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La luz de la mañana llevaba un buen rato filtrándose a través de la cortina. Cat tenía los ojos abiertos mirando al techo y escuchando la respiración pausada y relajada de Steven. De manera lenta se volvió hacia él para contemplarlo dormir. La sábana lo cubría de cintura para abajo de manera que ella se limitó a contemplar el volumen de su pecho. ¿Cuántas horas le dedicaría? Su desarrollo muscular era exorbitado y Cat tenía la sensación de que se dedicara más al culturismo que al rugby. Por suerte para ella, Steven era tierno y delicado cuando la tenía entre sus brazos, de lo contrario ya le habría provocado alguna que otra contractura. Siguió contemplándolo con el codo apoyado sobre la almohada, el rostro en la palma de su mano y una sonrisa bailando en sus labios. ¿Qué iba a pasar a partir de ese día? Cat no quería saberlo, ni siquiera hacerse esa pregunta, pero era algo inevitable, ¿no? Sabía que Steven tendría que regresar a Stirling en breve para seguir con su vida, así que… Cat suspiró cerrando los ojos y al abrirlos se encontró con la brillante mirada de Steven.

–¿Llevas mucho rato mirándome? –Steven pasó un dedo por la mejilla de Cat trazando después el perfil de su rostro hasta desviarse hacia sus labios. Se incorporó y atrapando su rostro con esa misma mano la besó de manera tierna y dulce provocándole un leve gemido.

–Se te ve indefenso cuando duermes.

–Tal vez me encuentre así cuando estoy contigo. Dime, ¿tienes que ir a trabajar? –La pregunta provocó un nuevo suspiro en Cat, pero en esta ocasión de resignación.

–Imagino que tú deberás regresar a Stirling. –Decirle aquello le produjo un leve dolor en el estómago. Quería que se quedara con ella y que vieran cómo afrontar aquella situación. Porque ahora mismo estaba segura de que no iba a permitir que él se marchara de su lado.

–Sí… Bueno, tengo que volver a la librería… No puedo dejar a Rowena con todo. Lo entiendes, ¿verdad? –Steven percibió cierto desencanto en el rostro de Cat al escuchar aquellas palabras.

–Soy consciente de ello. No te preocupes, no voy a pedirte nada que…

–Cat, puedes pedirme lo que quieras –le confesó incorporándose hasta quedar apoyado contra el cabecero de la cama contemplándola como si ella fuera lo más importante para él.

–Pero si te pidiera que te quedaras aquí en Edimburgo… –Cat sacudió la cabeza sin creer que estuviera dispuesta a pedírselo. Aunque por otra parte no estaba convencida de si después de todo sería lo más acertado–. Tú… tendrías que dejar la librería y…

–¿Es esa tu mayor preocupación? –Steven entornó la mirada dejando que el pulgar acariciara la mejilla de Cat.

–No quiero una relación a distancia, Steven –le dejó claro desde ese momento mirándolo con determinación.

–Yo tampoco, de manera que estoy dispuesto a trasladarme aquí contigo si es lo que deseas.

Cat se mordió el labio mostrando su indecisión. Quería quedarse con él, pero… ¿y si era ella la que se marchaba a Stirling? Al fin y al cabo, su trabajo como periodista en la publicación estaba en el aire y siempre podría encontrar algo que le conviniera en Stirling, incluso echar una mano a Steven y Rowena con la librería.

–No es necesario que te quedes. Ni que te traslades –le aseguró dejando que sus labios se curvaran en una sonrisa de traviesa. Steven frunció el ceño contemplándola contrariado por su cambio de parecer. Iba a decir algo cuando Cat se abalanzó y se sentó sobre él. Steven dejó sus manos sobre las caderas de Cat provocando que toda su piel cobrara vida al instante–. Yo me marcharé a Stirling contigo. Eso sí, necesitaré tiempo para cerrar todo aquí en la capital.

Steven se quedó sin habla al escuchar aquella decisión.

–Ahora sí que me has hecho un buen placaje –le aseguró empleando el término del rugby haciendo que ella riera por su ocurrencia.

–Créeme, para hacerte yo un placaje tendrías que dejarte –le aseguró sonriendo mientras su mirada recorría el cuerpo de él–. Si al final la revista se va al garete… Bueno, y me quedo sin empleo, siempre puedo empezar de cero en Stirling. ¿No crees? –le preguntó formando un arco perfecto con sus cejas y mordisqueando su labio a la espera de la opinión de él.

Steven asintió de manera lenta y convencido de que podía ser una buena idea. No, una magnífica idea.

–Si es lo que quieres, no tengo más que decir. Pero ¿y la entrevista a Kathryn?

–No voy a sacarla. No puedo revelar tu identidad si no me das permiso. Y aunque me lo dieras estoy segura de que no podría hacerlo. No quiero traicionarte –le aseguró con un tono cargado de sentimiento y autoridad.

–No tienes por qué revelar mi identidad –le aseguró pensando en una ocurrencia, dejando que Cat lo mirara sin comprender qué había querido decir–. Puedes entregarle la entrevista a tu editora sin mencionarme.

–¿De qué diablos estás hablando?

–Hablo de que puedes haberme hecho la entrevista de forma telemática. –Steven miraba a Cat con un gesto de expectación y entusiasmo a partes iguales deseando que ella lo comprendiera y aceptara–. Con lo que anoche te conté puedes formular las preguntas. Si tienes alguna más estaré encantado de responderte.

–Bueno, bien pensado, no es mala idea.

–De ese modo causarás una buena impresión a tu editora.

–¿Y tú a la tuya? Si ve esa entrevista…

–Es cosa mía. Por eso no tienes que preocuparte ahora, sino por redactar una entrevista para Kathryn.

Cat frunció los labios y asintió una vez que recapituló las palabras de Steven y les dio forma en su mente. Luego esbozó una sonrisa porque después de todo iba a conseguir una entrevista con la escritora de moda en el Reino Unido.

–Es por lo que has estado peleando todo este tiempo. Te lo debo. Y soy consciente de que es lo que más quieres –le aseguró contemplando cómo el gesto de Cat parecía volverse uno de complacencia y seguridad.

–¿Y tú? ¿Qué es lo que quieres? –le preguntó extendiendo sus brazos para rodear a Steven por el cuello e irguiéndose ante él de forma poderosa antes de acercarse a sus labios.

–Ahora mismo lo tengo entre mis brazos –le aseguró esperando que ella lo besara y poderla abrazar para sentir su piel contra la suya una vez más.

 

 

Cuando entró en el Starbucks para tomarse un café, las miradas de sus tres amigas se clavaron en ella como si fueran dardos. Cat se quedó clavada en la puerta sin poder dar un paso más por temor a lo que pudieran decirle. ¿Qué coño les sucedía ahora? Sabían de sobra que había pasado la noche con Steven. No tenía nada que ocultarles, ¿no? Cuando recibió la llamada de Eileen para quedar un poco más tarde de lo habitual no percibió nada fuera de lo normal. Pero ahora…

–¿Puedo saber qué os sucede? –preguntó una Cat acercándose con cautela a la mesa donde estaban sentadas las tres. Todas se limitaron a hacer muecas y a regalarle sonrisas mientras era Eileen quien le enseñaba el periódico por la página en cuestión.

–¿La bella y la bestia? –preguntó Fiona con un toque de incredulidad en su voz, pero con cierto retintín mirando a Cat con gesto divertido.

Cat se dio cuenta al instante de lo que sucedía. Se había olvidado de ese asunto por completo, más centrada en Steven y en sus atenciones aquella mañana. Cat puso los ojos en blanco sin darle la más mínima importancia a la fotografía de Steven y ella besándose.

–Sí que te cundió la rueda de prensa, ¿eh? –Eileen pasó al ataque con un tono mordaz moviendo sus cejas con celeridad.

–¿No irás a decirnos que se trata de un montaje? –preguntó Moira frunciendo sus labios y llevando su mano al pecho fingiendo sentirse dolida por no saberlo.

–No. No voy a desmentir nada. Steven y yo estamos juntos, chicas –Cat decidió aclarar la situación con firmeza y determinación ante sus tres amigas antes de que comenzaran a burlarse.

Durante unos segundos ninguna dijo nada, limitándose a intercambiar sus miradas y a esbozar sonrisas.

–Eso nos ha quedado claro, pero… ¿Y ahora qué va a pasar? –Eileen entornó la mirada hacia Cat, quien se levantaba a pedir su desayuno.

–¿Qué quieres que pase? Lo intentaremos.

Las tres amigas se quedaron calladas sonriendo y pensando en lo último que Cat les había dicho.

–Vas a intentarlo con él –asintió Moira mirando a Cat por encima de su hombro a ver si regresaba a la mesa.

–Ya es hora. Y, por cierto, ¿para cuándo te vas a buscar tú a alguien? De ese modo las cuatro tendremos pareja –comentó Fiona mirando de manera fija a Moira–. Tanto, tanto con las almas gemelas y demás, y resulta que tú no la has encontrado.

–Bueno, seguirá vagando por ahí hasta que dé conmigo –comentó Moira restando importancia a este comentario de Fiona.

–Oye, por cierto, ¿qué vas a hacer con él? Ya me entiendes, tú estás aquí en Edimburgo y él en Stirling… –El comentario de Fiona captó la atención de Eileen y Moira, que al momento centraron sus miradas en Cat esperando que se pronunciara.

–Me marcharé a Stirling con el tiempo.

Ninguna de las tres abrió la boca para decir algo. Parecía que estuvieran asimilando dicha información. ¿Cat lejos de Edimburgo? ¿Lejos de ellas?

–A ver chicas, es lo más sensato. Yo puedo encontrar un trabajo de periodista en Stirling –les aclaró con total naturalidad.

–Asumes, por lo tanto, que te van a despedir –se aventuró a comentar Moira entornando su mirada hacia su amiga.

–No se trata de que vayan a despedirme o no. Se trata de que es lo que me apetece hacer. Empezar de cero en otra ciudad.

–Con la Bestia –apuntó Fiona señalando el periódico.

Hubo un momento de silencio en la mesa. Las tres contemplaron perplejas a Fiona por lo que acababa de decir y esta se limitaba a encogerse de hombros sin entender a qué venían aquellas miradas.

–¿Qué he dicho? Lo pone en el periódico –se explicó cogiéndolo en alto.

–Sí, con la Bestia –asintió Cat riendo por la ocurrencia de Fiona.

–¿Y en cuanto a lo de Kathryn? –La sugerencia de Eileen creó una expectación inesperada. Ahora que las cuatro sabían que Steven y ella eran la misma persona querían saber cómo iba a resolver Cat el asunto.

–En ese aspecto no hay problema. Iré a ver a Maggie para entregarle la entrevista –anunció Cat sonriendo y sacudiéndose de sus manos las migas del cruasán que se habían quedado en estas.

–Pero ¿vas a contarle la verdad? Que Steven es…

–No, Moira. No te preocupes por eso. No voy a revelar la identidad de Kathryn. Me limitaré a entregarle una entrevista que le he hecho vía Internet. Ya se me ocurrirá la manera de contárselo.

–En ese caso, ya que conoces la identidad de Kathryn, todo ese asunto ha perdido interés, ¿no? –le comentó Eileen apurando su café para marcharse.

–Jajaja, ¿estás de coña, no? –intervino Fiona mirando a Eileen como si acabara de contar un chiste–. ¿Perder el interés? Ahora empieza lo bueno, ¿verdad, Cat?

–Eres incorregible, Fiona. No hay modo de que Fabrizzio te cambie. Por cierto, ¿qué ha pasado con la apuesta? –Cat abrió los ojos como platos deseando saber en qué había acabado todo.

–Esta tarde iremos a comprarle un casco –anunció esbozando una amplia sonrisa de triunfo–. Es una chorrada que no quiera venir en moto. Recuerdo que fuimos de Florencia a Bolonia en una y puedo asegurarte que le gustó ir de paquete –dijo con toda intención arqueando sus cejas.

–Seguro que sí –asintió Eileen con un tono mordaz.

–Chicas, lo siento, pero tengo que dejaros. Tengo que ir a la biblioteca –anunció Moira levantándose.

–Pensaba que con el Festival todavía vigente no abríais –comentó Eileen frunciendo el ceño.

–El horario se reduce por el Festival, pero nada más –le aclaró Moira apretando sus labios hasta convertirlos en una delgada línea.

–Ya le he dicho que tiene que buscarse un tío –apuntó Fiona mirando a Cat–. Las tres estamos emparejadas. Eileen con Javier, Cat con su bestia particular. Y yo tengo a mi italiano.

–Cierto. Solo faltas tú, Moira –asintió Cat.

–Vale, vale, vale. No me agobiéis. ¿De acuerdo? No necesito un tío en mi vida por ahora.

–Pues tienes la mitad del día para buscarlo porque trabajas de mañana en la biblioteca. Podrías apuntarte a una web de contactos, ¿no? –sugirió Eileen sonriendo.

–Que sepas que tengo una amiga que me ha pedido ayuda para trabajar en su web de contactos.

–Y de paso… –sugirió Fiona arqueando sus cejas.

–Chicas, tengo que irme. Nos vemos –dijo Moira saliendo del Starbucks de la Old Town dejando a sus tres amigas plantadas y sin decir más.

Salieron a la calle para dirigirse cada una a su respectivo trabajo.

–Supongo que no te marcharás a Stirling dentro de unos días, ¿no? –El tono empleado por Fiona en nada se parecía a sus disparatadas ocurrencias y comentarios. Ahora era sincero y cargado de un ligero toque de tristeza porque esa situación se terminara dando.

–No, imagino que dejaré pasar un tiempo. Tengo que reorganizarme y todo eso, ya sabes.

–Stirling está a media hora más o menos de aquí. Podremos vernos los fines de semana –sugirió Eileen sintiendo que el grupo de amigas se podría terminar separando.

–Sí, es lo bueno. Pero ¿se puede saber a qué coño viene todo esto? –Cat se detuvo en mitad de la calle mirando a sus dos amigas sin comprender a santo de qué decían aquello.

–A que te echaremos de menos –le confesó Eileen esbozando una tímida sonrisa.

–No digáis bobadas. Estaremos en contacto. Además, todavía no me he marchado y no sé el tiempo que tardaré en hacerlo, así que dejaos de tonterías.

–Cierto, nos quedan algunas juergas que pasarnos todavía –señaló Fiona–. Me voy por allí –dijo señalando la entrada de la National Gallery.

–Sí, yo voy a Princess Street –apuntó Cat.

–Te acompaño. He de hacer unas compras –asintió Eileen.

Ambas dejaron a Fiona en la National Gallery y siguieron su camino. Cat iría a ver a Maggie para comentarle lo de la entrevista que esperaba que colara. Y que no le atosigara a preguntas sobre Kathryn. Meditar en ello le hizo pensar en Steven y que a estas horas ya estaría de regreso a Stirling. Habían acordado que él se marchara a casa y echara una mano a su hermana en la librería. No sabía cómo le afectaría esta separación, pero por ahora debía ser de este modo. Cat solo esperaba que no tardaran en resolverlo todo y que pronto ella pudiera estar en Stirling.

 

 

Cat se dirigió a hablar con Maggie para informarle de la situación con Kathryn. Lo había estado perfeccionando con Steven durante el desayuno y después de una sesión de sexo matinal. Los recuerdos de ambos sentados a la mesa del salón desayunando y puliendo algunos aspectos le produjo un ligero cosquilleo en la nuca. Lanzó un vistazo a su teléfono esperando un WhatsApp diciéndole que estaba en Stirling, pero no había recibido ninguno todavía. Inspiró hondo y se centró en pasarle a Maggie la entrevista de Kathryn McGovern. Recordar a Steven respondiendo a sus preguntas con aquella sonrisa irónica y sexy hacía que el estómago de Cat se revolviera. ¿Era posible que esa sensación que la embargaba fuera porque lo echaba de menos? Se detuvo en medio del pasillo saludando a unos y a otros, pero centrada en Steven. En ese momento, Maggie salió de su despacho para toparse con ella de bruces.

–Ah, Cat, ¿querías verme?

–Sí, sí. Iba a tu despacho a comentarte una cosa.

–¿Es importante o puede esperar a la comida? –le preguntó mirando su reloj.

–Kathryn McGovern –pronunció Cat articulando cada una de sus sílabas con sumo cuidado. Paladeando cada una de estas. Al momento percibió el gesto de extrañeza en el rostro de Maggie.

–¿Kathryn McGovern? Pensaba que lo habías dejado por completo. ¿Qué sucede?

Cat inspiró hondo repasando mentalmente la charla con Steven y lo que le contaría a Maggie para que pudiera ser creíble.

–Se ha puesto en contacto conmigo por correo electrónico para concederme una entrevista –le informó hablando despacio para observar las distintas muecas que el rostro de Maggie experimentaba.

Durante unos segundos esta no dijo nada. Cruzó los brazos sobre el pecho con la mirada entornada hacia Cat pensando que le estaba tomando el pelo. Pero al comprobar que el rictus de esta no variaba un solo ápice y que se limitaba a asentir no pareció quedarle dudas al respecto.

–¿Estás diciéndome que Kathryn te ha escrito? –Maggie se quedó con la boca abierta y los ojos como platos sin poder creer lo que estaba oyendo. Y cuando contempló a Cat asentir la cogió del brazo y tiró de ella–. Vamos a mi despacho.

Cat sentía el pulso acelerarse ante aquella inesperada reacción de Maggie. Estaba convencida de que le sorprendería, pero no hasta el punto de tirar de ella hasta casi arrastrarla por el pasillo hacia su despacho.

–Pero… pero ¿tú no lo habías dejado? –volvió a preguntarle mirando a Cat como si no le hubiera quedado claro la vez que se lo comentó.

–Sí. Te dije que la investigación no parecía llevarme a ningún sitio.

–Pero ahora ella se pone en contacto contigo para que le realices una entrevista. No logro entenderlo –le aseguró sentándose detrás de la mesa moviendo su cabeza en sentido negativo.

–Yo menos. Pero aquí tienes la entrevista –le dijo dejando sobre su mesa un par de folios impresos que Maggie pasó por alto porque se encontraba demasiado anestesiada con la noticia. Incluso se le había pasado preguntarle por la foto que publicaban hoy los periódicos en la que se la veía en actitud cariñosa con Steven Sinclair, capitán de la selección de rugby.

–¿No te ha comentado cómo demonios se ha enterado de que tú estabas interesada en ella? –le preguntó cogiendo los folios y echando un primer vistazo a estos.

–Al parecer escuchó de alguien en Stirling que yo estaba por allí preguntando por ella. –El comentario hizo que Maggie levantara la mirada del papel fijándola con determinación en Cat–. Debió de hacer su propia investigación hasta dar conmigo y con mi correo electrónico. Se puso en contacto y me comentó que me concedería una entrevista con dos condiciones.

–¿Qué condiciones? –Maggie entornó su mirada hacia Cat con cierto recelo temiendo que algo malo viniera a enturbiar aquella noticia.

–Que no insistiera acerca de su verdadera identidad. Ni mucho menos le solicitara una fotografía. Pretende seguir en su anonimato. Ah, y que no llame a la editora para intentar averiguarlo porque tu amiga no nos lo dirá. Tiene firmado un acuerdo de confidencialidad –le resumió con un gesto de fastidio fingido recordando las palabras exactas de Steven aquella mañana.

Maggie frunció los labios y movió la cabeza al tiempo que volvía su atención hacia la entrevista.

–Sin duda es una oportunidad única la que nos brinda Kathryn. Si no me equivoco, es la primera entrevista que concede. De manera que aceptaremos sus condiciones, no nos queda otra ya que no tenemos ni su nombre ni su fotografía –comentó Maggie sonriendo con ironía–. Luego, es de Stirling… Nuestro amigo nos dio un soplo verdadero. Y a eso hay que añadir las palabras de Rhona acerca de que podías estar hablando con ella y no saberlo. –Maggie entrecerró los ojos como si estuviera haciéndose una idea de quién estaba hablando. Sonrió dejando los folios sobre la mesa y enfocó su atención hacia Cat–. Está bien. Lo publicaremos. Buen trabajo pese a que ibas a abandonar, si no recuerdo mal…

–Sí, no me explico cómo ha podido suceder.

–Rhona me comentó que Kathryn podría ser cualquiera. Piensa en la gente con la que te relacionaste en Stirling durante tu breve pero intensa visita –le sugirió poniendo demasiada atención a sus últimas palabras–. ¿Tiene algo que ver con la fotografía que sale en todos los periódicos? –le preguntó con un tono de voz que no dejaba lugar a especulaciones cogiendo uno de los que tenía apilados sobre su mesa y mostrarle a qué se refería–. Me estoy planteando que nos concedas una entrevista después de ver las fotos.

Cat se mordió el labio contemplando el rostro de Maggie donde su ceja derecha se arqueaba con una mezcla de expectación y sorpresa.

–Fui a la rueda de prensa para entrevistarlo. –Esta fue la única respuesta que se le ocurrió a Cat bajo la atenta y escrutadora mirada de Maggie.

–Ya. Pues creo que se te fue de las manos –le aclaró sonriendo con ironía–. ¿Estás saliendo con Steven Sinclair?

Cat abrió los ojos haciendo una mueca de desinterés o de falta de atención que Maggie cogió al vuelo.

–Entiendo. No vas a darme detalles. No importa, no insistiré.

–¿Qué hay de la publicación? ¿En qué situación se encuentra? –le preguntó Cat, más interesada por su futuro profesional que por su vida privada. Aunque ambas parecían que iban a estar ligadas, al fin y al cabo.

–No voy a mentirte, Cat. La situación es la misma que te comentaba hace semanas. Espero que esta entrevista con Kathryn pueda subir las ventas, pero la cosa no pinta bien. Espero que tu puesto…

–Voy a marcharme de la revista –la interrumpió dejando a Maggie con la boca abierta sin saber qué más decir porque en verdad que no se esperaba algo así de ella.

–Bueno…

–Ya sé que no te lo esperabas y que te he dejado con la boca abierta.

–Sin duda que no lo esperaba. Imagino que tu decisión tiene que ver con la situación de la revista, ¿no?

–En parte se debe a ello y en parte a motivos personales.

Maggie esbozó una sonrisa de complicidad.

–¿Tiene algo que ver con la fotografía que aparece en los diarios?

Cat no dijo una sola palabra más. La expresión de su rostro, su mirada brillante y su sonrisa lo hicieron.

–En ese caso, te deseo lo mejor. Pero si quieres puedo contar contigo para más adelante, por si las cosas se terminan arreglando.

–No. Voy a dar un giro a mi vida. Seguiré ligada al periodismo, pero creo que todo esto me ha hecho plantearme otras opciones.

–Entiendo.

Cat extrajo un segundo documento de la carpeta en la que llevaba la entrevista a Kathryn y le tendió la carta de renuncia a Maggie.

–Lo tenías todo planeado, según veo –le comentó leyendo el documento en el que ponía de manifiesto su intención de dejar la publicación–. Lo pasaré a los de arriba, pero no creo que haya inconveniente para que acepten tu renuncia.

–Bien, en ese caso voy a retocar un poco el que tengo preparado sobre la segunda parte del Festival, ya sabes, el de la literatura –le aclaró haciendo un gesto con el dedo hacia su mesa.

–De acuerdo. Por cierto, ¿cómo te dejaste pillar? –le preguntó cogiendo el periódico abierto por la fotografía de Steven y de ella.

Cat abrió la boca para responder a su pregunta, pero al final se limitó a sonreír porque ella misma ni siquiera era capaz de explicar qué había sucedido. Tan solo que Steven la había cautivado sin proponérselo. A pesar del rebote que se cogió cuando descubrió que él era Kathryn McGovern y de que se había prometido no volverlo a ver… Algo en su interior no pensaba de la misma manera que ella.

 

 

Steven daba vueltas por Edimburgo esperando a que llegara la hora en la que ir a buscar a Cat. No había podido subirse al tren de Stirling porque, sinceramente, no tenía ganas de marcharse sin ella. De manera que llamó a su hermana Rowena explicándole cual era la situación en ese momento. Ella se encargaría de la librería hasta que él regresara. Y ahora él se encontraba en esa situación de tensa espera. No le había enviado ningún WhatsApp a Cat diciéndole que había llegado a Stirling porque no era cierto. Y tal vez ella se estuviera preguntando dónde estaba. Así que, bien pensado, se lo envió.

Estoy aquí.

El sonido de entrada de un WhatsApp captó la atención de Cat. Se había olvidado del teléfono durante el tiempo que estuvo trabajando en el artículo sobre el Festival. No había caído en la cuenta de que Steven estaría llegando a Stirling. Cogió el móvil deslizando el dedo por la pantalla. El mensaje la dejó algo desconcertada. Era escueto. Directo. Nada más.

¿Qué tal el viaje?

Steven no pudo evitar una sonrisa amplia al leer el mensaje. Bien, Cat seguía creyendo que él se había marchado a Stirling.

Te estoy esperando.

Cat abrió los ojos sin comprender qué estaba queriendo decir.

Dentro de unos días marcho a Stirling. En cuanto resuelva el papeleo aquí. Ya he dicho que me marcho de la publicación.

Steven frunció el ceño al leer aquello. ¿Iba a marcharse de la revista? Pero ¿cuándo lo había decidido? Confuso por esta noticia marcó su número para hablar de manera directa con ella.

A Cat la llamada la pilló saliendo de la oficina para comer algo en algún fast food de Princess Street. Le apetecía ir al bufé de comida china que había cerca de la estación de Waverley.

–¿Dime? ¿Llegaste bien?

–¿Qué significa que te marchas de la revista, Cat? –El tono no pretendía ser de reproche, pero a Cat se lo pareció.

–Lo que has leído. Me marcho antes de que me echen. Ya encontraré algo en Stirling cuando vaya. No te preocupes. ¿Y tú qué tal?

–Esperándote para comer.

Cat se quedó clavada en mitad del vestíbulo.

–¿Cómo que me estás esperando para comer?

–Estoy justo en la entrada del edificio donde trabajas mirando el reloj y deseando que aparezcas para irnos a comer. Tengo un hambre que devoro. Puedo asegurártelo –le dijo sonriendo divertido–. Si te parece bien podemos dejar de hablar por el teléfono.

Cat aceleró el paso hacia la puerta de salida. No le resultó nada complicado reconocerlo. Y cuando él levantó la mano para saludarla, Cat se apresuró hasta él para abrazarlo y besarlo sin importarle lo más mínimo que la gente los vitorease por aquel repentino gesto. Steven la acomodó a su cuerpo dejando que ella se fundiera con él.

–¿Qué haces aquí? Se suponía que te marchabas esta mañana y que… –Steven posó su dedo sobre los labios de ella para silenciarla.

–No quería irme sin ti. De manera que llamé a Rowena para explicarle la situación y lo entendió –le aclaró contemplando cómo el rostro de ella se iluminaba–. Y ahora dime qué es eso de que te marchas de la revista.

–Yo tampoco estaba dispuesta a dejarte marchar solo de regreso a Stirling. No me van las relaciones a distancia. No quiero largas esperas, llamadas interminables tras las cuales me quedo peor. No, Steven.

–Pero ¿y tu vida aquí? ¿Tus amigas? ¿Tu familia?

–Eso todo lo tengo contigo. Vendremos de vez en cuando a verlos a todos. Además, mis padres viven en Kelso, un pequeño pueblecito de las Borders.

Steven inspiró sin saber qué más podía decir. Aquello era sin duda lo mejor que podía sucederle.

–De momento, sería mejor ir a comer e ir puliendo todos los detalles de tu marcha de la publicación. Después veremos cuándo marchamos a Stirling.

–No me extraña que tengas hambre con este cuerpo –le susurró en sus labios atrapando el inferior y estirándolo de manera sugerente. Pasando sus manos por el cuerpo sonriendo de manera traviesa.

–Si sigues por ese camino es posible que me salte la comida y pase de manera directa al postre.

Cat sonrió volviéndolo a besar.

–Necesitas coger fuerzas para la noche.

–En ese caso no tengo nada que decir. –Steven la cogió de la mano en un gesto que sorprendió a Cat haciéndola sentir extraña y feliz al mismo tiempo.

 

 

Stirling, seis meses después

 

–Acaban de llegar –anunció Steven agitando los ejemplares de la última novela de Kathryn McGovern ante las miradas de expectación de Rowena y de Cat.

–¿Otra novela? ¿Por qué no me lo contaste? –le preguntó Cat cogiéndola en sus manos para pasar sus páginas.

–Empieza a acostumbrarte al secretismo de mi hermano –le advirtió a esta dándole un golpecito con el libro a su hermano en el hombro.

–Al menos estos nos los dedicará la propia Kathryn, ¿no? Ya que es tan reacia a mostrarse en público –le sugirió Cat guiñando un ojo a Rowena para que la apoyara.

–¿Sabes que tu artículo sobre Kathryn fue todo un éxito? –preguntó Rowena cogiendo el ejemplar que tenía guardado.

–Sí, eso he leído. La primera y única vez que Kathryn concede una entrevista, aunque fuera a través de un correo electrónico. Dime, ¿has pensado en revelar tu identidad? –le preguntó a un Steven centrado en dedicarles los libros a su hermana y a ella.

Steven levantó la mirada del libro y sacudió su cabeza.

–Ni hablar.

–Por cierto, ¿de qué va la novela? ¿Tiene algo que ver con el rugby? Lo pregunto por el título: Placaje a tu corazón –leyó Cat mirando a Steven.

–Es la historia de una extravertida muchacha que consigue hacer un placaje perfecto al corazón de un exjugador de rugby.

Cat frunció el ceño.

–¿Tiene algo que ver con…? –La pregunta quedó en suspenso cuando Steven corrió hasta ella, la rodeó por la cintura y ahogó sus palabras con un beso que le hizo abrir los ojos al máximo.

–Sin duda que el tuyo ha sido el único placaje que no he querido esquivar –le confesó enmarcando su rostro.

–Por suerte no se ha tratado de un placaje físico… –le rebatió paseando la mirada por el cuerpo de Steven provocando sus carcajadas y las de Rowena, antes de fundirse en un beso olvidándose de todo menos de ellos dos.