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JUAN DÍAZ DE GARAYO, ZURRUMBÓN

Es un destripador. Actuaba nueve años antes que su colega Jack, en Whitechapel, en el Londres del puré de guisantes. No tiene nada que envidiarle y le gana al menos por una víctima. Por adelantado, y reincidente, puede hasta darle diecisiete puñaladas de ventaja. Juan Díaz de Garayo y Ruiz de Argandoña, agricultor, fuerte de pecho y piernas, incansable hombre de sexo, pasa por ser el Sacamantecas de Vitoria, pero en realidad es el Jack el Destripador español.

Actuó del 2 de abril de 1870 al 20 de septiembre de 1879. Tenía un humor más hosco y su afición no era escribir, sino casarse. Lo hizo cuatro veces. Y mientras tuvo uso del matrimonio con su primera mujer, a plena satisfacción, no agredió a las mujeres solas de los bosques o los caminos. Le llamaban Zurrumbón y era muy conocido en su entorno. Su fama se extendió lejos del área de Vitoria y Álava, donde actuaba, y llegó a todos los rincones de la piel de toro, donde temían encontrarse con el destripador. Naturalmente forma parte de su humor eso de que mientras estaba satisfecho con el cariño de sus esposas no cometía crímenes. Sería tanto como culpar a las señoras de que esta buena pieza se echara al camino en busca de la sorpresa que quisieran darle los hados. Las mujeres con las que se unió no eran cariñosas, según cuentan las crónicas, poco amantes del hogar y tal vez alguna sucia y desastrada, pero el psicópata asesino era él, amante de la brutalidad del amor y de la sangre.

Tenía dos tipos de víctimas y por sus modos romos, incultos y eficaces, solía violarlas y estrangularlas, aunque fue perfeccionando el método hasta pasarse a la hoja de acero con la que por ejemplo le hizo un «trabajo completo» a Manuela, de 52 años, del primer grupo agredido: mujeres maduras (el otro era el plantel de jovencitas), a la que asaltó en el camino de Gamarra. Era una mujer casada que regresaba a su pueblo, Nafarrate, desde Vitoria. Llevaba una cesta con un panecillo y atún. Zurrumbón la encontró por la tarde, cuando empezaba a llover y se refugiaron bajo un árbol. Empezó por lo fino y le ofreció mantener relaciones sexuales, a lo que la escamada viajera se negó. Acto seguido le exigió el dinero que llevara. El hombre le quitó el delantal y se lo echó al cuello hasta asfixiarla. Manuela, privada de sentido, quedó tirada en el suelo. Lo que aprovechó para desnudarla. La violó con ferocidad, pasando del sexo al crimen y acuchillándola hasta cuatro veces.

Tal y como años más tarde haría Jack, el Zurrumbón británico, le abrió el vientre con una navaja, le sacó las tripas con las manos y también un riñón. Eso le produjo cierta clase de inexplicable placer. Cubrió el cuerpo con ropa y se marchó a Arriaga comiéndose el panecillo.

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Juan Díaz de Garayo, Zurrumbón, de Vitoria.

EL PEOR VICIO

Le capturó un alguacil, Fernández de Pinedo, adelantado a su tiempo, que estudió la escena del crimen, interrogó a los testigos y encontró la pista de este serial killer del siglo XIX. El doctor Esquerdo trató de aplicarle la teoría de Lombroso y la imbecilidad: tenía el cráneo plano, lo que definió como «depresión del occipital» y un bulto en el lado derecho. La capacidad craneana era pequeña, pero al final no evitó que pagara la «monomanía homicida» en el garrote vil, el 11 de mayo de 1881.