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ISABEL, LA FALSA EMBARAZADA

Es una mujer fuerte y decidida. Su rostro no tiene las medidas griegas y su cuerpo carece del garbo o los andares de Mae West, pero en conjunto resulta una mujer joven y atractiva. Muy libre y resuelta. Isabel Marcos Maceiras, de 24 años, sintió muy pronto la llamada de la maternidad, pero es uno de esos casos en los que la naturaleza se hace esperar. Tuvo relaciones con su novio en las que quizá se prometía el premio de un hijo. Cumplió dos años de matrimonio que entró en crisis sin que ella pudiera ser mamá. Empezó una nueva relación sentimental que no daba el fruto deseado. Desesperada informó a su pareja de un falso embarazo, comunicó a su padre que lo había hecho abuelo y a su ex marido le mintió diciéndole que iba a cuidar al bebé de una amiga porque ella no se podía hacer cargo.

En realidad Isabel había cultivado la amistad de Vanesa Lorente, una chica con muchos problemas, que tenía un niño de cuatro meses. La conoció en Fene, cerca de El Ferrol, en La Coruña. En agosto de 2002 se convirtió en su sombra hasta convencerla de que era la única persona en la que podía confiar. Las sonrisas y melindres de Isabel eran un auténtico alivio, porque Vanesa, de 22 años, se sentía sola y abandonada. La había conocido porque los novios de ambas eran amigos cuando estaba embarazada y ahora se había convertido en uno de sus mejores apoyos.

Se cree que fue la buena fortuna de tropezarse con una gestante confundida y aislada lo que hizo crecer en el cerebro de Isabel la idea de que había llegado el momento de ser madre, aunque fuera del bebé de otra. Comenzó por convertir en realidad sus fantasías haciendo creer a su padre que se había quedado embarazada de su esposo, pues la vida de Isabel con trabajos extemporáneos y cambios de residencia era muy difícil de controlar. Además se había reconciliado con su esposo aunque no había roto con su nueva pareja. El caso es que ella decía aquí y allá que tendría pronto un bebé, que los médicos le habían dicho que sería una niña. Llegó a anunciar al abuelo el nacimiento, aunque no podría conocer a la nieta hasta que saliera de la incubadora.

Mientras se desarrollaba el embarazo verdadero de Vanesa, Isabel también comunicaba los avances del suyo que era inexistente. Procedió a entusiasmar a su novio declarándole su próxima paternidad que se habría de cumplir a principios del otoño de 2002.

Aparentemente Isabel, dada su estructura ósea y sus formas anchas, podría fácilmente disimular un embarazo. Su tendencia al sobrepeso era la coartada perfecta. Ella siguió fabulando su futuro con el que habría de corregir el desdén del destino. No importaba que el bebé en el que pensaba resultara varón, aunque ella anunciara una hembra. Nada sería capaz de detenerla ni de torcerle el brazo. El 13 de agosto Vanesa recibió una llamada mientras comía en casa de un amigo. La que llamaba era una amiga, probablemente Isabel. También la llamó el padre de su hijo del que estaba separada y con el que quedó para verse por la noche. A las 4.30 de la tarde se difumina el rastro de la chica con su hijo…

Es posible que estuviera en un local llamado Pan Neda donde se reunió con otra mujer tirando a gruesa, de boca ancha y mentón fuerte. A las 7.30 fue a la casa de su amiga Fina donde le invitó a ir a un centro comercial. El niño se había quedado con «su amiga Isa» en el coche. Es la última vez que alguno de sus conocidos la vieron con vida.

El 16 de agosto, las personas más preocupadas por la ausencia de Vanesa y su hijo Alberto denuncian su desaparición en el cuartel de la Guardia Civil. Por esos días y casi hasta un mes después, Isabel pudo mostrarse como la más solícita y amorosa de las madres. Un vigoroso bebé retozaba en sus brazos. Apenas aparecía por Fene, diciéndole a su novio que estaba en casa de sus padres en Monfero. El ilusionado, que ya se veía padre virtual, lo sufría con resignación. Mientras Isabel había reanudado la convivencia con su marido al que tras encontrarlo en Punetedeume, le había hecho trasladarse a un piso alquilado en Miño. El hombre le había cogido un gran cariño al bebé que parecían haberle entregado a su extraña mujer. Ella por su parte lo presentaba como propio a sus padres, a sus suegros, amigos y familiares. Incluso regalaba ufana unas fotos que se había hecho con el pequeño en brazos. Siguiendo su plan, en el que Isabel respondía preguntas sobre sus controles ginecológicos, ecografías y otras rutinas, hizo realidad la comunicación de haber dado a luz a su novio, el 18 de septiembre, mediante una llamada al jefe de su empresa. El falso padre se fue con los amigotes a celebrarlo.

En este lío monumental, la Guardia Civil había encontrado el hilo de la madeja más allá de quienes se daban por satisfechos con las mentiras de Isabel, estableciendo que había sido la última persona que había estado con Vanesa antes de desaparecer. Al llamarla para ser interrogada, les presentó al niño que llevaba en brazos como su sobrino David. Debajo de la cama encontraron los zapatos que llevaba Vanesa el día que desapareció, unos zuecos negros con caballitos de mar estampados. La detuvieron acusada de suposición de parto y alteración de paternidad de un menor. También le apretaron las tuercas hasta que hizo un croquis de la casa de sus padres con una señal en el lugar exacto en el que había enterrado a la verdadera madre del niño robado.

DESPIECE: LA TUMBA DE VANESA

Era un cobertizo en el que tendían la ropa. Tenía un piso de cemento reciente. En cuanto excavaron encontraron el cadáver de un perro, no se sabe si puesto allí para despistar. Tampoco se explica la crueldad de haber matado a golpes al animal. Debajo asomaba la mano de Vanesa. José Carlos Marcos y María Maceiras, los padres de Isabel, fueron detenidos como cómplices. Los forenses no pudieron determinar con precisión la causa de la muerte. Es probable que la llevara hasta la tumba bajo los efectos de un fuerte somnífero. O quizá le dio un golpe fuerte en la nuca. Si no, cabe la posibilidad de que la enterrara en un agujero que tenía preparado con antelación.