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Yulia


No sé qué me hace besar a Lucas en este momento, pero tan pronto como nuestros labios se encuentran mi ansiedad desaparece siendo reemplazada por una dolorosa necesidad. Deseo a mi captor, a este hombre duro y desconcertante.

Con mis fantasías recientes en la mente lo deseo más de lo que lo temo.

El pánico que he sentido antes se ausenta, los oscuros recuerdos se apagan cuando me hunde contra el colchón y desliza las manos por el pelo. Arqueo el cuerpo contra él e intensifica el beso, invadiéndome la boca con la lengua y explorándola con hambre. Sabe a pasión acalorada y cruda, como mis sueños y pesadillas. Me devora y yo lo devoro, moviendo desenfrenadamente las manos por su musculosa espalda, el cuello y el pelo corto. Sé que es probable que me mate en un futuro no muy lejano, sé que las manos que me acunan la cabeza algún día me romperán el cráneo, pero, en este momento, nada de eso importa.

Estoy viviendo solo el presente, donde su tacto me da placer en lugar de dolor.

Mueve los labios sobre mi oreja y siento que me roza el cuello con los dientes antes de chuparme la delicada piel. Todo el vello del cuerpo se me eriza, el deseo aumenta y se electriza a medida que desliza la mano derecha por mi costado viajando por la curva de la cintura y de la cadera antes de hurgar entre nuestros cuerpos hasta encontrarme el sexo. De manera infalible, me toca el clítoris con los dedos y el deseo se intensifica, la tensión se vuelve insoportable.

Grito su nombre, impactada por la intensidad de las sensaciones, pero es demasiado tarde. Ya me estoy corriendo, mi cuerpo ha estado al límite durante mucho tiempo.

Me acaricia a través de demoledoras sacudidas de placer, rozándome los pliegues con los dedos hasta que el orgasmo termina y entonces me coge de la pierna y la pone sobre su cadera, abriéndome. Me presiona la polla contra el interior de los muslos, dura e inflexible, y una oleada de miedo me invade cuando me encuentro con su reluciente mirada.

—Voy a follarte —dice con voz grave y gutural—. Eres mía, ¿entendido? Mía.

Atónita, intento procesar esa afirmación, pero, en ese momento, Lucas me besa otra vez y se me cierran los ojos, esfumándose mi habilidad para pensar. Su cuerpo es una jaula de hierro caliente encima de mí, su olor y sabor me abruman los sentidos. No puedo respirar sin inhalarlo, no puedo sentir nada aparte de la fuerza devoradora de esa boca y la dureza de la erección en la entrada de mi cuerpo.

Me aferro a los costados arañándole la piel y entonces siento cómo empuja la polla hacia mí, penetrándome. Me agarra del pelo con la mano izquierda, evitando que me aparte de su boca, y no puedo siquiera gritar cuando me penetra, invadiendo mi cuerpo como si tuviera derecho sobre él. Me la mete profundamente, tanto, que debería dolerme y duele, aunque también hay placer, placer y una especie de alivio.

Alivio porque, en este momento, le pertenezco de verdad.

Cuando me la mete hasta el fondo, levanta la cabeza dejando que recupere el aliento y abro los ojos encontrándome con su mirada. Tiene los labios brillantes por los besos y la piel bronceada por el sol le acentúa los bellos y duros rasgos. Puedo sentir cómo me llena por dentro, su calor me quema y mi cuerpo se relaja, aceptándolo más húmeda.

—Yulia —susurra mirándome y sé que la siente también, esta atracción, esta conexión tan visceral entre nosotros. Quizás tenga todo el poder, pero, en este momento, es tan vulnerable como yo, atrapado en la misma locura.

No sé si él también se ha dado cuenta, pero, de repente, endurece la mandíbula, los ojos se le enfrían y los cierra. Sin decir una sola palabra, coge con la mano izquierda una de mis muñecas y la pone por encima de mi cabeza. Después hace la misma maniobra con la mano derecha, dejándome extendida bajo él, incapaz de moverme o tocarle de ninguna manera.

Así, quedo indefensa bajo un hombre que quiere castigarme.

—Lucas, espera —susurro sintiendo una punzada oscura de pánico, pero es demasiado tarde. Sujetándome las muñecas por encima de la cabeza, se empieza a mover dentro de mí con los ojos centelleantes por una furia gélida. Sus embestidas son fuertes, sin compasión, robándome el aliento y arrancándome de la garganta gritos de dolor. No me está haciendo el amor: está apropiándose de mi cuerpo, reclamándolo como si fuera un conquistador.

Comienzo a resistirme, el pánico resurge cuando me invaden los viejos recuerdos pero no puedo hacer nada para evitarlo. Estoy inmovilizada, dominada, y el hombre que está sobre mí no tiene piedad. Su cuerpo toma el mío una y otra vez y siento que me deslizo a ese lugar frío, oscuro, a ese lugar del que luché tanto por salir. La línea entre el pasado y el presente se diluye, y oigo la cruel e insultante voz de Kirill. Huelo el asfixiante hedor de su colonia mientras me tira al suelo. El horror empieza a hundirme, pero, antes de estar completamente perdida, Lucas me coge de las muñecas con una de sus grandes manos y mete la otra entre nosotros, encontrándome el clítoris una vez más. Su tacto es hábil y un sorprendente placer me trae de vuelta al presente, haciéndome consciente de la tensión que se está creando dentro de mí de nuevo.

Con los ojos apretados con fuerza trato de girarme, de escapar, pero no hay lugar al que pueda ir. Solo existe esa polla dentro de mí y esos dedos sobre el clítoris, dolor y placer enredados en una viciosa espiral erótica. Con Kirill nunca había placer, nunca había nada aparte de dolor y el impacto de las dos sensaciones me deja estancada en el momento, recordándome que el hombre que está sobre mí no es mi instructor.

Es Lucas, otro hombre que me odia.

Pero mi cuerpo no lo sabe, no se da cuenta de que la manera en la que me toca no debería darme placer. A pesar de la dureza de sus embestidas, los dedos de Lucas son suaves y el placer se intensifica, ahuyentando la oscuridad. Me arqueo jadeando, súplicas frenéticas me salen de la garganta, mientras me presiona más fuerte el clítoris llevándome a un volcánico e intenso límite.

—Córrete para mí, preciosa —dice con voz rasgada, bajando la cara hasta mi cuello y, para mi sorpresa, siento que estoy llegando al punto álgido. Me brota e irradia una explosión de éxtasis por cada célula del cuerpo, todos los músculos se me estremecen por las sensaciones a medida que me contraigo sobre su grueso pene.

Aturdida, grito su nombre y, en ese momento, oigo que le cambia la respiración, un grave gemido le retumba en el pecho. Aprieta más la mano alrededor de las muñecas cuando me embiste una última vez y se detiene, haciendo con las caderas un movimiento circular devastador. Siento su polla palpitando dentro de mí y sé que él también se ha corrido.

Jadeando desesperadamente, vuelvo la cabeza hacia un lado, no quiero verle la cara ni afrontar el caos de sentimientos en mi interior. Estoy hecha añicos, destrozada tanto por el dolor como por el placer. Sigue dentro de mí, con el pene un poco más blando que antes. Siento el sudor pegajoso sobre nuestros cuerpos, oigo los fuertes bramidos de su respiración y extrañas e inoportunas lágrimas me queman los ojos

Si tenía dudas sobre la realidad de lo que está pasando, ahora se han disipado. Este acto, este hecho desgarrador que ha ocurrido entre nosotros, me reafirma más que nunca el hecho de que Lucas está vivo.

Está vivo y soy su prisionera.

Las lágrimas amenazan con derramarse y aprieto los párpados con fuerza, decidida a evitar que esto suceda. No puedo permitirme el lujo de llorar. Sea lo que sea que esto signifique, lo que Lucas tenga pensado para mí, tengo que soportarlo. Tengo que ser fuerte porque esto es solo el principio.

Mi cautividad no ha hecho más que empezar.

FIN

¡Gracias por leer! Espero que te hayan gustado Lucas y Yulia. Su romance continúa en Átame (Atrápame:

Libro 2).

Mi nuevo prisionera es una contradicción que me vuelve loca: obediente pero desafiante, frágil pero fuerte. Tengo que descubrir sus secretos, pero hacerlo podría truncarlo todo.

Mi obsesión podría destruirnos a ambos.

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