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EL ATRACO DEL QUE NUNCA MÁS SE SUPO

Sede Central de Correos. Plaza de la Cibeles, Madrid, 30 de abril de 1979, siete de la mañana. Objetivo: botín de cien millones de pesetas.

Cinco individuos, cuatro de ellos vestidos de carteros, llevaron a cabo un atraco «rápido y limpio» en la sede de Correos, situada en el Palacio de Comunicaciones de Madrid, que sería en el futuro el actual emplazamiento de la sede del Ayuntamiento de la capital. Armados con pistolas sorprendieron a seis empleados que transportaban sacas de la caja fuerte a la sección de giros. Les amenazaron con «volarles la tapa de los sesos» si no obedecían. Reducidos de esta forma fueron trasladados a los lavabos situados cerca de donde habían sido abordados. Ataron a los empleados y se apoderaron del dinero. Uno de los asaltantes fue descrito como un hombre alto con bigote rubio y otro, como bajito, con gafas, vestido con vaqueros y jersey verde. Antes de huir les ordenaron que no dieran la voz de alarma hasta que pasaran diez minutos. «Tenemos tomado todo Correos. Como salgáis os freímos», dijeron.

Los asaltantes, portando las sacas, se dirigieron con tranquilidad hacia la salida. En el trayecto, uno de los atracadores tropezó violentamente con un cartero que le llamó la atención, por lo que el delincuente se disculpó ceremonioso.

Cuando alcanzaron la calle Montalbán montaron en un coche que les aguardaba y huyeron con el botín compuesto en su mayor parte por dinero en efectivo. El asalto se desarrolló en muy poco tiempo.

En la tercera planta del edificio, cuando los empleados transportaban 101.792.677 pesetas en sacas se vieron interrumpidos por un individuo disfrazado de cartero en un pasillo poco transitado que les amenazó con una pistola. Otros cuatro atracadores surgieron en su ayuda, tres de los cuales iban uniformados. Los rodearon y empujaron hacia los servicios que estaban junto a la peluquería donde los maniataron con esparadrapo. Uno de los asaltantes exageraba un fuerte acento andaluz. Todos los que hablaron lo hicieron en riguroso castellano. Según se cree se dividieron para la huida, abandonando parte del equipo la sede por la calle Montalbán, y otros, por la zona del muelle de carga o la puerta «L».

Algunos se cruzaron con los delincuentes en su escapada, pero nadie le dio importancia a unos carteros que salían con sacas. Todos pensaron que se trataba de compañeros que tenían cartas que no habían podido repartir el sábado y que se apresuraban, por eso corrían a toda prisa, para cumplir con su trabajo. Los empleados que quedaron en los lavabos fueron liberados cinco minutos después por una señora de la limpieza, pero ya era tarde. En seguida se sospechó que debían de estar muy bien asesorados por personal que conocía la casa. Alguien que sabía perfectamente cuándo y cómo se transportaría tanto dinero, así como las costumbres de la empresa. Los atracadores despreciaron la posibilidad de hacerse con otra importante cantidad de dinero, cosa que habrían logrado si hubieran decidido esperar a los que portaban las monedas. Pero prefirieron no cargar con chatarra. Parte de lo robado estaba destinado a pagar pensiones de Renfe. Sobre las medidas de seguridad hay que destacar que desde meses antes no se obligaba al personal a llevar en lugar visible una tarjeta con la foto y nombre. Por otro lado, conseguir un uniforme de cartero no resulta muy difícil. Los delincuentes actuaron a cara descubierta.

Es posible que huyeran en dos vehículos, uno de ellos el Simca 1200, gris metalizado, matrícula de Soria, estacionado en la puerta «J» que da a la calle Montalbán. También podría resultar que el coche fuera propiedad de los atracadores y que simplemente le cambiaran las placas. La Policía cree que se trata de delincuentes comunes altamente profesionales. Los fondos se repusieron en Correos a media mañana, aunque los giros a domicilio sufrieron retrasos.

Los asaltantes no fueron hallados. Las investigaciones en torno a empleados de Correos, fijos y eventuales, así como sobre el vehículo en el que huyeron los atracadores terminaron en un callejón sin salida.