Capítulo 10

 

 

 

 

 

Karen se levantó a media mañana. Después de pasar en vela unas pocas horas de la pasada noche. La culpa la tenía el haberse quedado escuchando la conversación entre Andrew y Fraser. Una vez que se hizo el silencio total en el apartamento de al lado, le costó conciliar el sueño, que había llegado por la mañana. Pese a que en su cabeza todavía resonaban los ecos de las palabras de Andrew sobre ella, no podía dejar que estas interfirieran en su trabajo de ese día. Era la boda. Tenía que estar despierta y centrada.

Escuchó las voces de Denise y Maggie cuando salió de la habitación. Las dos estaban en el salón charlando de manera animada hasta que la vieron aparecer. Karen percibió la sorpresa en ellas.

—Pensábamos que te habías quedado dormida y que habría que entrar a despertarte —le comentó Denise mirándola con la lógica sorpresa.

Sí. Me quedé dormida por la mañana. Eso es todo. Hay tiempo de sobra para prepararnos.

—Sí, pero te conozco y sé que siempre quieres tenerlo todo hecho con tiempo, por si acaso falla algo.

—Lo sé, lo sé. Pero eso no va a pasar. Voy a tomar un café. Supongo que vosotras ya os lo habéis tomado.

—Sí. Hace algunas horas —asintió Denise—. Es más, Maggie y yo estábamos pensando en salir a dar una vuelta por los alrededores.

Pues por mí no os quedéis aquí.

La verdad era que prefería quedarse sola porque así podría pensar mejor. Y claro, no iba a hacerlas partícipes de la conversación que había escuchado. Bastante tenía ella con saber lo que Andrew sentía como para que ellas dos se regodearan y le estuvieran recordando que ya lo presentían. Fraser se lo había asegurado a Andrew: casi todos los que estaban anoche en la cena previa a la boda lo intuían. De ahí se desprendía el significado de ciertas miradas que había percibido por parte de Ilona y de Maggie. Más le valdría centrarse en su trabajo de ese día y dejar los chismorreos para otra ocasión; o mejor, no hacerles ni caso. Siempre se había caracterizado por ser una persona fría y consecuente, ¿por qué iba a ser distinto en ese momento? Echó un vistazo al reloj para asegurarse de que iba bien de tiempo y se sentó a desayunar mientras Maggie y Denise se despedían de ella hasta más tarde.

 

***

 

—¿Nervioso?

Fraser miró a Andrew con tranquilidad cuando este le hizo la pregunta. Los dos permanecían en el apartamento esperando que llegara la hora de comenzar a arreglarse para la ceremonia.

—No. ¿Y tú?

—¿Yo? —Frunció el ceño contrariado. Intuía por dónde iban los tiros: Karen.

—¿Qué vas a hacer después de lo que me contaste anoche?

—¿Sigues con eso? No creo que suceda nada, ya está.

—Pero…

—No hay peros. No busques liarme. Karen regresa a París en un par de días y…

—Y tú te quedarás aquí.

Andrew sacudió la cabeza ante esa suposición.

—No estoy convencido de ello.

—¿Estás pensando en marcharte de Inverness? ¿No estarás pensando en irte a París con ella después de todo? —le preguntó dando un ligero respingo al escucharle decir eso.

—Solo estoy considerando la posibilidad de largarme de aquí. Hay demasiados recuerdos.

—Entiendo. Podrías haberlo hecho antes.

—No lo hice porque en verdad pensé que con el periódico tendría suficiente para no pensar en ella. Pero me equivoqué. Lo que necesito es un cambio más drástico que irme a otra ciudad de Escocia.

—¿París, por ejemplo? —Fraser arqueó la ceja con toda intención.

—Podría ser una posibilidad como otras muchas. No tiene nada que ver con Karen, que quede claro desde ya mismo.

Fraser levantó las manos en señal de haberlo entendido.

—Por mí no hay problema. ¿Le has dicho a tu padre que piensas irte y dejar el periódico?

—Nadie sabe nada. Podría dirigir el diario en la distancia con las tecnologías de hoy en día. Lo he estado haciendo durante una temporada.

—Sí, eso es verdad. Desde una taberna, un café, un parque… Con que te pasen las noticias por el correo electrónico para que puedas revisarlas, vale. Además, hoy en día la gente lee más por Internet. Puedes dar más cabida a la edición digital, y relegar el papel a un segundo plano e incluso dejar de editarlo. Por eso anoche te pregunté qué te impedía no marcharte de aquí.

—Lo he considerado, pero no se puede. Hay más gente de la que te imaginas que prefiere leer en papel. Y la edición digital está ahí y cuenta con sus seguidores. Pero no puedo quedarme solo con esta.

Ya, pero, a lo que íbamos, lo de dirigir el periódico desde otra ciudad.

—Veré qué es lo que hago cuando llegue el momento. Por lo pronto, el tuyo sí que va llegando, amigo —le aseguró echando un vistazo al reloj cuando llamaron a la puerta.

—Imagino que es tu madre. Querrá echarte una mano con el traje…

Fraser miró su móvil y asintió.

—Sí. Falta menos de una hora.

Andrew se levantó para abrir la puerta pensando en la madre de Fraser. Pero no esperaba que al abrir esta viniera acompañada de Karen, Edmund y Laura, a la que encontró muy guapa con su vestido de color verde.

—Hola, Andrew, ¿cómo está el novio? ¿Nervioso? —preguntó Evelyn pasando al interior.

—Asegura que no.

—¿No has intentado escapar? —bromeó Laura con una amplia sonrisa.

—A no ser que se haya marchado de madrugada… Pero ha vuelto, cómo puedes ver —le dijo extendiendo el brazo hacia él.

Luego, Andrew se centró en Karen, que se había quedado rezagada. Por un breve instante sus miradas se cruzaron mientras Evelyn, Edmund y Laura saludaban a Fraser.

—Pasa —dijo él contemplándola desde el umbral.

—He venido a hacer algunas fotografías del novio con sus padres y su hermana —le anunció intentando evitar su mirada para no pensar en lo que le había escuchado decir la pasada noche.

—Pues ahí está.

—¿No te has arreglado? —La pregunta de ella le sorprendió.

—¿No querrás hacerme una foto a mí? Yo no soy el novio —bromeó—. Además, ya me viste con el traje puesto el otro día. Creo que, mientras os hacéis fotos, iré a vestirme.

Andrew prefería dejarlos a solas a estar allí contemplando trabajar a Karen. Porque eso era lo que iba a hacer. No quitarle ojo de encima, y no quería ponerla nerviosa. Ni dar pie con sus miradas a que Fraser lo vacilara todavía más.

Karen se centró en su trabajo tratando de olvidarse de Andrew. Le agradeció que se marchara a su habitación. Sin embargo, no podía evitar lanzar alguna que otra mirada hacia la puerta de esta. Le gustaría verlo vestido con el traje como la otra tarde en la tienda, pero al parecer tendría que esperar. Sacó algunas fotos con su madre, su padre y su hermana. Y al final una en la que aparecían los cuatro.

—Bien, pues ya está. Iré a hacer lo mismo con la novia. Decidle a Andrew que, si le viene bien hacerse una foto con su hermana, estaré en su apartamento.

Karen no pudo evitar dirigir su atención hacia la habitación de Andrew esperando tal vez a que él saliera. Pero no podía demorarse demasiado, así que se marchó, ya que Denise la esperaba para hacer lo mismo en el apartamento de Ilona.

Andrew salió de la habitación cuando estuvo seguro de que Karen se había marchado. La había escuchado despedirse diciendo que iba en busca de la novia. Él había hecho tiempo para no cruzarse con ella de nuevo. Sería mejor extremar el contacto al mínimo. ¿Pelear por ella? ¿Hacerle ver que le gustaba, que le importaba?, se preguntó repitiendo las preguntas que bien Fraser o Maggie le habían hecho en algún momento durante los últimos días.

—Karen nos ha pedido que te digamos que estará en el apartamento de tu hermana. Por si te quieres hacer alguna foto con ella —le anunció Fraser mirando a su amigo con toda intención.

—De acuerdo.

 

 

Ilona estaba radiante con su vestido de novia. Se había convertido en el centro de atención de las personas allí reunidas.

—Estás preciosa —le aseguró Eileen, su madre, llevándose las manos a la boca mientras sus ojos se empañaban por la emoción de verla.

—¿En serio? —preguntó ella volviéndose hacia el espejo para contemplarse una vez más.

Su vestido blanco, con escote de palabra de honor y ajustado a la cintura, le caía como una cascada hasta el suelo. El velo quedaba fijado en la parte posterior gracias al recogido que llevaba.

—Fraser no te va a quitar ojo —le aseguró Maggie.

Cuando Karen la vio, no pudo evitar que el estómago se le encogiera. Viendo a Ilona, comprendió el motivo por el que poco menos que odiaba las bodas. Porque estaba convencida de que ella nunca tendría una. Nunca tendría esa sensación que experimentaba la novia en ese momento. Parpadeó en repetidas ocasiones y se centró en las fotografías, con la ayuda de Denise. Esta no había perdido detalle de la reacción de su compañera. Una tímida sonrisa bailó en sus labios. Ese sentimiento de indiferencia hacia las bodas no era sino una excusa porque Karen no había encontrado una pareja que se lo propusiera.

—Juntaros un poco más. Los padres y la novia.

Karen enfocó su cámara y disparó en repetidas ocasiones hasta que pareció quedar conforme con el resultado. En ese instante llegó Andrew captando la atención de ella. Se volvió hacia él para quedarse contemplándolo sin ser capaz de reaccionar. Al final, hasta los padres de este se darían cuenta de que él le provocaba una sensación desconocida e irrepetible a cada momento que coincidían. Sonrió de manera tímida y sacudió la cabeza.

—Llegas justo a tiempo. Ponte junto a ellos —le indicó sujetándolo del brazo para indicarle dónde le gustaría que se pusiera.

Luego, enfocó con la cámara y hubo de parpadear en repetidas ocasiones cuando se fijó en él, Si el otro día le pareció atractivo, elegante e interesante… En ese momento creía que no podría soportar pasar la tarde y la noche sin quedarse mirándolo. Su pulso se aceleró al momento en el que se centró en él.

—Bien, quiero una con los dos hermanos.

Volvió a colocarlo mientras Denise se encargaba del velo de Ilona y de su vestido. Karen sintió el nudo en su garganta, y controló la respiración cuando las palabras de la pasada noche volvieron a revolotear en su mente. Luego, bajó la cámara y asintió.

—Perfecta. Bien, por el momento es todo. Nosotras vamos yendo hacia el castillo.

Sintió que se ahogaba, que necesitaba salir de allí cuanto antes. Si ver a Ilona vestida con su traje de novia le había impactado, ver a Andrew en aquella habitación, contemplándola de manera fija y sonriendo, le había provocado una taquicardia inesperada. Había experimentado cierta envidia y desilusión a la vez.

—¿Estás bien? —quiso saber Denise cuando abandonaron los apartamentos.

—Sí, claro. ¿Por qué me lo preguntas?

Karen no volvió el rostro hacia su amiga por temor a que esta descubriera que la había afectado ver a Ilona vestida de novia.

—Nada, es que… te quedaste parada al entrar en el apartamento.

—Ah, ¿lo dices por eso? Sí, me impactó verla. Está espectacular —le dijo sin darle demasiada importancia—. Es mejor que vayamos a hablar con la persona encargada y nos preparemos. La ceremonia es en el exterior.

Denise no dijo nada más mientras se dirigían hacia Eilean Donan. Apenas sí quedaban turistas en el puente de acceso. Los novios habían hecho bien en decidir casarse en el pórtico mirando hacia el lago. Reconocieron al encargado del otro día, el tal Archibald que ya estaba allí.

—Vosotras sois las fotógrafas —les dijo nada más verlas mientras le tendía la mano.

—Sí, ya estamos aquí preparadas.

—Bien, espero que todo comience en punto, aunque por lo general suele haber algún retraso.

—Claro, lo entendemos —asintió Denise mientras Karen revisaba la cámara sin prestar atención.

 

 

Andrew parecía estar nervioso. Más incluso que el propio novio, llegó a decirse. Ver a Karen se le había hecho raro. La encontró atractiva, con el pelo recogido en una coleta, sus vaqueros, su camisa por fuera de estos… Con gusto, se dijo, se habría cambiado por ella. Sonrió pensando en esta imagen.

—Mientras termináis, voy a buscar el móvil y la cartera. Con las prisas me los he dejado. Y de paso me aseguraré de que el novio no se ha escapado —dijo a su madre y a las demás allí presentes.

—No creo que vaya a hacerlo en este momento. Y si se lo está pensando, asegúrate de retenerlo. Tú eres su mejor amigo —le recordó Ilona con una sonrisa y un guiño.

—Descuida. No lo hará.

Andrew necesitaba salir de allí un momento. La presencia de Karen parecía haberse adueñado del salón del apartamento. Su perfume, que él había aspirado la noche en que bailaron en McGregor’s, se había impregnado en su chaqueta, cuando ella lo agarró por el brazo para situarlo junto a Ilona.

Regresó algo aturdido al apartamento de Fraser.

—¿Todo listo? —preguntó a Fraser y a sus padres, que seguían allí. Necesitaba desconectar de Karen.

—Te veo elegante, amigo —le dijo este con toda intención—. Ten especial cuidado con las solteras.

—¿Cuándo piensas dar el paso? —le preguntó Evelyn.

—Déjalo, mamá. No le mientes eso en este día o se declarará un soltero empedernido. Ya le llegará su momento —aseguró Fraser haciendo un gesto con la cabeza a Andrew.

—Todo llega —insistió esta, convencida de que así sería.

—Dejemos todo eso y preparémonos para el momento. ¿Dónde está mi padre?

—Sí, es el momento de irnos —aseguró Andrew echando un vistazo al reloj.

Salieron del apartamento y se dirigieron a la salida del edificio.

—Ahí está tu padre con los invitados.

Andrew cogió aire, se ajustó la corbata, dio un pequeño estirón a su chaleco y luego a la chaqueta. ¿A qué venía aquella especie de ritual? ¿Nervios? ¿O más bien a que no estaba acostumbrado a llevar traje? Empezó a caminar en dirección a Eilean Donan cuando vio a Maggie con su vestido azul noche y sonrió cuando se acercó a ella.

—Deberás estar alerta de los posibles pretendientes que te puedan salir esta noche —le susurró cuando estuvo a su altura.

Maggie sonrió con ironía ante ese comentario.

—¿Y qué me dices de ti?

—¿De mí? No creo que reciba ninguna proposición.

Pero ella se limitó a elevar una ceja con toda suspicacia e intención al tiempo que dirigía su mirada hacia Karen, que se había situado en mitad del puente de acceso al castillo, organizando a la gente para después disparar la cámara.

Andrew se fijó en ella, como era de esperar, y sintió el hormigueo en el cuerpo.

—Por cierto, ella tenía toda la razón.

—¿Ella? ¿Sobre qué?

—El color del traje te favorece —le aseguró Maggie guiñándole un ojo mientras él se limitaba a sonreír—. He estado hablando con Ian.

—Sí, ¿dónde está?

—Ahí viene. Nos ha visto.

—Joder, Andrew, ¿cuándo piensas ir vestido así al periódico? —le preguntó él riéndose mientras lo miraba de pies a cabeza.

—Imposible. No me encuentro cómodo.

—Bien, ¿qué quieres que haga?

—Saca un par de fotos… Ven, te presentaré a Karen, la fotógrafa oficial de la boda.

Ella se encontraba metida en su trabajo y no se había fijado en que Andrew caminaba hacia ella, hasta que Denise le hizo una señal con la cabeza en dirección a este. Por un momento Karen pensó que el corazón se le había detenido. Ya lo había visto vestido de gala para la ocasión, pero al parecer no lograba acostumbrarse dado la impresión que acababa de provocarle. Agarró con determinación la cámara para que él no notara que sus manos temblaban.

Andrew no apartó la atención de ella en ningún momento hasta que Ian y él se detuvieron justo a su lado. Por un momento se la imaginó con un vestido de fiesta para la boda, lo que sirvió para corroborar lo que ya sabía desde hacía días. Comenzaba a considerarla con otros ojos.

—Karen, ¿cómo va todo?

Bien, esperando que llegue el momento de la ceremonia.

—Este es Ian, el fotógrafo del periódico.

—Encantado, es un placer conocerte —le dijo estrechando su mano.

—Gracias. Lo mismo digo.

Está aquí para sacar unas fotos para el trabajo. Solo quería presentártelo para que supieras quién es.

—Perfecto. No hay ningún problema.

—Os dejo para que os organicéis. Vuelvo con Maggie.

Ella se limitó a asentir.

—Si no te importa, iré sacando algunas fotos

—Sí, lo que tú veas. Si necesitas algo, me dices… —le comentó ella fijándose en Andrew, que se había detenido a saludar a algunos de los invitados. Enfocó la cámara hacia él y disparó un par de fotos sin que él lo supiera. No entendía a qué venía su interés por tener aquellas instantáneas de él, salvo para que, cuando estuviera a solas, pudiera verlas y recordar cómo era.

—¿Piensas poner alguna de esas en el cabecero de tu cama? —le preguntó Denise cuando se acercó a ella causándole un leve sobresalto.

—Vaya ocurrencia la tuya, ¿no?

—Entiendo que Andrew está elegante. Es atractivo y tiene un toque interesante…

—Le he sacado un par de fotos como a cualquier otro invitado.

—Ah, ya, claro. —Denise chasqueó la lengua—. ¿No tienes curiosidad por saber si los escoceses llevan calzoncillos bajo el kilt? ¿O tal vez piensas averiguarlo en persona esta noche?

—Pero… ¿de qué…?

—Mira, ahí viene la novia con su padre. Venga, prepárate, que llega el momento. Ya está el pastor que va a oficiar la ceremonia —le hizo saber con un gesto hacia el pórtico del castillo—. Apresúrate.

Karen se había quedado perpleja ante aquella ocurrencia de Denise. Pues claro que no tenía ninguna intención de preguntarle a Andrew si llevaba ropa interior bajo el kilt, ni mucho menos comprobarlo en persona. Decidió centrarse en la novia que avanzaba cogida del brazo de su padre. Los invitados se habían apartado hacia ambos lados haciendo un pasillo por el que caminaban hacia el pórtico. Archibald, el encargado de todo, los aguardaba y los iba guiando hacia el lugar elegido por la pareja para que se oficiara la ceremonia.

Karen no quería que su profesionalidad se viera en entredicho por no tener la cabeza en su sitio. Aquel reportaje tendría que ser perfecto porque Ilona y Fraser se lo merecían. Ellos dos no tenían la culpa de que ella se sintiera atraída por Andrew. Le dio unas indicaciones a Denise para que se mantuviera a su lado con la cámara de vídeo. Todo iba desarrollándose a la perfección. Ilona sonreía tímida mientras se acercaba al sitio.

De pronto apareció Fraser junto a su madre. Caminaron por el pasillo improvisado por los invitados haciendo el mismo recorrido que acababa de hacer Ilona con su padre. Estos aguardaban en la explanada exterior, junto a la puerta mirando hacia el lago y las montañas. Un perfecto marco para aquella ocasión, pensó Karen tragando e inspirando. Una vez más, la emoción parecía estar adueñándose de ella. Tal vez ese fuera el motivo por el que siempre había rechazado las bodas, porque en el fondo era una sentimental. Una romántica que no quería reconocerlo.

Andrew se fijaba más en las fotógrafas que en los novios. Estos habían quedado uno frente al otro, contemplándose con admiración mientras sus respectivos padrinos se mantenían a su lado, pero unos pasos por detrás. El encargado de la boda asintió y dio comienzo mientras los invitados se congregaban alrededor de la pareja.

Karen se movía de un lado para otro con gran destreza para lograr las instantáneas más llamativas. Denise, por su parte, seguía grabando en vídeo e intercambiaba algunas palabras y gestos con su colega para que se pusiera aquí o allí.

—¿No crees que es emocionante? —le preguntó Maggie a Andrew en un momento.

Él solo parecía tener ojos para Karen, a la que parecía seguir en cada paso que ella daba. Ni siquiera se había fijado en Fiona y en su hermano. Se había limitado a saludarlos con un gesto desde la posición en la que se encontraba junto a Maggie.

Imagino que para ellos lo es —comentó mirando a su compañera y encogiendo los hombros. Volvió su atención a la ceremonia mientras esta avanzaba casi a la vez que el sol se iba escondiendo detrás de las montañas. Contuvo la respiración cuando Fraser y su hermana intercambiaron sus votos y se dieron el sí quiero. Sonrió y aplaudió como el resto de los invitados cuando llegó el momento final.

En ese momento la melodía de una gaita se dejó escuchar en aquel lugar tan emblemático. Andrew cruzó los brazos y bajó la mirada al suelo para no quedarse embobado mirando a Karen. Pese a que se había prometido prestar atención a la boda, y no a ella, la francesa se había convertido en el centro de su atención sin que pudiera remediarlo. La había seguido con la mirada allá donde se colocaba, seguida de Denise en todo momento. Charlaban entre ellas sobre dónde colocarse en función de la luz de la tarde. O a qué invitados sacar una foto. O acerca del ángulo que debía tomar en función del paisaje o del propio castillo. Hasta que se dio por concluida la ceremonia y los familiares más allegados se dirigieron al interior del castillo para una sesión de fotos privada.

—Deberías disfrutar del día y dejar a Karen un poco —le comentó Maggie consciente de que la atención de él estaba puesta en la fotógrafa.

—No es nada. Solo quiero verla trabajar. Nada más. De ese modo me haré una idea de cómo lo hace.

Maggie asintió sin creerle ni una sola palabra. Sí, no apartaba su atención de ella, pero temía que no se debía a una cuestión profesional, sino personal.

Andrew no quería llamar la atención. Quería pasar inadvertido, hasta que Karen le pidió a él solo que se situara junto a los novios primero y luego con su hermana. Sabía que esa imagen le agradaría a Ilona.

—Sonríe, Andrew —le pidió Karen mirándolo a través del objetivo antes de disparar.

—Vamos, hazle caso —le dijo Ilona en voz baja—. Ella sabe lo que hace.

—No lo dudo.

—Ha quedado perfecta —dijo ella revisándola en la cámara.

—¿Me necesitas para alguna más? Quiero saludar a unos amigos.

Karen lo enfocó sin que él lo esperara.

—Quieto ahí.

Andrew ni siquiera parpadeó cuando ella le dio la orden y se acercó enfocándolo. Sintió un ligero cosquilleo por todo el cuerpo cuando se fijó en él. No podía dejar de sentirse así cada vez que lo miraba. Y pese a que detrás de la cámara podía esconder sus emociones a los demás, no podía hacerlo a sí misma.

—Estupendo.

—Me darás una copia al menos.

Karen asintió con un gesto que denotaba cierto pesar. En ese instante no pudo fingir que lo echaría de menos cuando se marchara de regreso a París.

—No te preocupes por ello.

Andrew la contempló de manera detenida porque aquella expresión en su rostro captó toda su atención. Por un instante, creyó que había perdido la chispa en su mirada, dejando paso a cierta melancolía. Decidió alejarse para que ella siguiera trabajando. Tenía que saludar a sus parientes y amigos. Tal vez comenzar a pensar en serio que esa noche comenzaría la cuenta atrás para que ella desapareciera de su vida. Volvió con Maggie y se mezclaron con los invitados mientras cogía una copa de champán que le ofrecía una camarera.

Karen se olvidó de lo que había sentido al lanzar esa última fotografía de Andrew. Echó una rápida mirada hacia donde había estado él, pero se había ido. En un gesto incomprensible bajó la mirada a la cámara para recuperar la fotografía y sonreír.

Archibald les hizo indicaciones a los novios para que se hicieran algunas fotografías en el interior del castillo, junto a sus familiares más allegados. Los condujo hacia el edificio principal que ya habían visitado días antes, y Karen fue eligiendo los lugares más llamativos para hacer las fotografías. En el salón del banquete organizó a la pareja y a sus padres de tal forma que todos quedaran encuadrados en la fotografía con la inestimable ayuda de Denise. Una vez más, tuvo que enfrentarse a la mirada de Andrew, pese a que él parecía distraído mirando hacia otro ángulo.

Y luego lo vio alejarse con el resto mientras ella aprovechaba para seguir lanzando fotos a la pareja. Por un momento permaneció pensativa, fingiendo que revisaba las imágenes sacadas. Pero en realidad lo que hacía era tratar de controlar sus emociones. Y eso que la boda apenas había comenzado.

 

 

El día avanzaba entre risas, felicitaciones, aplausos y demás. Andrew se sentía algo más relajado ahora que había perdido de vista a Karen. Brindaba por los novios, charlaba con sus amistades y sonreía. Pensaba que en el fondo no era para tanto. Una vez que se había metido en la fiesta, ella parecía haber pasado a un segundo o tercer plano. No se separaba de Maggie en ningún momento, como si no quisiera quedarse a solas. Claro que a este paso su madre comenzaría a pensar en lo que no era, en que él le había mentido con respecto a ella y demás.

—Creo que es la primera vez que te veo con traje, hermano —le dijo William acercándose a este—. Hola, Maggie, estás espectacular.

—Gracias, William —le dijo con una sonrisa.

—Lo está —corroboró Andrew—. Estamos acostumbrados a vernos en vaqueros y ropa casual, que hoy casi ni nos reconocemos.

—¿Qué te parece todo? —preguntó Will mirando a su hermano.

—La verdad es que está quedando de maravilla. Ilona y Fraser han tenido buen gusto a la hora de organizar la boda.

—Deberíamos entrar al salón para el banquete —les anunció Eileen, su madre acercándose a ellos. Lanzó una mirada significativa a Andrew y luego a Maggie. Pero él no le hizo el menor caso. Ya imaginaba que algo así sucedería.

—En ese caso… Después de ti —le dijo William mientras Andrew acompañaba a Maggie.

 

 

Antes de que se iniciara el banquete, y con los novios ya presentes, un grupo de baile apareció en el salón para danzar en honor a los novios. Todo había sido engalanado para la ocasión. Los novios presidían una mesa con sus padres mientras el resto se repartían en mesas redondas. Algunos invitados se fijaron en cómo el gaitero afinaba mientras las chicas depositaban las claymores, las espadas típicas, y su vaina sobre el suelo formando un aspa. En ese instante Andrew sonrió recordando la conversación con Karen y Denise en la taberna acerca de los bailes tradicionales. Y no vaciló en buscarla con la mirada y encontrarla con la cámara enfocando al grupo. La música sonaba y las bailarinas ejecutaban la danza sin tocar ni el filo de la espada ni su vaina en ningún momento. Cuando hubieron concluido, el banquete de boda dio comienzo.

Andrew permanecía sentado al lado de Maggie. Este le había pedido que lo hiciera para que no se quedara sola. Por momentos tenía la sensación de que usaba a esta para evitar acudir al lado de Karen. Esto, y que ella estuviera trabajando, parecían retenerlo. Pero era consciente que más pronto o más tarde coincidirían. En su mesa también estaban sentados William y Fiona. Y Laura, la hermana de Fraser.

—¿Qué piensas de todo esto? —quiso saber Maggie en un momento de la noche, cuando Andrew parecía estar relajado.

—¿No me estarás entrevistando? Quedamos en que estos días no trabajabas —le recordó con un toque de advertencia.

—Pues claro que no. Solo quiero saber qué opinión te merece la boda de tu hermana. Nada más. No se me ha pasado por la cabeza entrevistarte para el periódico.

—Me alegro.

—Entonces…

—Sin duda que me ha sorprendido. No esperaba que fuera algo así. Creo que los dos se lo merecen.

—Yo también. Les ha quedado preciosa la ceremonia en la explanada junto al lago y las montañas.

—Anímate.

—¿Cómo que me anime? —Maggie lanzó una mirada de incredulidad a Andrew—. Para empezar, no tengo pareja.

—Bueno, esta noche hay unos cuantos solteros aquí —le dijo haciendo referencia a los invitados.

—Creo que, si hay alguien que tiene que decidirse esta noche, ese eres tú —le aseguró con total convicción de que así era—. ¿Has pensado qué vas a hacer con Karen?

Andrew se limitó a sonreír ante aquella cuestión y no dijo nada. No entró al juego que Maggie le proponía y siguió cenando.

—¿Has probado la carne? Está rica —le dijo en cambio con un gesto algo socarrón que hizo que Maggie sacudiera la cabeza sin comprender por qué él no quería hablar de Karen.

 

 

Karen apenas sí había probado bocado, y eso que Roger había insistido en que les pusieran un plato tanto a ella como a Denise para que cenaran y disfrutaran de la boda. No solo era cuestión de trabajo. Pero ella prefirió centrarse en este y fotografiar todos aquellos momentos importantes de la noche, hasta que los novios inauguraron el baile tradicional. Solo entonces, Karen se permitió relajarse un poco y quedarse apoyada contra una pared mientras revisaba las imágenes que había sacado hasta ese instante.

Poco a poco, los invitados comenzaron a acompañar a la pareja de novios en la pista de baile. Andrew permaneció sentado observando a los demás hasta que Maggie tiró de él.

—Vamos, es la boda de tu hermana. No puedes quedarte ahí sentado.

—Te haré caso. Si tú vienes conmigo.

Maggie sonrió.

—No me lo digas dos veces.

En un par de minutos los dos estaban metidos en pleno baile girando y girando mientras entrelazaban sus brazos con varios invitados.

Karen, por su parte, observaba con atención a la gente y no perdía la ocasión para sacar unas pocas fotografías, hasta que Ilona se acercó hasta ella y le quitó la cámara. Luego la dejó en manos de su padre y la obligó a bailar.

—Vamos, disfruta del momento. No es solo trabajo —le dijo sonriendo y poco menos que arrastrándola hacia el grupo de gente que bailaba—. Y tú también, Denise.

—Pero yo… No tengo ni idea de cómo… —protestó esta, ya que Karen no había tenido oportunidad de hacerlo.

—Déjate llevar por la música y fíjate en los demás. Es sencillo —le sugirió Ilona.

Karen se armó de valor y siguió a esta a la pista, donde de inmediato se vio envuelta en la música, las palmas y los vítores de júbilo de los que allí bailaban. Como era de suponer, en uno de los lances su brazo quedó enganchado al de Andrew. Sus miradas se cruzaron, pero sin que ninguno dijera nada. A él le gustó verla bailar y le encantó escucharla reír entre vuelta y vuelta. Su pelo se había soltado, abría la boca para dejar escapar alguna que otra carcajada, sus mejillas pronto ganaron color por el vaivén de la danza. Ella iba de un lado al otro del salón sin ser consciente de nada, excepto de disfrutar, como le había asegurado Ilona. Eso mismo estaba haciendo Denise, que parecía más entregada que ella. Karen tenía la impresión de que se le iba a salir el corazón del pecho debido al ejercicio.

Andrew se acercó a ella. Su mirada derrochaba una mezcla de curiosidad y felicidad que no había percibido hasta entonces. Tenía el rostro encendido, el pelo suelto cayendo sobre sus hombros, y le devolvía la mirada tomando aire entre sus labios.

—Te dije que te harían bailar como una invitada más —le recordó agitando un dedo ante el rostro risueño de ella—. No será porque no te lo advertí.

—No digo nada.

—¿Te ha gustado? ¿Lo estás pasando bien?

Karen asintió mientras su respiración volvía a ser más pausada. Pero no así sus pulsaciones, estando Andrew delante de ella. Su mirada era inquieta, recorriendo su rostro y su cuerpo.

—Sí, pero con estas pintas desentono un poco con el resto de los invitados.

No para mí.

Ella acusó el sentido de aquellas palabras sin poder reaccionar.

—Gracias, pero es la verdad.

—Salgamos un momento fuera a tomar el aire.

—Tengo la cámara…

—No te preocupes. La tiene mi padre. Y volveremos en un momento.

Denise sonrió con picardía cuando los vio marcharse. Lo mismo que Maggie. Ambas intercambiaron una mirada y no pudieron evitar sonreír ante lo que parecía inevitable.