se dieron cuenta de la situación.
El rostro de Cat enrojeció como si de una granada se tratara. Intentó ocultarlo con sus manos sonriendo divertida y dichosa por lo que sentía por Steven, que no porque los hubieran pillado.
–¿En qué estabas pensando? –le preguntó Steven atrayéndola hacia él para susurrarle al oído, y los periodistas parecían hacer cola queriendo saber qué relación existía entre ellos–. ¿Tengo tu permiso para decirles que eres la mujer más encantadora que conozco?
Cat se mordió el labio en clara señal de sentirse avergonzada en un primer momento.
–Pero… ¡Steven, por favor!
–¿Lo tengo, o no? Siempre puedo decir que querías un autógrafo… –comentó con ironía contemplándola como si nunca la hubiera tenido tan cerca. Steven ahondó en la mirada de ella buscando su reflejo y cuando se vio reflejado en aquella mirada comprendió que aquella mujer sería un partido difícil de ganar, pero que merecía la pena jugar. Cat asintió de manera leve cerrando los ojos. Él la hacía sentir única, querida y colmada de atenciones. ¿Para qué iba a negar lo que deseaba? Había pasado unas semanas angustiada por no verlo. Perdida en su orgullo y en su tozudez. De manera que ahora no tenía sentido negar lo evidente.
–Un momento. Un momento. Solo diré que Cat es alguien muy especial para mí.
–¿Cuándo os conocisteis?
–¿Desde cuándo estáis juntos?
–¿Qué opinas de la vuelta de Steven a la selección?
La avalancha de preguntas fue tal que Cat no pudo responder a ninguna. En parte porque estaba bastante aturdida por la situación, y en otra parte porque no quería dar pie a especulaciones y chismes. Steven había dejado claro que era alguien especial para él. Y por ahora así debería ser.
Steven se levantó del sillón rodeando la cintura de Cat con su mano y enviando miles de descargas por todo el cuerpo de esta.
–Creo que tu conversación con Kathryn deberá esperar –le susurró atrayéndola hacia él para sentirla cerca una última vez antes de dejarla marchar–. Te prometo que la próxima vez estaréis tú y ella a solas.
–Te tomo la palabra. No pienso revelar tu secreto, pero quiero una exclusiva de tu carrera como autor de romances –le pidió apuntándolo con su dedo como si lo estuviera acusando y empleando un tono bastante autoritario que convenció a Steven al momento.
–Hecho. ¿Irás al partido?
–No soy muy aficionada al rugby, pero en este caso haré una excepción.
–Te veré después, si nos dejan –le dijo haciendo referencia a los periodistas.
–Cuando acabe el encuentro te llamo. No quiero que nos sigan. Saldremos por detrás. Quiero tenerte a solas para mí.
Aquella promesa elevó la temperatura del cuerpo de Cat provocándole en su mente escenas de pasión y lujuria.
Cat abandonó el hotel Balmoral seguida por algunos periodistas que no consiguieron de ella nada salvo la risueña sonrisa que Steven le había dejado impresa en sus labios como tarjeta de visita. Cuando sus amigas lo supieran se iban a pasar una buena temporada riéndose de ella. Apostaba que mañana sería portada en las revistas y periódicos de todo el Reino Unido. Al menos confiaba que Escocia ganara a Italia. De ese modo la clasificación para el Mundial taparía la noticia del día. Ya se imaginaba los titulares justo por encima de la fotografía.
Steven se retiró a su habitación buscando cierta intimidad después del revuelo que se había formado. No se le pasó por la cabeza que Cat reaccionara de aquella manera con él después de lo sucedido. Pero debía admitir que le había agradado y no cabía sino acentuar un poco más el cariño que le profesaba. No se atrevía a asegurar que se estuviera enamorando de ella, pero creía que ya había iniciado la carrera para conseguirlo. Cat le gustaba, le entusiasmaba. Era el complemento perfecto para él.