Un niño político – El tío “adeco” – “¡Viva Rómulo!” –
El Pacto de Punto Fijo – Wolfgang Larrazábal –
Guerrilleros en el botiquín – El padre preso –
La muerte de Kennedy – “Alianza para el Progreso” –
Un niño alfabetizador – De monaguillo – La muerte de la abuela –
El cura Velázquez – La Iglesia y los pobres – La visita del obispo –
Un buen alumno – La Enciclopedia Quillet –
“Triunfar en la vida” – Educando la voluntad –
Forjando un carácter – Fijando un destino.
En su infancia ¿qué lugar ocupaba la política?
Primero quisiera decirle algo: creo que fui un “niño político”. Como Aristóteles dice que “el hombre es un animal político”, fui un “animalito político”… Claro, cuando cae [Marcos] Pérez Jiménez [el 23 de enero de 1958] derrocado por las fuerzas revolucionarias venezolanas, bajo la dirección de la Junta Patriótica presidida por Fabricio Ojeda, yo tenía tres años y medio, y no conservo recuerdo alguno de cómo se vivió aquello en Sabaneta. Pero luego viene la Junta de Gobierno [del 23 de enero de 1958 al 13 de febrero de 1959], las elecciones [7 de diciembre de 1958], la victoria de Rómulo Betancourt, los años 1960 a 1963… Ya tengo 8, 9 años; y empiezo a captar cosas, de cómo esos acontecimientos entraban en aquella casita.
¿Y cómo entraban?
Por mi padre; a él siempre le gustó la política… Todavía hoy [en 2009] lleva por dentro aquella rebeldía silenciosa de mi abuela, su mamá. Desde joven era muy dinámico, participaba en muchas actividades… Y cuando su hermano, mi tío Marcos, venía de visita, discutían de política. Yo los oía… y distinguía bien que había dos posiciones: la de mi tío y sus amigos, y la de mi padre y sus amigos. Siempre respeté mucho —y respeto— a mi tío Marcos; representaba para mí una figura de la autoridad, era serio… pero con afecto. Tenía ese cargo de funcionario, de inspector de obras y estaba con el gobierno, claro… Era “adeco”, del partido Acción Democrática (AD)1 y la primera vez que oí a alguien hablar de Rómulo Betancourt, el Presidente de entonces [1959-1964], fue a mi tío; se definía como “romulero”, lo admiraba…
¿Había muchos “adecos” en Sabaneta?
Algunos había. Recuerdo que, en el año 1962, nos llevaron del grupo escolar, en unos camiones, a asistir a la inauguración de la carretera Puente Páez-Cejita-Mijagual-Santa Rosa,2 y alguien gritó: “¡Allá va Rómulo!”; así lo llamaba el pueblo: Rómulo, a secas. Yo lo vi, iba con una pipa, usando un liquiliqui blanco, que era el color de su partido. Y levantaba el júbilo en algunos sectores del pueblo.
¿Su tío frecuentaba esos sectores?
Bueno, él vivía en Barinas, pero sí, a la gente que más visitaba cuando venía al pueblo eran los “adecos”. Gente de cierto nivel económico; hacendados, o don Timoleón Escalona, que tenía la ferretería más grande del pueblo y vendía desde cemento hasta un tubito para la llave de paso, o los italianos, comerciantes generalmente conservadores; gente, en suma, cercana a las posiciones de aquel gobierno.
Pero Acción Democrática no era un partido conservador; era socialdemócrata, miembro de la Internacional Socialista.
Sí, en teoría eso es correcto. Rómulo Betancourt hasta figuraba como líder de las izquierdas de toda esta región donde abundaban los dictadores como Somoza, Batista, Trujillo o Duvalier, apoyados por Washington. Pero, como el desprestigio internacional de estos tiranos era demasiado grande, el imperio echó mano también de los dirigentes que se oponían a las dictaduras. Entre ellos Betancourt que estaba exiliado en Estados Unidos y pactó con los gringos. Ahí se le cae la máscara; firma el Pacto de Nueva York, en 1957, con Copei3 de Rafael Caldera. Y cuando retorna a Caracas, luego del derrocamiento [23 de enero de 1958] de Pérez Jiménez, gana las elecciones y llega al poder [13 de febrero de 1959] pero bajo el control de la oligarquía. Con la caída de la dictadura había comenzado una esperanza de cambio… Sobre todo que, muy cerca de Venezuela, en Cuba, isla del Caribe, un mes antes, el 1° de enero de 1959, había vencido Fidel Castro, derrocando a Batista a pesar del apoyo yanqui, y demostrando que una victoria antiimperialista era posible en América Latina en aquel momento… Pero Betancourt traiciona aquello, revela que no es un izquierdista; la oligarquía y la burguesía criollas lo envuelven y el imperio penetra su gobierno.
¿Y qué hace la izquierda?
La verdadera izquierda se alza; muchos se van a la montaña; surgen las guerrillas;4 algunos militares patriotas también lo hacen, el coronel Juan de Dios Moncada Vidal, por ejemplo, o el teniente Nicolás Hurtado Barrios, y otros oficiales y sargentos… El coronel Moncada Vidal llegó a ser uno de los comandantes de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). Hubo también dos rebeliones militares de izquierda: el “Carupanazo”,5 y el “Porteñazo”,6 en 1962.
En represalias, Betancourt golpeó muy duro; tenía una mentalidad sumamente conservadora y represiva. Fue el autor de una frase terrible en un discurso al ejército y a la policía: “Disparen primero y averigüen después”. Una represión espantosa se desató contra las corrientes progresistas, los movimientos políticos opositores, y hasta las Fuerzas Armadas… El Che Guevara lo había visto claro, porque parece que, en Costa Rica, en 1953 ó 1954, conoció a Betancourt, y comenta en una carta algo así: “He conocido a un venezolano que dice ser un revolucionario pero estoy seguro de que no es ningún revolucionario”.
¿Su padre militaba en algún partido?
Mi padre militó largos años en la democracia cristiana, en Copei; era “copeyano” porque le tenía aprecio a Rafael Caldera, su ética… Pero, en ese tiempo, estaba fundando, en Sabaneta, la sección local de un partido que tuvo ribetes de izquierda en sus orígenes [1946]: la Unión Republicana Democrática (URD). Luis Miquilena, Fabricio Ojeda y José Vicente Rangel fueron algunos de sus fundadores a nivel nacional. Era el partido de Jóvito Villalba [1908-1989], uno de los líderes prominentes de la política venezolana de los años 1930, 1940, 1950 y 1960. Había pertenecido al Partido Revolucionario Venezolano (PRV), fundado [en 1928] por el profesor Salvador de la Plaza [1896-1970] y los hermanos comunistas Eduardo y Gustavo Machado. Junto con Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, Jóvito Villalba formó “el trío de estrellas” de la política de ese cuarto de siglo. De todos ellos, Jóvito, con su partido URD, era el más a la izquierda. Ganó incluso las elecciones de 19527 [30 de noviembre] pero Marcos Pérez Jiménez, mediante un golpe de Estado, se proclamó Presidente. Luchador incansable contra las dictaduras, desde la de Juan Vicente Gómez [1908-1935] hasta la de Pérez Jiménez [1948-1958], Villalba pasó incontables años en el exilio o en la cárcel. Cuando cae Pérez Jímenez, aparece firmando, con Caldera y Betancourt, el Pacto de Punto Fijo.8
¿En qué consistía ese Pacto?
Se firmó en octubre de 1958. Pérez Jiménez había sido derrocado el 23 de enero de ese mismo año, la democracia se había restablecido y se acercaban las elecciones. Pero ¿qué pasaba? Se lanza de candidato Wolfgang Larrazábal apoyado por el Partido Comunista y por la izquierda.
¿Quién era Wolfgang Larrazábal?
Wolfgang Larrazábal [1911-2003] es un oficial de la marina, un almirante, que se une al movimiento revolucionario y participa en la rebelión que derroca la dictadura de Pérez Jiménez; y, en ese momento de transición, asume las riendas del país a la cabeza de una Junta Militar. Forma parte de una corriente militar llamada “trejismo”; aunque en verdad, él no era el jefe de aquella generación de oficiales. El líder se llamaba Hugo Trejo [1922-1998]. Lo conocí bastante, muchos años después me reuní con él, conversé mucho ¡Cuánto aprendí del coronel Hugo Trejo! Me llamaba “el otro Hugo”. Dirigió aquella juventud militar, a la que pertenecía el general Jacinto Pérez Arcay, apenas subteniente en esa época, que luego fue profesor mío en la Academia Militar y tuvo gran influencia en mi formación política. Pero los demás líderes empiezan a relegar a Trejo por considerarlo “izquierdista”; lo van neutralizando y consiguen sacarlo del país, lo mandan de embajador a Costa Rica.
Larrazábal había asumido el mando, tenía buen prestigio, carisma, un hombre joven, buen orador, en contacto con los movimientos progresistas. Le había enviado a la guerrilla de Fidel Castro, que aún estaba en la Sierra Maestra ya a punto de triunfar, unas 150 armas, fusiles M1 Garand, semiautomáticos, norteamericanos. Y al propio Fidel, que no lo olvida, le envió un excelente fusil FAL, automático, belga.9
O sea que, ante las elecciones de diciembre de 1958, Larrazábal surge como la figura del momento.
Sí, era un hombre culto, con gran conocimiento de la política y apoyado por casi todas las izquierdas. Entonces, Acción Democrática, Copei y la URD hacen esa alianza histórica: el Pacto de Punto Fijo en el que Betancourt, Caldera y Jóvito Villalba, líderes de la burguesía, deciden repartirse el poder y excluir toda posibilidad de victoria electoral de la izquierda. Al final gana Betancourt las elecciones del 7 de diciembre de 1958 por pocos votos; pero Larrazábal triunfó en Caracas.
En ese momento su padre militaba en la URD.
Sí, mi padre, seguramente antes de que se firmase el Pacto de Punto Fijo, fundó la sección local de la Unión Republicana Democrática en Sabaneta. Ellos se situaban más a la izquierda porque la fundó, por ejemplo, con un amigo suyo, Eduardo Zamudia, que terminó perseguido por las fuerzas del gobierno. Y con el doctor Escobar, un médico que vivía al lado de nuestra casa y una noche el Ejército allanó su domicilio, buscándolo. Ya se había marchado. Luego supimos que se había sumado a la guerrilla.
¿Eso fue al comienzo de los años 1960?
Sí, era al principio de esa década porque, en 1962, la URD se retiró del gobierno de Betancourt, se salió del Pacto de Punto Fijo y muchos de sus militantes —entre ellos Fabricio Ojeda que había sido presidente de la Junta Patriótica que derrocó a Pérez Jiménez en 1958 y luego diputado de la URD— se incorporaron al movimiento guerrillero que estaba naciendo en Venezuela. Ya había triunfado, en enero de 1959, la Revolución Cubana; y el maccarthysmo de Estados Unidos se trasladó aquí. Todo lo que olía a justicia social o a protesta era condenado por “subversivo”.
Era la época, en Estados Unidos, del dúo Eisenhower-Nixon.
Richard Nixon10 vino a Venezuela en 1958, cuando era efectivamente vicepresidente de Eisenhower,11 y fue recibido en medio de colosales protestas antiimperialistas.12 Presidente republicano de Estados Unidos después de un largo período de dos décadas de dominio demócrata, muy anticomunista y partidario de gobiernos militares fuertes en América Latina, Eisenhower había sido un aliado y protector de Marcos Pérez Jiménez a quien incluso había condecorado [el 25 de octubre de 1954] con la Legión del Mérito [Legion of Merit]… Todo eso se comentó en el pueblo.
¿Usted oía esos comentarios?
Recuerde que yo era un niño vendedor ambulante, recorría los lugares más frecuentados: las calles principales, el paseo, el cine, la gallera, la cancha de béisbol… Y oía muchos comentarios de política; porque Sabaneta era un pueblo pequeño pero politizado, muy politizado. Y sobre todo, en mi propia casa, aquel niño político comenzó a oír, por un lado, al tío que decía: “¡Viva Rómulo!”, y por el otro, al padre que replicaba: “¡Abajo Rómulo!”.
Luego mi padre abandona la URD y pasa a otro partido que surgió, ya socialista o que pregonaba el socialismo: el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP). Lo fundó un maestro, Luis Beltrán Prieto Figueroa [1902-1993], gran educador, socialista, compañero durante muchos años de Betancourt, pero cuando éste se desvía hacia la derecha, el maestro Prieto reúne a su gente del ala izquierda de AD y funda el Movimiento Electoral del Pueblo. Entonces mi papá comienza a traer a casa libros de Prieto, discursos. El símbolo de Prieto era la oreja, tenía unas orejas muy grandes; “el Orejón” le decían.
Yo oía a mi padre comentar esos acontecimientos. Y ya entendía que había como fuerzas encontradas; y también unos guerrilleros.
¿Había guerrillas cerca de Sabaneta?
Sí, y de aquí hacia el Apure; guerrillas de a caballo y de montaña, gente del Comandante “Arauca”;13 surgió un movimiento guerrillero de los Llanos, en Portuguesa, Barinas, Puerto Nutrias y Apure. Entre el piedemonte, Portuguesa y las montañas de Boconó había como un “triángulo guerrillero”. El Estado Mayor del Ejército colocó un puesto militar, un centro de operaciones en La Marqueseña, desde donde controlaba cualquier movimiento hacia la montaña o hacia el llano. Sabaneta fue prácticamente ocupada militarmente en esos años 1960… El pueblo se ubicó en una línea roja desde el punto de vista de la campaña antisubversiva que lanzó Betancourt. Hubo una campaña dura; no fue de los frentes guerrilleros más poderosos, pero hubo varios focos a lo largo de la sabana.
El comandante cubano Arnaldo Ochoa estuvo apoyando a las guerrillas venezolanas.
Sí, Ochoa14 estuvo, pero los cubanos desembarcaron por Barlovento, en Machurucuto,15 y después se fueron al estado Falcón. Allá en Falcón fue cristalizando uno de los frentes más fuertes de la guerrilla: el “Frente José Leonardo Chirino”16 que dirigía Douglas Bravo.17 También el MIR18 organizó focos guerrilleros en Oriente. Igualmente en Sucre y en Monagas fue duro. Aquí [en los Llanos] en cambio, la guerrilla no logró afianzarse porque ya los campos estaban muy abandonados, muy disminuidos, no había base social… Existían algunas condiciones pero no florecían.
¿Se sentía la presencia de la guerrilla?
Mire, yo tengo un viejo recuerdo… Mi padre trabajaba entonces en Los Rastrojos, a varios kilómetros del pueblo, y al salir de Sabaneta para ir hacia allí, había que pasar obligatoriamente por el botiquín de Francisco Orta.
El “botiquín” es como una taberna ¿verdad?
Sí, una taberna, un bar donde hay una rocola [juke-box] con música y la gente se toma su cerveza o su trago de ron. Entonces, mientras mi papá conversaba con los amigos dentro del botiquín, uno se quedaba fuera, en el patio, entraba y salía, porque aquello era como familiar y no un sitio prohibido para los niños; las familias se instalaban en el patio, hacían un sancocho de gallina…
¿Y qué ocurrió?
Un día, estando nosotros jugando precisamente en el patio, se presentaron unos hombres armados que bajaban de la montaña a buscar comida: era la guerrilla.
¿Su padre tenía algún contacto con la guerrilla?
Directamente no. Pero varios amigos suyos que eran de izquierda, o de la extrema izquierda, como el doctor Escobar o Zamudia de los que le hablé, al final tuvieron que irse a la guerrilla porque los andaban persiguiendo con las peores intenciones; o el bachiller Rodríguez que lo “desaparecieron”…
¿Había comunistas en Sabaneta?
Sí, entre ellos, los Orta, los del botiquín, Francisco, Juan, eran comunistas y luego se fueron a la guerrilla. Había entonces el rumor de que los comunistas eran “malos”… Guerra psicológica. Curiosamente, ese Francisco Orta, años más tarde, adhiere a nuestro Movimiento Bolivariano; y yo mismo volví, 25 años después, al mismo botiquín de Francisco, a aquella misma casa a conspirar con los mismos viejos y con los hijos. Porque el Partido Comunista de Venezuela (PCV), al que ellos pertenecían, decidió, desde 1957, impulsar una conspiración cívico-militar, estableciendo alianzas con las corrientes de los militares patriotas.19 Y, después de un paréntesis un poco largo —caída de Pérez Jiménez, guerrillas, fin de las guerrillas, “Carupanazo”, “Porteñazo”, “Caracazo”, etc.— surge el proyecto de nuestra rebelión del 4 de Febrero de 1992 alimentada con corrientes militares, corrientes patrióticas, corrientes de izquierda y corrientes de extrema izqui erda… Pero no quiero anticiparme, llegará el momento y lo hablaremos.
¿A su padre lo persiguieron?
Mi padre nunca participó en movimientos, digamos, “de abierto desafío al orden establecido”. Él y sus amigos eran sobre todo bohemios, contestatarios, anticonformistas. Mi padre fue muy parrandero, como “Juan Charrasqueado”20… Aunque sí estuvo una vez detenido en La Marqueseña que era un puesto de Comando Antiguerrillero. Arrestaron a todo un grupo y allí los encarcelaron una noche. Yo fui con mi madre a llevarle comida y a buscarlo. Recuerdo que entramos con bastante temor a ese puesto…, al cual diez años después volví como jefe.
¿Aún había guerrillas?
No. Cuando en 1975, graduado ya de la Academia, volví al puesto militar instalado en La Marqueseña, ya no había guerra. La misión más importante que me confiaron entonces era cuidar unos equipos de transmisiones gigantescos de la Embajada de Estados Unidos, unas antenas y unos equipos de telecomunicaciones y de transmisiones cifradas. Aquel puesto estaba al servicio de los gringos; era parte de todo el sistema operacional del Comando Sur.
¿Había personal estadounidense?
No llegué a verlo, pero evidentemente si instalaron esos equipos es que estaban los técnicos ahí, no iban a entregárselos a los venezolanos ¿no? O al menos instalaron los equipos y los operaban junto con técnicos venezolanos. En Venezuela hubo mucha presencia norteamericana hasta hace poco tiempo; cuando fui elegido a la presidencia, terminé de sacar a los gringos de las bases militares venezolanas donde tenían oficinas…
Me imagino que era con base en acuerdos…
Sí, acuerdos leoninos, abusivos, firmados con gobiernos entregados, sometidos que les daban a los gringos derecho a todo, a oficinas, despachos y hasta sitios inaccesibles para los venezolanos. Era masiva la presencia de “Boinas Verdes”21… Y en las bases aéreas tenían hasta oficinas de inspectores, imagínese… ¡En bases militares esenciales para la defensa y la seguridad de Venezuela! Inaceptable en cualquier país soberano. Eso se acabó. Pero, en fin, esto era un paréntesis, no quiero anticiparme…
Me hablaba usted de su padre preso.
Sí, mi padre preso uno o dos días allá, en el puesto de La Marqueseña. No creo ni que fuera por razones políticas, pero me acuerdo de mi visita y el miedo que nos infundían los soldados. Mi papá nos contó que, desde su celda, oía gritos de gente torturada… Yo me enteré después que en ese puesto antiguerrillero mataron a palos a unos jóvenes que eran enlaces de la guerrilla y a un médico de Barrancas. Ese evento también marcó mi niñez: los soldados, los montes y más allá de los montes: los guerrilleros y el ejército persiguiendo a amigos de mi padre… Esos primeros años de la década de 1960 estuvieron marcados, en Sabaneta y en la hilera de pueblos hacia el Apure, por mucha persecución… Y uno, de niño, pues oía muchas cosas; y por allá, lejanos, un tal Che Guevara y un tal Fidel Castro con su barba…
¿Usted oía hablar de ellos?
Sí, escuchaba hablar de Cuba, de la revolución que allí se estaba haciendo, del Che y de Fidel… Se comentaba, se hablaba, pero como en voz baja, cuchicheos; circulaban clandestinamente fotos de Fidel… En algún sitio vi la foto de Fidel y la del Che. Uno, a veces, agarraba un periódico; Últimas Noticias era el diario que más se leía. Mi tío compraba el periódico, y de cuando en cuando, muy de cuando en cuando, lo traía a casa; entonces uno veía… Para mí eran cosas muy lejanas, imprecisas, desdibujadas… No entendía. Pero sí, se oían esos nombres…
¿Le ha contado usted eso a Fidel?
Claro. Y lo invité a venir a Sabaneta. Fue un momento mágico, cuando Fidel llegó al pueblo.
¿En qué fecha?
Eso fue el año 2001…
Es la única vez que vino ¿no?
A los Llanos sí, pero a Venezuela vino siete veces a lo largo de su vida… La primera fue en 1948; era Rómulo Gallegos presidente. Nunca olvida el viaje que hizo desde el aeropuerto de Maiquetía a Caracas por la carretera vieja; aún no existía la autopista. Cuenta que pensó que el taxista lo iba a lanzar por un barranco porque corría mucho, y él, en un momento determinado, tuvo que decirle: “Oiga, o usted disminuye la velocidad, o yo me bajo del carro”. Era líder estudiante entonces; iba para Bogotá a un Congreso Universitario, que es cuando mataron a Gaitán —ya hablamos de ello—, y pasando por Caracas le pidió audiencia a Gallegos que tenía mucho prestigio entonces; se hablaba de la “revolución venezolana”…
Luego regresó, en su primer viaje al exterior después de la victoria de la revolución, para celebrar el primer aniversario del 23 de enero de 1958 [derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez], yo todavía era un niño, y él mismo me ha contado que sintió vergüenza ajena porque cuando nombró al presidente Betancourt en El Silencio [en una plaza de Caracas], el pueblo pitó estrepitosamente a Rómulo, una bronca de antología… Betancourt no se atrevió a ir a El Silencio; pero Fidel varias veces se refirió a él, y tuvo que hacer señas con las manos para que la gente no siguiera pitando.22 Ya el pueblo había intuido la traición que luego se entronizó durante 40 años, hasta el 6 de diciembre de 1998 [primera victoria electoral de Hugo Chávez], hasta el 2 de febrero de 1999 [comienzo del primer mandato presidencial de Hugo Chávez]…
¿Además de la Revolución Cubana, recuerda usted haber oído hablar de algún otro acontecimiento político internacional?
La muerte de Kennedy.23
En 1963, ¿el eco de aquel asesinato, en Dallas, llegó hasta Sabaneta?
En 1963, estaba yo comenzando mi cuarto grado; al presidente Kennedy lo matan el 22 de noviembre. Y al día siguiente, en la mañana a primera hora, llega la maestra Lucía Venero y nos dice: “¡Ay muchachos, temo que haya una guerra mundial: mataron al presidente Kennedy!” Yo salí muy preocupado a contárselo a mi abuela; que iba a haber una guerra mundial, y a oír las noticias…
¿Usted, ya había oído hablar de Kennedy?
Fíjese, había visto algunos libros con la foto de Kennedy. Ya había propaganda pro-estadounidense; lo presentaban un poco como el “padre bueno”. Así que ya sabía quién era John Fitzgerald Kennedy, pues. O sea, sabía que era Presidente de Estados Unidos, y uno, niño campesino, no veía a Estados Unidos todavía como una amenaza; para nada.
¿Había alguna presencia norteamericana en Sabaneta?
Recuerdo lo siguiente: a Sabaneta llegaron, a principio de los años 1960, unos muchachos norteamericanos, John y David. Imagino que eran de los Cuerpos para la Paz [Peace Corps24]; llegaban y repartían comida, alimentos, avena —sobre todo de la marca Quaker—, hacían como unas ferias y repartían bolsas de comida. Yo tendría seis o siete años. Luego, en la escuela, nos daban clases de inglés en la pizarra del salón; me enseñaron las primeras frases en inglés: “How are you?”; esa pronunciación la aprendí de ellos. Llevaron a la escuela guantes de béisbol, jugué pelota con ellos; también jugaban básquetbol [baloncesto]; John tocaba la guitarra; sembrábamos árboles… Se quedaron en Sabaneta uno o dos años. La escuela era como el centro de actividad de estos norteamericanos, luego desaparecieron…
Sin duda formaban parte del programa “Alianza para el Progreso”,25 una política de penetración de los Estados Unidos que había lanzado Kennedy para tratar de frenar la influencia de la Revolución Cubana y de Fidel Castro en todas estas regiones de América Latina.
John F. Kennedy vino a Venezuela en diciembre de 1961 e incluso todavía hay gente que recuerde a Kennedy y a su esposa Jacqueline en La Morita, en las afueras de Maracay, entregando títulos de propiedad de tierra a campesinos, porque Rómulo Betancourt había firmado un decreto para lo que llamaron “reforma agraria”… La estrategia de Estados Unidos era entonces de impulsar por toda América Latina la reforma agraria…
Para que los campesinos no se sumaran a la revolución.
Correcto. Entonces Rómulo Betancourt asume la reforma agraria y entrega tierras. Claro, aquello terminó siendo toda una farsa porque no hubo acompañamiento, ni hubo planes productivos, y terminaron los ricos, los latifundistas comprando a precio de gallina flaca las tierras que se habían entregado a los campesinos pobres. Éstos no recibieron ni maquinaria, ni créditos, ni atención para nada. La Venezuela petrolera no tenía ningún interés en producir alimentos…
¿A Sabaneta, llegó algún otro efecto de la “Alianza para el Progreso”?
Sí, recuerdo algo que también llegó, en esa época: un libro, Abajo Cadenas,26 para una campaña de alfabetización dirigida sobre todo hacia los campos. Yo fui alfabetizador. Estando en sexto grado me dieron un diploma de alfabetizador —mi abuela lo guardó muchos años—, por haber enseñado a leer y a escribir a dos compatriotas, dos señores campesinos…
¿Abajo Cadenas se llamaba el manual?
Sí, es una expresión sacada de nuestro himno nacional, y así se titulaba aquel librito. La idea de base evidentemente era buena porque el analfabetismo era enorme por estos campos, producto de la incuria de tantos gobiernos y había que romper las cadenas de la ignorancia, de la incultura.27 Pero la aplicación de aquel programa también resultó ser una farsa. Yo que era un niño me daba cuenta. Porque el patrón de evaluación era saber poner el nombre. Si al cabo de unas clases, una persona sabe poner su nombre y apellido, ya aprendió. Alfabetizada pues.
Usted pensaba que no era suficiente.
Claro. Y comencé a ser contestatario; reclamaba; se lo decía a mi padre y a mi madre, maestros: “Pero es que el señor Juan, lo que sabe es poner ‘Juan’, eso no es saber leer y escribir”. Para aquel manual, saber leer era decir lo que venía en el libro: “ala”, y un ala dibujada; “pala”, y una pala dibujada; “casa” y una casa dibujada; “tapara”, y una tapara dibujada; “maraca”, y unas maracas dibujadas… Ala, pala, casa, tapara, maraca, y cuatro cosas más… y ya: alfabetizado. Era una farsa, una mentira, un fraude. Porque cuando le quitabas el libro a aquel señor y le modificabas los dibujos de la casa y la pala, se equivocaban. Una vez lo hice, no por maldad, sino para ver si habían aprendido de verdad. Y pude verificar que no aprendían bien.
Me tocó un campesino, Juan, y su esposa, tenían como ocho hijos, y él les pegaba como un demonio, con el cinturón, a aquellos niños: “La letra con sangre entra”, decía. Pero aquellos niños tampoco estudiaban, no iban a la escuela… Andaban recogiendo el ganado… Hasta recuerdo que, a esos niños, les llevé de regalo cometas, papagayos, de la industria que yo tenía… Mi hermano Narciso era mi ayudante en la alfabetización —también lo era en la fábrica de papagayos y de “arañas”—, era más pequeño que yo, pero me lo llevaba conmigo a casa de esos campesinos. Vivían en las afueras de Sabaneta, rumbo a la “carretera negra”, en las postrimerías del pueblo. Recuerdo a aquel campesino, Juan Camejo, haciendo un esfuerzo para escribir… Hasta ellos se daban cuenta de que era una farsa. Ése es el impacto que tuvo en ese pueblo el nuevo gobierno y las políticas de la “Alianza para el Progreso”.
Cambiando de tema, ¿qué lugar ocupaba la religión en su infancia? ¿Su abuela, por ejemplo, iba a misa?
No, jamás yo recuerdo que mi abuela haya ido a la iglesia, jamás en todos esos años.
Pero, ¿le hablaba de religión? ¿Le enseñó los Evangelios?
No es que fuera atea, tampoco era santera, ni curera, pero no era mujer de ir a misa, o de hablar de la religión. Nunca iba a la iglesia pero era muy creyente, rezaba mucho.
¿Está usted bautizado?
Sí, claro, me bautizaron; le hablé de Eligio, mi padrino de bautizo. Todos nosotros fuimos bautizados. Mi abuela era, le repito, muy creyente, pero no hablaba de religión, ni de la Biblia, ni de nada de eso.
¿En aquella casa, había imágenes religiosas?
Había imágenes, pero muy modestas. Lo que más le gustaba a ella, en Navidad, era el pesebre, y más aún cantarle al Niño Jesús, al Niño Dios…
Villancicos y el belén.
¡Ajá! A ella le encantaba, y yo era uno de los que participaba en la construcción del pesebre todos los diciembres. Incluso después de que me fui de cadete al Ejército, ella no hacía el pesebre hasta que yo no llegaba de vacaciones. Esperaba a que llegara y dijera dónde iba el pesebre, y que la ayudara; yo hacía casitas, animalitos de cartón y le pintaba las estrellas, el cometa.
¿Rezaba usted cada noche antes de acostarse?
Sí rezaba, y además yo tenía otra costumbre que conservé hasta de adolescente: inventar una oración. Le rezaba a Dios y pedía por lo que normalmente uno pide, pero le ponía cosas más personales, como asumiendo un compromiso. Pero yo rezaba mi Padrenuestro.
¿Iba usted a misa?
Sí, porque mi mamá era muy de ir a la iglesia, y cercana al cura. Incluso decidió hacerme monaguillo; fue ella quien influyó para que me metiera de monaguillo; quería que fuera cura. A mi abuela no le gustaba mucho.
¿Por qué?
Cuando me veía vestido de monaguillo, se disgustaba: “¡Ay! Hijo. ¿Qué es eso de monaguillo?”. Me decía: “¿Usted cree que porque se ponga ese traje y porque vaya a la iglesia está usted con Dios?”. Me alertaba: “¡Cuidado con los curas!”. “¡No le crea todo lo que diga el cura!”. Recuerdo que se reía cuando me oía, en el cuarto, repetir alguna frase en latín: “Per sécula seculorum…”. Se burlaba: “Ahora tengo a un curita en la casa. Amén”. Le ponía velas a los santos para que no siguiera en eso… Y cuando me salí de monaguillo se alegró mucho. Siempre bromeaba conmigo; toda la vida fuimos los dos como amigos…
Como cómplices.
Sí, como cómplices hasta el último día. El día de la despedida fue terrible. Ya yo era capitán, era diciembre del año 1981, vine a pasar unos días a Barinas, pero ella estaba ya tan mal, tan delgadita, tan acabadita. Adán que vivía aquí, era profesor de la universidad, me mostró unos negativos de Rayos-X que le hicieron, y me explicó que no le quedaba mucho de vida. El médico me lo confirmó: “No le queda mucho, los pulmones están destrozados, y sufre enormemente…”. Ella vivía en un cuartico, en casa de mis padres, descansaba en una camita, y yo puse un colchón en el suelo al lado de su cama, y le daba masajes en la espalda. Me acuerdo mucho. Le hice un pesebrito y pasé con ella aquella Navidad. Cuando me iba a ir, el 26 de diciembre, la abracé y era hueso ya, muy delgadita, un esqueleto, no comía. Entonces me puse a llorar, y ella, me acuerdo, me dijo: “No llore, que con tanta pastilla que me estoy tomando seguro que me voy a curar…”. Ella sabía que estaba muy mal, sólo tenía un tratamiento para los dolores, un simple analgésico. Y no lloró, para no darme pena. Para consolarme a mí…
Mi abuela era eso, como una rebeldía silenciosa dentro del mundo que vivió. Y sabia, con esa infinita sabiduría popular; porque el pueblo es sabio. Una mujer tranquila; no recuerdo haberla visto nunca furiosa o llena de ira, nunca.
¿No se enfadaba con usted de pequeño, con sus travesuras?
Muy rara vez yo recuerdo a mi abuela molesta. Era, le repito, el ejemplo, el trabajo, la honestidad, el amor. Era muy amorosa con las cosas más humildes. Como San Francisco de Asís. El termo del café, por ejemplo; ella era un amor con el termo del café; la cocina, la cuidaba con infinito esmero; los animalitos, por más humildes que fueran; había que querer al perro Guardián, al gato, porque el gato era un amor, y al loro. Tanto era así que en una de las primeras cartas que le mandé cuando llegué a la Academia Militar, en septiembre de 1971, le hablaba de Tribi, el gato, y de Loreto, el loro, que eran como miembros de la familia pues. Ella humanizó al perro, al gato y al loro.
¿Está enterrada en Barinas?
Sí, en Barinas.
¿Tenía cáncer de pulmón?
No, tuberculosis.
Enfermedad de la pobreza.
Sí, de la pobreza y del trabajo; de tragar mucho humo desde niña en casas mal ventiladas y de trabajar hasta el agotamiento en los campos.
A pesar de la opinión de su abuela, su mamá lo hizo monaguillo.
Sí, mi mamá me indujo pues. Comencé a ir a la iglesia, estuve en todos los cursos de primera comunión y entonces, quizás por algunas habilidades que tenía, verbales seguramente, me seleccionaron. Parece que tenía condiciones para monaguillo. E hice de monaguillo un año creo; estimo haber tomado “la vida monástica” como entre los 8 y 10 años.
¿Usted se confesaba y comulgaba cada semana?
Siendo monaguillo estaba obligado a confesarme, a comulgar, a limpiar la iglesia, a tocar las campanas, a recoger la limosna…
¿Recuerda usted al cura?
Sí, creo que era suramericano… Pudiera haber sido ecuatoriano; Velázquez se llamaba; llegó al pueblo y se instaló en aquella antigua iglesia de techo de palma, grande, muy fresca, muy bonita… en la esquina este de la Plaza Bolívar. En el mismo lugar en que está la iglesia hoy, pero ya no es la misma, es un edificio nuevo.
¿Recuerda usted alguna conversación con aquel cura?
Sí, porque comencé orientado por él. No olvidemos que estamos a esas alturas por 1963, 1964, o sea yo iba a cumplir los 10 años. Y recuerdo a aquel cura conversar; no he olvidado algunas ideas que me llamaron la atención y se me quedaron grabadas. Yo era un niño pobre y todos mis amigos eran pobres. Algunos pertenecían, digamos, a una clase media rural, sus padres tenían una finca o un negocio, etc. Pero mis amigos más cercanos eran muy pobres; Laurencio Pérez, por ejemplo, vendía mondongo, carne, con una bicicleta de reparto; todos éramos muy pobres, campesinos. Entonces yo me sentía identificado con lo que el cura decía cuando hablaba de la “opción preferente de la Iglesia por los pobres”. Y comencé a identificarme con el “Jesús revolucionario”.
“Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre”, dijo Juan el profeta. “Él es un invencible”. Ni siquiera el diablo pudo con él. Comencé a identificarme con esa figura de un Cristo crucificado por defender la opción preferente de los pobres… El Jesús retador; un Jesús que retó al Poder; el Jesús compasivo, quien “al ver las multitudes tuvo compasión de ellas porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”.
¿El cura les hablaba de todo eso?
Sí, nos leía, nos hablaba del Jesús del llamamiento: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar…”. Recuerdo aquella iglesia con mucho cariño. Tomé con seriedad mi condición de monaguillo. Hasta me acuerdo que estudiaba latín, el Padre Velázquez nos enseñaba algunas frases en latín… Es más, recuerdo incluso que después de que me vine a Barinas a estudiar bachillerato, seguía visitando a ese cura; él convocaba a los jóvenes que estábamos estudiando secundaria fuera de Sabaneta, nos invitaba a reuniones y conversaciones, y discutíamos. Nos leía unos textos que tenía, unos libros, y evocaba el tema de la “opción preferente de la Iglesia a favor de los pobres”.
Muchos años después, enlacé esas conversaciones del Padre Velázquez con las tesis de Juan XXIII,28 aquel Papa progresista, del Concilio Vaticano II [1962-1965] y también con las de la Asamblea extraordinaria del CELAM [Consejo Episcopal Latinoamericano] de Mar de Plata [Argentina, 1966], y las Conferencias de Medellín [Colombia, 1968] y de Puebla29 [México, 1979] y con la Doctrina Social de la Iglesia, una Iglesia progresista que iba a recorrer los mundos. Yo me imagino que aquel cura, más aún si era latinoamericano, estaba muy impactado por las ideas de la Conferencia Episcopal de Mar del Plata, en Argentina, esa reunión de los obispos de América Latina donde se empezó a elaborar un documento sumamente progresista…
El embrión de lo que iba a ser la “Teología…
… de la Liberación”. Sí, por esos años estaba naciendo en efecto lo que se llamó más tarde la “Teología de la Liberación”.30 Creo que caí en manos de un cura progresista, un sacerdote bueno, joven, humanitario, muy conversador, que nos inducía a leer y que hablaba de la “opción preferente de la Iglesia por los pobres”… Nunca he vuelto a tener noticias de él.
Era la época también de Camilo Torres.
En efecto, por esos años el sacerdote revolucionario colombiano Camilo Torres [1929-1966] estaba ya luchando en las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia. No dudó en empuñar las armas porque pensaba que el compromiso de la Iglesia, y el suyo como cura, debía ser como el de Cristo: un compromiso con los pobres, con los que están en gran necesidad. Él partía de un postulado cristiano: la gente pobre se merece un cuidado preferente, ya que Jesucristo vino para defender a los necesitados.
Camilo Torres fue un verdadero ejemplo, dio su vida por la causa de los humildes. Y otros sacerdotes progresistas se sumaron también, en otros países de América Latina, a la lucha por una nueva sociedad fundada en la justicia, en la libertad, en la verdad y en el amor. Por ejemplo, Gaspar García Laviana [1941-1978] que agarró las armas contra Somoza en Nicaragua cuando entendió que un cambio político pacífico no permitiría liberar a los pobres de las terribles condiciones que él observaba cada día. Y murió en combate.
¿De lo que predicaba el Padre Velázquez, sacó usted esa enseñanza de que la religión era también un mensaje para los pobres?
Mire, la lección que saqué es que había que estar siempre del lado del débil, del humilde, del que esté pasando por situaciones de pena. Recuerdo, por ejemplo, un acontecimiento: había un policía que era amigo de los niños, entre ellos mío —he olvidado su nombre—, y ese policía, en una ocasión, mató a un hombre en la plaza; unos borrachos estaban peleando, él salió para calmarlos, uno de los borrachos sacó un cuchillo, él desenfundó su revólver y desgraciadamente lo mató; en defensa propia, pero mató a aquel borracho que lo agredió.
El cura nos habló del caso; y después de la conversación con el cura, me dirigí a la tienda de los Zanetti a comprar una manzana, con una o dos lochas31 del producto de la venta de las “arañas”; luego crucé la plaza y pedí visitar al preso, en su celda, porque lo iban a trasladar a Barinas. Fui a llevarle una manzana a aquel policía en prisión. O sea, aunque nos causó dolor la tragedia de la muerte de aquel hombre borracho, aprendí de ese cura —además de lo que ya había aprendido de mi abuela—, a estar del lado del que caía en una desgracia, del lado de quien estaba en una situación de dolor; en suma, del lado de los pobres. Creo que fue la mayor enseñanza que recibí en esa época de monaguillo con ese Padre Velázquez, que sin duda era un cura progresista. Esa experiencia con aquel cura y con el discurso social de la Iglesia, creo que influyó en mi formación, sobre todo para ir asumiendo una línea, una corriente cristiana progresista, humanista, socialista, revolucionaria, que luego fui elaborando con más profundidad.
¿Qué otras cosas aprendió siendo monaguillo?
Valores humanos; sobre la condición humana. Como monaguillo estuve, por ejemplo, en misas “de cuerpo presente” y aprendí a tener contacto con la muerte. También, con el cura, estuve preparando bautizos. O sea tuve contacto directo con la vida del bebé, y con la muerte, cerca de la muerte, viendo un cadáver y rezando el rosario o el Padrenuestro para consolar a la viuda y a los huérfanos llorosos.
¿Asistía usted a los entierros en el cementerio también?
Sí, de cuando en cuando había una que otra misa en el cementerio. Entonces uno se acostumbró a ser testigo de momentos decisivos de la vida: a ver la muerte muy de cerca y a ver la felicidad del bautizo de un niño recién nacido. Y también la alegría de tocar las campanas porque era hora de la misa o porque llegaban las fiestas patronales. ¡Oh! ¡Qué fiestas! Me encantaba lanzar cohetes.
Sí, la artillería popular. Me gustaba mucho lanzar esos cohetes.
¿Recuerda usted las imágenes que había en aquella iglesia?
Claro. Una escultura de Cristo, y una cruz de madera vieja, muy antigua, traída hace muchísimos años de España. Las imágenes de la Virgen del Socorro, del Carmen, de Nuestra Señora del Rosario patrona de Sabaneta; y otras imágenes. Sí, la iglesia tenía —y tiene— imágenes pero no era una iglesia de esas sobrecargadas de santos; no, era una iglesia muy humilde, como el pueblo.
¿En la escuela también se hablaba de religión?
Bueno, fíjese como estaría yo metido en el tema de la Iglesia, que recuerdo —estando en sexto grado, es decir en 1966— la llegada a Sabaneta, por primera vez, del nuevo obispo de Barinas, Monseñor Rafael González Ramírez. Es decir, a Barinas le confirieron la categoría de obispado,32 y nombraron al primer obispo el cual, recorriendo las parroquias de su nueva diócesis, vino a Sabaneta. En mi escuela “Julián Pino” se organizó un acto. Y a mí me designaron para tomar la palabra y leer un saludo al nuevo obispo. Le di la bienvenida a la escuela; eso era ya con micrófono, y el obispo se me acercó, me puso la mano en la cabeza, me echó la bendición y dijo: “Donde hablan los niños reina la paz…”. Nunca se me olvidará. ¿Cómo se le va a olvidar esa frase a un niño de 12 años?
¿Le confiaron esa misión porque había sido usted monaguillo?
Seguramente, pero sobre todo porque era un buen alumno. Debo recordar que mi padre era maestro en esa misma escuela; lo habían cambiado del monte donde se hallaba alejado, y ahora estaba en Sabaneta. A Adán y a mí, mi padre nos puso una condición: “Cuando no saquen 20 puntos sobre 20 en los exámenes de la escuela, pierden el derecho a ir al cine”. Aquello fue una motivación. Modestia aparte, yo sacaba 20 siempre; y eximí todos los grados de primaria; todos.
¿O sea nunca presentó usted examen final?
Correcto. Había una norma: el alumno que sacara 19 ó 20, no presentaba exámenes finales; era eximido. Yo eximí todos los grados de primaria. Me gustaba mucho estudiar. Alrededor de mí, todos me alentaban, mi abuela, mi padre. Mi mamá que también era maestra, siguió unos cursos, hizo normalismo y se diplomó de maestra. Todos ellos me estimulaban para que mejorara.
Puede sonar como inmodesto, pero creo que fui el mejor estudiante del grupo escolar “Julián Pino” en todos esos años. Entonces, claro, los maestros y las maestras decían: “Llegó el obispo, que hable Huguito Chávez”. “Es el Día de la Bandera, o es el Día de la Fiesta patria”…
“… que hable Huguito Chávez”.
Sí, y además Huguito Chávez hablaba…
¡Ya sabía hablar!
¡Sabía hablar! [risa]. Decía cosas que no expresaban los demás niños. Actuaba en obras de teatro, jugaba al béisbol, dibujaba, cantaba…
¿No era usted tímido?
Sí, lo era; era tímido, pero vencía la timidez de esa manera. Sentía cierta timidez en el trato personal, pero cuando estaba en el campo de juego, en el escenario de la obra de teatro o en el lugar del discurso, la timidez se desvanecía. Yo era tímido por humilde, por modestia; y sigo siéndolo; me choca hablar de mí mismo; a veces tengo que hacerlo ante preguntas como las suyas, en situaciones como ésta. Pero me cuesta decir lo que le dije: que creo haber sido el mejor alumno de aquella escuela.
Y apreciado por sus maestros, me imagino.
Muy querido. Sobre todo por las maestras, debo reconocerlo. Como toñeco [mimado]. Aquí se usa mucho la palabra ‘toñeco’ para decir “el más querido”, el “preferido”. Las maestras me ponían, en época de Navidad, a dibujarles los motivos de las cartulinas [tarjetas de navidad], a representar pesebres, y hasta a cantar los aguinaldos [villancicos]; uno inventaba hasta coplas, canciones y cosas de ésas.
¿Le sirvieron más tarde todas esas experiencias?
Si hacemos un pequeño balance de aquellos años de mi infancia y preadolescencia; años de educación y de formación, de afianzamiento de una personalidad, vemos que hay un conjunto de elementos que sin duda dejaron huella e influyeron: ese niño trabajador formado por su abuela al conocimiento de la naturaleza y de los trabajos del campo en aquel patio que era como un universo; aquel niño que andaba por las calles vendiendo dulces y que salía de vez en cuando con Ubaldino Morales en una camioneta a vender plátanos en otros pueblos; ese niño que oía hablar de “Maisanta”, de Zamora y de Bolívar que habían pasado por Sabaneta; ese niño que estaba en la escuela primaria y estudiaba sus libros; ese niño que era monaguillo y escuchaba a un joven cura hablar de la “opción preferente de la Iglesia por los pobres”; el niño que leía Tricolor, las biografías de los héroes de Venezuela, su amor por la historia, y vuelvo al tema de Marc Bloch: “¿Para qué sirve la historia?”.
Yo fui entrándole a la historia por distintas vías, llevado por una corriente de ese río invisible que cruza sabanas, árboles, pueblos, que es invisible pero tiene una tremenda fuerza: la historia viva. Fui como acercándome, por distintas vías, a ese río que es la historia, y después me tiré al río, me absorbió el río, y ese río me llevó hasta aquí.
¿Su padre, como pedagogo, le estimuló a interesarse por la historia?
Sí, mi padre me incentivó mucho al estudio de la historia. Además, él fue mi maestro de aula en quinto grado. ¡Qué genio tan duro! Era severo y exigente. Los muchachos que no cumplían con las tareas le temían; llevaba en un dedo un grueso anillo de graduación que llamaban “casco de chivo”… Conmigo era aún más exigente; si no sacaba 20, es como si estuviera reprobado. Una vez no pude presentar una tarea a tiempo porque me quedé moliéndole un maíz a mi abuela, y yo mismo pude sentir en mi cabeza la dureza del “casco de chivo”…
Ese año también empezó a meterme en el equipo de béisbol. Y me ponía a hablar en los actos. Incluso me preparó un discurso un Día de la Bandera, que comenzaba así: “La Bandera que Miranda trajo y que Bolívar condujo con gloria…”. Yo no lo quería leer, pero insistió, y me puso a practicar… Porque él es como mi abuela: amor, paciencia, bondad; un hombre bueno. Siempre tuvo un alto grado de superación y nos lo transmitió. Fíjese que, partiendo de Sabaneta donde casi nadie iba siquiera al liceo después de primaria, todos nosotros, mis hermanos y yo, hicimos estudios superiores. Mi padre era empeño, una exigencia al máximo y facilitarnos el estudio, un docente pues, en la casa y en la escuela; y nos criamos en ese ambiente de maestros, los amigos de papá, docentes, profesores.
Cuando mi padre comenzó a dar clase, allá en Los Rastrojos, en San Hipólito, en el campo, tenía apenas el sexto grado aprobado; pero, ante la falta de maestros, lo formaron y lo nombraron maestro. Así que fue haciendo cursos, superándose, haciendo talleres de formación en época vacacional, en Barquisimeto, durante los años 1957, 58, 59… para graduarse de verdad. También estuvo en Caracas siguiendo unos cursillos de perfeccionamiento pedagógico; por cierto, cuando el terremoto de Caracas, el 29 de julio de 1967, mi padre estaba allí, y nosotros, después de las evacuaciones, llorábamos a mi padre porque decían que Caracas se había desaparecido, pero a los dos días llegó un telegrama anunciando que estaba bien… Y entonces, cuando él estaba en Barquisimeto para preparar sus exámenes, compró estos libros extraordinarios [me los muestra]…
El Diccionario Enciclopédico Quillet, francés. Aristide Quillet33 era un enciclopedista del siglo XX.
Éstos no son los tomos originales; lamentablemente se perdieron. La colección de mi padre tenía las tapas de color verde. Ésta es una edición posterior, de tapas rojas. Mi padre tenía los cuatro tomos en su casa. Y yo adquirí la costumbre de traérmelos al hogar de la abuela, que era mi casa, donde tenía yo mi mesita y mi chinchorro [hamaca]. Así que me zambullí, por decirlo así, en las páginas de esta maravillosa Enciclopedia.
O sea que, en paralelo a la escuela, usted comenzó a aprender por su cuenta, como un autodidacta.
Sí, esta Enciclopedia comenzó a ejercer en mí un impacto tremendo. Le hablo primero del niño de 10, 11 y 12 años. Pero luego también, cuando nos vinimos a Barinas y yo estudiaba bachillerato, esta Enciclopedia siguió siendo mi libro de cabecera. Después, se la quité a mi padre, me la traje a Caracas y, estudiando matemáticas o química en la Academia Militar, consultaba este libro. Y aún más tarde, siendo ya profesor de historia en la Academia Militar, seguía consultando esta Enciclopedia.
¿Por qué le interesaba tanto?
Lo que más impactó en el espíritu de aquel niño de 11 ó 12 años, fue, en el Tomo I, el primer capítulo. Es una cosa maravillosa. Lo he leído más de cien veces. Se titula: “Para triunfar en la vida”. Yo tomaba notas en un cuaderno. Me tomé eso muy en serio. Me dije: “Voy a triunfar en la vida, voy a triunfar”.
¿A los 11 años, se fijó esa meta?
Sí. Este mensaje me llegó a esa edad, y fue como un motor. Lo que la Revista Tricolor fue para el niño, esta Enciclopedia lo fue ya para el preadolescente que empezaba a soñar con una vida futura. Quizá con alcanzar el pico Bolívar que, cuando era muy niño, veía desde lejos… Alcanzar la cumbre…
¿Qué decía ese capítulo 1?
Fíjese, le voy a leer un extracto: «Tengamos confianza en nosotros mismos. Todos los elementos del éxito se encuentran en nosotros. (…) Los verdaderos grandes hombres lo fueron tan sólo por la fuerza de su genio. Es cierto que Alejandro, Napoleón, Shakespeare, Carnegie,34 Pasteur, estaban admirablemente dotados de altas virtudes, pero no es menos cierto que si lograron escalar las altas cumbres del poderío, de la riqueza y de la gloria, fue porque supieron desarrollar y encauzar metódicamente sus facultades naturales. Sería necio empeño pretender ser uno mismo un Napoleón o un Pasteur, pero conviene sin embargo no menospreciarlo. Si aprovechamos de la mejor manera todas nuestras facultades, conseguiremos resultados insospechables».
Más adelante, esta Enciclopedia recomienda ejercicios prácticos para desarrollar esa voluntad y esas capacidades o condiciones innatas. Y yo me aplicaba en hacer esos ejercicios.
¿Qué clase de ejercicios?
Me acuerdo, por ejemplo, de un ejercicio. Cuando uno quiere mirar de frente a alguien abriendo bien los ojos para establecer una idea con mucha firmeza. La Enciclopedia decía: “Tengamos la mirada firme; una mirada ejerce siempre fuerte impresión, utilicemos esta virtud alumbrando todas las llamas de los ojos. Observemos para ello los siguientes consejos: coloquémonos ante un espejo, y dirijamos la mirada sobre nuestra propia imagen reflejada en él, fijemos el punto situado entre los ojos y la base de la nariz, hagamos un esfuerzo para inmovilizar los párpados, y durante 30 segundos conservemos la fijeza de los ojos, reposemos 30 segundos, retomemos la primera actitud, conservándola durante un minuto, recomencemos durante dos minutos…”. Yo me ponía frente a un espejo y contaba a ver hasta cuánto llegaba sin pestañear.
¿Recuerda algún otro?
Sí, ¿no le digo que yo me estudié esta Enciclopedia con la mayor seriedad?; hasta hace pocos años todavía quedaba uno de esos libros por ahí. Por ejemplo, otro ejercicio era ya más físico; para aprender a respirar bien. “Practiquemos una higiene respiratoria”, decía. “Debemos oxigenar bien la sangre. Para ello debemos aprender a respirar”. Y añade: «Basándonos en el ritmo del pulso, hagamos una profunda inspiración de seis segundos, conservemos el aire inspirado tres segundos, expirémoslo en seis segundos, y conservemos los pulmones vacíos durante tres segundos. Poco a poco y progresivamente, ampliemos el ritmo respiratorio, sin rebasar nunca la cadencia a 20 segundos y 10 segundos. Debe hacerse este ejercicio con mucha frecuencia y con suma atención. Pronto alcanzaremos el hábito de aspirar y expirar el máximo de los pulmones».
Yo aprendi a respirar hondo, llenando los pulmones de aire y guardando la respiración. Mi abuela me descubrió algunas veces respirando. “¿Qué haces muchacho, loco?”. Yo solo, respirando… Respiración diafragmática.
Se practica en el yoga.
Esa Enciclopedia partía del gran principio clásico: mens sana in corpore sano. La higiene del cuerpo es fundamental para tener un espíritu sano; por eso también aconsejaba que si no había tiempo de ducharse en la mañana, para que la circulación del cuerpo fuera mejor, se echaran unas gotas de agua en las extremidades, y frotarse rapidito con agua las piernas y los brazos. “Ayudemos a la circulación de la sangre”, recomendaba. “Para ayudar a la circulación, démonos duchas frías todos los días al levantarnos, o bien rociémonos el cuerpo comprimiendo una esponja con agua fresca; para esto último no se necesita instalación especial. Las personas cuya salud no les permite soportar el agua fría, deberán todas las mañanas, friccionarse el cuerpo con la palma de la mano, o con un guante…”. Yo lo hacía.
Y ejercicios para memorizar y para desarrollar la inteligencia. Recuerdo que uno debe cerrar los ojos y, para grabarse un número, se imagina una pared negra y los números, por ejemplo, 1.583, deben ir surgiendo como en llamas: uno, cinco, ocho, tres ¡Ya! Te lo grabaste. Hay que repetirlo varias veces.
¿Había ejercicios para aprender a hablar en público?
Para hablar en público no. Pero sí para trabajar la voz y la expresión oral. Decía, por ejemplo: “Eduquemos una voz clara y expresiva, el timbre de voz puede conmover profundamente. Para dar la muestra de un timbre persuasivo, conmovedor, cantemos a boca cerrada”. Yo me la pasaba: “Mmmmm”, cantando a boca cerrada. “Ése es un ejercicio que puede hacerse todas las mañanas”.
Mi abuela se alarmaba: “Este muchacho se está poniendo loco con esos libros”. A mi papá: “Mira, a Huguito quítale esos libros, ese muchacho se está poniendo loco…”. Yo iba repitiendo cosas. Haciendo ejercicios…
¿El libro enseñaba modales de comportamiento?
Sí, cómo comportarse de modo educado pero controlándose siempre. Por ejemplo, recomendaba: “Guardemos silencio cuando no necesitemos hablar. Seamos sobrios de ademanes, no digamos nuestras impresiones. Escuchemos y no comentemos”. Esto no debí leerlo yo con mucha atención… [risa]. Y sigue: “Cuando hablemos, hagámoslo sin atropellar. Elijamos las expresiones, no lancemos la primera que se nos ocurra, esforcémonos en dar con la que mejor exprese nuestro pensamiento. Hablemos con convicción, pero sin gesticular”. Es como la base de una formación, de un inicio para dominarse a sí mismo.
Adquirir un control sobre los instintos y aprender a concentrarse y a no dispersarse.
Correcto. Esa Enciclopedia Autodidáctica Quillet enseñaba la concentración mental, a fijarse en algo y no dejarse distraer. Por ejemplo, decía: “Pensemos tan sólo en una cosa, pero absorbiéndonos completamente en ella. Lleguemos hasta el final de nuestro pensamiento”. Y esto yo lo hacía, lo practicaba, manteniendo la máxima facultad de fijación y hasta tratando de dibujar de memoria los rostros de personas conocidas.
Se impuso usted una autodisciplina.
Sí, me sometí a una férrea autodisciplina. Y constataba los progresos, mi vida cambiaba, me gustaba. Los consejos que daba aquel libro, yo pude verificar que daban fruto. Constituyeron para el preadolescente que yo era una autoayuda esencial. No se me olvidan. Por ejemplo, decía: “Cultivemos la fortaleza del espíritu. Tengamos fe en el éxito. Pero necesitamos constantemente renovar nuestras fuerzas. Busquemos los manantiales más ricos de donde sacarlas y meditemos”. Yo siempre ando buscando manantiales para beber, para renovar fuerzas intelectuales, ideas. Permanentemente.
¿Actualmente también?
Sí, claro. Sobre todo ahora, con todo lo que estamos realizando en todos los sectores. Más necesario que nunca es tener ideas, conceptos, proyectos, y no es fácil, en medio de todos los frentes en los que estamos avanzando, hallar el tiempo de meditar, de pensar, de leer, de encontrar inspiración, imaginación. Pero yo trato de hacerlo. Este libro me enseñó mucho en ese sentido. En un momento dice: “Procurémonos algunos ratos de aislamiento” —yo lo hago con bastante frecuencia—, “se vigorizará nuestra alma si periódicamente logramos aislarnos del medio habitual. La sabia costumbre de las vacaciones y los domingos pasados en el campo es la práctica agradable de este precepto. Acostumbrémonos a cambiar completamente de ambiente”.
Desde que ocupo este cargo, o sea desde febrero de 1999, no me he tomado un día de vacaciones. Ni uno solo. Jamás. La gente lo sabe. Ésta es una misión sagrada confiada por el pueblo; y hay tanto que hacer que sería casi una traición si yo me tomara un día de vacaciones. Se lo digo a veces, bromeando, a mis colaboradores que forzosamente están sometidos a mi mismo ritmo: “Tomar vacaciones es un acto contrarrevolucionario”. Es una exageración, claro.
Pero volviendo al sentido de su pregunta, el hecho de que yo no me tome vacaciones no me impide procurarme momentos indispensables de aislamiento y meditación. Esa Enciclopedia me dio indicaciones precisas sobre la forma de llevar a la práctica este descanso mental. “Primeramente se procura tener bien libre todos los músculos, asegurándose que el cuerpo reposa con todo su peso; luego se entornan los párpados y se fija uno el propósito de adentrarse en sí mismo, es decir de interrumpir momentáneamente todo contacto con el mundo exterior”. Yo me metí eso en la cabeza. Esto es educación de la voluntad.
¿Esa Enciclopedia proponía también una educación de la inteligencia?
Obviamente. Toda una parte muy importante insiste en la educación de la inteligencia. Para ello fijaba algunos principios. El primero de ellos: observar bien. Decía, por ejemplo: “Tenemos que aumentar la potencialidad de los sentidos. Esto es desarrollar por un lado la agudeza y rapidez en las percepciones, y por otro nuestras aptitudes de observación. Seamos curiosos: escuchemos, miremos, toquemos. Es preciso que las personas sean lo más precisas. Así aprenderemos a desarrollar la memoria”.
También subraya la necesidad de ser racionales: “Disciplinemos la imaginación. No nos libremos a su fantasía, a sus invenciones novelescas. No nos dejemos encantar por sus espejismos, la imaginación debe servir a nuestros cálculos”.
Por último, insistía en la importancia de afinar el sentido común, el discernimiento: “El juicio nos ayudará a depurar el pensamiento y a justipreciar los sentimientos”. Sin olvidar nunca que la base de un buen funcionamiento del espíritu reside en un cuerpo que debe ser sometido a las reglas de la higiene.
¿El objetivo de todos esos ejercicios y recomendaciones era prepararse para triunfar en la vida?
El libro definía un concepto de la vida. Le repito que yo leí esto, una y cien veces, en mis años 14, 17, 20, 25 y hasta más. Se trataba de forjar un carácter. Por ejemplo, en la introducción decía: «Nos exaltamos ante las proezas de los atletas, y cada nueva hazaña de los ases del deporte nos entusiasma. Lo que nos debe maravillar no es el resultado conseguido y que aplaudimos, sino el esfuerzo y energía que han necesitado para conseguirlo. Toda persona normalmente dotada, y que no padezca entorpecimiento físico puede lograr esas proezas».
Era como una educación al esfuerzo y a la perseverancia, a desarrollar el espíritu como el atleta desarrolla el músculo. El libro añadía: «Si no nos han preparado para la lucha de la vida, es preciso que nosotros mismos lo hagamos. Al igual que el cuerpo, el espíritu puede volverse despierto, activo, vigoroso. Los ases de los negocios, de la política, de la ciencia, de las artes, son los atletas del espíritu». Yo fui asumiendo esto, en verdad, con la mayor resolución.
La autoeducación.
Sí, la autoeducación. Y sigo en ello; todos los días estoy estudiando; no hay un día que yo algo no estudie. Soy adicto de la autoeducación, pero aplicando el principio de Montaigne que decía: “Más vale cabeza equilibrada, que muy llena”.
¿Le fue útil esa Enciclopedia para construir su carácter?
Bueno, yo aprendía muchas cosas, con mi abuela, en la calle, en la escuela; me gustaba aprender, siempre me gustó mucho aprender. Pero esos conocimientos se acumulaban en mí con un gran desorden, como en todos los niños, y esa Enciclopedia me ayudó a organizarlos, a estructurarlos, a jerarquizarlos. Pero, sobre todo, a aquella edad de 11 y 12 años, cuando el preadolescente va indagando sobre sí mismo, su psicología, y va buscando también su personalidad, este libro me propuso respuestas concretas —y en mi opinión inteligentes— a las preguntas básicas que me planteaba.
En ese sentido, sin duda, esta obra me ayudó mucho a conformar una mentalidad, a desarrollar algunas facultades mentales. Por ejemplo, en un momento, dice: “Los hombres superiores no lo han sido, sino tras una ruda disciplina, que voluntariamente se impusieron y que prosiguieron con tenacidad. Todo el que sepa cultivar sus facultades nativas debe forzosamente ‘triunfar’.”
Cultivando la voluntad.
Sí, la voluntad es la facultad maestra. Está la inteligencia, claro, y los sentimientos, y otras facultades mentales. Pero la voluntad es la que nos fija el destino. Educación de la voluntad para fijar el destino. Y a lo largo de varias etapas de mi vida, yo fui elaborando mi ideal de vida.
¿Qué significaba para usted, en aquel momento, “triunfar en la vida”?
¿Qué quería ser yo en mi vida? El primer sueño concreto de objetivos que quise alcanzar fue: ser pintor. Me surgió siendo niño. Me puse a estudiar pintura. Al final lo dejé, aunque seguí pintando cosas…
¿Sigue usted pintando?
Sí, todavía pinto.
¿Al óleo?
Al óleo, al óleo. Acuarela pinté en una época, pero más nunca utilicé acuarela. Al óleo me gusta más. Le tengo que mostrar algún cuadro mío que quedó por ahí, que sobrevivió al huracán. En la cárcel pinté un cuadrito.35 Y hay otro que hice cuando estábamos en el conflicto del golfo —el golfo de Venezuela— con Colombia. Muchos se perdieron; otros han reaparecido después. Ahora estoy pintando uno nuevo.
¿Admiraba usted a algún pintor en particular?
En verdad no llegué a desarrollar mis conocimientos en la pintura; estudié no más de un año, nociones básicas.
¿En Sabaneta había algún museo?
No, no había.
¿Había pinturas en la iglesia, por ejemplo?
No, tampoco; en la iglesia no había pinturas. Sí las había en cambio, en forma de reproducciones gráficas, en la Revista Tricolor. Y en otros libros, claro. Por ejemplo, había muy buenas reproducciones también en la Enciclopedia Quillet, y hasta un curso de pintura.
Esta obra insistía en la importancia del objetivo a alcanzar, que no debía ser materialista, buscando ganancias materiales, sino más bien idealista y altruista. Citaba una frase extraordinaria de Carnegie: “El ideal por realizar no debe ser mezquino, necesita ser noble y elevado para interesarnos con pasión. Necesita que el intenso deseo que despierte en nosotros nazca más de los alientos del corazón que de los cálculos del espíritu. Nada puede realizarse digno de estima si no lleva una emoción animadora”. Y Carnegie añade esto: “Toda vida sin más estímulo que el de reunir dinero es bien triste”.
Es curioso, porque era un empresario estadounidense que ganó mucho dinero aunque también fue un gran mecenas.
Debió arrepentirse de su pasado capitalista, porque fíjese lo que dice aquí: “¿Queremos triunfar de verdad? Pero no al ser rico, que nada significa. Sino feliz y útil”. Y más adelante sostiene: “Para ser superior a los otros hombres es necesario que un ideal superior nos exalte. No persigamos quimeras, busquemos resultados sólidos, pero inspirémonos en miras elevadas. Hagamos desde este punto y hora balance claro y sincero de nuestra vida, decidamos con vistas del pasado lo que debe ser el porvenir. Pero decidámonos a vivir de modo generoso y todo el mundo ganará. Nosotros y los demás”. Yo leía esto con el mayor interés; lo subrayaba, lo anotaba, me lo aprendía y me lo aplicaba.
Es extraordinario que ese libro haya caído en sus manos a la edad en la que le era más útil, porque si lo hubiese encontrado siendo ya mayor, hubiese sido demasiado tarde… Encontrarlo a los 12 años, edad en la que la personalidad se está construyendo, ha sido sin duda de gran importancia para la estructuración de su comportamiento.
Adoro estos libros. Hasta cierto punto, yo también soy hijo de lo escrito. Hijo de Tricolor, hijo de Quillet… Y de muchas otras fuentes. Más allá del conocimiento, está el espíritu, la motivación. Lo principal que a mí me dio esta Enciclopedia fue la motivación.
1 Fundado en 1941 por Rómulo Gallegos y Rómulo Betancourt, Acción Democrática fue, en su origen, un partido de izquierda socialista que, en alternancia con Copei, controló la vida política venezolana de 1958 a 1998. También controlaba el principal sindicato del país, la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV). Desde 1999, aunque sigue afiliado a la Internacional Socialista, AD es de ideología centrista y mantiene una posición muy crítica con respecto a la Revolución Bolivariana.
2 En gira administrativa por el estado Barinas, el presidente Rómulo Betancourt inauguró esa carretera el 13 de mayo de 1962, nueve días después del “Campanazo”.
3 El Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei) o Partido Social-Cristiano de Venezuela, fundado en 1946 por Rafael Caldera, dominó, en alternancia con Acción Democrática, la vida política venezolana de 1958 a 1998.
4 Véase, Régis Debray: “Quinze jours dans les maquis vénézuéliens”, en Essais sur l’Amérique Latine, François Maspero Editeur, París, 1967.
5 El 4 de mayo de 1962, en Carúpano, se alzan un Batallón de Infantería de Marina y un destacamento de la Guardia Nacional, ocupan la ciudad y lanzan un manifiesto a nombre del Movimiento de Recuperación Democrática. Al día siguiente, las fuerzas leales al Gobierno retoman el control y detienen a centenares de personas, entre ellas a miembros del Partido Comunista de Venezuela (PCV) y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). El presidente Betancourt decide prohibir estas dos organizaciones.
6 El 2 de junio de 1962, en Puerto Cabello, fruto de una conspiración cívico-militar, se subleva un grupo de oficiales y de marinos de la Base Naval apoyados por grupos civiles armados. Las fuerzas leales al Gobierno aplastan al día siguiente la insurrección cuyo saldo es de unos 400 muertos y 700 heridos. El presidente Betancourt lanza una política de depuración de las Fuerzas Armadas contra cualquier oficial sospechoso de simpatías con la extrema izquierda.
7 Acción Democrática y el Partido Comunista de Venezuela, ilegalizados, no pudieron participar en los comicios.
8 El 31 de octubre de 1958, unos meses después del derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, en una quinta del sector Sabana Grande, en Caracas, llamada “Puntofijo”, propiedad familiar de Rafael Caldera, tres partidos —Acción Democrática (AD), Copei y Unión Republicana Democrática (URD)— firman un acuerdo “para asegurar la estabilidad del régimen naciente”. En la práctica, el Pacto de Punto Fijo se traducirá por un reparto exclusivo del poder, durante cuarenta años, entre AD y Copei. Al Pacto se suman, además, otros actores “extra-partidarios” —pero con notoria influencia— como el sector empresarial (Fedecámaras), la organización mayoritaria de los trabajadores (CTV), las Fuerzas Armadas y la Iglesia.
9 “El Gobierno Provisional del almirante Larrazábal, me obsequió un fusil automático FAL el penúltimo mes de la guerra, en noviembre de 1958”. Confirmó Fidel Castro el 29 de noviembre de 2009 en una “reflexión” titulada: “¿Existe margen para la hipocresía y la mentira?”.
10 Richard Milhous Nixon (1913-1994), vicepresidente de Estados Unidos durante los dos mandatos de Dwight D. Eisenhower (1953-1960). Presidente de 1968 a 1974; a la mitad de su segundo mandato el “escándalo de Watergate” le conduce a dimitir. Es el único Presidente estadounidense obligado a dimitir.
11 Dwight David Eisenhower (1890-1969), general estadounidense, Comandante en Jefe de las Fuerzas Aliadas en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Presidente de Estados Unidos de 1953 a 1960.
12 El vicepresidente estadounidense Richard Nixon llegó a Caracas el martes 13 de mayo de 1958 y fue acorralado por una enorme protesta popular; cuando regresaba de entrevistarse con el Presidente de la Junta de Gobierno, Wolfgang Larrazábal, su vehículo fue atacado en una de las manifestaciones más violentas que se hayan visto en Caracas.
13 Francisco Prada Barazarte, más conocido como el Comandante “Arauca” o el “Flaco” Prada, antropólogo, fue junto con Douglas Bravo, Alí Rodríguez, José Vicente Scorza y Fabricio Ojeda, miembro fundador, en la década de 1960, del Partido de la Revolución Venezolana-Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (PRV-FALN), organización favorable a la continuación de la lucha armada. Las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), se constituyeron formalmente el 1° de enero de 1963 al agruparse el Frente “José Leonardo Chirino” (Douglas Bravo, Elías Manuitt Camero), el Movimiento 2 de Junio (comandante Manuel Ponte Rodríguez, capitán Pedro Medina Silva), la Unión Cívico Militar (teniente coronel Juan de Dios Moncada Vidal, comandante Manuel Azuaje), el Movimiento 4 de Mayo (capitán Jesús Teodoro Molina, comandante Pedro Vargas Castellón) y el Comando Nacional de Guerrilla.
14 A petición del Partido Comunista de Venezuela (PCV) y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Cuba organiza la “operación Simón Bolívar” y, en julio de 1966, envía a Venezuela a catorce instructores en tácticas guerrilleras (entre los cuales figura el entonces capitán Leopoldo Cintra Frías) bajo las órdenes del comandante cubano Arnaldo Ochoa (1930-1989) que más tarde será uno de los jefes de las fuerzas expedicionarias cubanas en Etiopía y en Angola, y merecerá el título de “Héroe de la Revolución”. A su regreso de Angola, Ochoa es detenido en junio de 1989, acusado de corrupción y de implicación en tráfico de drogas, juzgado, condenado a muerte y fusilado en La Habana el 13 de julio de 1989.
15 En julio de 1966 tuvo lugar un primer desembarco de un grupo de militares cubanos (entre los que se encontraba Arnaldo Ochoa) y un único venezolano Luben Petkoff. En mayo de 1967, se produjo el “desembarco de Machurucuto” que vio la llegada de otro grupo procedente de Cuba integrado por guerrilleros del MIR y de veteranos cubanos entre los que se hallaba Ulises Rosales del Toro. Unos meses más tarde, en octubre, en Bolivia, Ernesto Che Guevara era capturado, asesinado y su guerrilla desmantelada.
16 José Leonardo Chirino (1754-1796) fue un zambo (hijo de una indígena y de un negro esclavo) revolucionario venezolano que lideró una fallida insurrección de esclavos en 1795.
17 Douglas Bravo (n.1932) es el guerrillero más famoso que ha tenido Venezuela. En 1962 funda y dirige el Frente Guerrillero “José Leonardo Chirino” en la sierra de Falcón, en el que participan, entre otros, Teodoro Petkoff y Alí Rodríguez. En marzo de 1966 dirige el Partido de la Revolución Venezolana (PRV) cuyo brazo armado, las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), continuaron la lucha armada fusionándose con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), conformando ambas organizaciones el Frente de Liberación Nacional, abreviado todo como FALN-FLN. En la actualidad, Douglas Bravo es líder del movimiento “Tercer Camino”.
18 Fundado en 1960, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), es resultado de la primera división sufrida por el partido Acción Democrática (AD), fundamentalmente en sus órganos de juventud. El MIR fue uno de los primeros grupos, en Venezuela, en lanzarse a la lucha armada; provoca enfrentamientos urbanos entre 1961 y 1962; e instala un foco guerrillero en el Oriente del país denominado «Frente Manuel Ponte Rodríguez», desmantelado en 1964 por el Ejército y reconstituido en 1965 con el nombre de «Frente Guerrillero Antonio José de Sucre».
19 “En 1957, el brazo armado del Partido Comunista de Venezuela, con Douglas Bravo, Teodoro Petkoff y Eloy Torres como representantes, se reunió en la casa del entonces coronel Rafael Arráez Morles, en El Paraíso. Allí decidieron crear el Frente Militar de Carrera del Partido Comunista en la Fuerza Armada Nacional. El fin era captar militares a fin de incorporarlos al proyecto revolucionario.(…) Esa política fue acertada para el PC, al extremo que pocos años después unos 170 oficiales ya reportaban a esa organización. Los uniformados posteriormente se unieron con el guevarista MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario), para al fin alzarse en 1962 en Carúpano y Puerto Cabello, donde las fuerzas insurrectas cívico-militares fueron derrotadas. Jesús Teodoro Molina Villegas, Juan de Dios Moncada Vidal, Pedro Medina Silva, Manuel Ponte Rodríguez, Víctor Hugo Morales, fueron algunos de los 50 oficiales que posteriormente participaron en la creación de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, llegando a ser varios de ellos comandantes de Frentes [guerrilleros].” Alberto Garrido, “Venezuela: De la revolución al gobierno de Hugo Chávez”, http://vcrisis.com/index.php?content=esp/200312071007
20 “Juan Charrasqueado” es el título de un corrido mejicano muy célebre, compuesto en 1942 por Víctor Cordero (1914-1983); cuenta “la triste historia de un ranchero enamorado que fue borracho, parrandero y jugador”. Charrasqueado significa: que tiene una cicatriz de navajazo en la cara.
21 Los “Boinas Verdes” (United States Army Special Forces), también llamados “Green Berets”, son tropas de élite del ejército estadounidense creadas al principio de los años 1950, especializadas en operaciones clandestinas y en la contra-insurrección. Desde 1987, los “Boinas Verdes” están bajo las órdenes del Comando de Operaciones Especiales (United States Special Operations Command) (USSOCOM), basado en Fort Bragg (Carolina del Norte). Están repartidos en grupos diferentes en función de su preparación específica según el teatro de operaciones: el Grupo 7 (7th Special Forces Group), basado en Florida, compuesto por 1.400 efectivos, está entrenado para intervenir en América Latina.
22 Fidel Castro confirma: “Cuando, a fines de enero de 1959, hablé en la Plaza del Silencio, donde se reunieron centenares de miles de personas y mencioné por pura cortesía a Betancourt, escuché la rechifla más sonora, prolongada y embarazosa en mi larga vida. Las masas más radicalizadas de la Caracas heroica y combativa habían votado abrumadoramente contra él. Para mí fue una verdadera lección de realismo político. Tuve luego que visitarlo, por ser el Presidente electo de un país amigo. Encontré a un hombre amargado y resentido. Era ya el modelo de gobierno “democrático y representativo” que necesitaba el imperio. Colaboró todo lo que pudo con los yanquis antes de la invasión mercenaria de Girón”. Reflexiones del Compañero Fidel, 29 de noviembre de 2009.
23 John Fitzgerald Kennedy (1917-1963), demócrata, trigésimo quinto Presidente de Estados Unidos, entra en funciones el 20 de enero de 1961 y es asesinado en Dallas (Texas) el 22 de noviembre de 1963.
24 Los Peace Corps, creados por el presidente Kennedy en 1961, dependen de una Agencia del Gobierno Federal de Estados Unidos y tienen por misión oficial “la defensa de la paz y de la amistad en el mundo”; varios de sus miembros han sido acusados, en algunos países, de ser agentes infiltrados de la Central Intelligence Agency (CIA).
25 Alianza para el Progreso (Alliance for Progress) fue un programa de ayuda económica y social de Estados Unidos para América Latina que duró de 1961 a 1970. Fue creado por el presidente John F. Kennedy en marzo de 1961 y se oficializó en agosto de 1961 con la adopción de la “Carta de Punta del Este” en una reunión del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Punta del Este (Uruguay). La Alianza para el Progreso se creó como una forma de contrarrestar la influencia de la Revolución Cubana y apoyar medidas más reformistas.
26 Expresión sacada de la primera estrofa del himno nacional venezolano: “¡Abajo cadenas! / gritaba el señor, / y el pobre en su choza / libertad pidió”.
27 En 1958, año de la caída de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, la población analfabeta en Venezuela estaba por encima del 56%. El Gobierno de Acción Democrática de Rómulo Betancourt lanza un programa de creación de escuelas primarias en todo el país y trata de erradicar el analfabetismo recurriendo a “un método venezolano de características propias, adaptado a nuestro medio y comprensivo para la mentalidad popular” que se había elaborado durante el mandato del presidente Rómulo Gallegos (1945-1948), bajo la influencia del educador Luis Beltrán Prieto Figueroa (ministro de Educación en 1948) y cuyo instrumento fue el manual titulado Abajo Cadenas.
28 Angelo Giuseppe Roncalli (1881-1963), elegido Papa en 1958 con el nombre de Juan XXIII; convocó el Concilio Vaticano II (1962-1965) que tranformó a la Iglesia Católica. Muy popular, se le conoce como “el Papa bueno” y fue beatificado por Juan Pablo II en 2000.
29 La II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se realizó en Medellín (Colombia) en agosto y septiembre de 1968. En el Documento final se enfoca la presencia de la Iglesia para transformar a América Latina a la luz del Concilio Vaticano II. La Conferencia de Puebla, en 1979, insistió en la necesidad de una opción claramente preferente a favor de los pobres: “Enfatizamos la necesidad de conversión de toda la Iglesia hacia una opción preferente a favor de los pobres, pensando en su liberación completa”.
30 La Teología de la Liberación es una corriente teológica que comenzó en América Latina después del Concilio Vaticano II y las Conferencias de Mar del Plata y de Medellín (Colombia, 1968). Sus representantes más destacados son los sacerdotes Gustavo Gutiérrez (peruano) y Leonardo Boff (brasileño). La Teología de la Liberación intenta responder a la cuestión: ¿cómo ser cristiano en un continente oprimido? Uno de los máximos exponentes de esta Teología, el jesuita español Ignacio Ellacuría, fue asesinado por “escuadrones de la muerte” en San Salvador.
31 Antigua moneda de 12½ céntimos (medio real) de bolívar.
32 La diócesis de Barinas, dependiente del Arzobispado de Mérida, fue creada el 23 de julio de 1965.El primer obispo fue Mons. Rafael Ángel González Ramírez quien tomó posesión de su diócesis el 29 de enero de 1966.
33 Aristide Quillet (1880-1955), enciclopedista francés y editor autodidacta, autor de un Diccionario enciclopédico en seis tomos publicado por primera vez en París en 1934.
34 Andrew Carnegie, nacido en Dunfermline, Escocia (1833-1919), y naturalizado estadounidense, fue un industrial instalado en Pittsburg que se convirtió en el “rey del acero”, y en el “hombre más rico del mundo”. Fue también un gran filántropo, creó unas 2.500 bibliotecas públicas en Estados Unidos e hizo construir el célebre Carnegie Hall en Nueva York.
35 Se refiere al cuadro “La Luna de Yare”, pintado en 1993 cuando, después de la rebelión del 4 de febrero de 1992, se hallaba preso en la cárcel de Yare.