Notas de la entrevista con Salvador Ortega coordinadas por el director de la investigación sobre Manuel Delgado Villegas, el Arropiero, probablemente el mayor asesino en serie de España:
«¿Era el mayor asesino de la Historia? Hasta ahora parece ser que sí. Dentro de las investigaciones que yo he hecho, no se encuentra una persona de la tipología de Manuel Delgado. El mayor en cantidad, el mayor en calidad. Pongamos “calidad” entre comillas. Representó algo muy importante y es que nunca hizo un crimen igual… Detenerle no se le llegó a detener. Al Arropiero se le fue a buscar a su domicilio, se le esperó, porque no estaba, y luego, se le llevó a comisaría, pero se le llevó amistosamente, ni esposado ni nada. Desde el primer momento empezamos a charlar con él para que nos contara dónde estaba su novia y qué hacía allí. El nombre de Arropiero le viene precisamente del padre, que era un señor que se dedicaba a hacer dulces de arropía, dulces de azúcar…
Convivimos dos años y medio aproximadamente. Convivir entre comillas también, claro, je, je, je… Estuvimos primero en un periodo muy inicial de la investigación… Fueron aproximadamente unos ocho o nueve meses. Luego, después, él fue trasladado urgentemente a Madrid. Se nombra un juez especial, que fue don Conrado Gallardo Roch, y a partir de entonces, pues, se está un tiempo viajando con él constantemente por toda España reconstruyendo los hechos que ya estaban más o menos marcados o situados y aquellos que representaban una cantidad de detalles abrumadores de carácter de verosimilitud…
El crimen más horripilante pudiera ser el de la anciana de Mataró por las circunstancias que él contaba. Horripilantes podían ser todos, pues el porrazo que le da al señor Estrada, en Barcelona…, pero yo creo que el más desafortunado fue el de Ibiza. Se reunieron muchas coincidencias y muchas cosas que lo convierten en el crimen de la mala suerte. Después otro crimen, que me hizo pensar mucho, es el de un obrero, un emigrante que vivía en Barcelona. Tiene un día libre, se va a buscar arena a la playa, porque a su mujer y a su suegra les gusta fregar con arena. Coge un tren de ida. Espera al tren de vuelta, y en ese espacio, pues, el Delgado se lo encuentra allí, se inventa su historia, y lo mata a pedradas.
Era una persona fuerte, bien dotada. Era una persona con dominio de una fuerza muscular asombrosa y, si no, echaba mano de la primera piedra gorda que encontraba en el suelo… O sea que el crimen de Garraf fue una pedrada, el de Aranjuez otra pedrada, el del Puerto de Santa María fue un golpe de kárate, el primero de ellos; el segundo, el de Antonia, fue con un leotardo, apretándole el leotardo y estrangulándola. El de Ibiza, sofocando. O sea que todos son más o menos parecidos… Nos dio tal cúmulo de detalles, detalles verídicos, completamente. Todo lo repetía Delgado Villegas como si estuviéramos leyendo la diligencia de inspección ocular.
Él no se sentía culpable de haber hecho daño a nadie. Yo creo que en su forma de ver las cosas él era un gran liberador. Él liberaba a la sociedad… Y este hombre pues había sido detenido, le habían pegado, le habían maltratado, le habían vejado. Porque además era un retrasado. Me refiero a que en su forma física era disléxico, no hablaba bien, no dominaba la lengua, tartamudeaba un poco. Supongo que lo habrían vejado muchísimas veces y se habrían reído muchas veces de él.
[…] Cuando fue detenido, fingió un aura epiléptica. Era lo que él buscaba: que lo mandaran a un psiquiátrico y escaparse como había hecho montones de veces. Entonces, mientras se decide y tal, nos cuenta, y después, nos lleva con toda tranquilidad donde estaba el cadáver de la Antonia.
Él explicaba una aventura. O sea, el caso de la señora de Mataró, Anastasia Borrellá, creo que se llamaba. Pues él cuenta que se encuentra una mujer joven y que lo intenta ligar. Pero no dice que era una mujer de 60 años, para él es una mujer de 30. O sea que él, por una parte, lo que intenta es mostrarse vedette de las circunstancias. Él no dice: “Me acosté con la muerta e hice esto”, no, no. Él cuenta una aventura, una aventura que tiene y nada más; y ya está.
Baja al torrente y entonces parece ser que mantiene relaciones sexuales. Y con su novia. Con su novia sí que fue un par de veces o tres. Desapareció Antonia, luego después estuvo desnuda, porque nos la encontramos desnuda allí, creo que, según nos manifestaba él, fue durante tres noches. Aunque el clima de aquella zona es muy benéfico, pues hizo unos días muy fríos, muy fríos, y aquello hizo que el cuerpo se conservara, y que no se estropeara, y él dice que tres veces fue por la noche a buscarla y que cohabitó con ella.
Se supone que también después de sofocar a la chica francesa, esta de Ibiza, fue cuando tuvo una relación sexual con ella. No se pudo comprobar aquello, ni él comenta que tuviera relaciones sexuales. Posiblemente algo haría. Aquella era una chica muy joven, monísima, y además tenía un cuerpazo. Las fotografías que se guardan de la época muestran a una chica que físicamente era muy atractiva…
Manolito llegó a confesar cuarenta y ocho crímenes, para nosotros era Manolito, je, je, je… Después de que nosotros le dejamos, y pasó a manos de los psiquiatras, le comenta a su abogado una relación de cuarenta y tantos crímenes. Entre ellos, una época que pasa en Francia en la que está muy unido a un grupo de la mafia marsellesa…
Lo vi antes de que lo llevaran a Alicante, antes de que lo llevaran a Fontcalent. Yo estuve en el psiquiátrico penitenciario. La primera vez no estaba mal. Había intentado asesinar a un chico. Inmediatamente que entró, se situó y empezó a relacionarse con un chico alemán, joven, que era uno de los autores del crimen ritual de Tenerife. Estaba ahí el padre y él. Eran dos personas de las que decían que un dios tenía que venir a verlo, y que era el dios que le había mandado matar. La familia apareció desventrada, solo se salvó una de las hermanas. Y este chico. Por lo visto había intentado estrangularlo. Y también había mantenido una posición de fuerza con una asistente social a la que quiso violar y también casi la estrangula.
Él fumaba muchísimo, muchísimo, del orden de tres o cuatro paquetes diarios… La última vez había degenerado bastante. De ser una persona atlética, joven, bien comido, con un gran cuerpo, hay fotografías de la época, pues yo me lo encontré avejentado, muy avejentado. Con barbas muy blancas y ya con los párpados hinchados».
Víctimas: se supone que dio muerte a decenas de personas, aunque solo pudieron investigarse siete casos, hombres y mujeres muertos en distintos puntos de España.
El juicio: jamás fue juzgado. Se le detuvo el 18 de enero de 1971, en el Puerto de Santa María, Cádiz, y permaneció encerrado hasta prácticamente su muerte, el 2 de febrero de 1998.
Singularidad: le gustaba adornarse con un bigotito a lo Cantinflas. A veces utilizaba el golpe de la muerte con el canto de la mano. Poseía el XYY o «cromosoma de la criminalidad».
Condena: pasó gran parte de su existencia en psiquiátricos, sometido a fuerte medicación. Lo mató un EPOC, una enfermedad pulmonar obstructiva que ocasiona el tabaco, el otro gran asesino.