Yulia
No sé cuánto tiempo llevo aquí sentada, intentando encontrar una postura cómoda en la silla, pero un suave golpecito en la ventana llama mi atención. Sobresaltada, levanto la cabeza y veo a la chica que estaba mirándome antes, la que tenía la cara redonda. Está fuera, con la nariz aplastada contra el cristal mientras me mira fijamente. No veo a su amiga, así que esta vez debe de haber venido sola.
—¿Hola? —grito sin estar segura de si sabe hablar inglés o de si me escuchará a través del cristal—. ¿Quién eres?
Vacila un segundo y pregunta:
—¿Dónde está Lucas? —Su voz apenas se escucha a través de la ventana, aunque advierto que habla inglés americano con un pequeño rastro de acento español.
—No lo sé. Se ha ido hace un rato —digo, estudiándola a fondo, igual que ella hace conmigo. No es un intercambio justo, lo único que veo de ella es su cabeza, mientras que yo estoy como mi madre me trajo al mundo. Aun así, puedo apreciar unas facciones normales y unos labios carnosos. Memorizo la información por si la necesito más tarde.
¿Quién es? ¿Será la novia de Lucas? No había rastro de nadie importante en su archivo, aunque Obenko no podía saber nada acerca las relaciones que tenía Lucas aquí. Hasta donde sé, mi captor podría hasta tener mujer y tres hijos. Que tenga una novia joven y atractiva no es de extrañar, Lucas es un hombre muy sensual y varonil que no tendría problema en atraer a cualquier mujer, incluso en un sitio tan recóndito como este.
Cuanto más lo pienso, más sentido parece tener. Justo por eso no me ha follado antes.
No ha sido por mis súplicas, ha sido porque no quería ser infiel.
—¿Qué quieres? —le pregunto a la chica, intentando ignorar el sentimiento irracional de traición que me invade ante el descubrimiento. No parece sorprenderla verme desnuda y atada, así que es obvio que sabe lo que su novio se trae entre manos.
—¿Qué haces aquí?
Abre la boca para responder, pero, en vez de hacerlo, desaparece de mi vista. Un poco después, escucho la puerta principal abrirse y entiendo el porqué.
Lucas ha vuelto.
Me obligo a concienciarme cuando escucho sus pasos. Entra en la habitación y se para directamente delante de mí. La piel bronceada le brilla por el sudor. Una mancha en forma de V se dibuja en medio de la camiseta sin mangas que le cubre el musculoso pecho. Parece exageradamente masculino y cuando me encuentro con su mirada gélida, me percato del hormigueo cálido entre las piernas.
Por increíble que parezca, le deseo.
Asustada, aparto con esfuerzo la mirada de su rostro, por si se da cuenta de lo que estoy sintiendo. Ningún aspecto de mi relación con él tiene sentido. Acabo de descubrir que tiene novia, e incluso si no la tuviera, ¿cómo puedo desear a un hombre al que temo? ¿Y por qué no me ha hecho daño todavía?
Reparo en los nudillos, y me tenso cuando veo que los tiene llenos de magulladuras.
Le ha pegado a alguien.
Quiero preguntarle sobre ello, pero me quedo en silencio mirándome las rodillas. Aún está enfadado, lo noto, y no quiero provocarle. Tampoco menciono a su novia, aunque me muero de ganas de sacar el tema. Por alguna razón, la chica de pelo oscuro no quería que Lucas supiera que me estaba espiando, y no quiero delatarla de momento.
Necesito aprovechar cualquier ventaja que tenga.
—¿Tienes hambre? —dice Lucas, y alzo la vista, sorprendida por la pregunta.
—Bueno, podría comer —digo con cautela. En realidad me muero de hambre, mi cuerpo necesita alimentarse tras pasar hambre durante semanas, pero no quiero que lo use en mi contra. También tengo que hacer pis, aunque es algo en lo que intento no pensar demasiado.
Me mira fijamente y a continuación asiente, como si hubiera tomado una decisión. Se da la vuelta y desaparece por el pasillo en dirección hacia el baño, poco después escucho el agua correr. ¿Se está dando una ducha?
Tres minutos después, reaparece vestido con un par de pantalones cortos de algodón y una camiseta limpia. El cuello musculoso le brilla por las gotas de agua, y huele al gel que he usado antes, confirmando mis suposiciones sobre la ducha.
Se agacha frente a mí, me desata los tobillos con destreza y, después, camina a mi alrededor para soltarme los brazos.
—Vamos —me ordena, agarrándome del codo para ponerme en pie—. Puedes usar el baño y, luego, te daré de comer.
Me conduce hacia el baño y camino a su lado, demasiado sorprendida como para pensar en intentar escaparme de nuevo.
—Entra —dice, dándome un empujón cuando llegamos. Obedezco y decido no cuestionar mi suerte.
Mientras me lavo las manos, veo un cepillo de dientes nuevo e intacto en la repisa. Por un instante, me siento tentada a repetir la jugada de antes, pero decido no hacerlo. Si no pude atacarle por sorpresa, desde luego no podré hacerlo ahora que sabe de lo que soy capaz.
Además, ha dicho que me va a dar de comer y el estómago me da volteretas con solo pensar en comida.
—Las manos —dice Lucas, cogiéndome las muñecas tan pronto como salgo del baño. Abro las palmas de las manos para mostrarle que están vacías y hace un gesto de aprobación—. Buena chica.
Levanto las cejas ante su extraño comportamiento, aunque ya me está llevando a la cocina.
—Siéntate —dice, señalando una silla, y obedezco mirando cómo saca los mismos ingredientes que utilizó en la comida y empieza a preparar dos bocadillos. Mientras tanto, rastreo la cocina en busca de algo que pueda usar como arma. Para mi decepción, no veo ningún juego de cuchillos o algo por el estilo. La encimera está vacía y limpia, excepto por los bocadillos. Él tampoco lleva ninguna pistola, debe tener todas las armas escondidas en otra parte, quizás en el coche.
—Toma —dice, poniéndome un plato delante. Observo que es de plástico y no de cerámica como el que se rompió antes. El cuchillo que ha usado para untar la mayonesa también es de plástico. No me cabe duda de que si buscara en los cajones, encontraría algo, pero Lucas me pillaría antes de poder abrirlos.
No tengo las manos atadas, pero escapar resulta tan imposible como antes.
Me paso la lengua por los labios secos.
—¿Puedo tomar…?
—¿Agua? Aquí tienes. —Sirve agua del grifo en un vaso de plástico, lo deja ante mí y se sienta al otro lado de la mesa con uno de los bocadillos.
Tengo un millón de preguntas que hacerle, pero me obligo a beber agua y a comerme casi todo el bocadillo antes de dejarme llevar por el impulso. Lo último que quiero es enfadarle y salir perdiendo.
Al final, no puedo contenerme.
—¿Por qué haces esto? —le pregunto cuando termina de comer. Estoy tan llena que voy a estallar, puedo sentir cómo mi cuerpo absorbe las calorías y voy recobrando las fuerzas—. ¿Qué quieres de mí?
Lucas alza la vista, se le tensan las facciones, y me doy cuenta de que me mira fijamente los pechos, que se dejan entrever a través de la larga melena. El calor me asciende por el cuello y se me endurecen los pezones en respuesta al deseo evidente en sus ojos. Llevo desnuda delante de él todo el día y me estoy acostumbrando, pero eso no significa que la situación no sea tremendamente sensual. Mientras le sostengo la mirada, comprendo que el motivo de su silencio durante la cena debe haber sido la distracción de mi cuerpo desnudo.
Aún me desea, y no sé si eso me asusta o me excita.
—Háblame sobre ellos —dice de repente—. Háblame sobre las personas que te secuestraron, quiénes te han hecho hacer esto.
Aquí está, la verdadera razón por la que está siendo bueno conmigo. Está jugando al poli bueno contra el poli malo de los rusos, el héroe y el villano. Se parece tanto a mis fantasías que quiero llorar. Con la excepción de que a Lucas no le interesa salvarme, solo quiere respuestas, respuestas que no puedo ni pienso darle.
—¿Qué pasó aquel día? —pregunto en su lugar. Esta pregunta lleva atormentándome desde que descubrí que él y Esguerra estaban vivos—. ¿Cómo sobrevivisteis?
La mandíbula de Lucas se endurece y el deseo en los ojos se desvanece.
—¿Te refieres al accidente de avión?
—¿Entonces, hubo un accidente de avión? —No estaba muy segura, aunque me imagino que su deseo de hacerme pagar significaba que algo así había pasado.
Lucas se inclina hacia delante, y aplasta el plato de plástico vacío con las manos.
—Sí, hubo un accidente. ¿Tus jefes no te mantienen informada?
La furia vuelve a su voz y lucho para no acobardarme.
—Sí, pero pensé que esa información podría no ser cierta.
—Porque sobrevivimos.
Asiento, conteniendo la respiración.
Clava la mirada en mí por un segundo y, luego, se levanta y rodea la mesa.
—Vamos —dice, agarrándome del brazo otra vez—. Hemos acabado aquí.
Me arrastra de vuelta al salón, me ata en la silla y se va de nuevo, dando un portazo al salir.