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Entre el cielo y la tierra

El triskel es la triple espiral que muestra al mismo tiempo los dos sentidos, la evolución y la involución, como un movimiento perpetuo de ida y vuelta que no tiene principio ni fin, tal como los celtas (aunque también lo usaron otros pueblos) veían conceptualmente la vida y la muerte, que no eran sino pasos intermedios del otromundo, también llamado el lugar de la verdad o el mundo auténtico; los tres ineludiblemente interrelacionados en el continuo giro de la rueda de la vida. También es una representación de la vida y la evolución como una serie de movimientos que se van transformando a partir del punto de origen. También es la representación del ser humano, compuesto por cuerpo, mente y espíritu. De igual manera, representaba la idea primaria de la existencia: creación, mantenimiento, destrucción. Los alquimistas llamaron al triskel el «fuego secreto».

El concepto dual de otras culturas, los celtas lo transformaron en trinitario. Entre el día y la noche estaba el crepúsculo, entre la luz y la oscuridad, la penumbra; entre el agua de la tierra y la lluvia del cielo, el rocío. El sueño, el eco, la isla, el alba, la furia del guerrero, la inspiración del bardo, el trance del druida a medio camino entre la muerte y la vida. Siempre había un estado intermedio que no pertenecía completamente a ninguno de los extremos aunque formara parte de ambos, al que daban una especial impor tancia, por estar vinculado con lo sobrenatural.

También es el triskel una representación simbólica de las divinidades trinitarias, masculinas o femeninas, que manifiestan su esencia bajo tres aspectos distintos. Aunque este concepto ya estaba recogido en las religiones egipcia, persa, griega, romana, y posteriormente en la Trinidad cristiana.

En el manuscrito Barddas, compilado en el siglo XVI por el galés Llewellyn Sion, hay, mezclados con otros conceptos cristianos, un esquema que podría ser parte de la filosofía druídica sobre la existencia a través del Círculo del Infinito, compuesto por tres planos concéntricos por los que pasaba un ser a lo largo de su evolución. Estos estaban entre dos fuerzas complementarias: Dios, o principio de construcción, y Cythrawul, o principio de destrucción.

El círculo más pequeño era Awbredh o Abred. El mundo terrenal, donde la vida es una lucha continua y los espíritus se reencarnan una y otra vez, incluso en animales y plantas, hasta conocerlo todo, corregir los errores y llegar a un estado de perfección tras deshacerse de todos los lastres que la condición humana arrastra consigo. Después estaba Gwynnedh, espacio indeterminado de espíritus libres que prosiguen su evolución para alcanzar el absoluto. Finalmente, Kawgynt o Ceugant, algo así como un cielo exclusivo para Dios.

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El triskel, para los druidas, dentro del ritual adecuado era una imagen que facilitaba los estados meditativos ajenos al tiempo y el espacio. Para la gente normal era un elemento de protección que grababan en puertas y ventanas.

Según este esquema, el motivo de que todos estemos ahora en el primer círculo es por un pecado de orgullo cuando estábamos en el segundo círculo y quisimos igualarnos a Dios, intentando traspasar los límites de su espacio. Otros, que se limitaron a seguir las indicaciones divinas, permanecieron en el Gwynnedh. Pero aun pueden ir las cosas peor, ya que, fuera del círculo está el Annwn, la condición más alejada de la vida.

LA TRIPLE MUERTE

El hombre de Lindow, momificado de manera natural en un pantano inglés, al igual que otras víctimas encontradas en Dinamarca, presenta signos de haber sufrido la llamada triple muerte, en este caso asfixia, corte de garganta y ahogamiento. Todo esto tras haber consumido una comida ritual a base de varios tipos de cereales, que se mantuvo en sus intestinos. Eso hace pensar en un sacrificio propiciatorio para asegurar la futura cosecha. La víctima seguramente fue un voluntario que eligió tal honor para ayudar a los suyos.

En los cuerpos momificados en las turberas Dinamarca (hombres de Tollund y Grauballe), se puede apreciar el carácter noble e incluso real de aquellas personas, cuyas manos no muestran signos de los duros trabajos que en su tiempo había que realizar.

El rey Diarmid de Irlanda murió, según las crónicas cristianas, por herida de un arma, por el fuego y por ahogamiento. Lo que le hace candidato a ser considerado como un rey que tuvo sacrificarse por su pueblo. Se supone que después de tales sacrificios, la diosa a la que se dedicaban quedaba complacida. La tribu volvía a contar con su protección.

En una versión de la historia de Merlín se dice que cuando aun era un niño profetizó a un tal Argistes que moriría ahorcado, ahogado y quemado. El hombre, tal vez intentando librarse de la profecía, prendió fuego a la casa de Merlín, pero el fuego le alcanzó y salió corriendo a un lago, al que cayó cuando una cadena se le enredó en el cuello. Otra forma de la triple muerte.

Aquellos sacrificios debían guardar relación con las ofrendas que habitualmente se realizaban a las aguas de fuentes, ríos o lagos, considerados como lugares sagrados y puertas al otro mundo, como una manera de dar las gracias por una victoria, echando las armas del enemigo, o por superar una enfermedad, haciendo lo propio con exvotos o joyas.

También se ha especulado con la idea de que en tales sacrificios se le otorgaba un carácter divino a la víctima el identidad de hijo de un dios o diosa determinado, de modo que su muerte supusiese algo así como un castigo a la deidad por no haberse ocupado adecuadamente de su pueblo (romper el vínculo o promesa), en tiempos de hambruna, sequía, invasiones…

DIOSES Y DIOSAS

Las migraciones y los inevitables intercambios y mestizajes con infinidad de pueblos hizo que el panteón celta tenga cientos de nombres de divinidades, aunque sin duda podrían clasificarse del mismo modo que los dioses de cualquier otro pueblo contemporáneo, dividiendo sus funciones entre la fecundidad, la guerra, el bosque, las aguas, el patrimonio, la familia…

Un rasgo común entre los pueblos celtas es que no encerraban a sus dioses en templos (no los hubo hasta la romanización), realizando los rituales y celebraciones al aire libre, en bosques o a la orilla de ríos, lagos o manantiales. En estos últimos (algunos aun guardan el nombre de una diosa celta, como Sena, Danubio, Dniepper), arrojaban las armas del enemigo vencido (a veces también sus cráneos) en señal de agradecimiento. Muchos rituales se realizaban frente a un árbol y una roca que para ellos tuviesen una especial significación, normalmente por estar habitados por un espíritu ancestral con el que los druidas podían comunicarse.

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En las placas del Caldero de Gundestrup (encontrado en Dinamarca, aunque procede de la cuenca del Danubio) muestra, en una docena de placas de plata dorada con imágenes en relieve, lo que podría interpretarse como escenas mitológicas cargadas de un simbolismo difícil de interpretar, además de los rostros de lo que se supone debían ser dioses. (Museo Nacional, Copenhague).

En todas partes había una diosa madre, como Danu de la mitología irlandesa, aunque podía ser simplemente la Diosa, y que podía tener tres formas o manifestaciones, como podían ser «doncella, madre y anciana» o las tres diosas de la guerra (Morrigan, Badb y Macha). También había un dios padre, como Dagda o Cernunnos, que podía tener la apariencia del «rey anual» a lo largo de las estaciones, que muere todos los años para renacer e iniciar un nuevo ciclo agrícola junto a la Diosa, que es el único elemento inmutable.

En la época de romanización se hicieron estatuas antropomorfas de los dioses celtas, a los que incluso se les añadió el nombre del equivalente romano, como Mars Teutates, Minerva Belisama, Apolo Grannos, Júpiter Taranis o Sulis Minerva.

Veamos algunos nombres de deidades celtas que han pasado a la historia con alguna de sus cualidades conocidas:

+ ALISANOS. Galia. Dios de piedras y rocas, menhires y dólmenes.

+ AESUS. Galia. Se le solía representar con un árbol, al que se le ofrecían sacrificios humanos.

+ ADARTIA. Diosa de los cultivos y los osos. Se le representaba al lado de un árbol, con unos frutos en la mano y acompañada de un oso.

+ AINE. Irlanda. Diosa del amor.

+ ANDRASTE Britania. Diosa de los iceni que representaba la Victoria.

+ APADEVA. Diosa del agua. Se le hacían ofrendas en los lagos.

+ ARIANRHOD. Irlanda y Britania. Diosa del destino y la iniciación, Se le representaba como una araña como símbolo de interacción entre la naturaleza y las acciones humanas. En Gales se le identificaba con la constelación Corona Borealis.

+ ARDUINA. Galia. Diosa de los bosques. También representaba la prosperidad.

+ ATAECINA. Celtiberia. Diosa de la noche y de la muerte.

+ BEL / BELENUS. El brillante. Iluminación espiritual. A él estaba dedicada la fiesta de Beltane, los fuegos de Bel.

+ BELATUCADROS. Britania. Dios de la guerra.

+ BELISAMA. Galia. Diosa del fuego.

+ BOANNA. Irlanda. Diosa del amor. A ella se debe el nombre del río Boyne.

+ BORVO. Galia. Dios de las aguas burbujeantes (medicinales). Daría lugar al nombre de la dinastía Borbón, cuyos miembros, tal vez en sus orígenes, se considerarían descendientes suyos.

+ BRIGANTIA. Diosa de los brigantes. Llegó a ser adoptada por los romanos.

+ BRIGIT. Irlanda. «La exaltada». Hija de Dagda y diosa de los artesanos, poetas y médicos.

+ CANDAMO. Celtiberia. Dios del trueno y de la guerra. Es posible que el amuleto con forma de hacha de doble filo se llevase para propiciar su protección.

+ CERNUNNOS. Dios cornudo de la vida y de la muerte (regeneración). Guardián de la puerta al otro mundo. Señor de los bosques.

+ CERRIDWEN. Britania. Diosa de las cosechas y la profecía. La que abre los caminos. Ayuda al iniciado. También al difunto para pasar a otro plano.

+ COCIDIUS. Britania. Dios de la guerra y de la caza.

+ COVENTINA. Britania. Diosa de las aguas.

+ DAGDA. Era el druida de los dioses y el dios de los druidas. Los irlandeses le llamaban eochu ollathair, el padre universal, y ruad rofhessa, el sabio pelirrojo. Sus atributos eran un caldero y un garrote, con los que podía dar y quitar la vida. Con el sonido de su arpa mantiene la continuidad de la creación.

+ DANA o DANU. Diosa Madre. «Agua del Cielo». Creadora de la vida.

+ DAMONA. Galia. Diosa del ganado.

+ DEVA. Diosa madre relacionada con las aguas. Muy común en toda Europa, donde hay numerosos hidrónimos con su nombre.

+ DON. Britania. Diosa madre, similar a Dana. La constelación Casiopea tiene en galés su nombre: Llys Don.

+ ENDOVELICO. Celtiberia. Dios de la medicina; inspirador de sueños curativos.

+ EPONA. Galia. Diosa de los caballos y los jinetes. Los romanos la adoptaron como diosa de la caballería de sus legiones.

+ LIR. Irlanda. Dios del mar.

+ LLYR. Britania. Dios del mar, similar al Lir irlandés A él se debe el nombre de la ciudad de Leinster (Llyr Cester).

+ LUG / LLEW / LLUD / LUGUS. Es el más universal de los dioses celtas. Los irlandeses le llamaban samildanach, el de muchas habilidades, por lo que era patrón de los artesanos. A él se debe el nombre de Lugnasad, fiesta celta de la cosecha, y de numerosas ciudades europeas: Londres, Lyon, Ludun, Loudan, Lugo… Los romanos lo asociaron con su Mercurio.

+ MANNANAN. Irlanda e Isla de Man. Dios del mar.

+ MANAWYDAN. Britania. Dios del mar, similar a Mannanan. Hijo de Llyr.

+ MORRIGAN. Irlanda. Diosa de la guerra. Aparece bajo tres formas: Macha, Nemainn y Badb. Cuando poseía al guerrero lo llevaba hasta el frenesí absoluto. También confundía a los enemigos obligándolos a matarse entre sí mismos.

+ NANTOSUELTA. Galia. Diosa de la naturaleza. Esposa de Sucellos. En la época romanizada se le representaba con un palomar y un cuervo.

+ NEMETONA. Diosa de los bosques sagrados, donde los druidas realizaban sus rituales. A los espacios destinados a ceremonias especiales se les llamaba nemeton.

+ OENGUS. Irlanda. Hijo de Dagda y Boann.

+ OGMIOS / OGMA. Irlanda. Dios de la poesía y la elocuencia. Creador del alfabeto oghámico. Como expresión del poder de la elocuencia, se le representaba como un viejo cubierto con una piel de león; de su lengua pendía una cadena unida a las orejas de varios hombres. Llevaba la tonsura de los druidas (y los monjes celtas): rapado de oreja a oreja, con un mechón delante y otro largo detrás.

+ RHIANNON. Britania. Era la que «invita al caminante a subir a su caballo», como símbolo de quien acompaña a las almas al más allá. También las acompaña en el viaje de vuelta a una nueva vida. Con ella van dos pájaros: el gozo y el olvido.

+ ROSMERTA. Galia. «La gran proveedora». Diosa de la prosperidad. Se le simbolizaba con la cornucopia.

+ SIRONA. Galia. Diosa de la medicina y el renacimiento. Representada con una serpiente enroscada en un brazo.

+ SULIS. Britania. Diosa de las aguas termales y de la profecía. Tuvo un templo sobre un manantial en la actual Bath, donde el rey Bladud se curó de una enfermedad. Los romanos la asociaron con Minerva.

+ SUCELLUS. Galia. Dios de la guerra vestido con una piel de lobo. Era portador de un martillo, como símbolo de potencia creativa, por lo que se le llamaba «el del golpe de suerte».

+ TARANIS. Galia. Dios del trueno.

+ TEUTATES o TUTATIS. Galia. Dios protector de las tribus.

+ VAÉLICO. Celtiberia. Dios de la guerra con forma de lobo.

AOS DÁNA, LA CLASE ARTÍSTICA

Druidas, los sabios del bosque

Los griegos del siglo II a.C. fueron los primeros en observar que entre los pueblos bárbaros que ellos llamaban keltoy había unos hombres a los que no tuvieron inconveniente en reconocer nada menos que como predecesores de la filosofía griega y a los que consideraron similares a los magos persas y caldeos. Eran los druidas, nombre asociado tradicionalmente al roble, el bosque y la sabiduría.

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Cada cronista griego o romano que tuvo contacto con los druidas los describen de una manera distinta, incluso completamente opuesta: de salvajes que gritan enloquecidos en medio de un bosque hasta filósofos consumados conocedores de la inmortalidad del alma, desde oficiantes de cruentos sacrificios humanos hasta expertos astrónomos.

No se sabe a ciencia cierta su origen, si corrió paralelo a la historia celta desde el principio o si pertenecieron a algún pueblo que acabó siendo absorbido. Algunos autores piensan que podrían ser parte de los últimos pueblos megalíticos con los que habrían convivido los proto-celtas, que ya deberían haber entrado en un lento ciclo de decadencia, perdiendo progresivamente sus capacidades por el simple contacto comunidades guerreras en tiempos especialmente conflictivos. Justamente fue en los lugares de amplia tradición megalítica donde más prosperaron los celtas.

Las escuelas druídicas estaban siempre en el interior del bosque y no serían demasiado distintas a un monasterio (de hecho, muchas fueron convertidas en monasterios, mientras que otras se transformaron en escuelas de poetas, algunas de las cuales perduraron hasta el siglo XIX). Es muy posible que los druidas realizasen recorridos anuales por todas las tribus para reclutar aquellos jóvenes que parecían tener posibilidades, seguramente ya señalados por los colegas que atendían normalmente esa comunidad, después de observar cierto tipo de signos o habilidades naturales. Los que pasen las pruebas iniciales serán llevados a una de las islas «islas de los soñadores»: Mona (actual Anglesey) o Iona (aun con el mismo nombre, en Escocia).

Sus funciones eran tan respetadas por todos los estratos de la sociedad que estaban exentos del servicio militar, de pagar impuestos o de las labores en los campos comunitarios; no tenían límites territoriales, pudiendo traspasar cualquier territorio tribal sin necesidad de pedir permiso y con la completa seguridad de que nadie les atacaría. Incluso podían cruzar un campo de batalla sin ser molestados y no tenían que postrarse ante ningún rey.

Pero para llegar a la cúspide del druidismo tenían que superar un duro e intenso aprendizaje que podía llegar a durar veinte años. Eso hacía que un druida comenzase su vida profesional a la edad que pocas personas «normales» superaban, lo cual les convertía en «venerables ancianos».

A pesar de que la gran mayoría del druidismo estaba compuesta por hombres, también había druidesas (bandruí o banfhlaith), aunque es probable que estas tuvieran funciones específicas, que no siempre se mezclaban. En Irlanda había una escuela para las bandruí en Cil Dare, justo donde siglos después santa Brígida, hija de un druida, levantaría su monasterio de monjas que mantendrían encendido, hasta que la iglesia de Roma se lo prohibió, el fuego sagrado.

Los druidas no tuvieron ningún interés en que cualquiera pudiese aprender sus enseñanzas sin ningún tipo de control. La información iba de maestro a pupilo, conociéndose bien el uno al otro, y, en teoría, no permitiendo desviaciones. De ahí la obsesión por la tradición oral en perjuicio de la letra escrita. Se usaba en gran medida la versificación, ya que el ritmo y la rima hacían las enseñanzas más recordables (posiblemente también con sideraban a la poesía como la forma más sagrada de expresión).

También usaban dibujos con trazos muy esquemáticos, al modo de los que tuvieron los pueblos megalíticos, que servían como sistema nemotécnico que permitía seguir la historia de un héroe, la secuencia lunar con su reflejo en las labores campesinas o un complejo concepto filosófico sobre la vida después de la muerte. Todo fácil de ver en un esquema de puntos, rayas, círculos o figuras similares, siempre y cuando lo que reflejan sea previamente conocido.

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Sobre la tor (colina) de Glastonbury, en Inglaterra, estaba la escuela y el centro de peregrinaje (y seguramente un gran roble), atendido por druidas varones, mientras que el manantial de la llanura (actualmente llamado Chalice Well) estaba atendido por mujeres (bandruí).

Pero, con el término druidas se identificaba a todo un colectivo muy complejo en el que a veces no es posible delimitar funciones. No todos los druidas hacían de todo, ya que, entre otras cosas, atendían los servicios religiosos, médicos o jurídicos, eran educadores de los jóvenes o consejeros de reyes (a la historia han pasado Cathbad, druida del rey irlandés Conchobar, o el más famoso de todos: Merlín, del rey Arturo). Posiblemente, donde hubiese suficientes, habría especialistas en unos u otros temas, contando también con la ayuda de los adivinadores o las sacerdotisas. En el caso contrario, un druida de una comunidad aislada podría cubrir todas las funciones.

También realizaban las actividades sobrenaturales que normalmente se atribuyen a los chamanes de cualquier cultura, entre ellas conseguir que el espíritu de un difunto no quede aturdido en la confusión cuando abandona el cuerpo, realizar exorcismos de algún tipo de seres maléficos que ocasionan enfermedades físicas o mentales, transformar a voluntad su forma física, usar un manto de invisibilidad (fe fiada), fabricar talismanes y amuletos, realizar conjuros, provocar nieblas o tormentas… A muchos santos del cristianismo celta se le atribuyeron habilidades similares.

En su faceta de médicos, usaban sobre todo plantas recogidas en el bosque, algunas de ellas siguiendo algún tipo de ritual en épocas precisas del año. Un papel primordial de la farmacopea de los druidas (sobre todo los de la Galia) lo tenía el muérdago que recolectaban ceremonialmente de las ramas del roble en determinadas fechas y con una hoz de oro. Además de ser un elemento presente en todos los rituales, podría decirse que era algo así como un antibiótico de amplio espectro, ya que servía para infinidad de enfermedades, entre las que se incluirían las que nosotros llamamos síquicas, que para los druidas lo eran todas, ya que sería algún desequilibrio interno lo que facilitase el externo.

Los arqueólogos han encontrado herramientas quirúrgicas muy similares a las usadas hoy en día, con las que practicaban algún tipo de cirugía, cesáreas y trepanaciones. También usaban unos baños de calor similares a saunas, como los que se han encontrado en Irlanda y España.

ALGUNOS TÉRMINOS

Awen: Algo así como inspiración divina. El aliento de Dagda que proporciona cierta clase de conocimientos a los druidas y los bardos.

Nwywre: Energía que vincula la vida con el universo físico. Se simbolizaba con la forma de la serpiente. Imbas forasnai: «Luz de la previsión». Ritual efectuado para conseguir una visión del futuro.

Deiseal: Movimiento circular hacia la derecha o según el sentido del sol, se realizaban en muchos rituales en torno a manantiales, hogueras, piedras. Los marineros y pescadores también lo hacían nada más comenzada la navegación. Estas costumbres continuaron en los tiempos cristianos, cuando también se hacían alrededor de las iglesias. En cambio, los círculos tuaithbel se hacían hacia la izquierda o a contrasol, buscando justamente algún efecto negativo, por lo que eran usados en magia negra.

Geis (geasa, en plural): Tabú o prohibición impuesta por un druida que todos los hombres importantes debían respetar escrupulosamente. Podían ser cosas tales como no comer una determinada comida, no pronunciar un nombre, ... En muchas leyendas irlandesas, su violación da lugar a una muerte trágica, como en el caso de Cu Chulainn o Muirchertach, además de algún tipo de desastre para la gente relacionada con esa persona.

Según testimonios de quienes les vieron actuar, bien pudiese ser que usasen algo similar a la iridiología o el detectar las alteraciones de la energía corporal a través la piel. Una vez detectado el desequilibrio, deberían recurrir a las plantas y/o imposición de manos, acompañado todo ello por algún tipo de conjuro que tal buscase la ayuda de aliados espirituales. Y, tal como hacen algunos chamanes, podrían también recurrir al trance para averiguar qué fue lo que ocasionó el trastorno, con lo cual resolverían también el desequilibrio de la parte espiritual de la persona.

Algunos cronistas que fueron testigos de curaciones druídicas, como Silicio, citan los cantos de distinto tipo que realizaban ante el enfermo, desde una especie de arrullos hasta violentos gritos que pueden hacer pensar en un ritual de exorcismo de espíritus negativos, y que eran practicados por igual a ricos o a pobres. Como «dominadores de la voz», una de las muchas habilidades que adquirían en su larga preparación, podrían producir ciertas vibraciones o escalas sonoras que, cuando menos, proporcionarían descanso al enfermo, e incluso le acrecentarían la energía que le ayudaría a curarse.

Se sabe que en el antiguo Egipto, muchos rituales estaban basados en la voz, no solo en la palabra, y que la entonación, la vibración y el estado emocional que con ella expresasen eran fundamentales para conseguir el fin propuesto. Eso no era algo que pudiese trascribirse ni aprenderse de alguien que no fuese un experto. Julio César, que hizo todo lo posible por acabar con ellos en la Galia, escribió: Con su sola palabra les basta para dominar a sus enemigos inflingiéndoles todo tipo de males. Aunque también podría decirse que con similares métodos podrían proporcionar todo tipo de bienes.

SOBRE LA MEDICINA

Cuando, siglos más tarde, los ingleses erradicaron de Irlanda todo cuando estuviese vinculado con sus tradiciones, algunos médicos se exiliaron al continente europeo, consiguiendo algunos cierta celebridad, como O’Meara, médico personal de Napoleón. En las bibliotecas europeas era relativamente fácil conseguir tratados de medicina irlandeses escritos en latín. También extendieron la costumbre por sus baños de calor.

El proceso de curación se completaba extendiéndolo de alguna manera a todos los miembros de la familia del enfermo, a los animales de compañía y a la casa misma, ya que todo esto estaría contaminado por la enfermedad.

La observación y estudio de los ciclos astronómicos era esencial para una sociedad agrícola, y esa era otra de las funciones de los druidas que, por medio de la observación de los astros determinaban el calendario tanto litúrgico como el de los campesinos. Y llegaron a tal punto en sus observaciones que en algunos textos quedaron reflejados eclipses y cometas que han podido ser verificados posteriormente.

Un elemento natural especialmente apreciado por los druidas eran sus árboles sagrados, en los que se combinaban los cuatro elementos: la tierra donde hunde sus raíces, el agua que le sirve de alimento, el aire donde que respiran las hojas y el fuego (sol) con el que produce la fotosíntesis. Al ser un elemento que surge del oscuro interior de la tierra y se extiende hacia el cielo en busca de la luz es un símbolo de crecimiento, externo e interno, y regeneración. También es un ser vivo muy antiguo y sabio por ser conocedor del paso del tiempo.

Los druidas también usaban la rama de un árbol para fabricar el bastón que le acompañaría de por vida, especialmente un serbal al que hubiesen pedido autorización previa para tal fin. (También con una ramita en forma de V se hacían las varas de los zahoríes para encontrar agua). Era esa una ceremonia muy especial. El bastón resultante podía ir deco rado con elementos metálicos o con cristales, o llevar grabados algunos símbolos que lo identificasen con su propietario. También era un símbolo masculino complementario del caldero femenino, otro elemento presente en la mayoría de los rituales druídicos.

Tenían un lugar en el bosque donde realizar sus ritos personales y privados, en los que intervenían el contacto con los elementos, el canto, la ingestión de ciertas plantas u hongos, todo ello para entrar en contacto con otro plano existencial. Algunos de estos rituales los realizaban desnudos (muchos monjes medievales también lo hacían para rezar en sus celdas, simbolizando así la entrega completa a la divinidad, sin ningún aditamento o engaño; de modo similar, practicaban una especie de nudismo místico los gymnosofistas (literalmente, filósofos desnudos) griegos o los jainistas de la India). No debía preocuparles mucho las miradas ajenas, ya que fueron varios los cronistas quienes escribieron sobre esto, como Diodoro: Desnudos, de la misma manera que sus guerreros en la batalla, se muestran ellos a sus dioses. Pese a lo impúdico de su proceder, la cólera de los dioses no parece que recaiga sobre ellos.

Por su parte, Posidonius escribió: Muestran gran veneración por los árboles, de los que se sirven después de que realicen cantos, caricias y otras obscenidades que prefiero no relatar. Tales obscenidades, fuera de lógica desde un punto de vista ajeno, eran simulaciones de cópulas con los árboles, dentro de algún ritual relacionado con la fecundidad de la tierra. Plinio también fue testigo de algo similar: Mientras los druidas apoyan sus virilidades con gran devoción y ceremonial sobre las cortezas de los árboles, las druidesas parecen encontrar deleite en el roce con las piedras.

Resulta curioso y extraño que en las crónicas que los romanos escribieron sobre Hispania o sobre la Galia Cisalpina no citen en ningún momento a los druidas, casta integrante y esencial en las comunidades célticas de otras latitudes. Nadie puede pensar que estos otros celtas no tenían sacerdotes, jueces, narradores de leyendas, sanadores… ¿Por qué no aparecen entonces? ¿No había tantos como para hacerse notar? Estrabón escribió que los lusitanos hacían sacrificios de animales o prisioneros de guerra y examinaban las entrañas con fines adivinatorios. También han quedado altares esculpidos en la roca, con escalones tallados y unos agujeros que servirían para recoger la sangre. ¿Serían los oficiantes algo más que sacerdotes sacrificadores o adivinadores?

Para los romanos, el foco del druidismo se situaba en Britania, a donde acudían los galos para formarse o tal vez perfeccionar su formación previa. A eso tal vez podría deberse la aparente poca presencia de druidas que parece haber los lugares más alejados.

A nivel mágico, los druidas poseían algo que llamaban «huevo de serpiente», que se suponía que estaba hecho con la baba que se formaba en las bocas de dos serpientes mientras copulaban; en un momento determinado, una bola de esa baba era escupida y el druida debía tomarla en el aire, consiguiendo así uno de los más preciados objetos de poder.

Tras las invasiones romanas y sobre todo con la posterior implantación del cristianismo, los druidas supervivientes fueron perseguidos y desa creditados. El emperador Augusto prohibió expresamente la práctica del druidismo. Por aquellos tiempo seguramente ya no contaban con la amplitud de conocimientos que tuvieron sus antecesores, ya que el ciclo formativo de veinte años era imposible de mantener y eso daría lugar a algo así como un druidismo light. Muchos acabarían refugiados en monasterios cristianos, donde se mantendrían los conocimientos sobre medicina natural, y algunos incluso acabarían siendo parte del santoral católico, mientras que otros, como el gallego Prisciliano, cayeron bajo sospecha y pasaron a formar parte de los herejes ejecutados.

Bardos y filidh

Como complemento a los druidas, que en ocasiones también podían hacer estas funciones, estaban los bardos, músicos, narradores, historiadores.

Los bardos eran básicamente los poetas celtas, aunque sus funciones eran mucho más que las de entretener a su audiencia, ya que también eran los que mantenían viva la historia de las tribus y los clanes, conocían las genealogías y daban una especie de vida eterna a los grandes héroes. Además de conocer las historias, eran maestro en la forma de contarlas para producir el efecto deseado. En algunos viejos escritos se cita la belleza paralizante de la música y la palabra de un bardo. Con sus arpas debían dominar los acordes del lamento, del vigor y del sopor. A pesar de que conozcamos muchos textos, apenas podremos hacernos una leve idea de cómo entendían las historias aquellos celtas que las escuchaban de la boca de un bardo que además tenía el poder trasformador de la voz.

En las leyendas irlandesas se citan a los bardos satíricos, especialmente temidos, ya que algunos de sus versos podían acabar con la reputación de cualquiera, traerle mala suerte enfermarlo e incluso matarlo. Especialmente duro era el ritual que efectuaban siete bardos al unísono sobre una colina, dirigido hacia una víctima común. También había un conjuro especial, llamado glam dicin, contra aquel que se negase a pagarles sus servicios.

Mientras que los druidas fueron perseguidos, los bardos fueron más respetados pues se consideraba que cantar o narrar historias no era peligroso. Acabaron reciclados como los trovadores de la corte de Leonor de Aquitania, desde los lugares donde surgieron las lenguas romances y unas formas poéticas que revalorizaban el papel de la mujer en una sociedad que la tenía relegada poco más que a un rincón de la cocina. En gran medida también fueron los artífices del retorno al culto a la Diosa; de aquellos tiempos surgen las historias de caballeros que ponen su vida al servicio de su dama, y de doncellas perseguidas, encarceladas, drogadas por viejas malévolas capaces de engañar a reyes y caballeros. Todo un símbolo del camino recorrido por el celtismo y las trasformaciones a que tuvo que someterse para sobrevivir.

ALGUNOS TEMAS

El amplio repertorio de los bardos incluía historias con estas modalidades: destrucciones (togla), muertes violentas (oitte), cuevas (uatha), robos de ganado (tána), viajes (immrama), cortejos (tochmarca), batallas (catha), asedios (forbassa), banquetes (fessa), aventuras (echtrai), cocepciones y partos (coimperta), matanzas (airgne), frenesíes (buili), inundaciones (tomadma), visiones (físi), amores (serca), expediciones (sluagid) y emigraciones (tochomlada).

Pero hubo una leyenda que eclipsó a las demás, gracias a las aportaciones de los nobles galeses exiliados: la del rey Arturo y el druida Merlín, aunque en Francia se añadieron elementos que no figuraban en las historias originales: Lancelot, Percival o el Grial. La leyenda regresó a Britania a través de los normandos.

Los filidh o fathi tenían funciones comunes con los bardos, en cuanto a narrar los relatos históricos, épicos y mitológicos que formaban el cuerpo arquetípico de su pueblo, pero su principal función era hacer vaticinios (palabra que deriva del otro nombre por el que se les conocía, vates) por medio de la observación. En cualquier sitio donde miraran había un simbolismo que interpretar: árboles, animales, vuelo de aves, nubes, llamas, estrellas, ruidos del bosque, gritos lejanos de juegos infantiles; pero también los hígados de animales (a veces, seres humanos) sacrificados para la ocasión. Tenían rituales en los que, según el tipo de tema a tratar, comían la carne de ciertos animales, para después tener un sueño profético. También había mujeres en este gremio, banfáith, siendo Eodain la que alcanzó más renombre gracias a sus dotes proféticas y los consejos que daba a los reyes. Por su parte, los semnotheroi estaban especializados en los servicios religiosos.

Fenechas, la Ley de los Hombres Libres

Los jueces (brehons en Irlanda, verbobret, en la Galia) eran los conocedores de las leyes, perfiladas a través de siglos para hacer la vida social posible. Dirigían los juicios, establecían la compensación a pagar por el infractor, aunque este solía ser colectivo, ya que siempre estaban involucrados la familia o el clan, tanto de uno u otro bando. Se pagaban o se cobraban y repartían la compensación según el grado de proximidad sanguínea con el ofensor y el ofendido, respectivamente. No existía la individualidad tal como la conocemos hoy en día, ya que el grupo familiar o clan se veía involucrado y es el que tenía que responder. Otra cosa era la forma en que ese grupo tratase después a quien les había metido a todos en problemas.

Las leyes tenían en Irlanda el nombre de Fenechas o Ley de los Hombres Libres (cuando se transcribieron recibieron el nombre de Ley Brehon (algo similar ocurrió en Gales con las leyes Hywel Dda) y tenían forma poética. Reflejaban todas las posibles disputas de una sociedad rural con el añadido de un fuerte componente de la casta guerrera. Eran parte de la tradición, el inflingirlas suponía un quebrantamiento del orden y de la «civilización». Se usaron hasta el siglo XVII.

Los brehon tenían en cuenta el estatus de la persona agredida para determinar la compensación a que hubiese lugar, ya que no todos eran iguales ante la ley ni todas las sentencias eran similares ante un mismo delito. Las condenas estaban en concordancia con el rango social de la parte ofendida y del tipo de herida o deshonra; esto suponía que el enechlann o precio de honor, el eraic o precio de sangre y el díre o precio del cuerpo, podían variar considerablemente de una a otra persona.

Una unidad de medida para determinar las compensaciones era el cumal o precio de una esclava. Por ejemplo, una ofensa a un rey, o lo que es lo mismo el valor de honor, se pagaba con siete cumals. También había pagos fraccionarios, ya que el cumal equivalía a seis séts, siendo estos equivalentes a tres vacas lecheras.

Las leyes irlandesas mostraban curiosidades tales como la compensación por la mutilación de un pene: el culpable debía pagar tanto un precio de honor (enechlann) como de cuerpo (díre). Si se trata de un testículo izquierdo, sería un díre, mientras que si era el derecho, sería solo la mitad (los druidas daban por sentado que solo el izquierdo cumplía con la misión de procrear). Si la castración era completa en un hombre decrépito, el pago será similar a cualquier otro tipo de herida con arma. Si una niña (antes de los doce años) era violada, el agresor debía pagar dinero de sangre (eraic). A una edad superior, la cantidad se reducía a la mitad.

GATOS

También los gatos estaban incluidos en las leyes Brehon, que los consideraba exentos de culpa en caso de tomar comida de una cocina si eso estaba motivado por la negligencia de quien estuviera al cargo. No ocurría así cuando el gato robaba en un barco, en cuyo caso podía ser matado. Tampoco se podían tomar represalias contra un gato que produjese algún perjuicio mientras cazaba ratones y sí en cambio para aquel que lo molestase a él.

Por otro lado, unas gotas de sangre sacadas de la cola de un gato negro, mezcladas con hierbas medicinales, era un remedio para ciertas enfermedades.

La ciudad escocesa de Caithness recibe su nombre de la «tribu del gato» que la fundó.

Claro está que todo esto no era un asunto individual, ni en el caso del infractor ni en del beneficiario de la compensación, ya que la gran familia o tuath era copartícipe tanto de lo uno como de lo otro.

En caso de que el pago no se produjese en el tiempo estipulado, su valor se incrementa, así como la presión de la comunidad, ya que esta forma de aplicar la ley hace que la vida social sea posible entre gentes muy propensas a comportamientos violentos. No había cárceles donde encerrar a los que inflingen las leyes, solo el pago restablecía el equilibrio que ocasionó la falta. O sea, que aquí podría usarse plenamente la expresión de «quien la hace, la paga». Al que no paga, o trabaja para el adeudado en una condición similar a la esclavitud o sufre el dibert o vacío social, que podía llevar hasta la expulsión de la comunidad, lo que le convertía en un forajido. Y su familia, que sería la que realmente no ha podido hacerse cargo de la deuda, caerá en desgracia durante cuatro generaciones. A los que quedan fuera de la ley, a veces no les queda más remedio para sobrevivir que unirse con otros como ellos y dedicarse al bandidaje. Ese sería el motivo de que surgiesen «caballeros» como los de la Rama Roja.

No había sentencias de pena de muerte (que era un dere cho reservado a los reyes), pero, en caso de que no se pudiese pagar la compensación establecida por un homicidio, se llegaba a una situación extrema en la que el culpable (esta vez sí el individuo) podía ser «echado al mar», dentro de un currag (barco de mimbre y cuero, típico de Irlanda), sin remos ni comida. También había una especie de excomunión en el que la persona perdía su derecho a participar en las celebraciones sagradas, lo que suponía no poder intervenir en los sacrificios, o sea eran apartados del contacto con los dioses.

Los seanchai y el mundo feérico

Los seanchai (también se puede escribir senachie) eran los historiadores de la Irlanda celta (en Gales recibieron el nombre de cyfarwyddion), que además de la historia propiamente dicha, debían conocer genealogías y cientos de cuentos históricos, que debían ser una de las mejores mane ras de enseñar historia a la gente, con sus héroes y villanos y sus situaciones extremas. Con el tiempo se convertirían en los cuentacuentos irlandeses especializados en el mundo feérico, por lo que se les consideraban con habilidades para comunicarse con la daoine maite (buena gente) o habi tantes del sidhe. Cada comarca tenía el suyo, hombre o mujer de avanzada edad, capaces de encantar a la audiencia con su voz, su gesto y su capacidad de transportar a los oyentes al mundo mágico irlandés.

Después de que Irlanda recuperase su libertad, la Comisión de Folclore buscó a cualquier seanchai que quedase en las áreas rurales más recónditas para recuperar esa valiosa herencia de cuentos tradicionales que, al igual que sus narradores, estaban a punto de extinguirse para siempre.

Aún recuerdan los expertos en este tipo de historias cómo una legión de jóvenes irlandeses, con más ilusión que medios, recorrieron los más tortuosos caminos en bicicleta con una rudimentaria grabadora que debían conectar a un pequeño generador que proporcionaba electricidad con los pedales de la bicicleta. El fruto de aquellos viajes reposa apaciblemente en los archivos del Trinity Colledge de Dublín: más de dos mil volúmenes manuscritos, a los que hay que añadir los que resultaron de la siguiente iniciativa. Se pidió a los niños irlandeses que copiaran los cuentos de todo tipo que escuchaban a sus mayores. También se transcribieron las letras de las viejas canciones, aunque no pudo conservarse la música porque las rudimentarias (y escasas) cintas en las que se grababan debían ser reutilizadas una y otra vez.

Cabe destacar las historias recogidas por Sean Ó Echoaid, que en los años 40 y 50 del pasado siglo recorrió todos los caminos de la provincia de Donegal recogiendo historias de unos 1500 seanchais, hasta el punto de recibir un doctorado honorario por parte de la Universidad de Irlanda. Él pudo comprobar que la creencia en los seres feéricos no era algo perdido en el pasado, ya que uno de sus mejores fuentes de información fue su propio abuelo, que, entre otras historias, contaba su propia experiencia de avistamiento feérico.

Según las tradiciones paganas, estos seres feéricos eran los míticos Tuatha Dé Danann que acabaron retirándose voluntariamente a un mundo paralelo, ocupando posiblemente el mismo espacio pero en distinto tiempo, por lo que solo en ciertos momentos muy concretos del calendario era posible la comunicación entre ambos mundos. Algunos expertos en estos temas se decantan por la teoría de se trata simplemente espíritus de muertos, incluyendo los de aquellos pueblos que ocuparon Irlanda en la antigüedad.

Algunas historias citan a personas que han escuchado la oran sidhe, música del sidhe, como uno de los hechos portentosos que ocurren de vez en cuando. Y se cree que las grandes canciones tradicionales, tanto las que incitan a bailar como las que parecen cargadas por la nostalgia de unos tiempos perdidos, las (re)compusieron los músicos humanos tras haberlas escuchado sobre alguna colina a la luz de la luna. Especial fama tuvo la isla Eigg, en las Hébridas, donde iban los músicos a escuchar nuevas melodías procedentes del plano feérico.

NEWGRANGE

La principal entrada al sidhe estaba en Bru na Boyne, compuesto por los monumentos megalíticos Newgrange, Howth y Dowth, que se abrirían en determinadas circunstancias, sobre todo en la noche de Samhain. El nombre gaélico de Newgrange era Sí an Bru, y una leyenda celta asegura que era el palacio de Aonghus, dios del amor, hijo de Boann (Boyne). El antiguo nombre de Howth fue Sícnogba, y también está relacionado con la leyenda del dios Aonghus, que aquí encontraría los restos mortales de una mujer a la que él amaba. El de Dowth era Sí Dubhaish, que está relacionada con cierto rey Bresal que embrujó a los hombres de Irlanda para que le construyesen una montaña artificial que llegase hasta el cielo, consiguiendo también que su hermana detuviese el sol. Todo lo perdió aquel Bresal cuando se empeñó en cometer incesto. Todos ellos comienzan por Sí, que indica la vinculación de esos lugares con el sidhe.

La interpretación cristiana señala a estos seres como ángeles caídos que no participaron en la rebelión de Lucifer, pero, como tampoco la combatieron, fueron diseminados por los lugares remotos de la Tierra, unos en las profundidades del mar, otros en el subsuelo y algunos más en el aire.

Con el nombre genérico de hadas (fairies) se engloba a todos ellos. En medio de algunos campos cultivados irlandeses se encuentra un árbol al que nadie se ha atrevido a cortar, ya que los campesinos saben que está habitado por hadas; los niños pueden subir a sus ramas, pero los adultos tienen prohibido incluso tocarlos, so pena de recibir sus iras. Otra cosa que antes se tenía muy en cuenta a la hora de construir una casa era que no entorpeciera un camino de hadas, por lo que antes se ponían unos postes indicando los límites de la futura casa; si no ocurría nada, se seguía adelante. Si alguno de los postes era derribado, mala señal, había que cambiar el emplazamiento.

Y es que, a pesar de los muñequitos simpáticos que se venden como recuerdo por toda Irlanda, a los que llaman «buena gente» o de los cuentos endulzados tipo Disney, estos son seres de temperamento impredecible, atribuyéndose sus habituales malas acciones a los celos que sienten por los seres humanos por tener estos la oportunidad de comunicarse con el dios que ellos perdieron; también por eso evitan acercarse a las iglesias y a las casas de los curas. Eso sí, se cuenta que si los católicos los condenaron, los protestantes hasta prohibieron que se pensara en ellos. La evolución que tuvieron según el lugar donde fueron puestos acabó dándoles las características que han perdurado en el folclore irlandés.

Entre la considerable cantidad de este tipo de seres, destacan especialmente los leprechaun, que serían los más extendidos por toda Irlanda. Se les representa con la imagen de pequeños viejos zapateros, vestidos con un traje verde, y son borrachines y fumadores. Además de su afición por la zapatería, se les atribuye el ser los banqueros del mundo feérico, ya que guardan celosamente todos los tesoros que encuentran bajo tierra. Muchos humanos intentan capturar a uno de ellos, ya que su posterior liberación supone la recompensa de uno de sus tesoros. En raros casos, buscan la amistad con algún humano al que le hacen arreglos en la casa, sobre todo en sus zapatos, a cambio de un poco de licor.

LOS OTROS MUNDOS

Existe en gaélico la expresión isin chetne tuiste, que se traduciría como el tiempo primigenio, que podía estar relacionado con la creación del mundo y la interrelación de los dioses con los hombres. Pero no tenemos ninguna referencia acerca de cómo los druidas entendían estos conceptos.

El más allá era un lugar de liberación. Posiblemente la frase «pasar a mejor vida», como metáfora de la muerte, provenga de ellos. Había muchos lugares a donde ir, seguramente relacionados con el tipo de vida que se había tenido y los méritos acumulados, pero ninguno de ellos era una especie de infierno, aunque cabe la posibilidad de que ese concepto lo tuviesen asociado justamente con la estancia temporal en este mundo.

Además del sidhe (palabra que originariamente significaba colina) donde se retiraron los Tuatha Dé Danann, o del Avalon (Avalanch, Isla de las Manzanas) donde fue llevado el rey Arturo, en Irlanda se creía en mundos, planos de existencia o dimensiones que tenían nombres tales como Tir n’Aill, la Otra Tierra; Tir na nOg, la Tierra de la Juventud; Tir na mBeo, la Tierra de las Mujeres; Mag Mor, la Gran Llanura (en algunos textos, identificada con España); Mag Mell, la Llanura Floreada; Tir na m-Beo, la Tierra de los Vivos; Tir Tairngiri, la Tierra de la Promesa; Tir fa Tonn, la Tierra Submarina, Hy Breasil, la Isla de los Benditos.

Son numerosas las leyendas que relatan immrama, viajes a través del mar a alguno de estos lugares sobrenaturales, que bien podrían tratarse de las descripciones de rituales iniciáticos bajo estados alterados de consciencia; una especie de peregrinaje interior en busca de una experiencia trascendente. El barco, a pesar de que los celtas no destacaron especialmente por los viajes acuáticos, era el símbolo para entrar al otro mundo.

Los viajeros tienen que enfrentarse a sus propias obsesiones, en forma de monstruos o tentaciones que intentan apartarle de la meta, para regresar puros; muchos acaban con la muerte, que también es una forma de dar por completado en viaje y entrar en otro plano de existencia. El más famoso es El viaje de Maelduin, que visitó 35 islas con todo tipo de seres extraños. Fueron tan populares e importantes que incluso permanecieron en la época cristiana, recibiendo el nombre de navigatio, aunque poco a poco fueron perdiendo sus componentes paganos. También había otro tipo de aventuras, en la que héroe simplemente se internaba en algún otromundo, que recibían el nombre de echtrai, como es El viaje de Bran, en el que este personaje y unos cuantos compañeros visitan la Isla de las Mujeres, donde son espléndidamente atendidos.

En Gales, y por extensión en la Britania celta, tenían mundo subterráneo llamado Annwn. Se suponía que la puerta de aquel abismo estaba en Glastonbury, justo en la cima de la colina, guardada primero por los druidas y más tarde por monjes cristianos. A pesar de tales guardianes, por esa puerta surgiría en ciertas fechas Gwynn al Nudd, su rey, dirigiendo la Cacería Salvaje, acompañado de una jauría de perros blancos con orejas rojas. Recorrerían la noche buscando las almas de los que hubiesen muerto recientemente. Allí los metería en el caldero de la resurrección, para obligarles a regresar a la tierra, pero no sin antes de que Tyronoe, su consorte, les ponga ante sí un espejo donde se reflejan sus más oscuros secretos, por si tienen dudas de por qué los tratan así. Claro que también se quedarían allí algunos «prisioneros». En el poema galés Preiddeu Annwn es el bardo Taliesin en encargado de descender a ese abismo para rescatarlos.

Gwynn significa dragón rojo, y rojo es el dragón que actualmente figura como símbolo del condado de Somerset, donde está Glastonbury, y del cercano País de Gales, de igual forma que lo fue del rey Arturo.

Este personaje también está asociado en los Mabinogion (colección de relatos basados en la mitología galesa traducidos por Lady Charlotte Guest) con el control de la tierra durante los meses oscuros del año, mientras que los luminosos estarían a cargo de su contrapartida, Gwythyr ap Greidyawl, representado por un dragón blanco. Estos se relevarían en las fiestas de Samhain y Beltane. Curiosamente, los dos manantiales de Glastonbury tienen aguas rojizas (el Chalice Well, por los minerales que contienen) y blancas (White Spring).

También han quedado reflejadas experiencias peculiares, como las transformaciones, viajes chamánicos en los que el iniciado lograba ser otra persona, animal, fenómeno natural. Este tipo de relatos aparecen como invocaciones u oraciones en las que el protagonista va identificándose con distintos elementos, logrando estar al «otro lado» y conseguir ser también ese punto de vista. Algunos de las más característicos son las de Tuan, Amergin o Taliesin.

En este último, la transformación ocurre tras probar la poción que se cuece en un caldero mágico, posible manera de hablar de un ritual en el que la ingestión de alguna sustancia alucinógena era imprescindible para tener tal experiencia.