Capítulo 9

 

 

 

 

 

La pequeña recepción familiar se desarrolló con total normalidad. Risas, charlas animadas, felicitaciones y buenos deseos a la pareja, y algún que otro regalo. Andrew estaba relajado. Reconocía que le había hecho bien haber hablado con su hermano y con Fiona. Se había quitado un peso de encima. Desde ese momento, lo único que ocupaba su mente era qué iba a hacer con su vida. La mujer que había querido se había casado con su hermano e iba a ser madre. Y la que le atraía se marcharía de vuelta a París en unos días, nada más terminar el trabajo para el que había sido contratada.

—Debo decirte que al fin te has comportado como llevaba tiempo esperando —comenzó diciéndole su padre en un momento en el que lo pilló a solas fuera de los apartamentos—. Entiendo que no ha sido nada fácil para ti. Y más saber que Fiona y Will van a ser padres. Pero debes pasar página en esa parte de tu vida, hijo.

Andrew escuchaba sin decir nada. Estaba centrado en sus propios pensamientos en torno a lo que iba a hacer en el futuro.

—En eso estoy —dijo por fin sin volver el rostro hacia su progenitor.

—William nos confesó que lo que más deseaba era que tú y él volvierais a llevaros bien.

—Se pasó por el periódico justo antes de ir a buscaros para venir aquí. Me comentó que esperan un niño. Y estuvimos hablando de lo que ocurrió.

—Confío en que las cosas marchen mejor desde hoy. —Roger puso la mano en el hombro de su hijo y apretó con fuerza, con confianza y determinación.

—No te preocupes por eso en este momento, sino por la boda de Ilona.

—Ya, pero… No puedo evitarlo. Además, el asunto de la boda está bajo control. ¿Volvemos dentro?

—Por el momento prefiero quedarme fuera un poco más.

—Como quieras.

Andrew contempló a su padre alejarse y luego volvió su atención a la silueta del castillo, recortada sobre la oscuridad que reinaba a esas horas. Tenía que pasar página y una de las mejores formas de hacerlo podría ser marcharse de allí. Esa idea que en un primer momento le pareció absurda y descabellada, parecía no querer abandonarlo en las últimas horas. Escuchó pasos a su espalda y resopló porque al parecer no iba a tener un momento de paz. Pero su gesto y su estado de cierto enfado cambiaron de inmediato cuando volvió el rostro.

Karen se dirigía hacia él con las manos en los bolsillos de sus pantalones, la mirada baja.

—Tu padre me ha dicho que estabas aquí fuera.

Andrew asintió en un principio sin mediar palabra porque la repentina aparición de ella lo había dejado sin capacidad para reaccionar. Solo podía quedarse contemplándola mientras se acercaba a él. Se detuvo a escasos pasos como si esperara que le diera permiso para ir a su lado. Se había recogido el pelo para que el ligero viento procedente de las Tierras Altas, que se había levantado, no la molestara. Su mirada le pareció más intensa, más luminosa y llena de vida.

—Salí a despejarme. Ahí dentro comenzaba a hacer calor —le aseguró señalando la planta baja de los apartamentos, en la que los demás permanecían reunidos—. ¿Y tú?

Karen frunció los labios y encogió los hombros sin darle importancia.

—A ver el paisaje de noche. La otra mañana lo hice de día…

—Pues disfrútalo. —Andrew se apartó un poco para dejarla acercarse.

—Sin duda, es digno de sacarle una foto.

—Sí. ¿No tienes un móvil a mano?

Ella se quedó mirándolo como si acabara de insultarla, por lo menos.

Mon Dieu! ¿Cómo me dices eso? ¿Me pides que saque una foto con el móvil? —ella fingió estar enojada y sonrió.

Oh, disculpa. Olvidé por un momento quién eres. —Él hizo una reverencia cómica sin perder de vista el gesto de ella: había puesto los ojos en blanco, pero sonreía.

—No uso el móvil para sacar fotos, como puedes comprender.

—¿Y en un momento como este? —Andrew no pretendía acercarse tanto a ella, ni que su voz saliera como un susurro, y mucho menos quedarse mirándola de aquella extraña forma.

Karen se humedeció los labios y cogió aire. La cercanía entre ellos parecía haberla dejado sin respiración. Y su mirada tan directa, tan intimidatoria, le había provocado un repentino aumento de las pulsaciones.

—Siempre puedo regresar dentro y coger la cámara.

Andrew esbozó una media sonrisa y asintió.

—¿Y qué te lo impide?

Ella permaneció con los labios entreabiertos por los que escapó una risa ahogada. ¿Qué le sucedía con él? Debería haberse quedado con los demás en el interior de los apartamentos, y no salir en su busca. Sabía que Andrew estaba fuera y solo. ¿Por qué había ido a hacerle compañía? ¿Qué le empujaba a buscarlo? Se estaba dejando llevar por lo que Denise le había contado de él. Tal vez ese acercamiento buscaba saber qué le sucedía a ella, lo que podía acabar jugándole una mala pasada.

—Ya habrá otra ocasión durante estos días, ¿no crees?

—Sin duda.

Durante unos segundos los dos se quedaron contemplándose sin saber qué decir. Parecían estar preguntándose qué diablos pasaba por la mente del otro.

—¿Puedo preguntarte por tu hermano y su mujer?

—Supongo que llevarás tiempo dándole vueltas en la cabeza a lo que sucedió. Habrás escuchado comentarios acerca de que no nos llevamos bien y todo eso.

—Algunos retazos de la historia por tu hermana y Maggie. Pero no se lo tengas en cuenta. —Lo sujetó por el brazo en un gesto causal, llevada por el momento.

—No voy a reprocharles nada —le aseguró mirándola con toda confianza. Cogió aire y prosiguió—: Fiona y yo éramos pareja. Yo tuve que irme a Londres un tiempo por trabajo. Y durante mi ausencia…, tal vez me despreocupé y no regresé cuando debí hacerlo. Puedes hacerte una idea de lo que sucedió. No hay más historia. Es algo que trato de dejar atrás. Reconozco que no me hacía gracia verlos estos días, pero admito que ahora me encuentro algo mejor.

—Entiendo. No quiero molestarte con los recuerdos. Ha estado muy bien el gesto que has tenido con ella.

—Va a ser madre. No creo que el niño o la niña tengan que pagar por lo que sucedió entre sus padres y su tío.

Sonrió cuando pronunció esa palabra. Sintió la mano de Karen apretando su brazo. No la había apartado desde que la puso en este. Aquel gesto lo reconfortó e hizo que la mirara con cariño, y con el deseo que despertaba en él.

—Entiendo que es lo mejor, y que tienes toda la razón. ¿Por eso no tienes pareja? Como me dijiste la otra mañana en el lago Ness…

Andrew la contempló con curiosidad por la pregunta.

—¿Las mujeres francesas sois siempre así de directas? ¿O se trata más bien de ti?

—Yo… Oh, bueno… Lo siento, tienes razón. Es algo muy personal… Merde! —exclamó apartándose de él cuando se dio cuenta de que su pregunta había sido muy directa. Quiso alejarse, pero él la sujetó de la mano con rapidez, atrayéndola hacia él sin que ella se opusiera.

—No, tranquila. Es que sentía curiosidad por saberlo. Nada más. Y para saciarla… —Se fijó en el semblante avergonzado que mostraba ella en ese instante. ¡Por san Andrés que la encontraba exquisita con ese toque de culpa! Pensó que necesitaba besarla, quería hacerlo y asegurarse de una vez por todas de si ella era real. Si no se la estaba imaginando—. No tengo pareja. Tal vez haya influido lo que sucedió con Fiona. Lo cierto es que me volqué en el periódico y no quise saber más de las relaciones. Ni de las mujeres. Y eso que Maggie se ha esforzado los últimos años.

—¿Por ser ella tu pareja? —le preguntó con la mirada entornada sin salir de su asombro.

—No, no. —Andrew comenzó a reírse ante aquella pregunta—. Disculpa. No me he expresado de forma correcta. Entiendo tu reacción. Me refiero a que me ha presentado a unas pocas amigas suyas.

—Una especie de casamentera.

—Algo así. Y siempre le he agradecido su interés en mí, pero creo que es algo que no se puede forzar. Tiene que surgir aquella persona que destaca entre el resto. Aquella que capta tu atención por varios motivos. Que no entiendes de dónde ha salido y por qué está en tu camino. Y que, cuanto más la miras, más y más te sientes atrapado. Hasta el punto de que ya no sabes si ella es real o está en tu imaginación. —Se había quedado contemplándola de una manera bastante significativa. Como si de verdad se estuviera dirigiendo a ella en particular. Creía estar hipnotizado por la mirada que Karen le dirigía—. Ahora soy yo el que te pide disculpas. Me he dejado llevar.

Se apartó de ella de manera lenta por ver si Karen reaccionaba de alguna forma. Pero se había quedado callada, contemplándolo mientras su pulso parecía haberse ralentizado hasta creer que se le iba a detener en cualquier momento. Llegó a pensar que él la acabaría besando. Y ella no se opondría, porque lo deseaba.

—No, no. Has expresado tu parecer sobre las relaciones. En mi caso… Tampoco tengo pareja, pero es algo que ya te comenté el otro día en el mirador de Urquhart. —Ella percibió el gesto de sorpresa de él cuando la escuchó decirlo.

—Lo recuerdo, y a ti pareció molestarte. Pero no era mi intención hacerlo. Comprendo que, con tu trabajo, yendo de un sitio a otro…

—Eso no tiene nada que ver.

—No lo tiene, si de verdad la persona que llena tu corazón te quiere, Karen.

Se quedó callada inspirando ante aquella declaración tan rotunda. Entreabrió los labios y sintió un repentino sofoco que se acentuó en su rostro.

—La cuestión es encontrar a esa persona.

Ella sonrió de manera tímida colocándose algunos mechones de pelo detrás de las orejas, y lanzando alguna que otra mirada por el rabillo del ojo.

—¿Ya tienes un nuevo encargo?

Ella pareció reaccionar de sus pensamientos. Sacudió la cabeza y frunció el ceño.

—Todavía no he terminado aquí…

—Pero te queda poco. Mañana y…

—Pasaremos aquí el domingo, como bien nos has aconsejado, ya que se supone que terminaremos tarde.

Es verdad. Yo no pienso madrugar para llevaros a Inverness a que recojáis del hotel lo que os quede allí y después al aeropuerto. ¡Estáis advertidas! —le recordó con las manos en alto. No quería que se marchara tan pronto y esa argucia le había hecho ganar un día más con ella. Claro que al final se acabaría por marchar.

Por eso mismo hemos traído lo necesario hasta el lunes.

Podéis visitar los alrededores, si queréis.

—De hacerlo seguiría enamorándome de estos parajes y me costaría más irme… —Se quedó mirándolo como si estuviera haciendo referencia a él, y no al lugar.

—Es muy fácil hacerlo cuando te encuentras con tanta belleza.

Ambos permanecían frente a frente, contemplándose como si el mundo se hubiera detenido en ese lugar. El momento era único, se dijo ella cuando alzó la mirada hacia la redonda luna que parecía posarse sobre el edificio principal de Eilean Donan. No había ni una sola nube que empañara el cielo. Solo se escuchaba el ligero lamento de una gaita a lo lejos, pero tan clara, pese a la distancia, que consiguió erizar la piel de Karen. No esperaba encontrarse en una situación como aquella y solo sabía que no quería que se terminara. Andrew era un tipo con encanto. Algo despistado, pasota en un primer momento… Pero un buen hombre. Sonrió pensando en la cantidad de calificativos que se le habían ocurrido de él cuando lo conoció. Y con el paso de los días, se había ido dando cuenta de cómo había cambiado su parecer hasta pensar en él de una manera que no entraba en sus planes.

—Deberíamos regresar —sugirió ella viendo que su cordura comenzaba a correr peligro y que podía dejarse llevar por lo que sentía en ese momento.

—Sí. Es tarde y mañana tenemos un día algo ajetreado —le aseguró él caminando al lado de ella—. ¿Lo tenéis todo preparado Denise y tú?

Casi. Con revisar todo el equipo a tiempo para que no falle nada e instalar las luces por la mañana y algunos detalles más, será suficiente.

—Imagino que después de tantos años de profesión lo tienes todo bajo control.

—Siempre pueden surgir imprevistos que no esperas.

Él asintió dándose cuenta de que eso mismo podría aplicar él a su aparición.

Caminaron de regreso a los apartamentos en un completo silencio. La gente ya comenzaba a retirarse. El día siguiente sería agitado y convenía estar descansado. A Andrew no le importaría pasar un poco más de tiempo con Karen, pero no dependía solo de él. Cuando aparecieron juntos ante los familiares más allegados a la pareja, hubo alguna que otra mirada cargada de interés y curiosidad. Sonrisas y algún que otro gesto que parecía dejar claro lo que algunos pensaban de ellos dos.

Era lo que le faltaba, pensó Andrew. Si ya lo sabían los más cercanos a él, ahora lo sospecharían los demás.

Se despidieron, pero Fraser no pudo evitar dedicarle una última mirada a Karen antes de que ella se retirara con Denise y Maggie. Lo que Andrew no esperaba era que ella se le quedara mirando de igual manera, y con una sonrisa de anhelo.

Las tres chicas entraron en su apartamento y cuando terminaron de cambiarse se dirigieron al salón de manera ordenada. Parecía que estuvieran sincronizadas porque se miraron entre ellas y sonrieron.

—¿Qué tal todo con Andrew? —Denise fue la primera en lanzarse a lo que en verdad interesaba—. Os habéis pasado fuera un buen rato. Y que conste que no te critico, ni te voy a decir nada que pueda molestarte.

Karen elevó las cejas formando un arco de expectación por aquellas palabras.

—Sabes que puedes decirme lo que te plazca. No voy a echártelo en cara. Creo que nunca lo he hecho.

—¿Y? ¿Qué tal con él? —Maggie estaba sentada en el sofá con las piernas abrazadas y miraba a Karen con los ojos entrecerrados como si sospechara que había sucedido algo.

—No sé qué esperáis que os cuente, chicas.

—Pues de qué habéis hablado, por ejemplo —intervino Denise.

—Me ha contado lo que le sucedió con su hermano y su actual mujer.

Vaya, veo que va progresando —comentó Maggie con una sonrisa—. Me he dado cuenta de que parece decidido a enterrar el hacha de guerra. Claro que también comprendo en parte su reacción estos años.

—¿Qué pasó? Creo entender que su cuñada había sido su pareja, ¿me equivoco? —preguntó Denise.

—Así es. Pero creo que deberías ser tú la que se lo contara —comentó Karen haciendo una señal a Maggie—. A mí me ha hecho un resumen rápido y escueto.

—No suele dar demasiados detalles.

—Por eso nos dijiste cuando llegamos que esperáramos a que estuviera borracho para que nos lo contara —bromeó Denise con una sonrisa bastante significativa.

—Era una manera de hablar. Porque, además, él no será de los que mañana acaben borrachos. Aguanta la bebida como buen escocés.

Ya te digo, la otra noche se bebió dos pintas como si fueran agua —le dijo Denise poniendo los ojos como platos.

—Sí, te creo. Pues nada, que Fiona era la pareja de Andrew, como has deducido, —comenzó diciendo mirando a Denise—. Todo parecía que les iba viento en popa, hasta que Andrew se marchó una larga temporada a Londres. Lo que no podía suponer en un principio era lo que sucedió después.

—Lo veo venir —comentó Denise—. Fiona y William.

—Andrew fue el primero que animó a esta a que llamara a su hermano si necesitaba algo o si se sentía sola, ya me entiendes. Creo que él también se despreocupó un poco o bastante de la relación que mantenía con Fiona.

—Puso al zorro a cuidar a las gallinas —comentó Karen en modo irónico provocando las risas en sus dos compañeras de alojamiento.

—Tampoco fue eso. En ningún momento William y Fiona dieron pie a que pudiéramos sospechar que pudiera haber algo entre ellos. Creo que ninguno fue consciente de lo que acabaría sucediendo. Ni estaba planeado, por supuesto.

—Ya. Comenzaron a compartir demasiado tiempo y pasó lo que ninguno esperaba que pasara…

—Se hicieron compañía de manera mutua en todo momento. Bien es cierto que Andrew siempre había sido algo despreocupado con Fiona, y que esta viera que William era más atento con ella…

—Encontró en el hermano lo que echaba en falta de Andrew —dedujo Denise viendo cómo Maggie asentía sin ninguna duda.

—¿Y Andrew no ha vuelto a tener pareja? —preguntó Karen con un interés que despertó la atención de las otras dos mujeres.

Conocía la versión de este, pero no estaba segura de si era creíble en su totalidad. Ni tampoco iba a confesar a Maggie lo que él le había contado al respecto de ella y sus continuas presentaciones de amigas.

—Ha salido con algunas mujeres aquí y allá. Pero no ha vuelto a tomárselo en serio. Y en los últimos años ni tan siquiera ha mostrado interés en mis amigas y conocidas.

—Un momento, ¿le has presentado a amigas tuyas para ver si encontraba una pareja? —Denise reía mirando a Maggie con los ojos como platos al tiempo que se acomodaba en el sofá porque aquello prometía.

—Sí. He intentado por todos los medios que olvidara a Fiona y lo sucedido. Que empezara desde cero. Que dejara atrás el pasado.

—Ya, pero no te ha servido de nada —comentó Karen frunciendo los labios en una mueca de fastidio.

—Nada. No tengo claro si no confiaba en él o en las mujeres.

No quiere arriesgarse a pasar por lo mismo otra vez y prefiere protegerse —dedujo Denise.

—Ya, pero si él muestra un poco de interés en su pareja, no tiene por qué volver a sucederle, ¿no crees? —intervino Karen mirando a Maggie en esta ocasión—. Entiendo a Fiona en cierto modo porque encontró en William la atención y el cariño que tal vez Andrew no le daba. Y sé que debió contárselo a este para ver si reaccionaba y su relación tenía futuro.

—O haber dejado a Andrew antes de ponerse a salir con el hermano de este —sugirió Denise—. ¿Por qué no se marchó a Londres con él? Podría haber significado algo para ellos dos. Me refiero a que estando a solas en otra ciudad, tal vez podrían haber recuperado su relación, y de no ser así, haberlo dejado a la vuelta.

—Todas esas teorías las he manejado, pero no hay una respuesta clara. Sea como fuere, sucedió lo que sucedió y no se le puede dar más vueltas. Durante más de un año, Andrew no ha querido saber nada de su hermano. Ni siquiera acudió a su boda. Ni ha ido a visitarlo a Glasgow en todo este tiempo. A veces creo que es un caso perdido —dijo con resignación Maggie.

—Hasta que encuentre a una mujer que capte su atención y baje la guardia —precisó Denise mirando de reojo a su amiga, que llevaba callada desde hacía unos minutos. Al ver que esta permanecía con los ojos entrecerrados y la mirada fija en un punto, Denise hizo un gesto con la cabeza a Maggie.

Esta sonrió y asintió de manera leve al comprender lo que la francesa le quería hacer ver. Sí. Ella también se había dado cuenta de que Andrew parecía tener un especial interés en Karen, pero ¿sería lo suficiente fuerte como para que este despertara?

Chicas, yo me voy a ir a dormir —anunció Karen mirando a las dos—. Vosotras podéis seguir charlando el tiempo que os plazca. Os veo mañana.

—Hasta mañana —dijo Maggie sacudiendo la mano en el aire.

—Yo no creo que tarde mucho en seguir tu consejo —apuntó Denise, quien aguardó a que su amiga cerrara la puerta de su habitación.

Maggie no tardó en inclinarse hacia Denise y susurrarle:

—¿A qué ha venido tu gesto de hace un momento?

—A que pienso que Andrew y ella… No sabría cómo definirlo, pero…

—Percibes cierta atracción entre ellos —resumió Maggie viendo el gesto de asentimiento de Denise y su sonrisa pícara—. Pero os marcháis dentro de un par de días. No veo a Andrew siguiéndola.

—Ni yo a Karen quedándose aquí.

—Necesitan pasar juntos más tiempo para darse cuenta de lo que hay entre ellos. Para ver si esa atracción podría derivar en algo más intenso y emocional… Más serio.

—Sí, pero mañana será un día ajetreado —resopló Denise sabiendo lo que les esperaba.

—Bueno, pero es una boda. Una celebración, una fiesta, y nunca sabes cómo pueden terminar estas —le aseguró Maggie guiñándole un ojo.

—¿No creerás que pueda suceder algo mañana? Y aunque sucediera… No creo que ninguno de los dos cambie de planes con respecto a sus vidas.

—Ya, pero por algo hay que empezar. De momento es mejor que nos marchemos a dormir. Mañana será un día largo.

Ni que lo digas.

Las dos caminaron hacia sus respectivas habitaciones con el pensamiento de que Andrew y Karen podrían acabar dándose cuenta de que, pese a la distancia que los separaba, había algo que podía acercarlos.

Karen permanecía con los ojos abiertos, fijos en el techo. No era capaz de conciliar el sueño. Se encontraba algo alterada después de las conversaciones mantenidas y por haber estado a solas con Andrew mientras ambos contemplaban Eilean Donan iluminado en la cerrada noche. No quería pensar en nada que tuviera que ver con él. Solo quería terminar su trabajo allí y marcharse a París, de regreso para… para… Se quedó bloqueada cuando escuchó las voces de dos hombres al otro lado de la pared. ¿Quién compartía el apartamento justo al lado del suyo? Frunció el ceño y sin pretenderlo escuchó lo que hablaban.

 

 

Andrew permanecía sentado con la cabeza apoyada en el respaldo del sofá. Tenía los ojos cerrados y se pinzaba el puente de la nariz.

—¿Puedo saber qué te sucede? Desde que te has separado de Karen esta noche estás algo más taciturno —le comentó Fraser observándolo desde el umbral del salón.

—¿En serio? Pues no me he dado ni cuenta. Será el cansancio del día —le dijo sin demasiado interés en el asunto.

—¿Qué ha pasado entre ella y tú cuando habéis estado a solas? A mí puedes contármelo —le dijo con una risita delatora.

Karen abrió la boca y se llevó la mano a esta para evitar chillar al escuchar su nombre. Andrew y Fraser estaban hablando de ella. El corazón se le aceleró y el pulso se le disparó de inmediato. Se incorporó en la cama y decidió prestar atención, pese a que fuera de mala educación escuchar las conversaciones ajenas.

—No ha sucedido nada. Claro que tampoco sé qué esperabas que sucediera.

—Ella te gusta, Andrew. Lo percibí el día que estuvimos aquí por la mañana para las fotos de prueba. Y esta noche cuando te vi aparecer con ella… No sé, pero te noté algo diferente. Por no hacer mención al juego de miradas que habéis tenido durante la cena, ¿eh?

—Pues yo sigo siendo el mismo. ¿Qué quieres que te diga?

—Sabes a qué me refiero. Has estado jodido con lo de Will y Fiona, que, por cierto, parece que vais arreglando.

—Sí, estoy en ello.

—Bien, y de Karen, ¿qué me cuentas?

Fraser tomó asiento frente a su futuro cuñado y le hizo un gesto para que se explayara en su respuesta.

—No hay nada que hacer. Así que no sigas por ahí.

—Creo que estás dejando pasar una buena oportunidad para empezar de nuevo.

—¿De qué coño me estás hablando? ¿Una buena oportunidad? —repitió con el ceño fruncido sin entender a su amigo.

—Me refiero a que ella te atrae. Y ni yo ni tu hermana estamos ciegos para habernos dado cuenta de cómo os miráis. Por no andar preguntando a Maggie o Denise… Si lo hiciera, estoy seguro de que su respuesta coincidiría con la mía. Acabo de decírtelo. Hay algo entre vosotros y, si no lo aclaráis, lo perderéis.

Karen abrió los ojos como platos y sintió el sudor frío recorrerle la espalda. ¿Cómo…? ¿Cuántas personas de las que había esa noche en la cena intuían que entre Andrew y ella podía haber una atracción? ¿Cómo era eso posible? Se suponía que los protagonistas de ese fin de semana eran los novios y no… Andrew y ella, se dijo humedeciéndose los labios porque de repente sentía la boca seca y pastosa. No podía dar crédito a lo que Fraser le estaba asegurando a Andrew. Decidió controlar su respiración y seguir escuchando. A esas alturas le importaba muy poco que fuera de mala educación escuchar detrás de las paredes.

—Mi hermana es la reina del romanticismo, de las almas gemelas, del destino y todo eso.

—No te lo niego. Pero tanto ella como yo hemos visto gestos, miradas…

—Vale, vamos a suponer por un solo momento que lo que decís fuera cierto, que Karen se sintiera atraída por mí. ¿Piensas que se va a quedar aquí por una quimera? ¡Tiene un trabajo que le permite viajar por medio mundo! Estos días está aquí en Inverness, pero en un par de días regresa a París. Y vete a saber dónde acabará después.

—¿Y eso es una barrera? Dime, ¿qué o quién te retiene en Inverness? No tienes pareja, tus padres tienen su vida, William y Fiona viven en Glasgow e Ilona y yo nos casamos mañana. Salvo que me sueltes que estás liado con Maggie… —dijo riéndose ante esa posibilidad.

—Maggie es un encanto. No te rías de ella —le advirtió apuntándolo con un dedo como si lo estuviera amenazando.

—No me rio de ella. Me parece una mujer fascinante, que se preocupa por ti. Nada nos gustaría más a todos que Maggie y tú fueseis pareja.

—Ella es una gran profesional, y mejor persona. Tienes razón en lo de que se preocupa por mí. Si no ha surgido con el tiempo, es porque nos respetamos y apreciamos demasiado. Tanto que tal vez hayamos tenido miedo de ir más allá.

—Es algo que os honra. El no arriesgar la complicidad que tenéis como amigos y compañeros de trabajo por un calentón.

—Sí. Yo también me lo he preguntado. El compartir tantas horas dentro y fuera del trabajo y no haber terminado saliendo como pareja. ¿Sabes que hasta mi madre lo sospecha? —Andrew sonrió divertido recordando el comentario de su madre.

—Acabo de decirte que a mí me ha extrañado que no hayáis acabado siendo pareja. Pero nos estamos desviando del tema que importa. Te decía que no tienes nada ni nadie que te retenga aquí.

—Olvidas el periódico.

—Ohhh, ¿vas a decirme que te preocupa dirigirlo desde otro lugar? Te he visto sentado en un café chateando por tu móvil con Maggie acerca de las noticias que deberían incluirse. Escuchar audios de entrevistas, revisar noticias por WhatsApp. No me toques la moral… —Fraser entornó la mirada sin creer a Andrew.

—Oye, ahora que lo pienso, tú deberías estar dormido. Mañana te casas con mi hermana, y estás aquí a las dos de la madrugada dándome un repaso de aúpa sobre mi vida sentimental.

—Me iré a dormir cuando me digas qué te impide hacerle ver a la fotógrafa que estás interesado en ella. ¿Tienes miedo al rechazo? ¿Es eso, Andrew?

Este sonrió con melancolía y sacudió la cabeza.

—Hace mucho tiempo que no me fijo en una mujer, y lo sabes.

—De eso precisamente estamos hablando.

—Pues bien, no sé ni cómo, ni cuándo, comencé a fijarme en ella. En que estaba ahí mismo. Su compañía, sus charlas, sus miradas… El otro día, bailando en la taberna, la miré a los ojos y me acojoné cuando vi mi reflejo en los suyos. Quería besarla, acariciarle el rostro y abrazarla toda la noche. Ves, Ilona ha conseguido que saque mi vena romántica —ironizó él recordando a su hermana.

—No te preocupes. Estamos a solas. Tú y yo. Nadie va a saber que en el fondo eres un romántico.

Karen contenía la respiración mientras escuchaba lo que Andrew decía de ella. Pero ¿cómo había sido posible? ¿Cómo había surgido? Sonrió con ternura al recordar el baile. Ella también pensó que la terminaría besando allí mismo en mitad de la taberna. Y no se lo habría impedido porque lo había deseado. Le gustó percibirlo en los gestos de él. Hacía poco que había descubierto que no era el tipo despreocupado del primer día. Pero… hacia ella. ¿Qué demonios iba a hacer con aquello que experimentaba en su interior? No tenía por costumbre creer en el amor a primera vista, pero con él… Se mordisqueó el labio primero, y luego se llevó las manos al rostro para ahogar sus risas. Su mirada se volvió algo más vidriosa cuando siguió escuchado.

—Es una locura, Fraser. Una completa locura. No puedo creer que haya estado haciendo lo que he hecho. Como, por ejemplo, pedirles que entraran en la tienda donde me estaba probando el traje para vuestra boda

—¿Que hiciste qué? ¿Y tú pretendes que nos vayamos a dormir con todo lo que me estás revelando?

—Insisto, que mañana te casas.

—Por la tarde. Puedo quedarme en la cama un par de horas. Y ahora, suéltalo. Lo estás deseando.

Andrew sonrió.

—Pues eso, que estaba probándome el traje con Maggie, y justo estaban ellas dos mirando el escaparate. De manera que les pedí que entraran y me dieran su opinión. Que si querían ver cómo quedaba un traje puesto, esa era su oportunidad.

—¿Y qué pasó?

Karen sonrió recordando la escena. Cerró los ojos apoyando su cabeza contra la pared y sus recuerdos la invadieron.

—Se quedó mirándome durante unos segundos de una manera que me gustaría que hiciera más a menudo. Me dio su opinión sobre el tono de la tela basándose en su experiencia como fotógrafa de pases de moda.

—¿Percibiste algo en ella? —Fraser arqueó una ceja con toda suspicacia.

—No sabría describírtelo. Solo sé que me gustó su forma de mirarme, y que no me importaría que lo hiciera con más frecuencia. Me agradó mucho que se prestara a ello y que le gustara el resultado de cómo me quedaba.

Fraser apretó los labios y asintió convencido de lo que iba a decir.

—¿Y tú eres el que dice que no siente nada por ella? ¿Que sería una locura hacerle ver lo que te provoca?

Karen tenía la mano sobre el pecho como si pretendiera apaciguar a su acelerado corazón. Estaba confusa, cansada y vete a saber qué más. Pero ¿cómo iba a tratarlo al día siguiente después de saber todo eso? Y ella que creía que Denise la estaba vacilando cuando le dijo lo que Andrew le había confesado en la taberna. No, no era una broma. Ni tampoco para ella. Recordó su manera de mirarlo vestido con el traje. Sí. Le pareció atractivo, interesante, alguien a quien no podía dejar de mirar porque sin duda había captado toda su atención. Había dicho que le gustaría que lo mirara de aquella manera con más frecuencia. Pero… Para poder hacerlo tendrían que estar juntos, y eso no parecía que fuera a suceder.

—Es mejor dejarlo estar.

—Estás en un enclave idílico. Mañana será un día de alegría, fiesta, bullicio, música… Déjate llevar por todo ello y por lo que sientes por Karen.

—Creo que mi hermana te está convirtiendo en un romántico empedernido, insisto. Cualquier día de estos te veré leyendo alguna de sus novelas —le aseguró levantándose del sofá para irse a dormir—. Y ahora, sí, creo que deberíamos irnos a descansar, dado que ya sabes lo que me pasa.

Karen seguía recostada contra el respaldo de la cama. No se veía capaz de pegar ojo en toda la noche después de haber escuchado aquella charla. Por suerte, la boda era por la tarde y podría quedarse un poco más en la cama, como le había asegurado Fraser a Andrew. De lo contrario no creía que estuviera en óptimas condiciones de trabajar.

Se mordió el labio y con los ojos cerrados sacudió la cabeza. Era una locura como había dicho Andrew, que no sabía cómo diablos acabaría. ¿O tal vez sí? ¿Y si no estaba preparada para saber cómo lo haría?